Habían transcurrido varios días desde la desaparición de Margaret y su hijo, y Emiliano estaba al borde de la desesperación. Cada día que pasaba sin rastro de ellos aumentaba su frustración y su furia. Lo que más le sorprendía era que nadie de su familia había intentado comunicarse con Margaret desde que desapareció. Esto solo le demostraba lo invisible que había sido para su propia familia, incluso para su padre. Con la sangre hirviendo, Emiliano se acercó a su agente de seguridad, Marco, un hombre de confianza que siempre había demostrado ser eficiente y leal. — ¿Tienen algo? — preguntó Emiliano con una mezcla de esperanza y desesperación en su voz. Marco lo miró con una expresión seria y negó con la cabeza. — No hay nada, señor. Hemos revisado todos los posibles contactos y ubicaciones, pero no hemos encontrado ninguna pista — respondió —. Incluso buscamos en el extranjero, pero no hay rastros de que ella haya ingresado o salido del país. El grito de frustración de E
En un pintoresco pueblo costero del sur de Italia, Margaret disfrutaba de su nueva vida lejos de las ataduras y expectativas de su familia. Cada mañana se despertaba con el sonido de las olas golpeando suavemente la orilla y el aroma del café recién hecho que Lily preparaba con esmero. Era un paraíso escondido, un refugio donde podía ser ella misma sin miedo a ser juzgada.Margaret y Lily pasaban sus días explorando el mercado local, donde se perdían entre los puestos de frutas frescas, especias y artesanías. Las tardes las dedicaban a paseos en bicicleta por los senderos escénicos que rodeaban el pueblo, disfrutando de la brisa marina y la libertad que tanto anhelaban. La vida era simple, pero llena de pequeños momentos que las hacían sentir vivas y felices.Mientras tanto, en su país de origen, la familia de Margaret estaba preocupada por su desaparición. Era obvio que llamarían a Lily, para pedir información. Lily, con una habilidad innata para manejar situaciones difíciles, les as
— Quiero asegurarme de que todo esté en orden — dijo Don Alberto con voz grave, mientras firmaba los documentos—. No quiero que haya disputas cuando ya no esté.El abogado asintió, recogiendo los papeles con diligencia.— No se preocupe, señor Torres. Todo estará en su lugar.Don Alberto se quedó en silencio, mirando por la ventana. Sabía que su tiempo se agotaba, pero deseaba con todas sus fuerzas que su familia pudiera encontrar la paz y la felicidad que él nunca había podido brindarles del todo.De regreso en Italia, Margaret se levantó, decidida a seguir adelante. No permitiría que las acciones de Emiliano la detuvieran. Tenía una nueva vida, una vida que construiría con amor y dedicación para su hijo. Miró hacia el horizonte, con la esperanza de que, algún día, todo este dolor se convirtiera en solo un recuerdo lejano.Lily entró en la habitación de Margaret con rostro de preocupación, sus ojos revelaban la urgencia de la situación. Margaret, que aún sostenía a su bebé, sintió u
Emiliano llegó a Italia y sin perder tiempo, se encaminó a la casa de la supuesta amiga de Margaret. Al parecer, la mujer en cuestión era de mucho dinero, pero no lo superaba a él.Cuando preguntó por ella, le dijeron que no se encontraba y que no podían darle más información de ella, ya que la chica amaba su privacidad, y cuando pretendía mandar a investigarla, un auto de lujo se acercó y de ella bajó una chica rubia y altanera, justo como Valeria; sin embargo, descartó aquella comparación cuando lo enfrentó sin temor.— Así que tú el famoso Emiliano De Lucca — manifestó —. ¿A qué se debe tu desagradable visita en casa de mis padres?Era la primera vez que una mujer lo llamaba desagradable y por alguna razón le irritó. Manteniendo la compostura de un rey, dio un paso hacia ella con galantería, sus manos en los bolsillos.— Y tú debes ser la amiga de Margaret Torres — respondió —. ¿Dónde está?— Si lo supiera, obviamente no te lo iba a decir. ¿Qué le hiciste para que tome la decisión
Margaret asintió, sintiéndose impotente. Mientras esperaban los resultados, Lily intentaba consolarla, aunque ella misma estaba visiblemente preocupada.— Todo va a estar bien, Margaret. Estamos en el lugar correcto y harán todo lo posible por ayudarlo.Margaret estaba sentada en una silla en la sala de espera de la clínica, con el corazón en un puño y los ojos llenos de lágrimas. Su bebé estaba en una situación crítica y no sabía qué hacer. Lily, a su lado, intentaba consolarla, aunque también estaba visiblemente preocupada.— Lily — dijo Margaret con voz temblorosa —, creo que debería llamar a Emiliano. Él tiene derecho a saber lo que está pasando con su hijo.Lily frunció el ceño y tomó la mano de Margaret.— Entiendo, Margaret, pero esperemos a los resultados del médico. Tal vez no sea necesario involucrarlo todavía. Sólo espera un poco más, ¿sí?Margaret asintió, aunque en su interior sentía que cada minuto que pasaba era una eternidad. Los largos minutos de espera parecían no te
Emiliano observaba a Margaret con una expresión seria. La condición que ella le había puesto no era algo que pudiera tomar a la ligera. Sabía que ella tenía razón en pedir un lugar seguro para su hijo, pero también sentía que no estaba en su derecho de exigirle nada en ese momento.— Margaret, no estás en posición de pedirme nada — dijo Emiliano, su voz firme pero controlada —. Huiste con mi hijo.— En mi defensa me asustaste con ese comportamiento salvaje — respondió. Emiliano arqueó una de sus cejas.— ¿Te has dado cuenta que a veces como que tienes la lengua muy suelta? — Margaret bajó la cabeza, con una expresión triste en el rostro, y respondió con suavidad.— Emiliano, yo nunca te he fallado. No he hecho nada para lastimar a nuestro hijo. Solo te estoy pidiendo esto por su bienestar — dijo —. Y si te soy sincera, no confío en esa mujer.El silencio se hizo presente entre los dos. Emiliano la observó durante unos largos segundos, evaluando la sinceridad en sus palabras y el dolor
Llegar a la mansión Torres fue algo rápido, pero compartir con su familia fue la pesadilla del siglo. Margaret, apenas puso un pie dentro de la mansión, supo que algo no andaba bien al ver salir al abogado de la habitación de su padre.— Por fin te dignas en aparecer, niña insensata — gruñó su madre.— Por favor — susurra el padre de Margaret —. No empieces. Ella está cuidando a tu nieto. No lo olvides.La mujer se tragó las ganas de seguir peleando porque obviamente no le convenía, pero lo que no sabía, era que ya Emiliano sabía la verdad, y que Margaret quería decirle a su padre todo lo que pasó. Si estaba en sus últimas instancias, al menos merecía irse de este mundo conociendo la verdad, de que ella, es la verdadera madre del niño.Margaret se acercó lentamente a la cama donde su padre reposaba, débil y consumido por la enfermedad que lo había debilitado tan rápidamente. Cada paso que daba parecía pesarle más que el anterior, como si la gravedad misma intentara impedirle llegar a
Margaret, aunque devastada, notó la falsedad en la voz de su hermana. Era un dolor muy diferente al suyo, un dolor calculado y manipulado para obtener atención. Sin embargo, en ese momento, no tenía la energía para enfrentarse a Emily o a su madre. Todo lo que podía hacer era permanecer de pie, sintiendo el desgarro en su corazón.La madre de Margaret se acercó a la cama, tomando la mano sin vida de su esposo y llorando desconsoladamente.— ¡No puede ser! ¡No puede ser! — gritaba entre sollozos —. ¡No te vayas, por favor!Margaret se sintió abrumada por la escena. Su padre se había ido, y la realidad de su pérdida comenzaba a hundirse profundamente en su ser. Miró a Emiliano, buscando en él un ancla en medio de la tormenta emocional que la rodeaba.Emiliano, sintiendo el peso de la responsabilidad, mantuvo a Emanuel cerca de su pecho y se acercó a Margaret, ofreciéndole su apoyo silencioso.— Margaret — dijo suavemente —, vamos a salir de aquí. Necesitas un momento para ti misma.Marg