Vanessa sale totalmente de la casa de Xavier, su mente es un torbellino y su cuerpo se estremece por todo ese mismo mar de emociones, pero sorprendentemente, logra mantener la entereza necesaria para llegar a su auto. Con manos temblorosas, abre la puerta y se sienta al volante. Tomando una respiración profunda, trata de calmarse, pero la presión en su pecho se torna cada vez mayor. Encendiendo el motor, pone el coche en marcha y comienza a conducir, sus pensamientos mezclados en una cacofonía de desesperación y rabia.Conforme se aleja de la opulenta casa de Xavier, las palabras utilizadas por el hombre mayor durante su conversación resuenan en su cabeza. La frialdad de Xavier, la forma tan inquebrantable en que le dio su negativa, y la sensación de impotencia que sintió en ese momento terminan por envolverla. Vanessa no puede evitar apretar el volante con fuerza, sus nudillos blanqueándose mientras sus lágrimas logran vencer su control y comienzan a nublar su visión.Finalmente, y a
Vanessa se encuentra sentada frente al escritorio del gerente del banco, sus manos entrelazadas sobre su regazo en un intento casi vano de controlar su nerviosismo. El gerente, un hombre de mediana edad la observa brevemente desde detrás con sus gafas con una expresión profesional pero compasiva. Después de eso, vuelve a revisar los documentos frente a él. El tic-tac del reloj de pared es el único sonido en la habitación que la pelinegra puede captar.—Señorita Iacobescu—comienza el gerente, levantando la mirada de los papeles nuevamente—, lo lamento, pero, no podemos aprobar su solicitud de crédito.Vanessa siente que su corazón se hunde en su pecho. Endereza los hombros, intentando mantener la calma y la compostura.—¿Puedo preguntar por qué? —dice, tratando de que su voz no tiemble.El gerente suspira y se ajusta las gafas antes de responder.—Entendemos la situación en la que se encuentra y hemos revisado su solicitud con mucho cuidado. Sin embargo, el valor de su auto no es sufic
Vanessa se encuentra en el pasillo del hospital junto a Tatiana y su nona. Las tres conversan con calma, sus rostros reflejando la mezcla de alivio y felicidad que sienten por la mejoría de Nicolau.—Estoy tan feliz de que haya despertado —son las palabras de Tatiana, su voz suave pero llena de emoción—. Sentí tanto miedo de que todo saliera mal, pero ahora que despertó, siento que todo va a estar bien.Vanessa escucha a su hermana y asiente, con una sonrisa que llena su rostro y sus ojos, ojos que esta vez están brillando de alegría.—Sí, finalmente algo bueno —es la respuesta de Irina mientras observa fijamente la puerta de la sala de cuidados intensivos, su corazón en calma al saber que su hijo está consciente de nuevo—. No podía esperar para verlo abrir los ojos de nuevo.—Papá es fuerte, siempre lo ha sido —asegura con marcada convicción—. Estoy segura de que este es solo el comienzo de su recuperación.Vanessa sonríe a su abuela y a su hermana, sintiéndose reconfortada incluso p
—Tengo que irme ahora mismo —dice una vez que está junto a los demás en el pasillo—. Regresaré luego, llámenme si pasa algo o necesitan algo.—¿Pero a dónde vas? —pregunta Vaiana, quien en ese momento se encuentra saliendo de la habitación y escucha las palabras de su hija y no puede evitar preocuparse—. ¿Está todo bien?—Sí, mamá, todo está bien —responde rápidamente—. Solo tengo que ocuparme de algo importante. No puedo perder tiempo.Tatiana da un paso adelante, queriendo acompañar a su hermana.—Voy contigo.Vanessa niega rápidamente con la cabeza, agradeciendo la oferta con una sonrisa apurada.—Gracias, Tati, pero debo hacer esto sola. Volveré tan pronto como pueda.Antes de que alguien más pueda decir algo, Vanessa ya está caminando rápidamente hacia la salida del hospital.Klaus la observa con una mezcla de curiosidad y preocupación, algo dentro de él le dice que lo que sea que va a hacer la pelinegra tiene que ver con la deuda, pero solo guarda silencio y no intenta detenerla
Vanessa sale del banco con pasos presurosos. En su mano derecha lleva la carpeta que contiene los papeles de propiedad de su casa, el comprobante de pago de la deuda y el acta de finalización de su contrato con el banco. En su mano izquierda, el pequeño maletín que debió pagar de forma extra para que colocaran el restante del dinero que le queda a su familia. Una sensación de alivio y victoria la inunda mientras se dirige hacia su auto.Una vez junto a este, abre la puerta, sube al vehículo, cierra la puerta y por fin respira profundamente, permitiéndose un momento de tranquilidad antes de sacar su teléfono.Con manos temblorosas, toma una foto del comprobante de pago y, sin perder tiempo, escribe un mensaje: "Todo está bien". Adjunta la foto y lo envía a su madre, hermana y abuela. Una vez enviado, se queda mirando la pantalla por un momento, asimilando lo que acaba de hacer. Su cuerpo tiembla entero mientras ese golpe de adrenalina que la mantuvo firme ante todo lo ocurrido en las úl
—¿De verdad esperas que me pierda un momento tan importante? —es la pregunta de Nicolau mientras observa al médico.—Papá, no puedes ser tan terco —con preocupación, Vanessa se acerca a la cama de su padre y toma su mano—. Si el médico dice que…—Que voy a estar en la boda de mi hija y fin de la discusión —dice, cortando las palabras de Vanessa. Sus palabras no son una sugerencia, son una afirmación.Nicolau, ya más recuperado, se acomoda en la cama quedando mejor sentado mientras el médico revisa su historial de avance y llena el informe del chequeo de esa mañana. Con una expresión resuelta, Nicolau mira fijamente al médico, el cual, al terminar de llenar el informe de control, regresa la carpeta a su lugar en el gancho a los pies de la cama y le devuelve la mirada al mayor.—Doctor, necesito que me dé el alta —dice una vez más, su voz, aunque firme, guarda un deje de súplica—. Póngase en mi lugar, la mayor de mis hijas se casa en cuatro días, no puedo perderme la boda.El médico lev
A esa hora, el porche de la casa está iluminado con la luz suave del atardecer, creando un ambiente cálido y acogedor. Vaiana y Vanessa entran por la puerta principal, seguidas de Klaus, quitándose los abrigos y colgándolos en el perchero. Caminan hasta la sala donde se encuentran Tatiana, Radu y Marcus terminando de guardar las invitaciones que serán enviadas por la mañana. El sonido de risas y la conversación llenan el aire.—¡Ya estamos en casa! —anuncia Vaiana con una sonrisa, atrayendo la atención de los tres menores.Tatiana, Radu y Marcus se giran hacia ellas, sus expresiones de tranquilidad transformándose en una de curiosidad al ver la felicidad que irradia el rostro de la mayor.—¿Cómo está papá? —pregunta Tatiana, levantándose y avanzando para abrazar a su madre.Vaiana toma el rostro de su hija menor y la mira, sus ojos iluminados por una sonrisa esperanzada.—Tenemos buenas noticias —dice, para luego mirar a todos con alegría—. ¿Dónde está mamá? —pregunta mientras busca a
—Emil, despierta —susurra, sacudiéndolo suavemente—. Emil…—insiste cuando no logra despertarlo a la primera.Ante la insisitencia del movimiento y el llamado de su hermana, Emil entreabre los ojos, confuso y desorientado. Parpadeando varias veces, busca que su mirada se acostumbre a la luz y así poder enfocar la vista en su hermana mayor.—¿Qué hora es? —pregunta, su voz arrastrada por el sueño y el alcohol.—Tarde—, asegura mientras retira la mano que lo movía y mira fijamente a Emil—. Deberías ir a tu habitación y descansar.Emil se incorpora lentamente, pasándose una mano por el rostro y luego apoyándose más cómodamente en el respaldo del sillón.—No creo que pueda, hay demasiado en mi cabeza —admite con un suspiro pesado—. Vanessa, mi padre, todo esto... es un caos.—Papá deberías dejarlo fuera de la ecuación ya que en realidad no vale la pena, y sobre Vanessa no creo que puedas resolver nada con ella si te destruyes a ti mismo en el proceso—asegura, en referencia que en los últim