C53- ¿QUÉ DIABLOS LLEVAS EN EL CUELLO?Odette se quedó un largo segundo frente al espejo, observando su reflejo con una mezcla de emoción y nervios. Su respiración era un poco más rápida de lo normal, y aunque intentaba mantener la calma, sus manos delataban lo contrario: temblaban apenas mientras acomodaba un mechón de cabello detrás de la oreja.Su vestido caía suave sobre sus curvas, marcando su silueta con elegancia. Se veía bien, lo sabía… pero no podía evitar buscar con la mirada esas malditas marcas. Las que ya había intentado cubrir con maquillaje y cremas, incluso con luz tenue. Aun así, algunas asomaban, como cicatrices tercas que se negaban a desaparecer.—¿No podían al menos hacerlas donde no se vieran? —murmuró, frunciendo el ceño.La frase, lanzada con rabia y resignación, la hizo soltar una risita. Hasta ella se sorprendía a veces de su capacidad para burlarse del desastre.Se colocó los pendientes con cuidado, sus dedos más firmes esta vez. Le gustaban. No eran nada os
C54-FESTIVAL DEL ECLIPSE.Odette apenas había dado unos pasos hacia Zayden cuando notó la rigidez en su postura. Su mandíbula apretada, los ojos convertidos en hielo, y esa forma en que su cuerpo parecía estar a punto de estallar.Volteó brevemente hacia Willow, que la seguía con pasos inseguros, y tragó saliva.—¿Qué pasa? No me digas que…Pero no tuvo tiempo de terminar.—¿Qué es eso que llevas en el cuello? —interrumpió Zayden, su voz fue tan fría que la piel de Odette se erizó.Ella bajó la mirada apenas un segundo y sus dedos rozaron el medallón. Una sombra cruzó por su rostro, algo entre vergüenza y duda, pero enseguida alzó el mentón, manteniéndose firme.—Es un regalo —respondió, con la voz clara y desafiante—. Un regalo del Alfa Leonard.Las sienes de Zayden latieron con fuerza. Su mundo se volvió más estrecho, más oscuro, y todo se redujo a ella… y ese medallón.Dio un paso hacia ella, con una calma contenida que tensó el aire. Su mano se deslizó hasta su cintura, posesiva,
C55- EL MEDALLÓN CORRECTO.Zayden estaba junto al viejo Irgil, de pie sobre el círculo de piedras sagradas. Todo era solemne. Espiritual.Y él… estaba desesperado.El viejo Irgil levantó los brazos al cielo con una lentitud irritante y empezó a recitar la oración a la Diosa. Palabra por palabra. Sílaba por sílaba. Como si cada letra le costara el alma.Zayden hizo una mueca de desesperación.—¿Quieres darte prisa, Irgil? —gruñó, con los dientes apretados.El anciano ni se inmutó. Siguió con su cántico, como si no lo hubiera escuchado.—La paciencia es una virtud, Alfa —murmuró sin abrir los ojos.Zayden rodó los suyos con fuerza.—Una que yo no tengo —siseó, y justo en ese momento giró la cabeza.Y se congeló.Odette.Leonard.Demasiado cerca.El estómago se le tensó como una trampa de hierro. El bastardo estaba sonriendo. Y estirando la mano hacia ella.«¿De verdad? ¿Vas a intentar tocar lo que es mío con esa sonrisa de diplomático barato?»«Por la Diosa, si su dedo roza uno solo de
C56- RYLAND PUEDE ESPERAR.La noche estaba viva. Risas que flotaban como mariposas entre los árboles, música tribal que retumbaba en los pechos, y antorchas que parpadeaban al ritmo de la fiesta. Todo era luz y alegría… excepto para Noah.Apoyado en una de las columnas de madera que rodeaban el claro, la copa temblando en su mano, tenía la mirada clavada al otro lado del festival.Allí estaba Willow.Con el maldito vestido que le ceñía la cintura y brillaba con el fuego como si estuviera hecho de estrellas. Su sonrisa... tan fácil, tan entregada. Y sus dedos enredados con los de Ryland.El beta la tenía del brazo y le susurraba algo al oído que la hizo reír con la cabeza echada hacia atrás.Noah apretó la copa.El metal crujió entre sus dedos. Pero de repente la voz alegre de Nina lo sobresaltó, rompiendo su burbuja de tormenta.—¡Noah! ¿Viste a Willow? ¡Ese vestido la hace brillar más que la luna!Él no la miró. Pero su tono fue tan helado que contrastó con el calor de la noche.—Sí.
C57- DEMASIADO TARDE.Entre los árboles, el mundo parecía más oscuro. Solo algunas luces del claro llegaban hasta allí, filtrándose a través del follaje. Se oía la música a lo lejos, distante, como un eco de una alegría que ya no les pertenecía.Willow se giró apenas cuando Noah la empujó suavemente contra el tronco de un árbol. No fue brusco, pero sí lo bastante firme como para dejar claro que no iba a dejarla ir. Sus cuerpos apenas separados, su aliento cálido, su furia latente.—¿En serio vas a hacer esto? —susurró él. Su voz era un filo áspero, cargado de algo más hondo que celos. Sus ojos brillaban en la penumbra como los de una fiera herida.Willow sintió un temblor bajo la piel. Y el corazón se le apretó contra el pecho.—¿De qué estás hablando? ¿Hacer qué? —balbuceó, aunque sabía exactamente a qué se refería. Miró de reojo hacia la fiesta, buscando a Ryland, como si pudiera salvarla del fuego que había en los ojos de Noah.Él la siguió con la mirada y, como si le doliera que p
C58- MENTIRSE.Noah, regresó a la fiesta con el ceño fruncido y el pecho ardiendo. Caminó directo hacia la mesa del hidromiel y no tardó en hacerse amigo de la bebida. Copa tras copa, tragó sin mirar a nadie. El sabor dulce no lograba borrar el nudo que tenía en la garganta.A su lado, Nina lo miraba con los ojos llenos de luz. No entendía su comportamiento, pero no preguntó. Tenía a Noah, y eso bastaba. Era todo lo que había soñado. Atractivo, fuerte, con ese aire oscuro que la hacía estremecer. Era suyo. Completamente suyo.—Estoy cansada —dijo con una sonrisa tímida, inclinándose para besarle la mejilla—. ¿Me acompañas a mi habitación?Noah se puso de pie sin decir nada y le tendió la mano. Nina la tomó, feliz, entrelazando sus dedos con los de él. En su interior, las mariposas revoloteaban de pura emoción.Noah, en cambio, buscó con la mirada. Inconscientemente. Automáticamente. Pero Willow no estaba. No la veía por ninguna parte.—¿Nico? —repitió Nina con dulzura—. Vamos…Él asin
C59- ME GUSTASTE DESDE QUE TE VÍ.El murmullo de la manada se mezclaba con el crepitar del fuego central. En la mesa principal, todos los ojos estaban puestos en ellos: Odette, con las manos heladas sobre el regazo, y Zayden, tan tranquilo, con esa expresión indescifrable que a veces la volvía loca.Odette sentía el peso del medallón colgando de su cuello, frío al tacto, pesado como las dudas que llevaba dentro. Bajó un poco la cabeza, intentando que nadie notara su incomodidad, y se inclinó hacia él con cautela.—Te lo devolveré en cuanto termine la ceremonia —murmuró sin mirarlo, creyendo que había sido solo una muestra para impresionar a la manada.Un gesto simbólico. Un cumplido por el contrato. Nada más.Zayden giró la cabeza despacio, como si no tuviera prisa en corregirla. Y sus ojos, de un azul profundo y afilado como hielo quebrado, se clavaron en los de ella.Se inclinó hasta que su aliento le rozó el oído y murmuró con esa voz baja y rasposa que le recorría la piel como una
C1- NACIÓ MUERTO.—¡Ya viene, Luna, ya viene! —dijo la sanadora—. El cachorro ya pronto estará en tus brazos. ¡Puja, puja con todas tus fuerzas!Odette obedeció. Su cuerpo, tembloroso y empapado en sudor, jadeaba mientras otra ola de dolor la atravesaba. Apretó los dientes, sus manos se aferraron con fuerza a las sábanas empapadas y dejó que su cuerpo se desgarrara desde dentro. De repente, llegó el alivio. Y con él, un vacío abrumador.—Ya está —anunció la sanadora. Pero su tono no era de triunfo, sino de tristeza.Odette levantó la mirada, con los labios temblorosos.—No escucho llanto. No escucho nada. ¿Cómo está? —preguntó, apenas sosteniendo sus palabras—. ¿Por qué no llora? ¡¿Por qué no lo escucho?!La sanadora no respondió al instante. Miró al pequeño cuerpo inerte en sus brazos y luego a ella. Sus ojos lo dijeron todo antes de que hablara.—Fue un niño, Luna... pero... nació muerto.Odette parpadeó, como si no pudiera procesar las palabras.—No... —susurró, su voz quebrándose—