Liam la mira, incrédulo, sintiendo cómo su mundo se desmorona con cada palabra que sale de su boca. –¿Qué carajo estás diciendo, Amara? –pregunta con voz ronca, como si las palabras le costaran salir. Amara no titubea. Se cruza de brazos, con una expresión impasible, la máscara perfecta de alguien que no siente nada. –Lo que has oído, Liam– Su voz es firme, aunque un ligero temblor amenaza con delatarla. –Lo nuestro no es más que… un acuerdo conveniente. Una relación física. Solo eso. Liam frunce el ceño, sacudiendo la cabeza como si necesitara expulsar sus palabras de su mente. –No–Su negación es inmediata. –No me vengas con esto ahora, Amara. Sé que no lo dices en serio. Ella se encoge de hombros con indiferencia fingida, clavando en él una mirada calculadora. –El contrato terminó, Liam. No hay razones para seguir fingiendo que nos amamos ante nadie. Él suelta una carcajada sin humor, una risa que es puro dolor disfrazado. –¿Fingiendo? –repite con incredulidad, dando
–Lo que tuvimos… fue un una mentira que vivimos, una ilusión de la que ambos fuimos cómplices. No puedes esperar que lo que pasó entre nosotros signifique algo más. –¿Cómo puedes ser tan cruel?, ¿Cómo puedes mirarme a los ojos y decirme esto después de todo lo que te di, de todo lo que arriesgué?, ¿Así me pagas el amor que siento por ti? –Liam te estoy dando una oportunidad para que sigas adelante, para que seas libre de esta mentira. Si lo que sientes por mí fuera de verdad, no estarías aquí, pidiéndome más de lo que puedo ofrecerte y aceptarías el tipo de relación que te estoy planteando.Liam la observa como si cada palabra que ella pronuncia lo golpeara con la fuerza de un mazo. Sus ojos recorren su rostro, buscando un indicio, una grieta en su fachada de hielo, pero no la encuentra. Ella está ahí, inquebrantable, mirando al vacío con esa frialdad que no le pertenece. Sabe que ella miente, que sus palabras son solo una máscara para ocultar lo que realmente siente, pero a pesa
AL DIA SIGUIENTE Amara desciende las escaleras con la mirada fija en su celular, deslizando su dedo sobre la pantalla para revisar los pendientes del día. Su vestido negro, ceñido hasta las rodillas, ondea ligeramente con cada paso, mientras su cartera balancea rítmicamente a su lado. Al llegar al carro, encuentra a Liam esperándola, imponente en un traje negro que resalta sus poderosos músculos, Liam ni siquiera la mira. Su rostro es un muro de piedra mientras le abre la puerta del auto, esperando a que suba sin decir una palabra. Amara vacila un segundo antes de entrar, sin embargo lo hace, se acomoda en el asiento y él cierra la puerta de un solo movimiento. –Gracias –murmura ella, pero su voz se pierde en el aire. Liam se desliza al asiento del conductor con una calma inquietante. Se abrocha el cinturón con manos temblorosas y enciende el motor. Sus movimientos son mecánicos, precisos, pero hay algo en su postura, en la forma en que sus dedos se crispan sobre el volante, q
Amara siente un vacío extraño en el pecho. Se queda observando el espacio que él dejó vacío, como si aún pudiera sentir su presencia allí, porque su ausencia pesa más que su compañía. Pero no tiene tiempo para pensar en eso. Suspira con pesadez, parpadea un par de veces y se obliga a centrar su atención en Cristóbal, quien la observa con una sonrisa paciente, sosteniendo aún el ramo de rosas. –Cristóbal… –su tono es mesurado, pero firme. – Agradezco el detalle, de verdad. Es un gesto bonito… Pero no quiero que los empleados se enteren de nuestra relación –continúa ella, sin rodeos. –No me gusta la idea de ser el centro de los rumores de oficina. Cristóbal frunce el ceño, como si la idea ni siquiera se le hubiera cruzado por la mente. –Amara, no estamos haciendo nada malo. ¿Por qué habría de importarte lo que piensen los demás? Ella se cruza de brazos, elevando la barbilla. –Porque no quiero mezclar mi vida personal con el trabajo. Porque esto… –señala el ramo con un leve m
El aroma del café recién hecho invade el espacio, pero no logra disipar la el estrés de la joven. Amara se cruza de brazos, mientras su mirada está perdida en un punto fijo, como si en ese preciso instante estuviera librando una batalla interna. Sophie la observa en silencio por unos segundos antes de deslizarle una taza humeante. –Anda, suéltalo. –La invita con voz suave, pero con una firmeza que deja en claro que no aceptará evasivas. Amara toma la taza entre las manos, sintiendo el calor del café filtrarse por su piel, como si pudiera calentar el frío que lleva dentro. Su pulso se acelera mientras sus dedos recorren el borde de la porcelana, buscando en el calor de la bebida una sensación de consuelo que no encuentra. Mira a Sophie por un momento, como si contemplara cómo las palabras que están a punto de pronunciar cambiarán el curso de su vida. Sabe que, al contar su historia, se está abriendo de una manera que nunca pensó que lo haría. Con una exhalación profunda, comienz
Amara aprieta la mandíbula, obligándose a mantener la compostura. –No es una locura, Sophie… –susurra, pero su voz tiembla, traicionándola. –Dime que es una broma, que estás jugando conmigo… ¡Porque no puede ser cierto! –continúa Sophie, mientras su tono sube con cada palabra. –¿Tú? ¿Rindiéndote? ¿Desde cuándo Amara Laveau se da por vencida? Amara deja la taza sobre la mesa con un golpe seco. –Desde que estoy cansada de ser la segunda opción –Su voz no es más que un murmullo afilado, pero el peso de esas palabras cae sobre la habitación como una sentencia. Sophie abre la boca para responder, pero se detiene. Hay algo en la mirada de Amara que la desarma. No es solo dolor. Es algo más profundo, algo que nunca la había visto admitir. –Yo no soy como Kate –continúa Amara, clavando sus uñas en la palma de su mano. –No soy alguien que se aferra a lo que no le pertenece. Estoy harta de esperar por un hombre que nunca será completamente mío. –Pero Cristóbal… –empieza, como si
Mientras tanto, Cristóbal avanza hacia su propia oficina, donde se encuentra con Úrsula, porque durante los últimos días, ha dedicado sus esfuerzos a ayudarla a integrarse en la empresa, convencido de que su presencia no es una amenaza, sino que ella ama realmente a él padre de Amara. Él, experimenta una genuina empatía por Úrsula y su deseo de ser aceptada y reconocida por su valía más allá de cualquier duda o prejuicio.–Señorita Úrsula, como siempre, es un privilegio contar con su puntualidad– pronuncia Cristóbal con una sonrisa cálida, tratando de mostrar cortesía –Muchas gracias. Realmente me siento muy agradecida de poder ser amiga de mi futuro yerno– Responde ella, colocando su mano sobre la de él con delicadeza, una acción calculada que despierta una corriente de sensaciones inesperadas en el ambiente. Sus miradas se encuentran, atrapadas en un momento cargado de significado, un instante que Úrsula ha tejido meticulosamente como parte de su estrategia.El contacto entre su
Amara observa el reloj en su muñeca con impaciencia porque es la primera vez en mucho tiempo que se siente así: completamente despojada de control. –¿Qué es tan importante para dejarme esperando tanto tiempo? –susurra, casi para sí misma, como si las palabras pudieran aliviar la creciente irritación que la consume. No está acostumbrada a ser la que espera. Es ella quien hace esperar, quien mantiene el poder en sus manos, quien decide cuándo y dónde. Pero hoy, él ha logrado algo que ni ella misma podía prever. –¡Maldito Cristóbal! Tanto que insiste… y ahora me deja plantada. Sus manos, temblorosas de furia, aprietan la cartera con fuerza. Da un paso decidido hacia la puerta, sin mirar atrás, –Me cansé–Sus palabras se sienten como un acto de liberación. –Me voy. Abre la puerta con un golpe seco, casi como si intentara romper algo, y sin decir una palabra, comienza a caminar hacia la salida con paso firme, decidido, como si cada movimiento la alejara un poco más de todo lo que ac