Amara aprieta la mandíbula, obligándose a mantener la compostura. –No es una locura, Sophie… –susurra, pero su voz tiembla, traicionándola. –Dime que es una broma, que estás jugando conmigo… ¡Porque no puede ser cierto! –continúa Sophie, mientras su tono sube con cada palabra. –¿Tú? ¿Rindiéndote? ¿Desde cuándo Amara Laveau se da por vencida? Amara deja la taza sobre la mesa con un golpe seco. –Desde que estoy cansada de ser la segunda opción –Su voz no es más que un murmullo afilado, pero el peso de esas palabras cae sobre la habitación como una sentencia. Sophie abre la boca para responder, pero se detiene. Hay algo en la mirada de Amara que la desarma. No es solo dolor. Es algo más profundo, algo que nunca la había visto admitir. –Yo no soy como Kate –continúa Amara, clavando sus uñas en la palma de su mano. –No soy alguien que se aferra a lo que no le pertenece. Estoy harta de esperar por un hombre que nunca será completamente mío. –Pero Cristóbal… –empieza, como si
Mientras tanto, Cristóbal avanza hacia su propia oficina, donde se encuentra con Úrsula, porque durante los últimos días, ha dedicado sus esfuerzos a ayudarla a integrarse en la empresa, convencido de que su presencia no es una amenaza, sino que ella ama realmente a él padre de Amara. Él, experimenta una genuina empatía por Úrsula y su deseo de ser aceptada y reconocida por su valía más allá de cualquier duda o prejuicio.–Señorita Úrsula, como siempre, es un privilegio contar con su puntualidad– pronuncia Cristóbal con una sonrisa cálida, tratando de mostrar cortesía –Muchas gracias. Realmente me siento muy agradecida de poder ser amiga de mi futuro yerno– Responde ella, colocando su mano sobre la de él con delicadeza, una acción calculada que despierta una corriente de sensaciones inesperadas en el ambiente. Sus miradas se encuentran, atrapadas en un momento cargado de significado, un instante que Úrsula ha tejido meticulosamente como parte de su estrategia.El contacto entre su
Amara observa el reloj en su muñeca con impaciencia porque es la primera vez en mucho tiempo que se siente así: completamente despojada de control. –¿Qué es tan importante para dejarme esperando tanto tiempo? –susurra, casi para sí misma, como si las palabras pudieran aliviar la creciente irritación que la consume. No está acostumbrada a ser la que espera. Es ella quien hace esperar, quien mantiene el poder en sus manos, quien decide cuándo y dónde. Pero hoy, él ha logrado algo que ni ella misma podía prever. –¡Maldito Cristóbal! Tanto que insiste… y ahora me deja plantada. Sus manos, temblorosas de furia, aprietan la cartera con fuerza. Da un paso decidido hacia la puerta, sin mirar atrás, –Me cansé–Sus palabras se sienten como un acto de liberación. –Me voy. Abre la puerta con un golpe seco, casi como si intentara romper algo, y sin decir una palabra, comienza a caminar hacia la salida con paso firme, decidido, como si cada movimiento la alejara un poco más de todo lo que ac
Liam entrecierra los ojos, mientras una sonrisa irónica curva lentamente sus labios. No retrocede, no se inmuta, solo la observa con ese brillo desafiante en la mirada, como si estuviera tentado a jugar el mismo peligroso juego de poder que siempre se desarrolla entre ellos. –Mi enamorada podrá aguantar sin mí, pero igual necesita saber dónde estoy– murmura, con un matiz de desafío. No aparta la mirada. Es un juego peligroso, un duelo de voluntades donde ninguno está dispuesto a ceder. Sus ojos se encuentran, y por un instante el aire entre ellos se vuelve sofocante. Amara aprieta los puños. Siente su control desmoronándose, como si Liam estuviera arrancándole con cada palabra las capas que con tanto esmero ha construido. Su respiración se acelera, su pecho sube y baja con furia y sin pensarlo, sin detenerse, sin medir las consecuencias, su mano se estrella contra el rostro de Liam con un chasquido seco. El impacto hace que la piel de su mejilla enrojezca de inmediato, pero Li
Liam cierra la puerta con un golpe suave, pero firme, como si cerrara la última puerta entre él y el abismo en el que ambos están atrapados. Su mirada se encuentra con la de Amara, esa mirada que solía ser su refugio, pero ahora solo refleja un océano de furia y desolación. –Lo que tú no te atreves… –responde Liam con dolor, acercándose lentamente hacia ella. –Amara, por favor… –susurra quebrado, como si cada palabra fuera un esfuerzo. Su alma está desnuda ante ella, y es incapaz de ocultar lo que lleva dentro. –No podemos seguir así, no puedo seguir viviendo en esta agonía. Necesito saber qué sientes y qué es lo que realmente quieres. Amara lo observa fijamente, pero sus ojos son un mar tormentoso. Hay algo en su mirada que lo desarma, pero no se atreve a apartarse, no puede. –No te he dado permiso para entrar en este lugar, Liam– La firmeza en su voz es inquebrantable, pero hay algo más, algo que tiembla debajo de la superficie. –¡Vete! –ordena, señalando la puerta con un ges
De repente, el celular de Amara comienza a sonar insistentemente, interrumpiendo el momento. Ella se aparta bruscamente de los labios de Liam, aún con la respiración agitada, y sin siquiera mirar la pantalla, desliza el dedo para contestar. –¿Qué carajos quieren? –escupe con la voz entrecortada, aún atrapada en la intensidad del momento. –Amara… soy Úrsula –la voz de la mujer suena tensa, urgente. –Tu padre… ha tenido un accidente de tránsito. Ven al Private hospital plus health ahora mismo. El celular se le resbala de las manos y golpea el suelo con un sonido seco. –Amara… ¿qué pasa? –pregunta Liam, alarmado por el cambio en su expresión. Ella no responde. Sus labios se separan en un intento fallido de articular palabras, pero solo el silencio sale de su boca. Liam se agacha de inmediato, toma el teléfono y lo acerca a su oído. –Hola, ¿Quién habla? –pregunta con el ceño fruncido. Al otro lado, Úrsula repite la noticia, pero él apenas escucha porque su atención está
–No gires tanto, Amara… –la voz en el teléfono es burlesca, ligera, pero oculta una amenaza latente que le eriza la piel. – Te vas a marear. Amara se detiene en seco, clavando los ojos en el suelo, como si fuera la única ancla que la mantiene en pie. Su pecho sube y baja con rapidez, un golpeteo frenético que resuena en sus oídos, el aire se le escapa en ráfagas entrecortadas, como si no fuera capaz de sostenerlo dentro. Su garganta está tan cerrada que ni siquiera puede articular una respuesta al principio, solo siente como si todo lo que había conocido, cada rincón de seguridad que alguna vez tuvo, estuviera a punto de desmoronarse.–¿Quién eres? –logra finalmente preguntar, la voz tan baja que apenas la escucha. Es un susurro, una súplica contenida. Los latidos en su oído son tan fuertes que teme que la otra persona los escuche a través del teléfono. –¿Qué quieres de mí?Una pausa interminable surge. –La muerte de tu padre… –la voz del desconocido se vuelve más grave, más sombr
Un jadeo ahogado escapa de sus labios cuando su espalda golpea el frío pavimento. –¡Amara! –Liam se incorpora de inmediato, ignorando su propia caída, sus propios golpes. Su mirada, oscura y preocupada, se clava en ella. –¿Linda estás bien? Amara parpadea varias veces, sintiendo su respiración errática. El dolor punza en su cuerpo, pero no es eso lo que la inmoviliza. Es el caos. Es la violencia. Es el miedo de que, de un momento a otro, esto se convierta en algo peor. Ella alza la vista hacia Liam y, con un esfuerzo que le cuesta más de lo que admite, le regala una pequeña sonrisa. –Estoy bien… –susurra. Pero Liam sabe que no es cierto. Él la ayuda a incorporarse con delicadeza, como si temiera romperla. En su mente, solo existe ella. Ni Cristóbal, ni sus palabras, ni su maldito ego importan. Solo Amara. Pero Cristóbal no lo ve así. –¡Trátala como lo que es, maldita sea! –gruñe, y en un movimiento rápido y rabioso, lo agarra del cuello de la camisa, acercando su rostr