Cristóbal se tensa a mi lado, pero no dice nada. Sabe que este no es su momento, que la tormenta que acaba de irrumpir en mi oficina no está dirigida a él. Es para mí. Exclusivamente para mí. –¿Quién te crees para venir a faltarme el respeto? –mi voz sale apenas como un murmullo, pero cargada de indignación. Un nudo se forma en mi garganta mientras, impulsada por un furor imparable, le doy un empujón. Pero él, inquebrantable, ni siquiera se mueve. Su firmeza es tan absoluta que mi gesto parece no haberlo tocado en lo más mínimo. –¿Acaso no te das cuenta de quién soy yo?– Las palabras salen de mis labios con una mezcla de rabia y desesperación. Estoy decidida a no dejarme pisotear, a defenderme con uñas y dientes si es necesario. No importa cuánto me duela el corazón.–Soy quien debe protegerte, Amara –responde con voz fría como el acero. Cada palabra que pronuncia se clava en mí como una daga afilada, robándome el aire. Como si estuviera hablándome desde un lugar lejano, un lugar
No puedo creer lo estúpido que fui con Amara. Tuve la oportunidad de ser honesto, de decirle lo que realmente siento, pero en lugar de eso, solté la peor mentira posible: ”Esto es solo un trabajo para mí.” Lo vi en su rostro. La forma en que sus ojos, antes brillantes y llenos de curiosidad, se apagaron de golpe. La manera en que su cuerpo se tensó, como si de pronto yo fuera un extraño más en su vida. Fue un solo instante, pero suficiente para darme cuenta de que la lastimé. ¿Por qué lo dije? ¿Por qué me aferro a esta fachada fría y distante, cuando la realidad es que cada día que pasa ella se convierte en algo más para mí? No puedo seguir engañándome. Desde el momento en que acepté este trabajo, supe que Amara sería un problema. No por su carácter, no por su situación… sino porque en cuanto la vi, sentí ese maldito vértigo, ese peligroso estremecimiento que anunciaba que estaba perdido. Y aquí estoy, atrapado en esta contradicción. Mi mente insiste en que esto no es más que
NARRADOR OMNISCIENTES –¿Me dirás en algún momento lo que realmente quieres? –La voz de Amara es helada y sus ojos no dejan de clavar sus pupilas en las de Cristóbal, exigiendo algo que él parece no querer revelar. Desde que Liam salió de la oficina, el silencio se ha instalado entre ellos como una sombra, incómoda, tensa, difícil de respirar.Cristóbal, de pie frente a ella, parece ser la calma aparente, pero el peso de sus palabras revela otra cosa. Su mirada es suave, casi una invitación, como si esperara que la respuesta de Amara lo liberara de alguna manera. Está demasiado consciente del abismo que hay entre los dos, pero no se atreve a acercarse demasiado.–Sé que no es de mi incumbencia –su voz es un susurro, casi una confesión, como si lo que dijera ya no tuviera remedio. –pero toma esto, te hará bien.Le ofrece un vaso de agua. El gesto es simple, casi trivial, pero el brillo en sus ojos revela una preocupación que se disfraza de indiferencia. Como si ese pequeño gesto fu
Cristóbal se acerca lentamente a Amara, con la respiración entrecortada y al detenerse frente a ella, sus ojos se clavan en los de ella, buscando, en medio de su desesperación, algún atisbo de comprensión, algún reflejo de la chispa de afecto que alguna vez compartieron. Con un impulso decidido, se arrodilla ante ella. –Déjalo… –su voz suena baja, temblorosa por la emoción. –cásate conmigo– Las palabras salen como una súplica, no como una propuesta, no como un desafío, sino como el último intento de aferrarse a lo que queda de su esperanza. –Firmaré un prenupcial si eso es lo que necesitas para sentirte segura. No quiero nada de lo que tienes, solo quiero tenerte a mi lado y hacerte feliz. En el fondo, sabe que sus sentimientos son tan profundos que no le importa lo que cueste, no le importa lo que deba sacrificar. Solo quiere que ella vea lo que él ve: un futuro juntos, uno sin mentiras, sin dudas, uno donde su amor, aunque imperfecto, sea suficiente para ambos.Sin embargo, antes
Liam asiente con una rigidez casi mecánica, con su mandíbula apretada con tanta fuerza que el dolor se extiende hasta sus sienes. Contiene las palabras que luchan por escapar, aquellas que, de ser pronunciadas, solo lo hundirían más en su propia miseria. Sin mirar atrás, se retira de la habitación, con pasos medidos, aunque por dentro su mundo se derrumba. Su corazón, hecho añicos, late con un ritmo caótico, tratando de encontrar sentido en la cruel realidad que acaba de golpearlo. Ignora las palabras de Kate porque su voz suena lejana, irrelevante, cada latido es un eco de rabia, de desesperanza, de la amarga certeza de que, una vez más, ha perdido algo que nunca pudo tener por completo. Cuando sale al exterior, el aire frío lo golpea como una bofetada, arrancándolo de su ensimismamiento. Aspira hondo, dejando que el gélido viento lo sacuda, lo despierte, pero la opresión en su pecho no se disipa. El sol brilla débilmente sobre él, tiñendo la ciudad con un resplandor plateado,
Una vez dentro, Aislyn se mueve con la misma fluidez que siempre, como si la cocina fuera su refugio, su pequeño santuario. Con manos seguras, comienza a preparar un café, el sonido del agua hirviendo y el aroma del café recién hecho llenando el espacio, pero sus ojos nunca dejan de observarlo. Cada gesto suyo parece estar calculado, como si estuviera tratando de descifrar lo que Liam no se atreve a decir en voz alta. Liam, sin embargo, se mantiene inmóvil, sentado en la esquina más alejada de la cocina, como si la distancia pudiera protegerlo, como si pudiera ocultarse de la realidad. La tensión entre ambos es palpable, una nube densa que llena cada rincón de la habitación. Finalmente, Aislyn se atreve a romper el silencio. –¿Peleaste con tu enamorada? – ella sabe que está entrando en un territorio resbaladizo, que la respuesta podría desgarrar la fachada que Liam ha levantado con tanta precisión. –No creo que eso sea algo que tú y yo debamos hablar –su voz se escapa como u
Liam se aferra con uñas y dientes a su fachada de indiferencia. –Estoy con ella por el dinero –responde, y su voz suena tan fría y distante que podría congelar el aire entre ellos. La mentira resuena en sus oídos, pero se aferra a ella como un salvavidas, temeroso de lo que sucedería si admitiera la verdad. Pero Aislyn no es tonta. La conoce demasiado bien como para no ver a través de esa fachada de hielo. –¿Estás seguro? –pregunta, con la calma de alguien que sabe exactamente cómo hurgar en las heridas de otro sin que este lo note. –¿Seguro de que es solo por el dinero? –continúa con voz más suave pero igualmente penetrante. –Si fuera así, ¿por qué te has peleado con la zorra de Kate? Las palabras la atraviesan como flechas y, aunque se esfuerza por mantenerse firme, algo en él vacila. Un dolor profundo, algo muy cercano a la rabia, surge en su pecho. Siente que su control comienza a resquebrajarse, que la fachada que ha construido está a punto de derrumbarse por completo. –
–No tienes que ser perfecto. Nadie lo es. –Dice Aislyn, llena de una firmeza que la sorprende incluso a ella misma. –Solo tienes que dejar de creer que no eres digno de ser amado, que no eres digno de ser feliz. Y, aunque sé que te sientes menos por no tener dinero, no es así. –No puedo hacer nada… –Liam murmura, con la voz rota, ahogada por el peso de la frustración. –Ella canceló el compromiso por una confusión, causada por Kate… algo tan absurdo que ni siquiera tiene sentido. Y ahora, está con otro hombre. Aislyn lo observa en silencio durante un largo momento. –Qué novedad… –comenta Aislyn con una risa irónica, casi amarga. –La maldita Kate siempre está metida en el medio, ¿verdad? Siempre arruinándolo todo… ¡Pero Liam, ya basta! No me hables de ella, porque yo ya estoy harta de escuchar su nombre. Y sobre todo, ¡no me hables de lo que ella ha hecho! –Su tono se vuelve más firme, su mirada fija en él, como si tratara de obligarlo a ver la verdad. –¿Acaso no te das cuenta de q