Cristóbal se acerca lentamente a Amara, con la respiración entrecortada y al detenerse frente a ella, sus ojos se clavan en los de ella, buscando, en medio de su desesperación, algún atisbo de comprensión, algún reflejo de la chispa de afecto que alguna vez compartieron. Con un impulso decidido, se arrodilla ante ella. –Déjalo… –su voz suena baja, temblorosa por la emoción. –cásate conmigo– Las palabras salen como una súplica, no como una propuesta, no como un desafío, sino como el último intento de aferrarse a lo que queda de su esperanza. –Firmaré un prenupcial si eso es lo que necesitas para sentirte segura. No quiero nada de lo que tienes, solo quiero tenerte a mi lado y hacerte feliz. En el fondo, sabe que sus sentimientos son tan profundos que no le importa lo que cueste, no le importa lo que deba sacrificar. Solo quiere que ella vea lo que él ve: un futuro juntos, uno sin mentiras, sin dudas, uno donde su amor, aunque imperfecto, sea suficiente para ambos.Sin embargo, antes
Liam asiente con una rigidez casi mecánica, con su mandíbula apretada con tanta fuerza que el dolor se extiende hasta sus sienes. Contiene las palabras que luchan por escapar, aquellas que, de ser pronunciadas, solo lo hundirían más en su propia miseria. Sin mirar atrás, se retira de la habitación, con pasos medidos, aunque por dentro su mundo se derrumba. Su corazón, hecho añicos, late con un ritmo caótico, tratando de encontrar sentido en la cruel realidad que acaba de golpearlo. Ignora las palabras de Kate porque su voz suena lejana, irrelevante, cada latido es un eco de rabia, de desesperanza, de la amarga certeza de que, una vez más, ha perdido algo que nunca pudo tener por completo. Cuando sale al exterior, el aire frío lo golpea como una bofetada, arrancándolo de su ensimismamiento. Aspira hondo, dejando que el gélido viento lo sacuda, lo despierte, pero la opresión en su pecho no se disipa. El sol brilla débilmente sobre él, tiñendo la ciudad con un resplandor plateado,
Una vez dentro, Aislyn se mueve con la misma fluidez que siempre, como si la cocina fuera su refugio, su pequeño santuario. Con manos seguras, comienza a preparar un café, el sonido del agua hirviendo y el aroma del café recién hecho llenando el espacio, pero sus ojos nunca dejan de observarlo. Cada gesto suyo parece estar calculado, como si estuviera tratando de descifrar lo que Liam no se atreve a decir en voz alta. Liam, sin embargo, se mantiene inmóvil, sentado en la esquina más alejada de la cocina, como si la distancia pudiera protegerlo, como si pudiera ocultarse de la realidad. La tensión entre ambos es palpable, una nube densa que llena cada rincón de la habitación. Finalmente, Aislyn se atreve a romper el silencio. –¿Peleaste con tu enamorada? – ella sabe que está entrando en un territorio resbaladizo, que la respuesta podría desgarrar la fachada que Liam ha levantado con tanta precisión. –No creo que eso sea algo que tú y yo debamos hablar –su voz se escapa como u
Liam se aferra con uñas y dientes a su fachada de indiferencia. –Estoy con ella por el dinero –responde, y su voz suena tan fría y distante que podría congelar el aire entre ellos. La mentira resuena en sus oídos, pero se aferra a ella como un salvavidas, temeroso de lo que sucedería si admitiera la verdad. Pero Aislyn no es tonta. La conoce demasiado bien como para no ver a través de esa fachada de hielo. –¿Estás seguro? –pregunta, con la calma de alguien que sabe exactamente cómo hurgar en las heridas de otro sin que este lo note. –¿Seguro de que es solo por el dinero? –continúa con voz más suave pero igualmente penetrante. –Si fuera así, ¿por qué te has peleado con la zorra de Kate? Las palabras la atraviesan como flechas y, aunque se esfuerza por mantenerse firme, algo en él vacila. Un dolor profundo, algo muy cercano a la rabia, surge en su pecho. Siente que su control comienza a resquebrajarse, que la fachada que ha construido está a punto de derrumbarse por completo. –
–No tienes que ser perfecto. Nadie lo es. –Dice Aislyn, llena de una firmeza que la sorprende incluso a ella misma. –Solo tienes que dejar de creer que no eres digno de ser amado, que no eres digno de ser feliz. Y, aunque sé que te sientes menos por no tener dinero, no es así. –No puedo hacer nada… –Liam murmura, con la voz rota, ahogada por el peso de la frustración. –Ella canceló el compromiso por una confusión, causada por Kate… algo tan absurdo que ni siquiera tiene sentido. Y ahora, está con otro hombre. Aislyn lo observa en silencio durante un largo momento. –Qué novedad… –comenta Aislyn con una risa irónica, casi amarga. –La maldita Kate siempre está metida en el medio, ¿verdad? Siempre arruinándolo todo… ¡Pero Liam, ya basta! No me hables de ella, porque yo ya estoy harta de escuchar su nombre. Y sobre todo, ¡no me hables de lo que ella ha hecho! –Su tono se vuelve más firme, su mirada fija en él, como si tratara de obligarlo a ver la verdad. –¿Acaso no te das cuenta de q
NARRADOR OMNISCIENTE Unas horas después La noche despliega su manto de esplendor sobre Amara, envolviéndola en un aura de anticipación y emoción que palpitaba en el aire. El rojo fuego de su vestido elegante, con su escote en V y la espalda descubierta, resplandece con una intensidad que rivaliza con el brillo de las velas que iluminan su camino. Cada paso que da al bajar las escaleras es como una nota en la sinfonía del destino, marcando el inicio de una velada que promete ser inolvidable.Al tocar el último escalón, Cristóbal toma la mano de Amara con suavidad, entrelazando sus dedos con los de ella, y la besa con ternura en los nudillos. Su sonrisa es segura, encantadora, como si el mundo entero girara a su alrededor y Amara fuera su joya más preciada. –Estás hermosa –susurra, con un brillo de adoración en los ojos.Pero Amara no lo escucha. Ni siquiera lo ve. Su atención se desvía al instante, atrapada por la figura que se alza a unos pasos de distancia. Sus labios se tensan,
Mientras caminan por el pórtico, Cristóbal se adelanta para abrirle la puerta del auto a Amara, con su sonrisa radiante, triunfante y confiada, como si el mundo girara a su favor. Ella entra sin siquiera dedicarle una mirada a Liam antes de deslizarse en el asiento de cuero con la gracia de quien sabe que tiene el control. Y esa indiferencia le duele más que cualquier palabra.Pero Cristóbal no se conforme con eso. No puede resistirse a la oportunidad de hundir un poco más la espina, y por eso, antes de subir, se acerca a Liam con pasos deliberados. En su mirada hay algo venenoso, una mezcla de desafío y burla dibujándose en su rostro. Se detiene a pocos centímetros de él, disfrutando cada segundo del enojo que provoca en el joven. –Deberás seguirnos a Il nostro amore incantato –dice, pronunciando el nombre con una arrogancia que resuena como una bofetada. – Aunque dudo que sepas dónde queda… considerando tus escasos recursos. Pero… –Sé muy bien dónde está ese lugar –lo interru
Al atravesar la entrada, los visitantes se ven inmediatamente envueltos en una visión arrebatadora, casi sobrenatural. El techo, adornado con frescos majestuosos y molduras estucadas que parecen respirar, se extiende hacia arriba como si quisiera abrazar el alma misma de quien lo observa. Cada rincón de la habitación está bañada en una luz tan pura que el blanco parece tener vida propia, irradiando una calma que contrasta con la vorágine interna de cada persona que cruza ese umbral.El aire es denso, como si el lugar mismo estuviera cargado de secretos, de promesas que apenas se atreven a salir a la luz. Los platos, dispuestos con una precisión casi obsesiva sobre las mesas, parecen más que simples alimentos; son fragmentos de una historia que aguardan ser revelados, cada uno diseñado para invadir los sentidos y provocar una reacción visceral, profunda. Las opciones, cinco para el almuerzo, ocho para la cena, parecen muchas, pero ninguna es trivial. Cada uno de estos platos no solo b