Liam asiente con gesto cortés y aunque su rostro permanece sereno, su corazón late con furia, anhelando el momento en que pueda liberar la rabia y el dolor que lo consume en la intimidad de su propio espacio. Por ahora, sin embargo, se obliga a seguir adelante, como un soldado en su puesto, cumpliendo con su deber a pesar de las heridas que se abren en su alma.Después de escoltar a Amara hacia su asiento con la gracia de un anfitrión consumado, el maître se acerca a la mesa con la elegancia de un bailarín y con un gesto reverencial, desliza la carta frente a la pareja. –En unos minutos vendré a tomar su orden – anuncia con una sonrisa profesional, antes de deslizarse con gracia entre las mesas.Mientras tanto, el maître se dirige hacia Liam con una mezcla de simpatía y resignación en su mirada. Con un suspiro apenas perceptible, le entrega la misma carta. –Lamento que tenga que trabajar para un hombre así, pero lamentablemente nuestras vidas como trabajadores son así– murmura con
El aire se torna denso entre ellos, cargado de una tensión casi irrespirable. Amara siente el peso de las palabras de Cristóbal aplastando sus hombros, pero su corazón permanece impasible. No es falta de amor, ni de emoción, sino la clara certeza de que nunca podrá corresponderle. No importa lo que diga, lo que sienta él, nunca podrá ser suyo. Mientras lo observa, se da cuenta de lo dulce y genuino que es. La devoción inquebrantable que pocos estarían dispuestos a ofrecer, algo tan raro y puro… y eso, precisamente, lo hace peligroso. Un hombre como él puede ser una amenaza o una ventaja, todo depende de cómo se manejen las cartas que tiene en sus manos. ¿Por qué rechazar algo así?. Es tentador, casi inevitable pensar en lo que podría ganar. Podría ser útil. Podría ser suyo. Un suspiro escapa de sus labios, apenas audible, mientras sus ojos se suavizan en una ternura calculada, esa que sabe perfectamente cómo desarmarlo, como robarle una parte de sí mismo sin que él se dé cuenta.
Amara no se inmuta ante su estallido. Se queda de pie, fría y desafiante, sus ojos brillan con una intensidad que parece desafiarlo todo. –¿Quién diablos te crees para hablarme de esa manera?– No hay rastro de la vulnerabilidad que él había esperado. –¿Acaso olvidaste que no somos más que una jefa y su empleado? –dice, ignorando por completo la angustia que se derrama en las palabras de Liam.–¡No quiero ser solo tu empleado, maldita sea! –Las palabras explotan de la boca de Liam como un grito desesperado, su voz quebrada por la impotencia. Los ojos, llenos de furia y frustración, destilan un rencor contenido, como si estuviera arrastrando un peso insoportable en su pecho. Se siente atrapado, como si no pudiera escapar de las cadenas invisibles que le atan a su lugar en la vida de Amara. Un dolor profundo lo consume al darse cuenta de que sus sentimientos por ella siempre han sido un juego, una fantasía inalcanzable.Amara lo observa, fría y distante, mientras la tormenta de emocion
–¡Suéltame! –La voz de Amara esta cargada de una furia que no alcanza a disfrazar la batalla que se libra en su interior y sin pensarlo, su palma se alza y se estrella contra la mejilla de Liam en un intento desesperado por crear distancia. Pero es en vano. El contacto no es solo un rechazo; es una confirmación de que su piel reconoce la de él, de que su corazón late al mismo ritmo frenético que el suyo. –Dije que me sueltes –repite, aunque su voz carece de la firmeza que pretendeLiam retrocede apenas por la fuerza del golpe, pero el verdadero impacto es interno. El ardor en su mejilla no se compara con el dolor que se expande en su pecho, un dolor punzante, cruel. Sin embargo, no se aleja. Al contrario, avanza. Su respiración es errática, sus ojos, cristalinos por las lágrimas que se niega a soltar. –Amara… –susurra su nombre como una plegaria, como un último intento de aferrarse a lo que sea que exista entre ellos. –Yo te amoElla cierra los ojos con fuerza, como si con ese gest
Su mirada se clava en Liam, fría como acero, cargada con un desdén tan palpable que casi se puede tocar. La furia de Cristóbal no tiene filtro –¿Quién carajos eres tú para llevarte a Amara cuando estábamos tan bien a gusto? –Su voz se eleva, feroz y desafiante, como una espada desenvainada en medio de un campo de batalla. Liam, que hasta ese momento había mantenido una calma casi sobrehumana, siente cómo la ira se apodera de él. La mandíbula tensa, los músculos de su cuello se tensan como cables de acero. Los puños, firmemente apretados a los costados, están a punto de estallar, pero aún se mantiene en su lugar, desafiante. –Ese no es asunto tuyo –responde, con una calma peligrosa, casi letal. –¿Qué pasa, guardaespaldas? ¿Crees que porque ella te mira con lástima tienes derecho a quedarte con lo que es mío?Liam ríe, una risa seca y peligrosa.–Mío. –Repite la palabra con burla, sacudiendo la cabeza antes de dar un paso más cerca. –¿Eres tan idiota que crees que puedes poseerla
Amara se detiene un segundo, con su espalda erguida, como si la amenaza de Cristóbal la atravesara como una flecha. No se vuelve, no le dedica ni una mirada. Sus labios se aprietan, el deseo de no volverse una víctima más en el juego de los hombres es demasiado fuerte.Liam se queda inmóvil, el veneno de la amenaza recorriéndole la sangre. No responde; sabe que no hay nada que decir que no añada más fuego al enfrentamiento. Pero en sus ojos hay algo más, algo oscuro que guarda con recelo, como si la guerra recién comenzada estuviera lejos de su final.Abatido, observa cómo Amara sube al auto de Cristóbal. La falta de respuesta a su confesión lo deja devastado. Su corazón se siente pesado, aplastado por la derrota y la resignación. En su mente, el espectro de perderla para siempre lo atormenta, una sombra oscura que lo envuelve. Con un suspiro, Liam se acerca al coche y lo observa partir, compartiendo el mismo camino, pero sintiendo que él ya está perdido.NARRA AMARA.Las palabras
–Mi padre lo contrató…– comienzo, pero al instante, mi propia voz parece un susurro de excusa. Es difícil decirlo en voz alta, como si admitiera que el verdadero motivo tiene más que ver con Liam que con cualquier otro factor. –Además, como guardaespaldas, solo confío en él. No confío en nadie más para protegerme. Sé que siempre me protegerá… y…– Mis palabras se atascan en mi garganta, como si se negaran a salir. La verdad es que mi conexión con Liam es más profunda de lo que podría explicarle a Cristóbal. No es solo un trabajo, no es solo una relación profesional; es algo que lo trasciende todo, algo que siento en lo más íntimo de mí.–¿Qué pasa, Amara?– Cristóbal pregunta con voz más suave ahora, pero la tensión en su mirada es inconfundible. Puede que no diga nada, pero las palabras no dichas flotan entre nosotros, llenas de la misma pregunta que yo no me atrevo a hacerme a mí misma. ¿Por qué no puedo dejarlo ir? ¿Por qué, a pesar de todo, sigo sintiendo su presencia en cada rincó
Él no responde de inmediato. Solo me mira, y sus ojos, esos ojos que una vez conocí tan bien, ahora están vacíos, llenos de un dolor que me atraviesa sin piedad. Me siento expuesta, vulnerable, al igual que él.–No me dijiste nada –murmura, con voz rasposa, entrecortada por el peso de las palabras no dichas. La vulnerabilidad que emana de él es palpable, desgarradora, y la tristeza en su mirada se clava como una daga en mi pecho. –Abrí mi corazón, y luego… te vi marcharte con ese hombre. ¿Debo olvidarte? ¿Debo dejarte ir? –La desesperación tiñe cada una de sus palabras, y mi cuerpo se paraliza ante el tormento que refleja en su rostro. –Por favor, dime si debo hacerlo. Si debo arrancarte de mí, si debo dejar de luchar.Mi mente se acelera, intentando encontrar las palabras adecuadas, pero todo lo que escucho es el sonido de su dolor, el eco de sus emociones que resuenan en el silencio entre nosotros. –¿Estabas bebiendo… en horas de trabajo, Liam? –mi voz sale más dura de lo que pr