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UN PASADO DEMASIADO CERCA. El viento susurraba entre los árboles mientras Sebastián y Braelyn regresaban de su viaje, trayendo consigo la promesa de buenas noticias para la manada. Con la emoción palpable en el aire, Sebastián, al notar la expresión preocupada en el rostro de Callum, lo abordó de inmediato. ―¿Qué tal el viaje? ―pregunto Callum. ―Excelente, hay territorios de caza muy cerca de la manada. Estoy seguro de que si mantenemos el equilibrio, podremos mantenernos alimentados bastante tiempo. El Beta asintió, pero seguía sin haber una sonrisa en su rostro. ―¿Qué pasa, Callum? ―inquirió Sebastián. ―Necesitamos hablar. ―el Beta miró levemente a Braelyn. Ella pareció entender el mensaje, porque se despidió de Sebastián con un beso afirmando que iría a ver a Xavier y los cachorros. Una vez que quedaron solos, la atmósfera se volvió tensa, y Sebastián preguntó nuevamente, impaciente. ―¿Qué pasa, Callum? El Beta tomó aire y dijo. ―El Beta de la manada Fenrir estuvo aquí.
CONSECUENCIAS.A la mañana siguiente, Sebastián se despertó temprano y notó la ausencia de Braelyn a su lado. Se vistió rápidamente y bajó al salón, donde se encontró con una de las omegas.―¿Sabes dónde está la señora?La chica le dio una sonrisa y le dijo alegre.―La señora ha ido al lago, Alfa.―¿Al lago?―Sí, señor.Sebastián le dio un asentimiento de cabeza y salió a buscarla. Cuando llegó al lago, lo que vio lo dejó sin aliento. Braelyn nadaba en el agua, totalmente desnuda, sumergiéndose en la serenidad de las aguas. Sus ojos se embriagaron de su belleza, y su corazón latió acelerado ante la visión de la mujer que amaba. Con movimientos lentos se despojó de su ropa y se sumergió en el agua para unirse a ella.Nadando bajo el agua hasta Braelyn, de repente, ella sintió un par de manos rodearla y exclamó asombrada. Sebastián besó su cuello y le susurró al oído.―¿Por qué no me despertaste?Ella sonrió y se giró para mirarlo con ojos llenos de amor.―Te ves demasiado guapo durmiend
DESHAZTE DE ÉL. El sol había completado su ciclo y una nueva luz se filtraba a través de las densas copas de los árboles del territorio de Vincent. A pesar de la serenidad que ofrecía el amanecer, la tensión en el aire era palpable cuando los cazadores regresaron con noticias de la ubicación de Braelyn. Vincent, el líder de su manada, esperaba con impaciencia. Los cazadores se acercaron, sus ojos evitando los de su líder, sabiendo que la noticia que portaban encendería su ira como una chispa en un barril de pólvora. ―¿Qué han descubierto? ―preguntó, con una voz que apenas disimulaba su ansiedad. ―Alfa Vincent ―comenzó uno de los cazadores con cautela ―Hemos confirmado que Braelyn está con la manada del Alfa Sebastián Storm. ―¿Sebastián Storm? ―Sí, Alfa, nuestro infiltrado dijo que el Alfa de esa manada es Sebastián Storm. La reacción de Vincent fue instantánea y violenta. Su puño golpeó el tronco de un árbol cercano, dejando una marca profunda en la corteza. ―¡¿Así que fuiste c
LA NECESIDAD DE UNA MADRE. La luz de la tarde se filtraba a través de las hojas, bañando el claro en tonos dorados y verdes. Xavier y Braelyn estaban absortos en sus lienzos, las risas y el sonido de sus pinceles, creando una melodía tranquila. La pintura era una forma para que el joven lobo explorara un mundo más allá de la fuerza y la supervivencia; un mundo que Braelyn le había enseñado a amar. ―Intenta capturar cómo te sientes ―le aconsejo Braelyn con dulzura ―La pintura puede ser tan poderosa como cualquier aullido a la luna. Xavier asintió, sumergiéndose en su obra, cuando de repente su pincel se detuvo en medio de un trazo. Su cuerpo se tambaleó y, sin previo aviso, se desplomó al suelo. ―¡Xavier! ―gritó Braelyn, dejando caer su paleta y corriendo hacia él. ―¡Ayuda! ¡Alguien, ayude! Los guerreros, siempre vigilantes, respondieron al instante. Uno de ellos partió como una flecha para informar a Callum, mientras que los demás se agrupaban alrededor de Braelyn y el cachorro ca
UN VIAJE PELIGROSO. La luz del amanecer apenas comenzaba a esparcirse sobre la tierra cuando Callum se preparaba para partir. La manada estaba en silencio, un reflejo del peso que llevaba en sus hombros. ―Me voy a buscar a Morana ―dijo con firmeza ―Mantén la manada segura, Braelyn. Confío en ti para que todo esté bien hasta que regrese. ―Sus ojos se posaron sobre ella con una mezcla de gratitud y preocupación. Braelyn asintió, su expresión serena, pero sus ojos hablaban de la tormenta que se agitaba en su interior. ―Cuidaré de Xavier como si fuera mi hijo ―prometió, su voz era suave y llena de una determinación inquebrantable. ―Y tú… regresa con ella. Que tu único norte sea salvar a Xavier. Callum asintió, sintiendo un alivio momentáneo en el voto de confianza de la compañera de su Alfa. Se dio la vuelta para marcharse, pero la voz de Braelyn lo detuvo. ―Callum ―llamó ella, y él se giró para mirarla una vez más. ―Hay… ¿Hay noticias de Sebastián? ―preguntó con cautela, la esperan
EL DEBER DE UNA LUNA. Braelyn estaba en medio de la explanada, sus órdenes fluían con la autoridad que le confería su posición, cuando uno de los lobos centinelas irrumpió en la escena, su respiración era pesada, con ojos nerviosos y voz entrecortada por el pánico, anunció la inminente amenaza. ―¡Una tropa de lobos se aproxima con intención de atacar la manada! Los ojos de Braelyn se abrieron consternados, y un escalofrío recorrió su espina dorsal. Su pecho y corazón se agitaron con una mezcla de miedo y determinación. Antes de que pudiera procesar la información, su segundo al mando, un guerrero robusto y leal dejado por Callum, se plantó frente a ella con una expresión grave. ―Debes esconderte y mantenerte protegida ―le dijo con urgencia, su mano cerrándose sobre el brazo de Braelyn en un gesto protector. ―Te llevaré a un lugar seguro. Pero Braelyn se apartó con un movimiento ágil, su mirada ardía con la fuerza de su voluntad. ―No iré a ninguna parte ― afirmó con firmeza ―Lucha
EL DEBER DE UN HERMANO. En el fragor de la batalla, donde cada segundo era una eternidad de dientes y garras, Braelyn luchaba con la desesperación de quien sabe que la supervivencia de su manada pende de un hilo. De repente, en el horizonte, una nueva oleada de figuras emergió a toda velocidad. El estandarte que portaban ondeaba como una promesa de redención: era la manada Fenrir, su propia sangre y linaje. Un torbellino de emociones la embargo, el miedo que había sentido se transmutó en un destello de esperanza, mientras la felicidad le llenaba el pecho al reconocer la ayuda que llegaba. Sin embargo, su distracción fue breve pero peligrosa. Vincent, con ojos inyectados en sangre y colmillos a la vista, vio su oportunidad. Con un gruñido triunfal, se preparó para lanzar el mordisco mortal. Pero justo cuando su mandíbula se cerraba sobre el cuello de Braelyn, una fuerza imparable lo arrancó de su presa y lo arrojó contra un árbol con violencia suficiente para arrancar un aullido de d
LO AMO. El estudio del castillo de Sebastián Storm era un santuario de silencio y libros antiguos, una burbuja alejada del caos del mundo exterior. En el centro de esta calma, la tensión entre Braelyn y Boris era casi palpable. El Alfa, con los ojos muy abiertos, miraba a su hermana menor con una mezcla de asombro y preocupación. ―¿Me estás diciendo que el Alfa de este castillo es Sebastián Storm? ¿Tu ex prometido? ―preguntó Boris, su voz elevándose en incredulidad. Braelyn se apresuró a taparle la boca con una mano, su mirada feroz. ―¿Quieres bajar la voz? ―le gruñó enojada. ―Nadie sabe quién soy en realidad. Boris apartó la mano de su hermana y la miró con desaprobación. ―Braelyn, ¿perdiste la razón? ¿Quieres decir que estás engañando a Sebastián? ¿Te volviste loca? La loba se giró, su rostro lleno de vergüenza. Sabía que lo que hacía era injusto y mal, pero no tenía el coraje para enfrentar la verdad. ―Yo… ―susurró Braelyn con voz triste ―… yo lo amo. ―¿Lo amas? ―Boris frun