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UN VIAJE PELIGROSO. La luz del amanecer apenas comenzaba a esparcirse sobre la tierra cuando Callum se preparaba para partir. La manada estaba en silencio, un reflejo del peso que llevaba en sus hombros. ―Me voy a buscar a Morana ―dijo con firmeza ―Mantén la manada segura, Braelyn. Confío en ti para que todo esté bien hasta que regrese. ―Sus ojos se posaron sobre ella con una mezcla de gratitud y preocupación. Braelyn asintió, su expresión serena, pero sus ojos hablaban de la tormenta que se agitaba en su interior. ―Cuidaré de Xavier como si fuera mi hijo ―prometió, su voz era suave y llena de una determinación inquebrantable. ―Y tú… regresa con ella. Que tu único norte sea salvar a Xavier. Callum asintió, sintiendo un alivio momentáneo en el voto de confianza de la compañera de su Alfa. Se dio la vuelta para marcharse, pero la voz de Braelyn lo detuvo. ―Callum ―llamó ella, y él se giró para mirarla una vez más. ―Hay… ¿Hay noticias de Sebastián? ―preguntó con cautela, la esperan
EL DEBER DE UNA LUNA. Braelyn estaba en medio de la explanada, sus órdenes fluían con la autoridad que le confería su posición, cuando uno de los lobos centinelas irrumpió en la escena, su respiración era pesada, con ojos nerviosos y voz entrecortada por el pánico, anunció la inminente amenaza. ―¡Una tropa de lobos se aproxima con intención de atacar la manada! Los ojos de Braelyn se abrieron consternados, y un escalofrío recorrió su espina dorsal. Su pecho y corazón se agitaron con una mezcla de miedo y determinación. Antes de que pudiera procesar la información, su segundo al mando, un guerrero robusto y leal dejado por Callum, se plantó frente a ella con una expresión grave. ―Debes esconderte y mantenerte protegida ―le dijo con urgencia, su mano cerrándose sobre el brazo de Braelyn en un gesto protector. ―Te llevaré a un lugar seguro. Pero Braelyn se apartó con un movimiento ágil, su mirada ardía con la fuerza de su voluntad. ―No iré a ninguna parte ― afirmó con firmeza ―Lucha
EL DEBER DE UN HERMANO. En el fragor de la batalla, donde cada segundo era una eternidad de dientes y garras, Braelyn luchaba con la desesperación de quien sabe que la supervivencia de su manada pende de un hilo. De repente, en el horizonte, una nueva oleada de figuras emergió a toda velocidad. El estandarte que portaban ondeaba como una promesa de redención: era la manada Fenrir, su propia sangre y linaje. Un torbellino de emociones la embargo, el miedo que había sentido se transmutó en un destello de esperanza, mientras la felicidad le llenaba el pecho al reconocer la ayuda que llegaba. Sin embargo, su distracción fue breve pero peligrosa. Vincent, con ojos inyectados en sangre y colmillos a la vista, vio su oportunidad. Con un gruñido triunfal, se preparó para lanzar el mordisco mortal. Pero justo cuando su mandíbula se cerraba sobre el cuello de Braelyn, una fuerza imparable lo arrancó de su presa y lo arrojó contra un árbol con violencia suficiente para arrancar un aullido de d
LO AMO. El estudio del castillo de Sebastián Storm era un santuario de silencio y libros antiguos, una burbuja alejada del caos del mundo exterior. En el centro de esta calma, la tensión entre Braelyn y Boris era casi palpable. El Alfa, con los ojos muy abiertos, miraba a su hermana menor con una mezcla de asombro y preocupación. ―¿Me estás diciendo que el Alfa de este castillo es Sebastián Storm? ¿Tu ex prometido? ―preguntó Boris, su voz elevándose en incredulidad. Braelyn se apresuró a taparle la boca con una mano, su mirada feroz. ―¿Quieres bajar la voz? ―le gruñó enojada. ―Nadie sabe quién soy en realidad. Boris apartó la mano de su hermana y la miró con desaprobación. ―Braelyn, ¿perdiste la razón? ¿Quieres decir que estás engañando a Sebastián? ¿Te volviste loca? La loba se giró, su rostro lleno de vergüenza. Sabía que lo que hacía era injusto y mal, pero no tenía el coraje para enfrentar la verdad. ―Yo… ―susurró Braelyn con voz triste ―… yo lo amo. ―¿Lo amas? ―Boris frun
SALVARÉ A MI HIJO.La sala del trono de Morana estaba bañada en sombras, el aire vibraba con una tensión casi palpable. Callum se mantuvo firme a pesar del aura intimidante que siempre rodeaba a la madre de su hijo. Ella lo observó con una mirada helada, una reina en su dominio, pero sus ojos traicionaban una tormenta de emociones que luchaban por no ser reveladas.―Callum ―dijo Morana, su voz era una mezcla de autoridad y un leve temblor que sólo un oído atento podría detectar. ―No esperaba verte tan pronto. ¿A qué debo el deshonor de tu visita?El Beta no tenía tiempo para formalidades, su voz era urgente, directa.―Morana, Xavier está enfermo.Las palabras golpearon a la reina como una ráfaga de viento helado. Su corazón, que había permanecido guardado detrás de muros de hielo y distancia, comenzó a latir con fuerza. Con un movimiento que sorprendió incluso a Callum, se levantó de su trono y se acercó rápidamente a él, agarrando su camisa con manos temblorosas.―¿Qué le pasa a mi h
NUNCA QUISE DEJARTE.El castillo de Sebastián se alzaba imponente bajo el cielo nublado. Morana cruzó sus puertas con un corazón tambaleante entre el miedo y la felicidad. La última vez que había visto a Xavier, él era tan solo un bebé en sus brazos, pero ahora era un niño, su niño. La realidad de ese reencuentro la golpeó con la fuerza de una tormenta invernal.Callum la guio a través de los pasillos silenciosos del castillo hasta la habitación de Xavier. Al llegar, se toparon con Braelyn, cuya presencia inmediatamente encendió una chispa de instinto y celos en Morana. Observó a la loba con una mirada cargada de disgusto, suponiendo que Callum había reconstruido su vida con otra mujer.Braelyn, ajena a la turbulencia emocional de Morana, se dirigió rápidamente a Callum.―Está mal ―dijo con urgencia ―Necesita de la sangre cuanto antes.Callum asintió con gravedad y luego se giró hacia Morana, revelando.―Ella es… es la madre de Xavier.Las palabras cayeron sobre Morana como una revela
UN BESO ANHELADO.El aire en la habitación se sentía cargado de un silencio expectante después de que la transfusión de sangre concluyera. Morana permanecía sentada al lado de la cama de Xavier, su mano aun sosteniendo la del niño, como si pudiera pasarle su propia fuerza a través de ese delicado contacto. Callum, de pie en la puerta, la observaba con una mezcla de respeto y algo más profundo en su mirada.―Morana ―dijo ―Puedes irte si lo deseas. Xavier estará bien ahora. Y has hecho tu trabajo.La sugerencia pareció molestar a la vampira, quien levantó la vista hacia él con un brillo desafiante en sus ojos.―¿Acaso mi presencia molesta a tu compañera? ―preguntó con un tono celoso que sorprendió incluso a ella misma.Callum frunció el ceño, confundido por un momento antes de entender a quién se refería.―Braelyn no es mi compañera ―aclaró, acercándose a Morana con pasos lentos. ―Ella es la Luna de nuestra manada y la mujer de Sebastián.Las palabras de Callum impactaron a Morana como
LA MUJER QUE LE HIZO TANTO DAÑO. Morana se sentía como si hubiera renacido. La mirada clara y consciente de Xavier era un faro en la tormenta que había sido su vida en los últimos días. Con cada respiración que su hijo tomaba, cada pequeño movimiento que hacía, su corazón se llenaba de un amor desbordante, un amor que no conocía límites ni condiciones. Decidida a quedarse a su lado hasta que recuperara todas sus fuerzas, Morana decidió quedarse en la manada. Ahora, su mundo se reducía a la cama en la que descansaba Xavier, su pequeño guerrero luchando su más grande batalla. Callum, por su parte, se permitió un momento de alegría al ver a Xavier recuperándose. Pero su mente no podía evitar vagar hacia Morana, su compañera, la portadora de una marca que los unía más allá de lo físico. A pesar de las circunstancias, él anhelaba reavivar el fuego que una vez habían compartido, reconquistarla y reclamar el vínculo que el destino había tejido entre ellos. Sin embargo, también tenía su com