LA MUJER QUE LE HIZO TANTO DAÑO. Morana se sentía como si hubiera renacido. La mirada clara y consciente de Xavier era un faro en la tormenta que había sido su vida en los últimos días. Con cada respiración que su hijo tomaba, cada pequeño movimiento que hacía, su corazón se llenaba de un amor desbordante, un amor que no conocía límites ni condiciones. Decidida a quedarse a su lado hasta que recuperara todas sus fuerzas, Morana decidió quedarse en la manada. Ahora, su mundo se reducía a la cama en la que descansaba Xavier, su pequeño guerrero luchando su más grande batalla. Callum, por su parte, se permitió un momento de alegría al ver a Xavier recuperándose. Pero su mente no podía evitar vagar hacia Morana, su compañera, la portadora de una marca que los unía más allá de lo físico. A pesar de las circunstancias, él anhelaba reavivar el fuego que una vez habían compartido, reconquistarla y reclamar el vínculo que el destino había tejido entre ellos. Sin embargo, también tenía su com
CONFRONTACIONES Y REVELACIONES. La luz del atardecer se filtraba a través de las ventanas altas de la mansión, proyectando sombras largas sobre los suelos de mármol. Sebastián, con una taza de café humeante en la mano, caminaba por la galería de arte cuando el sonido de pasos apresurados resonó en el corredor. Giró, su expresión de serenidad cambió a una de alerta cuando vio a su empleado, el rostro del hombre pálido y sus ojos llenos de urgencia. ―Señor, tengo noticias graves… la manada ha sido atacada. El café se derramó sobre el suelo, olvidado, mientras Sebastián sentía cómo su corazón se aceleraba, un temblor de preocupación lo invadía. ―¿Qué? ¿Cómo ha pasado esto? ¿Y Rose? La sola mención de su nombre trajo un torrente de emociones; preocupación, miedo y una necesidad abrumadora de protegerla. ―No lo sé, señor. Solo me dieron el mensaje para que se lo comunicara. Sin una palabra más, Sebastián se giró hacia su habitación. ―Prepara todo. Regresaré de inmediato. Mientras S
CRUELDAD SIN LÍMITES. ―¿Qué dijiste? ―la voz de Sebastián era apenas audible en la tensión del momento. Dio un paso adelante, su mirada fija en Braelyn, que temblaba como una hoja en medio de una tormenta. ―¿Cómo dices que te llamas? ―insistió, su voz baja, pero cargada de una intensidad que llenaba la habitación. Braelyn lo miró, incapaz de hablar, las lágrimas, deslizándose por sus mejillas como testigos mudos de su conflicto interno. ―Responde… ―susurró Sebastián, sintiendo una opresión en el pecho, una incomodidad que no podía atribuir solo a la sorpresa, sino también a un dolor que comenzaba a despertarse. Pero al ver que no respondía, la paciencia del Alfa se desvaneció y la furia estalló desde lo más profundo de su ser. ―¡Responde! ―exclamó, fuera de sí, haciendo que Braelyn se estremeciera aún más. Con un sollozo quebrado, ella logró decir con voz ahogada. ―Braelyn Donovan. Al escuchar su nombre, los ojos de Sebastián se humedecieron, pero parpadeó rápidamente para ev
CRUELDAD SIN LÍMITES (II) ―Sebastián… ―de repente la voz de Erika, resonó en el estudio con su tono tan suave y melódico como el arrullo de un río sereno. Las cabezas se giraron, los ojos se abrieron, y allí estaba ella, una aparición de cabellos castaños que caían en cascada sobre sus hombros, sus ojos cafés brillando con una luz que parecía emanar desde algún rincón secreto del alma. Callum se quedó pasmado, sus ojos reflejando la sorpresa y el desconcierto. No tenía idea de que Sebastián tendría el valor de traer a Erika con él. Sebastián, quien sentía cómo su corazón se endurecía como la piedra. La traición de Braelyn había sido un golpe directo a su orgullo, y en ese mismo instante actuó sin pensar. Con pasos deliberados, caminó hacia ella, tomó su mano con delicadeza engañosa y la sostuvo entre las suyas como si fuera a protegerla del mundo entero. Braelyn observaba mientras su corazón se apretaba tanto que le costaba respirar. Cada paso de Sebastián hacia ella era como una p
ADIÓS, DEFINITIVO. Mientras Braelyn y Boris partían, Sebastián observaba, desde la distancia, su figura erguida, pero su mirada cargada de pesar. El nudo en su garganta parecía apretarse con cada paso que ella daba lejos de él. Su lobo gemía en silencio, compartiendo la tristeza que el Alfa intentaba ocultar. Braelyn se perdió de vista, y la palabra “quédate” se quedó atascada en la garganta de Sebastián. Su orgullo de Alfa, una barrera impenetrable ante el deseo de aferrarse a lo que una vez fue suyo. Una vez que Braelyn desapareció de sus ojos, Sebastián caminó hacia el castillo sin mirar atrás. Al cerrar la puerta de su habitación con fuerza, no pudo evitar que la tormenta emocional que lo consumía se manifestara. Sus manos se apretaron con fuerza, luchando contra la impotencia que sentía. Los ojos del Alfa se llenaron de lágrimas reprimidas mientras el aroma de Braelyn aún saturaba la habitación. Se acercó a la cama y tomó el camisón olvidado, un recuerdo tangible de lo que se
MANADA DONOVAN. Braelyn se encontraba en su nuevo entorno, en la manada de su padre, enfrentando recuerdos de su pasado. La sensación de rechazo que había experimentado al apartar a Sebastián la llenaba de culpa. Mientras reflexionaba sobre sus acciones, de repente entró Sienna, su Nana, para consolarla. ―Braelyn, cariño, no te preocupes. Todo marchará bien aquí. Estás en casa con personas que te quieren ―dijo el ama de llaves, abrazándola con ternura. ―Además, tu padre quiere verte. Está impaciente por reunirse contigo. Braelyn preguntó por su padre, preocupada, y su Nana la tranquilizó. ―Su salud es delicada, pero estará bien. Ahora, ve a verlo. Te necesita. Más tarde ese día, Braelyn se reunió con su hermano Boris. Este, notando la tensión en su hermana, le preguntó con sinceridad. ―¿Cuál fue la razón por la que huiste de Vincent? Braelyn suspiró antes de responder. Le habló sobre la conspiración de Vincent y cómo descubrió una serie de pergaminos. ―Lo que más me llamó la at
EL DOLOR DE LA PÉRDIDA. Sebastián se encontraba solo en la habitación que solía compartir con Braelyn. El silencio del lugar resonaba con los ecos de recuerdos que se aferraban a cada rincón. Sus ojos recorrían la estancia, capturando imágenes de momentos compartidos, risas compartidas y la presencia reconfortante de la mujer que ahora parecía tan lejana. Cada objeto, cada sombra, provocaba una oleada de emociones que amenazaban con ahogarlo. El lobo dentro de él mostraba inquietud y dolor que resonaban en su mente. La conexión entre ellos, la marca que compartían, parecía arder con una intensidad inusual, reflejando la profunda tristeza que embargaba su ser. Sebastián cerró los ojos, tratando de contener la marea de emociones que amenazaban con abrumarlo. La lucha interna de Sebastián era palpable. Su orgullo, tan arraigado en su naturaleza de lobo Alfa, chocaba violentamente con los sentimientos apasionados que guardaba por la mujer que lo había engañado. Con un rugido que nacía
MADRE E HIJO. En el estudio, Callum cerró la puerta tras de sí, dispuesto a confrontar a Sebastián sobre su comportamiento errático. ―¿Se puede saber qué te pasa? ―preguntó. Sebastián, visiblemente afectado, cerró los ojos y se dejó caer en su silla. ―Callum, no estoy de humor ―murmuró. ―Sí, se nota que no estás de humor. Pero nosotros no tenemos la culpa. No puedes pagar tu rabia con los demás ―señaló el Beta con franqueza. La mirada de Sebastián se encontró con la de su amigo, y en ese instante, supo que tenía razón. ―Está bien, lo siento. Me excedí hoy ―admitió, reconociendo la injusta descarga de sus emociones sobre los demás. ―Sí, y mucho ― replicó Callum y caminó hacia el escritorio, agregando con compasión. ―Sebastián, si tanta falta te hace, ve por ella. Nadie va a juzgarte, ¿de acuerdo? Habías dicho que la traerías de vuelta, entonces hazlo. Incluso yo mismo soy capaz de ir por ella, si eso cambia ese humor que traes. El Alfa negó levemente con la cabeza. ―No, lo he p