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SALVARÉ A MI HIJO.La sala del trono de Morana estaba bañada en sombras, el aire vibraba con una tensión casi palpable. Callum se mantuvo firme a pesar del aura intimidante que siempre rodeaba a la madre de su hijo. Ella lo observó con una mirada helada, una reina en su dominio, pero sus ojos traicionaban una tormenta de emociones que luchaban por no ser reveladas.―Callum ―dijo Morana, su voz era una mezcla de autoridad y un leve temblor que sólo un oído atento podría detectar. ―No esperaba verte tan pronto. ¿A qué debo el deshonor de tu visita?El Beta no tenía tiempo para formalidades, su voz era urgente, directa.―Morana, Xavier está enfermo.Las palabras golpearon a la reina como una ráfaga de viento helado. Su corazón, que había permanecido guardado detrás de muros de hielo y distancia, comenzó a latir con fuerza. Con un movimiento que sorprendió incluso a Callum, se levantó de su trono y se acercó rápidamente a él, agarrando su camisa con manos temblorosas.―¿Qué le pasa a mi h
NUNCA QUISE DEJARTE.El castillo de Sebastián se alzaba imponente bajo el cielo nublado. Morana cruzó sus puertas con un corazón tambaleante entre el miedo y la felicidad. La última vez que había visto a Xavier, él era tan solo un bebé en sus brazos, pero ahora era un niño, su niño. La realidad de ese reencuentro la golpeó con la fuerza de una tormenta invernal.Callum la guio a través de los pasillos silenciosos del castillo hasta la habitación de Xavier. Al llegar, se toparon con Braelyn, cuya presencia inmediatamente encendió una chispa de instinto y celos en Morana. Observó a la loba con una mirada cargada de disgusto, suponiendo que Callum había reconstruido su vida con otra mujer.Braelyn, ajena a la turbulencia emocional de Morana, se dirigió rápidamente a Callum.―Está mal ―dijo con urgencia ―Necesita de la sangre cuanto antes.Callum asintió con gravedad y luego se giró hacia Morana, revelando.―Ella es… es la madre de Xavier.Las palabras cayeron sobre Morana como una revela
UN BESO ANHELADO.El aire en la habitación se sentía cargado de un silencio expectante después de que la transfusión de sangre concluyera. Morana permanecía sentada al lado de la cama de Xavier, su mano aun sosteniendo la del niño, como si pudiera pasarle su propia fuerza a través de ese delicado contacto. Callum, de pie en la puerta, la observaba con una mezcla de respeto y algo más profundo en su mirada.―Morana ―dijo ―Puedes irte si lo deseas. Xavier estará bien ahora. Y has hecho tu trabajo.La sugerencia pareció molestar a la vampira, quien levantó la vista hacia él con un brillo desafiante en sus ojos.―¿Acaso mi presencia molesta a tu compañera? ―preguntó con un tono celoso que sorprendió incluso a ella misma.Callum frunció el ceño, confundido por un momento antes de entender a quién se refería.―Braelyn no es mi compañera ―aclaró, acercándose a Morana con pasos lentos. ―Ella es la Luna de nuestra manada y la mujer de Sebastián.Las palabras de Callum impactaron a Morana como
LA MUJER QUE LE HIZO TANTO DAÑO. Morana se sentía como si hubiera renacido. La mirada clara y consciente de Xavier era un faro en la tormenta que había sido su vida en los últimos días. Con cada respiración que su hijo tomaba, cada pequeño movimiento que hacía, su corazón se llenaba de un amor desbordante, un amor que no conocía límites ni condiciones. Decidida a quedarse a su lado hasta que recuperara todas sus fuerzas, Morana decidió quedarse en la manada. Ahora, su mundo se reducía a la cama en la que descansaba Xavier, su pequeño guerrero luchando su más grande batalla. Callum, por su parte, se permitió un momento de alegría al ver a Xavier recuperándose. Pero su mente no podía evitar vagar hacia Morana, su compañera, la portadora de una marca que los unía más allá de lo físico. A pesar de las circunstancias, él anhelaba reavivar el fuego que una vez habían compartido, reconquistarla y reclamar el vínculo que el destino había tejido entre ellos. Sin embargo, también tenía su com
CONFRONTACIONES Y REVELACIONES. La luz del atardecer se filtraba a través de las ventanas altas de la mansión, proyectando sombras largas sobre los suelos de mármol. Sebastián, con una taza de café humeante en la mano, caminaba por la galería de arte cuando el sonido de pasos apresurados resonó en el corredor. Giró, su expresión de serenidad cambió a una de alerta cuando vio a su empleado, el rostro del hombre pálido y sus ojos llenos de urgencia. ―Señor, tengo noticias graves… la manada ha sido atacada. El café se derramó sobre el suelo, olvidado, mientras Sebastián sentía cómo su corazón se aceleraba, un temblor de preocupación lo invadía. ―¿Qué? ¿Cómo ha pasado esto? ¿Y Rose? La sola mención de su nombre trajo un torrente de emociones; preocupación, miedo y una necesidad abrumadora de protegerla. ―No lo sé, señor. Solo me dieron el mensaje para que se lo comunicara. Sin una palabra más, Sebastián se giró hacia su habitación. ―Prepara todo. Regresaré de inmediato. Mientras S
CRUELDAD SIN LÍMITES. ―¿Qué dijiste? ―la voz de Sebastián era apenas audible en la tensión del momento. Dio un paso adelante, su mirada fija en Braelyn, que temblaba como una hoja en medio de una tormenta. ―¿Cómo dices que te llamas? ―insistió, su voz baja, pero cargada de una intensidad que llenaba la habitación. Braelyn lo miró, incapaz de hablar, las lágrimas, deslizándose por sus mejillas como testigos mudos de su conflicto interno. ―Responde… ―susurró Sebastián, sintiendo una opresión en el pecho, una incomodidad que no podía atribuir solo a la sorpresa, sino también a un dolor que comenzaba a despertarse. Pero al ver que no respondía, la paciencia del Alfa se desvaneció y la furia estalló desde lo más profundo de su ser. ―¡Responde! ―exclamó, fuera de sí, haciendo que Braelyn se estremeciera aún más. Con un sollozo quebrado, ella logró decir con voz ahogada. ―Braelyn Donovan. Al escuchar su nombre, los ojos de Sebastián se humedecieron, pero parpadeó rápidamente para ev
CRUELDAD SIN LÍMITES (II) ―Sebastián… ―de repente la voz de Erika, resonó en el estudio con su tono tan suave y melódico como el arrullo de un río sereno. Las cabezas se giraron, los ojos se abrieron, y allí estaba ella, una aparición de cabellos castaños que caían en cascada sobre sus hombros, sus ojos cafés brillando con una luz que parecía emanar desde algún rincón secreto del alma. Callum se quedó pasmado, sus ojos reflejando la sorpresa y el desconcierto. No tenía idea de que Sebastián tendría el valor de traer a Erika con él. Sebastián, quien sentía cómo su corazón se endurecía como la piedra. La traición de Braelyn había sido un golpe directo a su orgullo, y en ese mismo instante actuó sin pensar. Con pasos deliberados, caminó hacia ella, tomó su mano con delicadeza engañosa y la sostuvo entre las suyas como si fuera a protegerla del mundo entero. Braelyn observaba mientras su corazón se apretaba tanto que le costaba respirar. Cada paso de Sebastián hacia ella era como una p
ADIÓS, DEFINITIVO. Mientras Braelyn y Boris partían, Sebastián observaba, desde la distancia, su figura erguida, pero su mirada cargada de pesar. El nudo en su garganta parecía apretarse con cada paso que ella daba lejos de él. Su lobo gemía en silencio, compartiendo la tristeza que el Alfa intentaba ocultar. Braelyn se perdió de vista, y la palabra “quédate” se quedó atascada en la garganta de Sebastián. Su orgullo de Alfa, una barrera impenetrable ante el deseo de aferrarse a lo que una vez fue suyo. Una vez que Braelyn desapareció de sus ojos, Sebastián caminó hacia el castillo sin mirar atrás. Al cerrar la puerta de su habitación con fuerza, no pudo evitar que la tormenta emocional que lo consumía se manifestara. Sus manos se apretaron con fuerza, luchando contra la impotencia que sentía. Los ojos del Alfa se llenaron de lágrimas reprimidas mientras el aroma de Braelyn aún saturaba la habitación. Se acercó a la cama y tomó el camisón olvidado, un recuerdo tangible de lo que se