Capítulo 7

Stella:

Estamos a punto de despegar con dirección a Utah en el Jet privado de los Rogers. Llevo una semana siendo su empleada. 

Aaron se ha comportado igual de frío, apenas y me dirige la palabra. Sebastián y yo nos llevamos bien, descubrí que es más pequeño que yo, aunque no lo parezca con su 1.85 metros de estatura y es muy agradable.

Maya (la señora Rogers) y yo nos hemos vuelto más cercanas, últimamente cocinamos siempre juntas y todas las tardes tomamos un café mientras Ángel hace sus ejercicios.

Todo parece ir bien, incluso con Ángel. Ha dado un paso enorme, ahora pronuncia mejor las palabras y su lengua casi no se traba, también ha aprendido 3 nuevos colores. Estoy muy feliz con él. 

Ojalá que su padre fuera un poco más amable, pero como ya mencioné, solo me dedica miradas frías y repasos de pies a cabeza. Me mira como si fuera una estúpida y no dice nada sobre los avances que su hijo presenta, aun no comprendo qué tiene contra mí.

Acurruco a Ángel en uno de los asientos y vuelvo a sentarme justo enfrente del señor hielo.

—¿Qué no revisaste el clima? —dice rompiendo el silencio de forma repentina. Lo miro confundida y vuelvo mi cabeza hacia atrás confirmando que me habla a mí

— ¿A mí me dice? 

—Pues claro, eres la única zafada que lleva una falda corta a Utah, vas a congelarte—me remuevo incómoda y estiro un poco mi falda volada tratando de cubrir mis piernas. Me pongo un tanto nerviosa al estar hablando con él y por lo que ha dicho y como si fuera un impulso reacomodo mis gafas.  

—Bueno, gracias por el dato señor Rogers —tomo mis audífonos y estoy a punto de colocarlos cuando su voz vuelve a sonar.

—¿Por qué no vas y te pones un pantalón? —frunzo el ceño

—Está en mi equipaje, lo haré al llegar allá.

—Te vas a congelar.

—Dudo mucho que haya diferencia —digo entre dientes

—¿Qué dijiste? 

—Nada —me mira fijamente y yo desvió la mirada hacia la ventana, no sé cuánto tiempo pasa cuando escucho su ronca voz de nuevo. 

—El progreso de Ángel es notable —me sorprende por completo sus palabras y no puedo evitar emocionarme un poco pero solo me limito a asentir.

—Lo sé, poco a poco —carraspeo y trato de ponerme los audífonos pero vuelve a hablar 

—¿Su novio la dejó tomar el trabajo señorita Clarke? —frunzo el ceño y asiento—. A mí no me habría gustado saber que viaja con la familia del mejor peleador de la MMA.

—Bueno señor Rogers, afortunadamente no todos los hombres piensan igual que usted —finjo una sonrisa y trato de volver a ponerme los audífonos pero su voz de disgusto vuelve a sonar

—O sea que si tiene novio… —bufo de mala gana, ¿pero que tiene este hombre?

—No señor Rogers, en mi contrato lo especifique —me dedica una mirada que puede enfriar el polo norte 

—Pues que sea la última vez que me miente cuando le pregunto algo señorita Clarke, si no quiere ser despedida —frunzo el ceño y estoy a punto de decir algo pero escucho que sube la música en sus audífonos y cierra los ojos. Estoy furiosa, sus cambios de humor me alteran y demasiado. Coloco mis audífonos y hago lo mismo, simplemente es incomprensible.

  • ●●●●●

Como el hombre hielo dijo mis piernas están congeladas. Sebastián se apiado de mí y me entrego su chamarra pero mis piernas están al descubierto. 

El viaje al hotel me pareció eterno con el frío que sentía. Tendré que tomar en cuenta la recomendación del hombre malhumorado a la próxima. 

El personal rápidamente nos lleva a las habitaciones. Me adentro en la que está al lado del penthouse de la señora Rogers, Ángel, el hombre hielo y Sebastián. Lo primero que hago es cambiarme y colocarme unas mayas gruesas botas de peluche y un enorme suéter con una chamarra encima, un gorro y rápidamente corro hacia donde está Ángel.

—Querida, iré a comer al restaurante, me he encontrado con un par de amigas —asiento y la señora Roger desaparece. Sebastián sale hablando por el móvil y nos quedamos Ángel y yo. Comienza a sacar sus juguetes cuando aparece la gran sombra de Aaron.

—Estaré entrenando —dice mientras le da un beso a su hijo en la frente—. Veo que ya me has hecho caso.

Miro mi atuendo y asiento sin mirarlo. Su carácter es demasiado inestable, unos minutos me trata mal y en dos segundos se preocupa por lo que uno lleva puesto.

—Stella —siento escalofríos al notar cómo suena mi nombre en sus labios —. Cuídalo.

Asiento y sale de la habitación dando un portazo. El resto de la tarde estuvo llena de trabajo. Ángel y yo repasamos algunos de los dibujos. He tratado de enseñarle a leer y ayudarlo a que no se desespere cuando escribe. Le he hecho una rica cena y ni Maya, ni Sebastian, ni el señor hielo han regresado.

—Los dientes de arriba se cepillan hacia abajo, los dientes de abajo se cepillan hacia arriba y las muelitas, con movimiento circular —canto al ayudar a Ángel a cepillar sus dientes—. Perfecto, ya está todo listo para ir a dormir.

—Tela ¿y papá? 

—Bueno, tal vez esté entrenando, ¿recuerdas que lo dijo?

—Estoy aquí —escucho la ronca voz de Aaron y no puedo evitar sobresaltarme porque no hemos escuchado ni pío, y es cuando vuelvo a sentir ese revoloteadero en mi barriga.

Ayudo a Ángel a bajar del pequeño escalón y lo miro recibir a su padre con un fuerte abrazo. La escena me hace sonreír, después los ojos de Aaron se clavan en los míos y desvío la mirada casi de inmediato.

—Bueno, ¿Qué estabas por hacer amigo? —pregunta poniéndolo en el suelo

—Estaba a punto de ir a la cama, ¿no es así Ángel? —él me mira con un puchero.

—Ah muy bien, entonces hay que irse a la cama porque es hora de dormir —toma al pequeño en brazos

—Yo quería jugar con papá.

—Mañana podrás jugar con papá, debes dormir Ángel —me adelanto un poco a Aaron y acomodo la enorme cama en la que dormirá el pequeño, aun no comprendo porque Ángel duerme solo y Aaron en una habitación aparte, es algo bastante frío para un niño tan pequeño. El hombre hielo acomoda al pequeño y yo ajusto las almohadas y como es costumbre Ángel hace oración antes de dormir: 

—Señor, gracias por mi papi y por la buela y por el tío Bastian y gracias por Tela— Asiento y estira su pequeña mano hasta tocar mi rostro

—Buenas noches pequeño —beso su frente y camino hasta salir de la habitación, para darle espacio a Aaron. 

Me encuentro con un desorden en el comedor así que comienzo a juntar los platos y cubiertos de la cena colocándolos en el fregadero. Al girarme para tomar otro me encuentro con Aaron y no puedo evitar sobresaltarme. 

—Me has asustado —digo ajustando mis gafas

—Tu conciencia tal vez —frunzo el ceño y esquivo su cuerpo para continuar con la tarea —. ¿Quieres una copa de vino?

Lo miro extrañada y luego a la botella que lleva en la mano, muerdo mis labios.

—No debo de ingerir bebidas alcohólicas en mi trabajo, está en el contrato— doy media vuelta y escucho una risa bastante sexy.

—Técnicamente ya no estás en tu trabajo son las 9:40 de la noche —lo miro confundida y comienza a servir vino en dos copas, me entrega una y toma asiento en la barra invitándome. 

Dudo un momento pero al final termino tomando asiento. Probablemente se moleste y me corra si no lo hago.

—¿A qué se debe esto? —pregunto y él da un sorbo a la copa sin quitarme la mirada de encima.

—Bueno, creo que estás haciendo un excelente trabajo con Ángel, lo veo cambiado, lo veo bien —asiento—. Y mañana tengo una pelea, tengo 2 semanas de ausencia y el entrenamiento me tiene agotado físicamente. 

Aprieto mis labios y doy un sorbo a la copa. Me siento un poco nerviosa así que trato de concentrarme en el vino, en su sabor mientras lo paseo agitando la copa, el silencio se apodera de la habitación así que miro a Aaron quien detenidamente clava sus ojos en los míos.

—¿Cómo lo haces? —lo miro sin comprender su pregunta.

—¿Qué cosa? 

—Estar aquí, despertarte con esa sonrisa, mirarme como si siempre haya sido cortés contigo —me encojo de hombros y doy otro sorbo, vale más que no le diga la verdad…

—Bueno, Ángel es un excelente motivo —asiente y empuja la copa a su boca.

—¿Y tu familia? 

—Mi madre se acaba de casar, mi padre falleció—como si no hubiera contestado nada las palabras de Aaron salen de su boca. 

—No sé cómo comportarme contigo —miro hacia todos lados, probablemente el vino esté surtiendo efecto.

—Pues, solo con un buenos días estaría bien, señor —digo entre risas y por primera vez me corresponde sonriendo.

—Esa canción de los dientes es curiosa —alzo las cejas y trato de evitar sonrojarme.

—¿La ha escuchado? 

—Claro, es muy buena —empuja el vino por su garganta y levanta un poco la copa.

—Bueno, ya basta de burlas —me pongo de pie y termino la copa—. Gracias por el vino señor.

Rodeo la barra y voy en busca de mi bolso cuando escucho sus pasos tras de mí.

—Buenas… —al girarme me topo con su pecho, siento su exhalación en mi frente, es notablemente más alto que yo y no me animo levantar la vista para poder verlo. Da un paso hacia atrás y al fin puedo ver esos intensos ojos oscuros.

—Buenas noches Stella —asiento torpemente y salgo de la habitación de forma automática, tomo la tarjeta y la paso por el lector para que mi puerta se abra y al cerrarla caigo al suelo con la respiración aun agitada. ¿Qué fue eso?

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