QUIEREME

“Quiero escucharte decir que me amarás hasta la muerte, qué serás mía hasta que uno de los dos deje de existir”.

Me levanté de la cama aun con el eco de sus palabras en mi cabeza, y por un momento mi corazón ardió de dolor. Realmente había sido así, nos habíamos amado hasta que él murió

Suspirando me pasé los dedos por el cabello rojizo y salí de la habitación. Desde el primer piso, me llamó el olor del café recién hecho y el dulce aroma del pan. Pero cuando estaba por bajar las escaleras, miré al señor Demián trabajando en la sala; había papeles sobre la mesa frente a él y una taza de café a su lado. Madame Mariel apareció desde la cocina con un plato de fruta que puso a su lado.

—¿Quiere que despierte a la señorita Livy? —le preguntó.

Él dejó de hojear sus documentos por un segundo.

—No. Déjala descansar un poco más.

Desde las escaleras me mordí el labio. Estaba tan concentrando que solo pude mirarlo y sentirme mal; la noche anterior no había pasado nada entre nosotros. Pues en cuanto sentí su sexo, me llenó el remordimiento y una fuerte sensación de traición. Sentí que le estaba fallado a mi marido y me quité al señor Demian de encima. Afortunadamente él entendió y para no sentirse tentado me dejó dormir sola y él se marchó a otra habitación.

En otros tiempos, tal vez me hubiese obligado o se hubiese puesto furioso. Como yo, él había cambiado tanto.

—Lizbeth —pronunció mi nombre, notándome al fin.

Le sonreí y él enseguida se levantó para venir a mí. Me dio un corto pero apasionado beso en la boca, a la vez que apoyaba una palma en mi mejilla; era un gesto demasiado cariñoso.

—¿Dormiste bien? —inquirió dándome toda su atención.

Asentí y sintiéndome mejor llevé mis brazos a su cuello.

—Sobre anoche, quisiera explicarte que...

—No tienes qué decirme nada —me atajó poniéndose serio—. Yo sé que es difícil para ti tener intimidad conmigo de nuevo, y lo entiendo muy bien. No te presionaré, esperaré hasta que tú quieras.

Totalmente impresionada miré a ese guapo hombre y sentí que mi corazón vacilaba. Definitivamente era otro, el Demian que solía conocer nunca hubiese aceptado un no como respuesta.

—Yo... de verdad quiero recuperar lo que teníamos —le dije bajando la vista, mirando como sus pectorales se marcaban bajo su camiseta negra.

Él suspiró y dulcemente me pasó los dedos por el lacio cabello.

—Lo sé, yo ansío lo mismo. Pero es un proceso y no quiero que lo arruinemos apresurando todo. Por ahora, soy muy feliz de solo verte y tenerte cerca.

Volví a levantar la mirada hacía él y ver sus tranquilas facciones fue suficiente para mejorar mi ánimo.

—¿Quieres acompañarme esta noche? —me propuso tomando una de mis manos llevándose la palma a los labios. La besó con una sonrisa—. Habrá una cena de amigos en la casa de Roland, ¿lo recuerdas?

Asentí. Roland era un buen amigo suyo, y como él, pertenecía a la mafia. Y también era el señor de una amiga mía que conocí cuando estudiaba allí, ella, como yo en el pasado, le solía servir como su prostituta.

—¿Isabel... sigue con él? —pregunté.

Me sonrió.

—Siguen juntos, pero ella ya no es su prostituta, sino su esposa. Se han casado —escuchar eso me alegró, al menos era ella muy feliz.

A veces lo olvidaba, me olvidaba de la vida que el señor Demián llevaba. Era un respetado miembro de la mafia, era socio de burdeles y dueño de empresas que le servían para lavar dinero, dinero que producía con la fabricación de armas de alto calibre que vendía no solo a otros mafiosos, sino al mismo ejército. Era un hombre de cuidado, temido y odiado por muchos. Esa había sido la razón de nuestra ruptura: su estilo de vida.

—Mariel te llevará a comprar lo que necesites —me dijo al oído, besándome en la oreja—. Compra todas las tiendas si lo deseas: joyas, ropa, lo que quieras. Pero esta noche quiero verte feliz y hermosa. ¿Lo harás?

Apreté los labios y no pude evitar sonreír mientras asentía y lo abrazaba. Más tarde Mariel y yo dejamos la casa y Mad nos llevó por la ciudad, abordamos varias tiendas y ella compró para mí demasiada ropa: lencería, vestidos de gala y sencillos, faldas, shorts, blusas, medias y tacones de todo tipo. Incluso en las joyerías no escatimó en precios y compró collares, gargantillas, aretes, pulseras y anillos.

—El señor solo quiere hacerte feliz, Livy —me dijo Mariel en el auto, cuando volvíamos por la tarde y yo veía las descomunales notas de factura—. Deja que te consienta.

—Es solo que podría haber usado lo que dejé antes de que me fuera. No era necesario comprarme todo nuevo...

—Siendo sincera, después de que te fuiste y supo que ya nunca volverías, me pidió deshacerme de todas tus cosas. Creo que le dolía ver todo eso, sabiendo que no volvería a verte con ellas.

Apreté los labios. No había pensado en lo difícil que debió ser para él nuestra separación, yo me casé con otro y fui egoísta al no pensar más en su dolor.

—¿Él... sufrió mucho por mí? —le pregunté al ama de llaves.

Por favor, di que no, dime que lo superó y siguió su vida.

—Sufrió como nunca lo vi sufrir. Que te casaras con otro le partió el alma, casi lo mata. Pero ahora que has vuelto, él parece vivir de nuevo.

Alejé la mirada de ella, sintiéndome como una villana. ¿Tanto daño que había causado al irme? Por ello, esta vez trataría de remediar todo, de hacerlo feliz y buscar que nuestra relación durará toda la vida.

Lo intentaría con ganas. Esta vez no me rendiría. Al llegar a la zona residencial, no espera a que Mad me abriera la puerta, yo salí y me dirigí a la casa, ansiosa de verlo y repetirle lo dispuesta que estaba a luchar por nuestra relación. Pero cuando crucé la puerta y me dirigí a la sala, encontré que no estaba solo. Abigail está sentada a su lado y trabajaban juntos mientras ella le contaba su día y él le sonreía.

Ver la forma en que su sonrisa era sincera y amable, me recordó al inicio de nuestra relación. De inmediato sentí un flechazo de celos atravesar mi pecho. Ella era alguien para él, lo veía, pero ¿qué tanto le importaba esa mujer? ¿Qué tanto significaba ella para él?

Mientras los miraba charlar y reír juntos, sentí que ella sí era una razón para preocuparme. Abigail tenía un lugar fijo en la vida del señor Demian y yo... yo podría perderlo.

Por la noche, después de que ella se marchó y yo al fin pude subir para arreglarme en paz, pensé en cómo pudo ser que ella se acercará tanto a él, ¿cómo pasó? ¿En qué momento él le permitió decir su nombre y entrar a su casa?

—¿Ocurre algo? Llevas toda la tarde frunciendo el ceño —me comentó su voz de repente.

Di un respingo, notando que llevaba rato mirándome desde la puerta.

—No pasa nada.

Rápidamente me subí las medias y traté de cerrar el cierre del vestido, pero al ver que no lo lograba, él entró y lo deslizó por mí. Cuando terminó, pasó las manos por mi cintura y me besó un hombro.

Me estremecí un poco.

—Había olvidado lo perfecto que te va este color —musitó, apoyando su pecho en mi espalda desnuda.

Mi vestido de esa noche era largo, de satín dorado, con un escote holgado y la espalda descubierta, con delgadas cadenillas de oro como tirantes.

—Te ves preciosa. Eres la mujer más hermosa que he conocido, lo fuiste desde el principio.

Me volví y apoyé las manos en sus anchos hombros. Suspiré mirando lo apuesto que lucía. Él ya traía puesto un traje corte italiano de oscuro color granate, pero sin la chaqueta, solo el ajustado chaleco que se tensaba sobre su pecho. Él era fuerte, protector y electrizante.

—Anoche... de verdad quería hacerlo —le dije, mirando su manzana de adan y su bien definida mandibula. Se acababa de rasurar—. En realidad, aun lo deseo.

Él trago fuerte y su mirada destelló de excitación, incluso sus facciones se oscurecieron un poco. Pero solo se limitó a menear la cabeza y hundir la cara en la curva de mi cuello. Gemí cuando sentí su lengua lamer despacio mi piel y lancé un jadeo cuando sus labios succionaron repentinamente.

—Demián.... —suspiré su nombre, ladeando el cuello y arqueando la espalda.

Una de sus manos se mantuvo en mi cintura, mientras la manoseaba el trasero por encima del vestido. 

—Ansío hacerte mía de nuevo, Lizbeth —jadeó, antes de morderme con fuerza, provocando que yo apretará los labios para no gritar—. Deseo llenarte el cuerpo de marcas y follarte tan duro como antes.

Apreté los muslos y noté cómo mi cuerpo se sentía cada vez más caliente. Llevé mis manos a su cabello y tiré de él, su respuesta fue un gruñido ronco y las marcas de sus dedos en mis caderas.

—Lizbeth, quiero que todos y tú misma sean concientes de que has vuelto a ser mía, que en el fondo, siempre lo fuiste y lo seguiras siendo. Lo sabes, ¿verdad? Nunca dejaste de pertenecerme.

¿Era así? No lo sabía, en realidad, comenzaba a perder la razón. Jadeé en su oído y respirando rápido me sujeté a sus brazos. Cerré los ojos, entre mis piernas sentí cómo mis panties se humedecian. En mi vientre bajo empezaba a despertar una desesperante necesidad. ¿Ibamos a...?

—Pero voy a esperar —dijo y se alejó sin más. Me dio un breve beso en la boca mientras yo lo miraba con las mejillas rojas y expresión confusa—. No quiero hacerte el amor y verte despues arrepentida. Quiero que lo disfrutes y que lo desees, tanto como yo.

Mi excitación se nubló y me sentí ligeramente ofendida por su rechazo, pero inmediatamente comprendí sus intenciones y asentí con un suspiro. Mientras él me volvía a arreglaba el vestido y me ayudaba a subir a los tacones, me sentí tentada a preguntarle sobre su amistad con Abigail, incluso pensé en decirle que ella no me gustaba.

Pero al final solo pude sonreírle y decirle lo que más quería.

—Hagamos que esto funcione. Quiero que esta vez salvemos nuestra relación. ¿Querrá... intentarlo conmigo?

Durante un instante solo me miró desde el suelo, luego poco a poco sus labios comenzaron a sonreírme. Y finalmente levantandose, me rodeó por la cintura y me elevó unos centímetros del suelo. Nos besamos y nos sonreímos. El futuro prometía mejorar.

Más tarde, él me ayudó a salir del Rolls Royce y de su brazo llegamos a la casa de Roland. Él pareció sorprendido de ver al señor Demián llegar conmigo, pero me dio la bienvenida con una sonrisa amable.

—Lizbeth, qué gusto verte después de tanto tiempo. Espero tener la suerte de ver esta belleza más seguido —dijo estrechando mi mano y mirando a su amigo.

El señor Demián bajó la mirada hacía mí.

—Así será, esta vez no la dejaré marchar.

Antes de poder comentar nada, una guapa mujer apareció detrás de Roland y lo tomó del brazo.

—Cariño, ¿cuándo llegará el señor Daniels...?

 Pero al percatarse de que su marido no estaba solo, volteó y entonces abrió desmesuradamente los ojos. Le sonreí.

—¡Livy!

Inmediatamente se lanzó a abrazarme.

—No puedo creerlo... ¡No puedo creer que estés frente a mí! —dijo con incredulidad—. Pensé que nunca volveríamos a vernos.

Tuve que soltar el brazo del señor Demián para poder envolver el delgado cuerpo de la chica. Ella era mi mejor amiga allí, y la había extrañado tanto.

—Isa, yo también estoy tan feliz de verte —le dije, casi queriendo llorar—. Todo este tiempo te extrañé tanto, y estoy tan feliz de saber que te casaste.

Ella se rio y se alejó para poder verme bien. También saludó al señor Demián y después se acercó a su esposo, Roland la abrazó. Ambos parecían ser muy felices, en especial Isabel.

—Livy, nos hubiera encantado tenerte en nuestra boda, fue hace 1 año, pero supongo que tú...

—Detente Isabel, ella no hubiese podido venir —dijo otra voz, y como sucedió con Demián, la reconocí enseguida. Era la voz de Gisel, su ex prometida.

La guapa mujer apareció desde interior de la casa, de la mano de un hombre igual de apuesto que ella, de castaños cabellos y mirada penetrante. Usaba un traje negro de sofisticado corte inglés.

—Después de todo, estaba viviendo sus últimos días con su esposo. ¿O estoy mintiendo, Evelyn? Así te llamabas cuando eras la esposa del fallecido Ceo Sebastián, ¿no? ¿Por qué has vuelto a cambiarte el nombre? ¿Pretendes fingir que esos 4 meses de matrimonio nunca existieron?

Tatty G.H

¡HOLA, QUERID@ LECTOR@! Gracias por comenzar y acompañarme en esta historia. Espero disfrutes tu lectura y cada capítulo. Estaré actualizando tan seguido como sea posible. Ojalá puedas dejar un comentario para apoyar la historia, ¡me encantará leerte! LAMENTO SINCERAMENTE LA DOBLE PUBLICACIÓN DE ESTE CAPITULO, ESPERO RESOLVER PRONTO EN PROBLEMA Y DARTE UNA MEJOR EXPERIENCIA DE LECTURA

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