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Ninguno de los presente podía dar crédito a lo que decía ella. Y lamentablemente la joven no tendría de su parte bonitas palabras en las que pudiera refugiarse. Estaba sola en ese momento, se miró las manos y finalmente se cubrió el rostro cayendo de rodillas al suelo. El quiebre fue inmediato, los sollozos no se detenían.

Se escucharon maldiciones, la voz cargada de enojo de Giselle que fue detenida por el propio Adrick por petición de se padre. Y ella fue recogida por su padrastro, quien la elevó por los hombros, pero sus brazos jamás la rodearon. Cómo era de esperarse, no encontraría en apoyo en ninguno, solo reclamos, regaños por haber quedado embarazada a esa edad, por romper las reglas.

—Hablaremos, lo haremos como personas civilizadas —le dijo, en un tono que destilaba dureza.

A duras penas asintió.

Lo siguió, al otro salón, al enorme living, se sentía tan pequeña, tan expuesta y vulnerable.

—Lo siento, lo siento mucho —no dejaba de disculparse por eso. Un error, una grave
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