Luciana rompió a llorar.En la mente de Alejandro, ella siempre había sido extremadamente fuerte, casi nunca lloraba, sobre todo por temas del corazón. La única persona que solía sacarle lágrimas era Pedro. Pero esta vez, estaba llorando por él, por su culpa.Azorado y con torpeza, Alejandro intentó calmarla:—Luciana, yo… lo siento…Levantó la mano, con la intención de secarle las lágrimas, pero ella se apartó. Giró el rostro para evitarlo.—Por favor, sal de aquí. No quiero verte ahora. Déjame sola un momento, ¿sí?Ante eso, Alejandro vaciló, sin querer irse, pero la sentía tan reacia…—Está bien, saldré.Con voz ronca, se retiró del estudio caminando hacia atrás, y se quedó un buen rato junto a la puerta sin decir nada. Había provocado que Luciana se sintiera herida… ¿Acaso la había acusado injustamente? Entonces, ¿para qué había ido ella a ver a Mónica? Pensándolo bien, el asunto del secuestro doble también había sido raro. ¿Por qué se habían reunido esas dos, si nunca se han lleva
Entonces, alguien comenzó a bromear:—Herrera, esta es una gran ocasión. ¿No piensas invitarnos a algo para celebrar?—¡Exacto! Con lo de la “señora Guzmán” y eso… ¿no amerita una buena comilona?—¿Qué tal un fiestón?Las voces se mezclaban sin orden, cada vez más animadas. Delio echó un vistazo a su nueva pupila y alzó la mano para calmar el jolgorio.—Tranquilos. Somos sus profesores y compañeros de más antigüedad. Haremos una bienvenida organizada por el departamento, como se debe.—Ah… —De inmediato, el ambiente se calmó un poco.La verdad, los festejos del departamento eran siempre lo mismo: un presupuesto limitado y los mismos lugares de siempre. Mucho más discreto que cualquier plan que involucrara a la “señora Guzmán.”Alguien todavía no se daba por vencido y volvió a preguntar:—Herrera, ¿usted qué opina?—Yo… —Luciana no supo qué responder.Ella no tenía tanto dinero y, si le tocaba pagar, sería peor que la propia fiesta del departamento. Quizá podría ofrecerles a todos otra
Una vez que salieron del área de cirugía, e incluso al abandonar el edificio, Luciana continuó con el ceño fruncido.—Luciana… —Alejandro la tomó del brazo—. ¿Por qué estás tan seria?Si él preguntaba, ella respondería con franqueza.—Invitar a mis colegas a comer debió ser mi decisión. ¿Por qué actuaste por tu cuenta y lo propusiste sin consultarme?—¿Eh? —Alejandro sintió que lo estaban culpando injustamente—. Yo pensé que estaría bien reservar ese lugar. ¿No te encanta la comida de Cozyroom?—¿Encantarme? —bufó Luciana, furiosa—. ¿Tienes idea de cuántas personas somos en el departamento? ¡Entre médicos y enfermeras sumamos casi treinta!—¿Y eso qué tiene? —inquirió Alejandro, sin entender el problema.«¿Y eso qué tiene?»Luciana calculó mentalmente y concluyó que la cuenta rondaría los trescientos mil. Se llenó de indignación:—¿Te das cuenta de lo caro que es?—¿Caro? —repitió Alejandro, frunciendo el ceño—. No es para tanto… Podemos costearlo sin problema.«¿No es para tanto?», pe
El lugar se llenó de un silencio incómodo. Luciana deseó que la tierra se la tragara. ¿Por qué tenía que soportar semejante escena?—¡Mónica! —gruñó Luciana, forcejeando para sacarla de ahí—. ¡Si quieres hablar con Alejandro, márcale al teléfono! —Tiró de ella con fuerza hacia la salida.—¡No! ¡No me iré! —gimió Mónica, luchando por zafarse—. ¡Quiero ver a Alex! ¡Quiero verlo!—¡Te digo que él no…!No terminó la frase, porque Mónica de pronto soltó su brazo y echó a correr.—¡Alex!Alejandro acababa de llegar a la zona de hospitalización y se quedó perplejo al ver a Mónica. ¿Qué hacía ella aquí? Su instinto fue buscar la mirada de Luciana. Ella se quedó inmóvil por un segundo y, acto seguido, desvió la vista. Eso sólo aumentó su inquietud.Mientras tanto, el resto de los presentes observaba la escena con un interés casi morboso. Todos habían visto en redes sociales los rumores que vinculaban a señor Guzmán con la famosa Mónica, noticia que en su momento causó revuelo. Ahora, parecía qu
Con tantas miradas fijas en ella, Luciana no tenía escapatoria. Además, pensando en Pedro, no le era posible llevarle la contraria a Alejandro.—Delio, creo que es mejor que todos bajen ya —dijo con una leve sonrisa.—De acuerdo…—¡Excelente!—Bueno, vámonos, que ya muero de hambre.—Lo mismo digo, no he comido casi nada en todo el día para guardar espacio.Entre bromas y comentarios, el grupo salió al estacionamiento, haciendo como si nada hubiera pasado. Con el apoyo de seis o siete autos que esperaban, se dirigieron a Cozyroom.A diferencia de otros restaurantes bufet, este lugar era tranquilo. La gente se acercaba a elegir sus platillos con discreción y conversaba en voz baja. Sergio había reservado tres grandes mesas, contiguas y junto a una ventana privilegiada.La comida, desde frutos del mar hasta carnes y postres, incluía opciones de cocina mexicana, italiana, portuguesa… Todos los ingredientes se veían fresquísimos y la presentación era exquisita, algo que no se ve en cualqui
Rosa, muy atenta, le colocó una albóndiga de camarón en el plato, pero Luciana la miró extrañada.—No la quiero.Rosa se quedó fría. Esa no era la Luciana de siempre. Se inclinó hacia ella, preocupada:—Luciana… ¿estás segura de que no te emborrachaste?—¿Eh? —Luciana giró la cabeza con la mirada algo perdida—. No, estoy perfectamente bien.Claramente no lo estaba.Rosa tragó saliva y se inclinó hacia ella, preocupada.—¿Te sientes mal en alguna otra forma?—No —respondió Luciana, soltando una risita.—¿Y… tu vientre? —Rosa dirigió la mirada a su abdomen. Dentro de él crecía el futuro heredero de la familia Guzmán; cualquier detalle era importante.—¿No te duele el estómago?—¿El estómago?Luciana posó ambas manos sobre su vientre, acariciándolo con cuidado.—Ah, es mi bebé…Rosa intercambió una mirada de alarma con Jhonny. ¿Qué podían hacer?De repente, un murmullo se propagó por la mesa. La gente se levantó y volteó hacia la puerta.—¡Señor Guzmán!—Señor Guzmán, buenas noches.Delio
Alejandro se fue a recoger el sancocho y otros platillos calientes que le gustaban a Luciana. Varias veces los meseros se ofrecieron a ayudarle, pero él se negó.—Señor Guzmán, déjenos…—No, gracias. Mi esposa me lo pidió a mí —respondió, sin admitir la asistencia de nadie.Regresó a la mesa con un pequeño calentador en el que puso el caldo, y pronto empezó a burbujear. Tomó también verduras y carnes, exactamente como sabía que a Luciana le gustaban.Luciana miraba la olla con la boca hecha agua. En cuanto la carne estuvo lista, Alejandro la sacó y se la sirvió en su plato, acompañándola con la salsa tal como a ella le gustaba.—Listo. Puedes comerla ahora —le dijo con suavidad.Luciana no respondió, sino que se concentró en masticar, llenándose las mejillas de comida hasta casi cerrarle los ojos de gusto.—¿Está bueno?—Sí —asintió ella con entusiasmo, señalando de nuevo la olla—. Quiero más.—De acuerdo.—Y también esas bolitas de res.—Lo que tú quieras.A ojos de los compañeros, er
—No me rebajaré a discutir con ustedes —El enojo de Rosa le impedía responder con calma, y su rostro se tensó—. Pero será mejor que cuiden su lengua. Si Luciana se entera, o peor aún, si se lo cuento al señor Guzmán… ¿no han visto lo mucho que él la protege? Díganme, ¿creen que se los perdonaría?Al oír eso, las dos jóvenes palidecieron. Ya había rumores sobre cómo Leticia fue “destruida” por meterse con Luciana, así que no dudaron en creerlo.—Nosotras no volveremos a hacerlo, ¡por favor, no se lo diga al señor Guzmán!—Sí, en serio. Fue un momento de tontería.—¡Uf! —Rosa las miró con desprecio—. ¿Y qué siguen haciendo aquí? ¡Lárguense!—Sí, sí, nos vamos.—¡Vámonos!Las muchachas se dieron la vuelta… y se toparon de frente con Alejandro.—Se-señor Guzmán… —balbucearon, tragando saliva.El rostro de Alejandro lucía sombrío.—Escuché perfectamente lo que decían. Si vuelven a hacerlo, acabarán peor que Leticia.—¡…!Asustadas, no necesitaban más explicaciones: Leticia había caído en de