«¿Qué demonios está pasando con Luciana?» pensó Sergio, nervioso.¿Acaso estaba jugando con Alejandro?El reloj avanzaba lento pero implacable. El sol, que al principio iluminaba el salón, comenzó a descender en el horizonte, alargando las sombras. ***Para cuando la cirugía terminó, ya eran más de las cinco de la tarde.—¡Demonios!Luciana salió apresuradamente del quirófano, con el corazón latiéndole rápido. Se dio una ducha rápida y corrió hacia la oficina para buscar su celular.Al encenderlo, vio varias llamadas perdidas de Sergio. Sin perder tiempo, lo llamó.—Sergio, soy yo.—¡Luciana! —La voz de Sergio sonaba tensa, pero contenida—. ¿Qué pasó? ¿Por qué no viniste?Luciana se pasó una mano por el rostro, tratando de aliviar la tensión.—Lo siento. Hubo una emergencia de último minuto y no tuve tiempo de avisarles…De pronto, otra voz tomó el control de la llamada.—¿Dónde demonios estás? —rugió Alejandro desde el otro lado de la línea.Luciana, sorprendida por la furia en su to
No era la primera vez que Alejandro le decía algo así.Luciana realmente no entendía a qué se refería. ¿Qué era lo que "no entendía"?Pero esta vez sabía que estaba equivocada. Había llegado tarde y fallado a la cita. ¿Qué podía decir? Lo único que le quedaba era aceptar las críticas.Con un tono humilde, intentó enmendar su error:—Llegar tarde y faltar fue mi culpa. Retrasé tus planes… Si quieres, mañana temprano…Ja.El sonido escapó de los labios de Alejandro como un suspiro amargo. Su rostro permanecía inexpresivo, pero el disgusto en sus cejas era imposible de ocultar.—¿Crees que estoy tan desocupado como para que puedas citarme a tu antojo?Luciana quedó sin palabras.—No quise decir eso —murmuró, bajando la mirada.Solo estaba intentando acomodarse a su enojo. Si él había esperado toda la tarde en el registro civil, seguramente era porque estaba realmente molesto.Pero Alejandro no le dio espacio para explicarse.—¡Sergio! —gruñó, desviando la mirada hacia su primo.Sergio se
Martina no se detuvo:—Antes no peleaste por lo que era tuyo porque no podías ganar, pero ahora… Ricardo te está dando la oportunidad en bandeja. ¡No la desperdicies!—Pero… —titubeó Luciana, con dudas reflejadas en sus ojos—. Si él está haciendo esto, debe haber una razón.Martina levantó la barbilla, confiada.—¡Perfecto! Que él tenga sus motivos, y tú los tuyos. Si lo que quieres es recuperar lo que te pertenece a ti y a Pedro, es completamente justo.Esas palabras encendieron algo dentro de Luciana, una chispa de claridad y determinación.Tras unos segundos de reflexión, una sonrisa ligera se dibujó en su rostro.—Tienes razón. Tiene sentido.Martina la tomó de la mano, apretándola con entusiasmo.—¡Eso es! Ve y recupera lo que es tuyo. Será mucho más fácil para ti y para Pedro vivir tranquilos después de esto.Hizo una pausa y lanzó una mirada significativa hacia el vientre de Luciana.—Además, también tienes un hijo en camino. Esto podría resolverlo todo.Luciana respiró profunda
Clara temblaba de rabia, sus palabras salían atropelladas por la indignación:—¡¿Hija?! ¡¿Esa mujer?! ¡¿Tu hija?! ¡Ricardo, no olvides que todo lo que tienes ahora se lo debes a Mónica! ¡Ella es quien te ha ayudado a salir adelante!Ricardo se reclinó en su silla, ajustándose las gafas con parsimonia.—¿En serio? —dijo, con un tono cargado de sarcasmo—. ¿De verdad crees que no sé lo que pasó? Porque yo sí sé. Sé perfectamente que la noche en el Hotel Real, la persona que estuvo con Alejandro fue Luciana, no Mónica.Mónica palideció al instante.—¡Papá! —exclamó, su voz temblando de nerviosismo—. ¿Qué sentido tiene hablar de eso ahora?Clara ya no se mostraba tan altiva como antes.—¿Qué quieres decir? ¿Vas a contárselo al señor Guzmán? No olvides que esa mocosa te odia. Si la verdad sale a la luz, no vas a sacar ningún beneficio. Y además, ¿quieres perjudicar a Mónica? ¡Mónica también es tu hija!—Así es, papá —dijo Mónica, asintiendo repetidamente.Ricardo no se inmutó ante sus palabr
—Entonces esperamos un poco y comemos cuando sirvan.Ricardo cambió la mirada hacia Clara y Mónica, que estaban sentadas al otro lado de la mesa.—Luciana, saluda a tu tía y a tu hermana.Luciana frunció ligeramente el ceño, pero recordó el motivo de su presencia. Tragó el malestar que sentía y asintió con una leve inclinación de cabeza.—Tía, hermana.Clara, con una sonrisa que apenas escondía su falsedad, respondió:—Luciana, qué gusto verte.Sus palabras sonaban tan vacías como su gesto.—Hace mucho que no nos veíamos. Hoy es el cumpleaños de tu papá, así que vamos a disfrutar juntos como familia.Lo decía sin pestañear, como si entre ellos nunca hubieran existido resentimientos.Luciana reprimió una risa amarga. Estos dos eran, sin duda, el uno para el otro. Ambos eran expertos en fingir.A comparación de ellos, la seriedad en el rostro de Mónica resultaba más sincera.—Hoy es el cumpleaños de papá. Si ya estás aquí, lo mínimo es compartir una buena comida.Luciana sonrió apenas, s
A diferencia de la furia que bullía en Alejandro, Luciana sonrió con sutileza, clavando sus ojos en Ricardo.Su mirada parecía preguntar: «¿La hija de un viejo amigo? ¿Esto es lo que llamas "una reunión familiar"?»Ricardo, incómodo, desvió la vista rápidamente y cambió de tema.—Luciana, señor Guzmán, ustedes…Ignoró deliberadamente la expresión inquisitiva de Luciana, dejando claro que no tenía intención de reconocerla.Luciana, sin perder la compostura, no lo confrontó. En su lugar, giró hacia Alejandro con una sonrisa tranquila.—No hace falta presentaciones. Mi exesposo. Todos aquí lo conocen, ¿verdad?Su franqueza tomó a todos por sorpresa, incluso a Clara, quien, a pesar de su habitual habilidad para disimular, quedó momentáneamente sin palabras.Sin detenerse, Luciana continuó:—Y, si no me equivoco, ahora tengo que llamar a Mónica "hermana mayor". Entonces, señor Guzmán, ¿eso lo convierte en mi cuñado?Su mirada se dirigió hacia Mónica, acompañada de una sonrisa aparentemente
Con el rostro helado y la piel blanca resplandeciendo bajo la luz, Luciana pasó de largo sin mirar atrás.—¡Luciana!Incapaz de detenerla, Alejandro presionó sus dedos contra sus sienes y, frustrado, la siguió rápidamente.***De regreso al comedor, todo estaba perfectamente dispuesto.Ricardo, siempre atento, se apresuró a tomar asiento junto a Luciana, apartándole la silla con un gesto cortés.—Adelante, Luciana. Siéntate aquí.—Gracias. —Luciana tomó asiento, como si todo estuviera en perfecta armonía.Frente a ella, dos ojos oscuros ardían con una intensidad palpable.Por supuesto, Alejandro había elegido el asiento directamente enfrente. Con el rostro serio y una mirada penetrante, la observaba sin apartar la vista.Luciana, fingiendo no notar nada, bajó la cabeza para tomar un sorbo de agua.El mesero se acercó con una bandeja, dejando sobre la mesa pequeñas toallas calientes para las manos.—Luciana. —Ricardo tomó una de las toallas, extendiéndola cuidadosamente hacia ella—. Ten
Poco después, Ricardo no pudo más.Con el rostro enrojecido y un hipo intermitente, levantó ambas manos en señal de rendición.—Señor Guzmán, de verdad no puedo seguir.—¿Ah, no? —respondió Alejandro, fingiendo decepción—. Qué pena, tenía ganas de seguir compartiendo con usted esta noche especial.Luciana, en silencio todo este tiempo, llamó discretamente al mesero y pidió una taza de agua caliente.Cuando se la trajeron, la colocó frente a Ricardo.—Beba un poco de agua caliente, le ayudará.—Gracias.Ricardo tomó la taza con una sonrisa de gratitud, mirando a Luciana con orgullo mientras asentía complacido.Del otro lado de la mesa, Alejandro se tensó, su rostro endurecido por una furia contenida.¿Acaso no sentían vergüenza?Actuaban con una cercanía descarada frente a todos.Por otro lado, Clara y Mónica también lucían tensas, pero por razones distintas. Para ellas, esa cercanía era preocupante. Algo no cuadraba.—Bueno… —Clara forzó una risa, mirando el reloj—. Es hora de cortar e