Cuando regresaron al salón, Alejandro se sintió inmediatamente aburrido.Miró a Mónica y dijo con desinterés:—Vamos. Esto no tiene sentido.Mónica asintió sin objeción alguna, aunque no pudo evitar notar que Alejandro parecía molesto.—¿Ocurrió algo? —preguntó con cautela.—No.La mirada de Alejandro se desvió hacia su vientre.—Dormir tarde no es bueno para tú y el bebé.—…Sí.Mónica forzó una sonrisa, pero por dentro estaba llena de ansiedad.¿Qué iba a hacer? Alejandro parecía muy atento y preocupado por ese bebé inexistente.Si no encontraba una solución pronto, se arriesgaba a que toda su mentira se volviera en su contra.—¿Pasa algo? —preguntó Alejandro, entrecerrando los ojos al notar que su rostro lucía pálido.—No es nada —respondió Mónica rápidamente, tratando de ocultar su inquietud con una sonrisa—. Solo quiero ir al baño.—Te acompaño.—No hace falta…—Sí hace falta.La determinación de Alejandro era evidente. No quería que Mónica estuviera sola, especialmente en su «cond
El truco surtió efecto. Alejandro se detuvo de golpe y la soltó, preocupado.—¿Te duele mucho? ¿Es grave…?No terminó de hablar porque, en cuanto aflojó su agarre, Luciana giró sobre sus talones y comenzó a alejarse apresuradamente.—¡Luciana!Alarmado, Alejandro dio unos pasos rápidos para alcanzarla. Antes de que pudiera escapar, extendió los brazos y la atrapó, sujetándola contra su pecho.—¡Ah!Luciana abrió los ojos con sorpresa, quedando inmóvil en su abrazo.Antes de que pudiera reaccionar, ya fuera para forcejear o exigir una explicación, todo se oscureció.La cálida y amplia palma de Alejandro cubría sus ojos.Con voz baja y apremiante, él le susurró:—No mires…—¿Qué? —preguntó Luciana, desconcertada. Supuso que se trataba de otro de sus trucos y, con ambas manos, intentó apartar la de él—. ¡Déjame ver!Pero Alejandro no se movió. No podía permitirlo.Con la mandíbula apretada, miró a Fernando y Bruna más adelante.Aunque no podía escuchar lo que decían, vio claramente cómo F
A pocos pasos de distancia, Fernando y Bruna estaban de pie, uno al lado del otro.Luciana, sin querer, se encontró de frente con ellos.—Lu-Luciana…Fernando fue el primero en hablar, aunque su voz salió temblorosa y entrecortada, reflejando su incomodidad.Bruna alzó la mirada hacia él, con una sonrisa ligera.—¿Es tu amiga?—Sí… no… es la chica que me gusta.Fernando asintió primero, pero luego negó con la cabeza, visiblemente nervioso.Sin prestarle más atención a Bruna, avanzó rápidamente hacia Luciana. Bajó la mirada y habló en un tono suave:—Es tarde. ¿Qué haces aquí?Luciana, aunque inicialmente sorprendida por el encuentro, pronto recuperó la compostura.Asintió tranquilamente.—Delio tenía una reunión aquí. Me pidió que le trajera unos documentos.Era la misma respuesta que le había dado a Alejandro.—Ya veo.Fernando inclinó ligeramente la cabeza. Al notar que Luciana llevaba una mochila, extendió la mano, como solía hacer, para tomarla.En el pasado, ella nunca había recha
Afuera, en el pasillo, Alejandro, Fernando y Bruna esperaban en un incómodo silencio.De repente, el teléfono de Bruna sonó.—¿Mamá? Sí, ya terminó todo. Pronto estaré de regreso.Colgó, luego miró a Fernando con ojos esperanzados.—Fernando, mi mamá quiere que regrese a casa.Fernando permaneció inmóvil, sin siquiera responder.Era evidente que no pensaba irse. No se movería hasta que Luciana saliera.Bruna suspiró y, viendo que no obtenía respuesta, agregó:—Entonces me iré sola.—Está bien…Fernando asintió levemente, incapaz de desviar su atención de la puerta del salón. No podía dejar a Luciana, no en este momento.Pero entonces su propio teléfono comenzó a sonar. Era Victoria.—¿Mamá?La voz de Victoria llegó firme y preocupada.—Fernando, ya es tarde. ¿Por qué no has llevado a Bruna a casa? Qué bueno que se lleven bien, pero no deberían quedarse fuera tan tarde. Sus padres estarán preocupados.Fernando miró a Bruna y frunció el ceño.—Es tarde, hijo. Llévala a casa con seguridad
Luciana no dijo nada, solo le lanzó una mirada de soslayo a Alejandro, suficiente para desarmarlo por completo.Se calló de inmediato y dio media vuelta, cruzándose de brazos mientras miraba hacia otro lado.«Ojos que no ven, corazón que no siente.»—Ve, rápido. —Luciana esbozó una sonrisa ligera mientras hacía un gesto hacia Fernando para que se apresurara.—Luciana, gracias. —Fernando asintió, con una mezcla de alivio y culpa—. Llevaré a Bruna a su casa, pero volveré enseguida. Por favor, prométeme que no te enojarás ni pensarás cosas raras, ¿sí?Luciana no respondió directamente, solo agitó la mano para apurarlo.—¡Anda ya!—Está bien. Espérame.Antes de marcharse, Fernando se giró una vez más para mirarla, como si buscara asegurarse de que todo estaba bien. Luego aceleró el paso, deseando terminar cuanto antes para regresar con ella.Cuando ellos se fueron, el silencio se apoderó del lugar.Luciana observó en silencio la dirección por la que Fernando había desaparecido, sumida en s
Luciana permaneció tranquila, dejando que Mónica se desahogara.La verdad era que podía entender por qué una mujer estaría molesta al ver a su pareja con su exesposa.Sin embargo, su comprensión llegaba solo hasta ahí.—No estoy detrás de tu novio —dijo con un tono sereno, casi indiferente—. De hecho, fue solo una coincidencia.—¿Ah, sí? —Mónica entrecerró los ojos y dejó escapar una risa fría, como si las palabras de Luciana fueran una ofensa más.—Entonces explícamelo. —Se inclinó hacia adelante, con el dedo apuntando acusadoramente—. ¿Por qué sigues retrasando tu firma en el divorcio?—¿Qué? —Luciana parpadeó, visiblemente sorprendida, y dirigió una mirada rápida hacia Alejandro.—Mónica —intervino él, con un tono de disculpa—. Eso no tiene nada que ver con Luciana. Es mi culpa, no he tenido tiempo de…—¡Luciana! —Mónica lo ignoró por completo y mantuvo su atención fija en Luciana—. ¿Por qué no firmas? ¿Es porque no quieres dejarlo ir? ¿Porque aún tienes esperanzas con él?Cada pala
El rostro de Alejandro se tensó al instante, y una chispa de duda brilló en su mirada.No podía mentir y decir que Luciana no significaba nada para él.—Mónica —comenzó, con voz firme pero sincera—, ella fue mi esposa. Si algo le pasa o no está bien, no puedo simplemente ignorarlo. ¿Lo entiendes?El aliento de Mónica se quedó atrapado en su garganta.Alejandro siempre había sido honesto, incapaz de usar mentiras para suavizar la verdad.Ella tragó saliva, con los ojos llenos de lágrimas.—¿Y yo? ¿Dónde quedo yo en todo esto?Alejandro suspiró profundamente, con resignación en su mirada.—Mónica, yo te elegí a ti. Te prometí cuidarte a ti y a nuestro hijo, y no pienso romper esa promesa.Sus palabras no solo estaban dirigidas a ella, sino que también eran un recordatorio para él mismo.—¡Alex! —Mónica lloró mientras se arrojaba a sus brazos.—No me odies, por favor. ¡Tengo tanto miedo! ¡Miedo de que un día me digas que ya no me quieres!Alejandro se estremeció. Miró a la mujer que llora
Eran las diez de la noche en el Hotel Real.Luciana Herrera miró el número en la puerta: la suite presidencial 7203, confirmando que esa era, en el mismo momento en el que su teléfono comenzó a sonar. Era un mensaje de WhatsApp de su padre, Ricardo Herrera. «Si puedes complacer al señor Méndez, tu madrastra pagará el tratamiento de tu hermano».Después de leerlo, Luciana no mostró ninguna expresión en su pálido rostro.Ya estaba tan adormecida, y era incapaz de sentir dolor en su corazón.Desde que su padre se había vuelto a casar con Clara Soler, a su padre no le importaban ella ni su hermano en absoluto. Por eso su madrastra los estaba maltratando sin escrúpulos durante estos años.La falta de ropa y de comida era lo mínimo; ya que las palizas e insultos eran el pan de cada día.Y, esta vez, debido a las deudas de negocio, su padre la había obligado a… acostarse con un desconocido. En principio, Luciana se negó rotundamente, pero, al hacerlo, también logró que su padre y su madrast