A pocos pasos de distancia, Fernando y Bruna estaban de pie, uno al lado del otro.Luciana, sin querer, se encontró de frente con ellos.—Lu-Luciana…Fernando fue el primero en hablar, aunque su voz salió temblorosa y entrecortada, reflejando su incomodidad.Bruna alzó la mirada hacia él, con una sonrisa ligera.—¿Es tu amiga?—Sí… no… es la chica que me gusta.Fernando asintió primero, pero luego negó con la cabeza, visiblemente nervioso.Sin prestarle más atención a Bruna, avanzó rápidamente hacia Luciana. Bajó la mirada y habló en un tono suave:—Es tarde. ¿Qué haces aquí?Luciana, aunque inicialmente sorprendida por el encuentro, pronto recuperó la compostura.Asintió tranquilamente.—Delio tenía una reunión aquí. Me pidió que le trajera unos documentos.Era la misma respuesta que le había dado a Alejandro.—Ya veo.Fernando inclinó ligeramente la cabeza. Al notar que Luciana llevaba una mochila, extendió la mano, como solía hacer, para tomarla.En el pasado, ella nunca había recha
Afuera, en el pasillo, Alejandro, Fernando y Bruna esperaban en un incómodo silencio.De repente, el teléfono de Bruna sonó.—¿Mamá? Sí, ya terminó todo. Pronto estaré de regreso.Colgó, luego miró a Fernando con ojos esperanzados.—Fernando, mi mamá quiere que regrese a casa.Fernando permaneció inmóvil, sin siquiera responder.Era evidente que no pensaba irse. No se movería hasta que Luciana saliera.Bruna suspiró y, viendo que no obtenía respuesta, agregó:—Entonces me iré sola.—Está bien…Fernando asintió levemente, incapaz de desviar su atención de la puerta del salón. No podía dejar a Luciana, no en este momento.Pero entonces su propio teléfono comenzó a sonar. Era Victoria.—¿Mamá?La voz de Victoria llegó firme y preocupada.—Fernando, ya es tarde. ¿Por qué no has llevado a Bruna a casa? Qué bueno que se lleven bien, pero no deberían quedarse fuera tan tarde. Sus padres estarán preocupados.Fernando miró a Bruna y frunció el ceño.—Es tarde, hijo. Llévala a casa con seguridad
Luciana no dijo nada, solo le lanzó una mirada de soslayo a Alejandro, suficiente para desarmarlo por completo.Se calló de inmediato y dio media vuelta, cruzándose de brazos mientras miraba hacia otro lado.«Ojos que no ven, corazón que no siente.»—Ve, rápido. —Luciana esbozó una sonrisa ligera mientras hacía un gesto hacia Fernando para que se apresurara.—Luciana, gracias. —Fernando asintió, con una mezcla de alivio y culpa—. Llevaré a Bruna a su casa, pero volveré enseguida. Por favor, prométeme que no te enojarás ni pensarás cosas raras, ¿sí?Luciana no respondió directamente, solo agitó la mano para apurarlo.—¡Anda ya!—Está bien. Espérame.Antes de marcharse, Fernando se giró una vez más para mirarla, como si buscara asegurarse de que todo estaba bien. Luego aceleró el paso, deseando terminar cuanto antes para regresar con ella.Cuando ellos se fueron, el silencio se apoderó del lugar.Luciana observó en silencio la dirección por la que Fernando había desaparecido, sumida en s
Luciana permaneció tranquila, dejando que Mónica se desahogara.La verdad era que podía entender por qué una mujer estaría molesta al ver a su pareja con su exesposa.Sin embargo, su comprensión llegaba solo hasta ahí.—No estoy detrás de tu novio —dijo con un tono sereno, casi indiferente—. De hecho, fue solo una coincidencia.—¿Ah, sí? —Mónica entrecerró los ojos y dejó escapar una risa fría, como si las palabras de Luciana fueran una ofensa más.—Entonces explícamelo. —Se inclinó hacia adelante, con el dedo apuntando acusadoramente—. ¿Por qué sigues retrasando tu firma en el divorcio?—¿Qué? —Luciana parpadeó, visiblemente sorprendida, y dirigió una mirada rápida hacia Alejandro.—Mónica —intervino él, con un tono de disculpa—. Eso no tiene nada que ver con Luciana. Es mi culpa, no he tenido tiempo de…—¡Luciana! —Mónica lo ignoró por completo y mantuvo su atención fija en Luciana—. ¿Por qué no firmas? ¿Es porque no quieres dejarlo ir? ¿Porque aún tienes esperanzas con él?Cada pala
El rostro de Alejandro se tensó al instante, y una chispa de duda brilló en su mirada.No podía mentir y decir que Luciana no significaba nada para él.—Mónica —comenzó, con voz firme pero sincera—, ella fue mi esposa. Si algo le pasa o no está bien, no puedo simplemente ignorarlo. ¿Lo entiendes?El aliento de Mónica se quedó atrapado en su garganta.Alejandro siempre había sido honesto, incapaz de usar mentiras para suavizar la verdad.Ella tragó saliva, con los ojos llenos de lágrimas.—¿Y yo? ¿Dónde quedo yo en todo esto?Alejandro suspiró profundamente, con resignación en su mirada.—Mónica, yo te elegí a ti. Te prometí cuidarte a ti y a nuestro hijo, y no pienso romper esa promesa.Sus palabras no solo estaban dirigidas a ella, sino que también eran un recordatorio para él mismo.—¡Alex! —Mónica lloró mientras se arrojaba a sus brazos.—No me odies, por favor. ¡Tengo tanto miedo! ¡Miedo de que un día me digas que ya no me quieres!Alejandro se estremeció. Miró a la mujer que llora
Eran las diez de la noche en el Hotel Real.Luciana Herrera miró el número en la puerta: la suite presidencial 7203, confirmando que esa era, en el mismo momento en el que su teléfono comenzó a sonar. Era un mensaje de WhatsApp de su padre, Ricardo Herrera. «Si puedes complacer al señor Méndez, tu madrastra pagará el tratamiento de tu hermano».Después de leerlo, Luciana no mostró ninguna expresión en su pálido rostro.Ya estaba tan adormecida, y era incapaz de sentir dolor en su corazón.Desde que su padre se había vuelto a casar con Clara Soler, a su padre no le importaban ella ni su hermano en absoluto. Por eso su madrastra los estaba maltratando sin escrúpulos durante estos años.La falta de ropa y de comida era lo mínimo; ya que las palizas e insultos eran el pan de cada día.Y, esta vez, debido a las deudas de negocio, su padre la había obligado a… acostarse con un desconocido. En principio, Luciana se negó rotundamente, pero, al hacerlo, también logró que su padre y su madrast
Luciana se apresuró a regresar a casa, en donde, en el sofá de la sala se encontraba sentado un hombre de mediana edad, gordo y medio calvo, que miraba fijamente a Mónica, con una expresión de furia.—¡Una simple estrellita, y yo te prometí que me casaría contigo! ¿Cómo te atreves a hacerme esperar toda la noche?Mónica soportaba la humillación, a pesar de que ese calvo, Arturo Méndez, siempre usaba esa excusa para aprovecharse de las mujeres. Aunque realmente quisiera casarse, ¡sería como saltar a un pozo de fuego! ¿Quién se atrevería?Ella había tenido la mala suerte de que él se fijara en ella. Pero, como sus padres la querían, habían enviado a Luciana en su lugar. Sin embargo, ¿quién se iba a imaginar que Luciana escaparía en el último minuto?Clara, con una actitud sumisa, dijo:—Señor Méndez, lo sentimos mucho. Es solo una niña que no sabe lo que hace. Usted es un hombre muy comprensivo, no le dé importancia, por favor —repuso Clara, con una actitud sumisa.—Por favor, cálmese
—Señor Guzmán… —Arturo se detuvo de inmediato. En el mundo de los negocios, nadie con algo de poder desconocía a Alejandro—. ¿Qué lo trae por aquí?Alejandro ni siquiera le dirigió una mirada, sus ojos estaban fijos en Mónica, quien tenía los ojos llenos de lágrimas.Era la misma chica que la noche anterior había llorado entre sus brazos…De repente, levantó la mano y le dio a Arturo una bofetada tan fuerte que lo derribó, haciéndolo caer al suelo.—¡Puf! —Arturo escupió un diente, lleno de sangre.Los tres miembros de la familia Herrera estaban tan aterrorizados que no se atrevían ni siquiera a respirar.Alejandro esbozó una sonrisa burlona. —¿Cómo te atreves a molestar a mi mujer? —Su tono era tranquilo, pero cada una de sus palabras eran tan afiliadas como la hoja de una navaja. Arturo, tembloroso y aún en el suelo, se tapó la boca, apenas capaz de hablar.—Señor Guzmán, no sabía que era su mujer, ¡juro que no hice nada! ¡Por favor, perdóneme!Sin embargo, Alejandro no le creyó, p