Cuando al fin se animó, solo murmuró:—Ya es tarde…Alejandro la miró con una sonrisa insinuante.—Tienes razón. Hora de un baño. ¿Tú primero, yo primero… o juntos?—Y-yo… mejor voy yo primero —balbuceó Luciana, antes de apresurarse hacia el vestidor y, luego, al baño.Mientras se preparaba, se dijo a sí misma que después del baño lo hablarían. Abrió la ducha y, al ponerse bajo el agua, escuchó la puerta de vidrio deslizarse. Al voltear, vio a Alejandro.—Vamos a bañarnos juntos —dijo, entrando con su porte alto y seguro mientras cerraba la puerta tras él. Sin esperar respuesta, la rodeó con sus brazos y la atrajo hacia sí. Luciana resbaló levemente, pero él la sostuvo firmemente.Su rostro se tornó rojo en un instante.—¿Lo hiciste a propósito?Alejandro soltó una risa baja y se inclinó hacia ella, con un destello juguetón en los ojos.—Claro, lo hice a propósito. —Sin más, bajó la cabeza y la besó suavemente.—Mmm… —murmuró ella, acallada por sus labios.—No tengas miedo —le susurró
Alejandro no intentó detenerla. Se quedó observándola mientras se alejaba, con una sonrisa que no pudo reprimir. Si iba a besarlo, bien podría hacerlo bien.«Ese toque de inocencia y provocación… sí, es definitivamente ella», pensó, sintiendo que esa mezcla lo enloquecía poco a poco.***A las diez de la mañana, Luciana recibió una llamada de Martina.—¡Luci, Vicente ya está libre! Todo salió bien.Luciana soltó un suspiro de alivio.—Qué bueno.Alejandro, aunque a veces podía abusar de su influencia, cumplía su palabra.Pasó todo el día en casa, sin salir. A las siete de la noche, mientras ayudaba a los empleados a preparar la cena para el abuelo Miguel, sonó su celular.—¿Qué haces? —preguntó Alejandro.—Preparándole la cena a mi abuelo.—¿Y me has extrañado? —El cambio de tema la tomó por sorpresa, dejándola sin respuesta.Alejandro no pareció contento con su silencio.—Oye, te hice una pregunta, ¿por qué no contestas?A veces, ese hombre era tan terco como un niño. Luciana no tuvo
Alejandro estaba molesto. Apenas comenzaba la velada, y ya el mesero había mencionado el nombre de Mónica, estropeando el ambiente. Estaba a punto de reprenderlo, pero Luciana lo detuvo suavemente.—No pasa nada, de verdad. No es algo tan grave. Además, tengo hambre… —le dijo, tratando de aliviar la tensión—. Vamos a pedir, ¿te parece?¿De verdad no estaba enojada? Alejandro la miró con escepticismo. Conocía los celos femeninos y dudaba que Luciana no sintiera nada.—He venido aquí con Mónica antes, sí —admitió al final—, pero… en ese entonces aún… —se interrumpió, buscando cómo decirlo.—No tienes que explicarlo —respondió Luciana con calma, casi avergonzada por su intento de justificarlo—. Lo entiendo.Su rostro era sereno, como si realmente no le molestara. Pero, ¿qué era lo que "entendía"? Luciana se mostró tan comprensiva que Alejandro, en lugar de sentirse aliviado, experimentó un malestar extraño, como un nudo en el pecho.Ella actuó como si nada hubiera pasado y pidió la comida
Fue seguido por el estruendo de un trueno.La tormenta comenzó de repente, con una lluvia fuerte y ruidosa.Luciana frunció el ceño, mirándolo con urgencia.—¡Anda, ve ya! La lluvia está empeorando, y así será más difícil encontrarla.No estaba molesta; de hecho, estaba pensando en su bienestar. Alejandro no supo cómo sentirse: ¿debería alegrarse o entristecerse?Se levantó con el ceño fruncido.—Voy entonces. Tú sigue comiendo, pero sin apuro. Comer deprisa hace mal.—Lo sé. —Luciana asintió con una sonrisa.Aun así, él seguía inquieto.—Juan y Simón te llevarán de vuelta a casa.Luciana sabía que esos dos hermanos siempre vigilaban a Alejandro, siguiéndolo discretamente, incluso cuando él conducía solo. Con la boca llena de cordero, solo pudo asentir.—Sí, sí.—Y cuando llegues, me llamas.—Está bien… —Luciana rió con suavidad—. Anda, que no soy una niña.—Me voy entonces.Luego de asegurarse de que no quedaban más recomendaciones, Alejandro dio media vuelta y salió, pero apenas habí
Después de salir de la ducha, Luciana secaba su cabello mientras tomaba el celular. Había varias llamadas perdidas, todas de Alejandro. Frunció el ceño, pensando en qué podría ser. ¿Debería devolverle la llamada? Dudó un momento, pero decidió no hacerlo. Al fin y al cabo, él estaba ocupado buscando a Mónica. Si algo importante ocurría, seguro la llamaría de nuevo.Esperó un rato; Alejandro no volvió a llamar. Luciana no le dio mayor importancia, terminó de secarse el cabello y se metió en la cama. Desde que estaba embarazada, su sueño era más profundo.El sonido insistente del teléfono la despertó de golpe, llenándola de una sensación de mal humor adormilado. Contestó, con un tono algo molesto.—¿Sí? ¿Quién es?—¡Luciana! Soy yo, Sergio…¿Sergio? El nombre disipó el sueño de inmediato. Sabía que él no la llamaría sin una buena razón. Ni siquiera alcanzó a preguntar antes de que él le dijera, en un tono de urgencia:—¡Alex tuvo un accidente! Lo llevaron al hospital.—¿Qué…? —La cabeza l
—Ya veo —murmuró ella con un suspiro largo—. Entonces supongo que el accidente de Alejandro… valió la pena.Su comentario era ambiguo, casi distante, pero Sergio sintió una punzada incómoda.—Luciana, no deberías pensar así.—¿Ah, no? —respondió, mirándolo con una serenidad imperturbable—. ¿Dije algo que no fuera cierto?Sergio abrió la boca para replicar, pero no supo cómo contradecirla. En el fondo, presentía que Alejandro no querría que Luciana lo viera de esa manera. Sin embargo, sentía que cualquier cosa que dijera solo empeoraría el momento.—Luci… —cambió de tema con rapidez—. ¿Tienes hambre? Puedo ir a comprarte algo.Luciana le sonrió, agradecida.—Está bien, gracias.Simón fue quien terminó trayendo el desayuno. Mientras Sergio y los demás permanecían inquietos y sin mucho apetito, Luciana bebía su atole y mordía un sándwich con calma.En un rincón, Simón susurró.—Luciana parece no preocuparse mucho por Alejandro…—Shhh. —Sergio le lanzó una mirada de advertencia—. No digas
Cuando sus dedos apenas rozaron el cabello, la mujer despertó, alzando el rostro. Su piel pálida y sin maquillaje quedó al descubierto.Era Mónica.Alejandro frunció ligeramente el ceño, sintiendo un extraño remolino en su pecho.—Alex —Mónica mostró una expresión de alivio al verlo despierto—. ¡Ya despertaste! ¿Cómo te sientes?—Estoy bien, no te preocupes. Pero tú… —Él se fijó en que tenía varios vendajes en la cara y un brazo envuelto, con manchas de sangre visibles bajo las vendas.—¿Estás muy lastimada?—No es nada grave —respondió Mónica con una sonrisa, apartando el cabello de su rostro—. Solo unos raspones.Recordando su desaparición de la noche anterior, Alejandro quiso saber qué había ocurrido.—Eileen me dijo que te habías perdido. ¿Qué pasó?—Ah… —Mónica mostró una expresión algo avergonzada, rascándose la cabeza—. Eileen exageró. Estaba de mal humor y decidí ir a caminar después de filmar, despejarme un poco. Pero el lugar estaba muy aislado, me perdí y no traía el celular
Sus palabras parecieron calmar a Alejandro. Claro, recordó, Luciana estaba embarazada; no podía permitirse tanto agotamiento.—Es cierto —añadió Sergio, aprovechando para apoyar a Mónica—. Luciana vino tan pronto supo del accidente, estaba muy preocupada por ti. De hecho, fui yo quien insistió en que regresara a descansar. Seguro que no tardará en venir.—Sí, vendrá en cualquier momento —secundó Mónica, esforzándose por sonreír.—¿Qué hora es? —preguntó Alejandro, visiblemente más tranquilo pero mirando con expectación hacia la puerta.Sergio revisó su reloj. Eran casi las seis de la tarde; Luciana llevaba fuera todo el día.—¿Quieres que la llame para preguntarle? —sugirió Sergio, sacando el teléfono del bolsillo.—No hace falta —lo detuvo Alejandro—. No hay que presionarla.Para él, era más importante que Luciana viniera por su propia voluntad que hacerla venir a través de una llamada. Quería ver si, sin recordárselo, Luciana aparecería por su cuenta.Toc, toc.La puerta de la habita