El corazón de Luciana dio un vuelco. Alarmada, preguntó:—¿Qué le pasó al abuelo?Felipe le explicó con calma cómo Miguel había tenido un episodio, fruto de la tensión por la pelea y su mudanza.—Entiendo... —respondió Luciana, colgando el teléfono. Cerró los ojos, tratando de pensar con claridad. Cuando volvió a abrirlos, su mirada era decidida.Finalmente, había comprendido algo: Alejandro no quería el divorcio, pero no por ella. Lo hacía por Miguel. Desde el principio, su matrimonio había sido un arreglo para darle paz al anciano. Y ahora, en el momento más delicado de su vida, justo cuando Miguel estaba por someterse a una operación riesgosa, ella había cometido el error de pedir el divorcio y dejar la casa.Por supuesto que Miguel no podría soportar algo así. Luciana apretó los puños. Se había equivocado terriblemente.Pero ahora sabía lo que debía hacer. -Luciana tomó su bolso y salió apresurada de la residencia de la UCM. Cuando llegó a Casa Guzmán, una fina llovizna comenzaba
La lluvia caía con fuerza.Alejandro sostenía el paraguas mientras observaba a Luciana. Ella estaba empapada, pero aún así le sonrió, débilmente.—Alejandro...Solo bastó una mirada para que él perdiera el control. Caminó a grandes zancadas hacia ella, empujándole el paraguas en las manos.—¡Toma! —ordenó, con tono mordaz.—…Ah, gracias —dijo Luciana, recibiendo el paraguas sin mucho ánimo.Un segundo después, Alejandro se quitó la chaqueta y la envolvió con ella de un tirón, cubriéndola de la cabeza a los pies.—¡¿Eres tonta?! ¿No sabías que podías usar un paraguas? —bufó entre dientes.—No lo traje… —murmuró ella, en voz baja.Alejandro la fulminó con la mirada y sin más, le rodeó los hombros con fuerza.—¡Vamos! —gruñó, prácticamente arrastrándola hacia la entrada principal de la casa.Una vez dentro, dejó el paraguas tirado en la entrada y le lanzó una rápida mirada.—Sube y tómate una ducha caliente —dijo con frialdad.Luciana, sorprendida por su tono y la falta de reproches, asin
La lluvia había cesado.Alejandro bajó del auto sin decir nada y caminó delante de Luciana. Se dirigía, en efecto, hacia el edificio de dormitorios. Luciana caminaba un paso detrás de él, sin saber qué esperar. Alejandro se dio vuelta de repente y la apuró con tono serio:—¿Qué esperas? ¡Sígueme!—Ah, claro… —murmuró Luciana, acelerando el paso.Una vez frente a la entrada, Alejandro se detuvo, sin decir nada. Con un movimiento rápido, le tendió la chaqueta que llevaba en el brazo. Luciana la recibió instintivamente, mirándolo con desconcierto. Sin añadir una palabra, él empezó a remangarse la camisa, dejando al descubierto sus antebrazos firmes.—Ve y habla con la encargada. Dile que necesito entrar para ayudarte a recoger tus cosas.Así que era eso. Luciana asintió y fue a hablar con la encargada del edificio. Al recibir su aprobación, le hizo una señal a Alejandro desde la puerta:—Listo, puedes pasar.Él esbozó una leve sonrisa y se acercó rápidamente. Al entrar, su expresión cambi
Cuando al fin se animó, solo murmuró:—Ya es tarde…Alejandro la miró con una sonrisa insinuante.—Tienes razón. Hora de un baño. ¿Tú primero, yo primero… o juntos?—Y-yo… mejor voy yo primero —balbuceó Luciana, antes de apresurarse hacia el vestidor y, luego, al baño.Mientras se preparaba, se dijo a sí misma que después del baño lo hablarían. Abrió la ducha y, al ponerse bajo el agua, escuchó la puerta de vidrio deslizarse. Al voltear, vio a Alejandro.—Vamos a bañarnos juntos —dijo, entrando con su porte alto y seguro mientras cerraba la puerta tras él. Sin esperar respuesta, la rodeó con sus brazos y la atrajo hacia sí. Luciana resbaló levemente, pero él la sostuvo firmemente.Su rostro se tornó rojo en un instante.—¿Lo hiciste a propósito?Alejandro soltó una risa baja y se inclinó hacia ella, con un destello juguetón en los ojos.—Claro, lo hice a propósito. —Sin más, bajó la cabeza y la besó suavemente.—Mmm… —murmuró ella, acallada por sus labios.—No tengas miedo —le susurró
Alejandro no intentó detenerla. Se quedó observándola mientras se alejaba, con una sonrisa que no pudo reprimir. Si iba a besarlo, bien podría hacerlo bien.«Ese toque de inocencia y provocación… sí, es definitivamente ella», pensó, sintiendo que esa mezcla lo enloquecía poco a poco.***A las diez de la mañana, Luciana recibió una llamada de Martina.—¡Luci, Vicente ya está libre! Todo salió bien.Luciana soltó un suspiro de alivio.—Qué bueno.Alejandro, aunque a veces podía abusar de su influencia, cumplía su palabra.Pasó todo el día en casa, sin salir. A las siete de la noche, mientras ayudaba a los empleados a preparar la cena para el abuelo Miguel, sonó su celular.—¿Qué haces? —preguntó Alejandro.—Preparándole la cena a mi abuelo.—¿Y me has extrañado? —El cambio de tema la tomó por sorpresa, dejándola sin respuesta.Alejandro no pareció contento con su silencio.—Oye, te hice una pregunta, ¿por qué no contestas?A veces, ese hombre era tan terco como un niño. Luciana no tuvo
Alejandro estaba molesto. Apenas comenzaba la velada, y ya el mesero había mencionado el nombre de Mónica, estropeando el ambiente. Estaba a punto de reprenderlo, pero Luciana lo detuvo suavemente.—No pasa nada, de verdad. No es algo tan grave. Además, tengo hambre… —le dijo, tratando de aliviar la tensión—. Vamos a pedir, ¿te parece?¿De verdad no estaba enojada? Alejandro la miró con escepticismo. Conocía los celos femeninos y dudaba que Luciana no sintiera nada.—He venido aquí con Mónica antes, sí —admitió al final—, pero… en ese entonces aún… —se interrumpió, buscando cómo decirlo.—No tienes que explicarlo —respondió Luciana con calma, casi avergonzada por su intento de justificarlo—. Lo entiendo.Su rostro era sereno, como si realmente no le molestara. Pero, ¿qué era lo que "entendía"? Luciana se mostró tan comprensiva que Alejandro, en lugar de sentirse aliviado, experimentó un malestar extraño, como un nudo en el pecho.Ella actuó como si nada hubiera pasado y pidió la comida
Fue seguido por el estruendo de un trueno.La tormenta comenzó de repente, con una lluvia fuerte y ruidosa.Luciana frunció el ceño, mirándolo con urgencia.—¡Anda, ve ya! La lluvia está empeorando, y así será más difícil encontrarla.No estaba molesta; de hecho, estaba pensando en su bienestar. Alejandro no supo cómo sentirse: ¿debería alegrarse o entristecerse?Se levantó con el ceño fruncido.—Voy entonces. Tú sigue comiendo, pero sin apuro. Comer deprisa hace mal.—Lo sé. —Luciana asintió con una sonrisa.Aun así, él seguía inquieto.—Juan y Simón te llevarán de vuelta a casa.Luciana sabía que esos dos hermanos siempre vigilaban a Alejandro, siguiéndolo discretamente, incluso cuando él conducía solo. Con la boca llena de cordero, solo pudo asentir.—Sí, sí.—Y cuando llegues, me llamas.—Está bien… —Luciana rió con suavidad—. Anda, que no soy una niña.—Me voy entonces.Luego de asegurarse de que no quedaban más recomendaciones, Alejandro dio media vuelta y salió, pero apenas habí
Después de salir de la ducha, Luciana secaba su cabello mientras tomaba el celular. Había varias llamadas perdidas, todas de Alejandro. Frunció el ceño, pensando en qué podría ser. ¿Debería devolverle la llamada? Dudó un momento, pero decidió no hacerlo. Al fin y al cabo, él estaba ocupado buscando a Mónica. Si algo importante ocurría, seguro la llamaría de nuevo.Esperó un rato; Alejandro no volvió a llamar. Luciana no le dio mayor importancia, terminó de secarse el cabello y se metió en la cama. Desde que estaba embarazada, su sueño era más profundo.El sonido insistente del teléfono la despertó de golpe, llenándola de una sensación de mal humor adormilado. Contestó, con un tono algo molesto.—¿Sí? ¿Quién es?—¡Luciana! Soy yo, Sergio…¿Sergio? El nombre disipó el sueño de inmediato. Sabía que él no la llamaría sin una buena razón. Ni siquiera alcanzó a preguntar antes de que él le dijera, en un tono de urgencia:—¡Alex tuvo un accidente! Lo llevaron al hospital.—¿Qué…? —La cabeza l