—Por favor, Vicente. ¿Qué puede ser más importante que tu seguridad ahora?—Yo... estaré bien —murmuró Vicente, rascándose nerviosamente la cabeza.—Puede que tú estés bien, pero ¿y tu familia? ¿Y nosotras? ¿Qué pasa con Marti y conmigo? Si algo te sucede, ¿cómo crees que estaríamos?Vicente bajó la cabeza, frustrado, pero insistió:—De todas formas, no puedes ir a pedirle nada a esa bruja…—¡Vicente!La tensión en la habitación se mantuvo hasta que Fernando entró, acompañado de un abogado. Vicente, al verlo, no pudo ocultar su alivio.—¡Sabía que vendrías! No me dejarías solo.—Cállate un momento —le respondió Fernando, lanzándole una mirada severa antes de volverse hacia Luciana, su tono volviéndose más suave—. Vicente tiene razón. No te rebajes por esto. Natalia y yo nos encargaremos de su problema. Tú y Martina pueden esperar afuera. El abogado necesita hablar con Vicente.La llegada de Fernando trajo consigo una sensación de calma en Luciana. Asintió, sintiendo que algo en su inte
En la comisaría.Fernando y el abogado salieron de la sala. Martina y Luciana se acercaron rápidamente.—¿Cómo va todo? —preguntaron ambas con ansiedad.Fernando frunció ligeramente el ceño, sin dar una respuesta definitiva.—No se preocupen. La situación es complicada, pero el abogado está trabajando en ello. Denle tiempo. Confíen en mí, ¿de acuerdo?No había mucho más que hacer por el momento. Luciana asintió, decidiendo no presionar más.Fernando despidió al abogado y luego se volvió hacia ellas.—Vamos, las llevaré de vuelta a casa.Subieron al auto. Fernando dejó primero a Martina en su apartamento, y luego continuó para dejar a Luciana en su residencia.Cuando llegaron, Luciana bajó del auto. Fernando la acompañó hasta la puerta antes de regresar al coche.—¡Fernando! —Luciana lo llamó antes de que se fuera.Fernando se giró de inmediato.—¿Luci?Luciana dudó por un instante antes de hablar.—Si hay alguna novedad, por favor... avísame, ¿sí?Aunque lo que preocupaba a Luciana era
Sin darse cuenta, Alejandro también empezó a disfrutar de la comida. Para cuando terminó de comer las costillas de cordero, notó que Luciana seguía mirando el hueso con ganas.Conteniendo una sonrisa, llamó al camarero.—Otra porción de costillas de cordero, por favor.—Enseguida, señor Guzmán.Luciana sonrió, agradecida.—Gracias.—No hay de qué...De repente, el teléfono de Alejandro sonó. Lo miró y deslizó para contestar.—Nathan, dime.Se levantó para atender la llamada cerca de la ventana, mientras le hacía un gesto a Luciana.—Voy a tomar esta llamada.—Claro.Luciana lo observó, escuchando fragmentos de la conversación.—Sí, Mónica fue atropellada. Nathan, ocúpate de eso...El corazón de Luciana dio un vuelco. ¡Nathan! ¡El abogado número uno! Su reputación era intachable, y jamás había perdido un caso.Si Alejandro había contactado a Nathan para ayudar a Mónica, ¿qué pasaría con Vicente? No había duda, Vicente estaría en serios problemas.No podía quedarse de brazos cruzados. Sa
Alejandro estaba, sin duda, furioso. Sentía un fuego ardiendo en su pecho, cada vez más intenso. Se contuvo una y otra vez, hasta que no pudo más. Con un gesto brusco, agarró el brazo de Luciana y la arrastró hacia él sin decir una palabra, dándose la vuelta de inmediato para marcharse.El agarre le dolía, y tal vez era su expresión lo que más la asustaba.—¿A dónde vamos? —preguntó Luciana, su voz apenas un susurro.—¡A casa! —respondió Alejandro, lanzándole una mirada afilada—. ¿O acaso todavía tienes ganas de volver a cenar después de todo esto?Luciana negó con la cabeza, sabiendo que la situación ya había empeorado demasiado. Alejandro la llevó al coche, prácticamente empujándola al interior. Arrancó el auto en silencio, y durante el trayecto, el aire en el coche era insoportablemente denso. Alejandro mantenía la vista al frente, sus manos apretadas en el volante con fuerza.Finalmente, rompió el silencio.—¿No tienes nada que decirme?Él ya lo sabía todo. ¿De verdad Luciana no ib
Alejandro no volvió esa noche, y Luciana no pudo pegar ojo. Apenas amaneció, recibió una llamada de Fernando.—Hola, Fernando. ¿Cómo van las cosas? —preguntó con el ceño fruncido.Fernando suspiró al otro lado de la línea. No intentó suavizar la verdad.—No es fácil, Luci. Nathan es un abogado formidable, su equipo no está dispuesto a ceder. La situación es complicada, pero seguimos buscando una salida. No te preocupes demasiado, ¿de acuerdo?Fernando había usado la palabra "complicada". Luciana apretó los labios, asintiendo para sí misma.—Lo entiendo. Gracias por avisarme.Colgó, pero el nudo en su estómago no desapareció. No podía comer ni pensar con claridad. La situación era demasiado delicada. Vicente había enfrentado a Mónica por ella, y ahora su hermano estaba en problemas por su culpa. No podía quedarse de brazos cruzados. Si para salvarlo tenía que dejar de lado su orgullo, lo haría.Luciana tomó una decisión. Iría a ver a Mónica y le rogaría por la libertad de Vicente.-Luc
Luciana frunció ligeramente el ceño, sintiendo una mala premonición. Mónica entrecerró los ojos y, con una voz pausada y cargada de intenciones, pronunció cada palabra con claridad:—Si te alejas de Alejandro, retiro la denuncia.El corazón de Luciana dio un vuelco. Era exactamente lo que había imaginado.Mónica, por su parte, se relajó después de soltar su oferta.—Piénsalo bien —añadió con calma—. Un hombre que no te ama, o un amigo de toda la vida... ¿Cuál eliges?Las miradas se encontraron, y Mónica esperó la respuesta. Luciana apenas necesitó unos segundos para decidir. Asintió y dijo con firmeza:—De acuerdo. Me alejaré de Alejandro. Espero que cumplas tu parte del trato.Sin más, se dio la vuelta y salió de la habitación.¡Lo había hecho! Mónica apretó los puños, emocionada, con un brillo triunfal en los ojos. No podía creer que la suerte finalmente le sonreía.***Luciana dejó el hospital y se dirigió a Casa Guzmán. Había tomado su decisión: debía irse cuanto antes para que Món
Alejandro sintió como si todo el aire hubiera sido expulsado de sus pulmones. Esta era la segunda vez que Luciana le pedía el divorcio, pero esta vez era diferente: ahora estaban casados. ¿Realmente significaba tan poco para ella? ¿Era tan fácil para ella dejarlo, como si él fuera uno más de sus antiguos amantes, a quienes había dejado sin mirar atrás?Una tormenta de emociones lo invadió: furia, impotencia, humillación. Su expresión, generalmente controlada, se oscureció con rabia.—¿Crees que puedes decidir así? —su voz explotó con una ira contenida—. ¿Crees que puedes decir "divorcio" y que yo lo aceptaré sin más?Luciana no comprendía su reacción.—¿Por qué no aceptarías? Tú sigues enamorado de Mónica, ¿no? Si nos divorciamos, podrías estar con ella sin complicaciones...—¡Mentira! —gritó Alejandro, interrumpiéndola con furia—. ¡No digas estupideces! Quiero saber la verdad, Luciana. ¿Por qué, de repente, quieres divorciarte? Dime la verdad o... te aseguro que no querrás conocer de
¿Qué iba a hacer ahora? Se sentía completamente atrapada. Pero entonces, una idea cruzó su mente. La única persona que podía calmar a Alejandro era Mónica. Si Mónica intercedía, quizás él cambiaría de opinión.No tenía tiempo que perder. Luciana decidió ir al hospital de inmediato. Al llegar al ala VIP, se detuvo frente a la puerta de la habitación y, sin pensarlo demasiado, entró. Al abrir la puerta, se paralizó.Lo que vio la dejó sin saber qué hacer. Alejandro estaba allí, sentado junto a la cama de Mónica, pelando una manzana con calma. Mónica, con una sonrisa en el rostro, le decía algo en voz baja. Luciana se quedó helada, preguntándose si debía entrar o irse. Había llegado sin pensarlo, y no esperaba encontrarse con Alejandro.Fue Mónica quien la notó primero. Levantó la mirada, con la sonrisa aún en los labios, y la saludó con un gesto amistoso.—Doctora Herrera, ¡pase!—Ah, claro... —Luciana sintió como si sus pies pesaran toneladas. Avanzó lentamente hasta quedar frente a ell