Luciana suspiró, resignada.—Lo que pasó con Fernando no estuvo bien, lo admito. Pero no es lo que piensas.—¿Y tu primera reacción? —Alejandro apretó los dientes, desesperado—. ¡Me hiciste pensar que eres... que eres...!—Déjame terminar —lo cortó Luciana, su tono aún sereno—. Entiendo que, por lo que soy y por mi pasado, no confíes en mí.—No, no, por favor, no te enfades. No volverá a pasar, lo juro —Alejandro estaba nervioso, su voz reflejaba una súplica velada.Luciana sonrió con tristeza.—Puedo entenderlo, pero eso no significa que lo acepte.Alejandro se quedó callado.—Piensa en esto —continuó ella—. Si nos casamos, ¿puedes prometerme que no reaccionarás de la misma manera la próxima vez que algo así ocurra?Alejandro bajó la mirada, sin decir nada.—No puedes prometerlo, ¿verdad?Luciana parpadeó lentamente, con un aire de resignación.—El matrimonio se basa en la confianza. Y si no confías en mí, entonces...—¡No digas más! —Alejandro la soltó bruscamente, con el rostro oscu
Luciana vaciló un momento antes de responder.—Nada importante, solo cosas del hospital.—¿De verdad? —Alejandro entrecerró los ojos, escéptico.—Voy a ducharme. Ahora vengo a acompañarte. —Se inclinó, besándola suavemente en los labios—. No tardo.—Está bien —murmuró ella.Mientras lo veía caminar hacia el baño, la sonrisa en el rostro de Luciana se desvaneció.¿Cómo lo hacía? Hace apenas unas horas habían discutido, y ahora él actuaba como si no hubiera pasado nada. ¿Realmente quería casarse con ella? ¿O solo lo hacía por Miguel?Alejandro salió de la ducha. Luciana ya estaba en la cama. Sin pensarlo dos veces, se metió junto a ella, rodeándola con sus brazos. La acercó a su cuerpo y, sin decir nada, bajó la cabeza para besarla.—Luci… Luci…El calor que emanaba de Alejandro se hacía cada vez más intenso. Luciana empezó a sentir miedo y lo apartó con suavidad.—No.Alejandro respiraba con dificultad.—¿Qué pasa? Han pasado días, no hay problema. Seré cuidadoso.—¡No es eso!El corazó
Al parecer, por teléfono no podían aclarar todo, así que Luciana se dirigió a la comisaría.Al bajar del taxi, vio a Martina esperando ansiosa en la entrada.—¡Luci, por fin llegaste!—Sí —respondió Luciana con un leve asentimiento—. Vamos hablando mientras caminamos.—Está bien…Martina la siguió mientras le explicaba:—La hermana de Vicente ya llegó. Está adentro hablando con él.-Dentro de la comisaría, Natalia Mayo miraba a su hermano con una mezcla de frustración y enojo.—¿De qué te sirve ponerte así conmigo? ¿Crees que esto es como las tonterías que hacías antes? Escúchame bien, ¡te metiste con Alejandro!—¿Qué? —Vicente estaba atónito—. La herida es de Mónica, ¿qué tiene que ver Alejandro en esto?—Hum. —Natalia lo empujó con fuerza en la frente—. ¿Todavía no entiendes? ¡Mónica es de Alejandro! ¿Ahora ves por qué tiene que ver?Vicente quedó en silencio, sorprendido. No lo había pensado de esa manera.—De nada sirve seguir hablando de esto.Natalia se levantó, agarrando su bol
—Por favor, Vicente. ¿Qué puede ser más importante que tu seguridad ahora?—Yo... estaré bien —murmuró Vicente, rascándose nerviosamente la cabeza.—Puede que tú estés bien, pero ¿y tu familia? ¿Y nosotras? ¿Qué pasa con Marti y conmigo? Si algo te sucede, ¿cómo crees que estaríamos?Vicente bajó la cabeza, frustrado, pero insistió:—De todas formas, no puedes ir a pedirle nada a esa bruja…—¡Vicente!La tensión en la habitación se mantuvo hasta que Fernando entró, acompañado de un abogado. Vicente, al verlo, no pudo ocultar su alivio.—¡Sabía que vendrías! No me dejarías solo.—Cállate un momento —le respondió Fernando, lanzándole una mirada severa antes de volverse hacia Luciana, su tono volviéndose más suave—. Vicente tiene razón. No te rebajes por esto. Natalia y yo nos encargaremos de su problema. Tú y Martina pueden esperar afuera. El abogado necesita hablar con Vicente.La llegada de Fernando trajo consigo una sensación de calma en Luciana. Asintió, sintiendo que algo en su inte
En la comisaría.Fernando y el abogado salieron de la sala. Martina y Luciana se acercaron rápidamente.—¿Cómo va todo? —preguntaron ambas con ansiedad.Fernando frunció ligeramente el ceño, sin dar una respuesta definitiva.—No se preocupen. La situación es complicada, pero el abogado está trabajando en ello. Denle tiempo. Confíen en mí, ¿de acuerdo?No había mucho más que hacer por el momento. Luciana asintió, decidiendo no presionar más.Fernando despidió al abogado y luego se volvió hacia ellas.—Vamos, las llevaré de vuelta a casa.Subieron al auto. Fernando dejó primero a Martina en su apartamento, y luego continuó para dejar a Luciana en su residencia.Cuando llegaron, Luciana bajó del auto. Fernando la acompañó hasta la puerta antes de regresar al coche.—¡Fernando! —Luciana lo llamó antes de que se fuera.Fernando se giró de inmediato.—¿Luci?Luciana dudó por un instante antes de hablar.—Si hay alguna novedad, por favor... avísame, ¿sí?Aunque lo que preocupaba a Luciana era
Sin darse cuenta, Alejandro también empezó a disfrutar de la comida. Para cuando terminó de comer las costillas de cordero, notó que Luciana seguía mirando el hueso con ganas.Conteniendo una sonrisa, llamó al camarero.—Otra porción de costillas de cordero, por favor.—Enseguida, señor Guzmán.Luciana sonrió, agradecida.—Gracias.—No hay de qué...De repente, el teléfono de Alejandro sonó. Lo miró y deslizó para contestar.—Nathan, dime.Se levantó para atender la llamada cerca de la ventana, mientras le hacía un gesto a Luciana.—Voy a tomar esta llamada.—Claro.Luciana lo observó, escuchando fragmentos de la conversación.—Sí, Mónica fue atropellada. Nathan, ocúpate de eso...El corazón de Luciana dio un vuelco. ¡Nathan! ¡El abogado número uno! Su reputación era intachable, y jamás había perdido un caso.Si Alejandro había contactado a Nathan para ayudar a Mónica, ¿qué pasaría con Vicente? No había duda, Vicente estaría en serios problemas.No podía quedarse de brazos cruzados. Sa
Alejandro estaba, sin duda, furioso. Sentía un fuego ardiendo en su pecho, cada vez más intenso. Se contuvo una y otra vez, hasta que no pudo más. Con un gesto brusco, agarró el brazo de Luciana y la arrastró hacia él sin decir una palabra, dándose la vuelta de inmediato para marcharse.El agarre le dolía, y tal vez era su expresión lo que más la asustaba.—¿A dónde vamos? —preguntó Luciana, su voz apenas un susurro.—¡A casa! —respondió Alejandro, lanzándole una mirada afilada—. ¿O acaso todavía tienes ganas de volver a cenar después de todo esto?Luciana negó con la cabeza, sabiendo que la situación ya había empeorado demasiado. Alejandro la llevó al coche, prácticamente empujándola al interior. Arrancó el auto en silencio, y durante el trayecto, el aire en el coche era insoportablemente denso. Alejandro mantenía la vista al frente, sus manos apretadas en el volante con fuerza.Finalmente, rompió el silencio.—¿No tienes nada que decirme?Él ya lo sabía todo. ¿De verdad Luciana no ib
Alejandro no volvió esa noche, y Luciana no pudo pegar ojo. Apenas amaneció, recibió una llamada de Fernando.—Hola, Fernando. ¿Cómo van las cosas? —preguntó con el ceño fruncido.Fernando suspiró al otro lado de la línea. No intentó suavizar la verdad.—No es fácil, Luci. Nathan es un abogado formidable, su equipo no está dispuesto a ceder. La situación es complicada, pero seguimos buscando una salida. No te preocupes demasiado, ¿de acuerdo?Fernando había usado la palabra "complicada". Luciana apretó los labios, asintiendo para sí misma.—Lo entiendo. Gracias por avisarme.Colgó, pero el nudo en su estómago no desapareció. No podía comer ni pensar con claridad. La situación era demasiado delicada. Vicente había enfrentado a Mónica por ella, y ahora su hermano estaba en problemas por su culpa. No podía quedarse de brazos cruzados. Si para salvarlo tenía que dejar de lado su orgullo, lo haría.Luciana tomó una decisión. Iría a ver a Mónica y le rogaría por la libertad de Vicente.-Luc