Capítulo47
Ella se apoyó temblorosa en la pared, sintiéndose extremadamente mal. Su rostro estaba muy pálido y no dejaba de tener fuertes mareos, aunque no lograba vomitar nada.

Al ver esto, Mateo se acercó muy nervioso para sostenerla:

—¿Qué te pasa? ¿Qué te duele?

Lucía apartó su mano, con los ojos humedecidos por las lágrimas:

—¿No acabas de decir que querías divorciarte? Entonces ¿Por qué te preocupas ahora por mí?

Mateo, viendo su rostro tan pálido y suponiendo que se sentía muy mal, suavizó su tono:

—Volvamos a casa primero, ya no hablemos de esto.

La tomó con delicadeza por la cintura y la dirigió hacia afuera. Lucía no se resistió; no quería discutir con Mateo en la entrada, donde sus padres podrían verlos y preocuparse. Su matrimonio en verdad no era feliz, pero no quería que sus padres se angustiaran demasiado.

Al llegar al auto, Mateo miró fijamente el mal semblante de Lucía, suspiró nervioso y la abrazó:

—Lucía, ¿qué voy a hacer contigo?

Lucía se apoyó temblorosa en su hombro, con
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