Capítulo42
Después de graduarse, Lucía se había enfocado de lleno en su trabajo y el matrimonio con Mateo. Sus padres, no queriendo molestarla, casi nunca la llamaban, y ella, ocupada con otras cosas, también había descuidado demasiado a sus padres.

Al llegar a casa, Tomás le abrió la puerta. Tenía un periódico en la mano y llevaba gafas de lectura. Al ver a Lucía, su rostro serio se iluminó radiante con una sonrisa:

—Has vuelto. Pasa, pasa.

Lucía entró con agrado y Tomás le dio unas pantuflas:

—Tu madre sabe que venías y está preparando tu comida favorita. Hoy tendrás un gran festín.

—Qué bien, quiero las costillas que hace mamá—dijo Lucía, tomando con alegría el brazo de Tomás. —Y también quiero el pescado que tú pescas.

Tomás sonrió:

—Eres una verdadera glotona.

Lucía se quitó en ese momento el abrigo, se arremangó y dijo:

—Voy a ayudar a mamá en la cocina...

—No, no es necesario—intentó detenerla Tomás.

Pero antes de que pudiera entrar en la cocina, Lucía vio que no solo estaba Ana allí,
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