Ana empujó a Lucía hacia la cocina, con la intención de darles un momento a solas.En ese instante, Mateo estaba limpiando cuidadosamente todos los ingredientes.En el recuerdo de Lucía, Mateo no solía hacer estas cosas.—¿Qué haces aquí? —preguntó muy curiosa ella.Mateo respondió: —Como no contestabas mis llamadas, vine a preguntarle a tu madre dónde estabas.Lucía se puso a lavar las verduras junto a él: —Recuerdo que antes nunca hacías estas cosas.Mateo giró la cabeza, bromeando un poco: —Para agradar a mi suegra.—No bromees—dijo ella.—¿Por qué no contestaste mis llamadas? —volvió a preguntar Mateo.Lucía hizo una pausa: —Temía interrumpir algo entre tú y Camila.Mateo soltó una ligera risa.Lucía preguntó muy ansiosa: —¿De qué te ríes?—¿Acaso entonces estás celosa?Lucía lo negó: —No, y tampoco es la primera ni la segunda vez. Si me pusiera celosa cada vez, me moriría de amargura.Mateo no dijo nada en lo absoluto, solo notó que le había salpicado agua en la cara. Lucía
Nicolás se sorprendió un poco y preguntó: —Señor Rodríguez, ¿usted también está aquí?Todos dirigieron sus miradas directo hacia Mateo. Por un momento, no supieron cómo responder a esa pregunta.Lucía intervino con rapidez: —El señor Rodríguez vino hoy de visita a nuestra casa. Nicolás, siéntate tú también.Ana agregó al instante: —Nicolás, estoy preparando la cena. Quédate a comer con nosotros, no te vayas, ¿eh?—Está bien gracias, Ana—respondió Nicolás con cortesía.Por suerte, el sofá era lo suficientemente grande para acomodarlos a todos de manera cómoda. Nicolás se sentó diagonal a Mateo. Tomás y Nicolás comenzaron a charlar muy animados, recordando viejos tiempos.Fue entonces cuando Lucía se enteró de que, durante sus años de estudio, Nicolás vivía muy cerca de ellas y además conocía bien a sus padres. Le pareció algo extraño no haber sabido antes de esta curiosa conexión.Al escuchar esto, el rostro de Mateo se ensombreció, visiblemente molesto. Sentado allí, oyéndolos habla
Su declaración fue tajante, revelando su sentido de posesión. Se había dado cuenta de que Nicolás sentía algo por Lucía y por eso aparecía constantemente alrededor de ella. Así que decidió dejarle claro que no tenía ninguna oportunidad con ella.Nicolás miró directamente a Mateo. La tensión entre ambos se hizo palpable en el aire, y después de un largo momento, Nicolás respondió con firmeza: —Señor Rodríguez, creo que se está adelantando demasiado.Con elegancia y sin mostrar enojo alguno, Nicolás bebió un sorbo de agua y añadió con un tono sugerente: —Nadie sabe lo que puede pasar en el futuro. Cuando el destino llega, nada puede detenerlo.Mateo, visiblemente molesto por estas palabras, instintivamente tomó la mano de Lucía.Lucía notó de inmediato su estado de ánimo. Desde la llegada de Nicolás, Mateo había estado actuando de manera algo extraña, mostrándose hostil en cada oportunidad.Sin embargo, Lucía mantuvo la calma. Retiró su mano con suavidad y trató de aliviar la tensión:
Con el tiempo, él llegó a conocerla mejor.Manteniendo su actitud de caballero, no dio mayores explicaciones: —No es nada, mejor come. Lucía, sin embargo, se sintió un poco avergonzada. Para ella, Nicolás era solo un viejo compañero de clase, ni siquiera lo consideraba un amigo, pero él realmente era tan atento con ella.Lucía tomó el tenedor y pinchó la carne en su plato. Por alguna razón, percibió un olor algo desagradable que le provocó al instante náuseas. Esto le quitó el apetito.—¿Qué pasa? Ya no puedes comer más, ¿verdad? —preguntó curioso Nicolás.Lucía dejó el tenedor, no queriendo admitir que no podía comer más, así que dijo: —Mi estómago realmente es muy pequeño, ya estoy llena.Mateo se puso de pie: —Si ya todos están satisfechos, entonces dejemos de comer.Lucía pudo notar al instante su disgusto en su forma de hablar. Levantó la mirada directo hacia Mateo, pero solo vio frialdad en su rostro.Después de la amena comida, Nicolás se preparaba para irse. Como Ana estaba
Ella se apoyó temblorosa en la pared, sintiéndose extremadamente mal. Su rostro estaba muy pálido y no dejaba de tener fuertes mareos, aunque no lograba vomitar nada.Al ver esto, Mateo se acercó muy nervioso para sostenerla: —¿Qué te pasa? ¿Qué te duele?Lucía apartó su mano, con los ojos humedecidos por las lágrimas: —¿No acabas de decir que querías divorciarte? Entonces ¿Por qué te preocupas ahora por mí?Mateo, viendo su rostro tan pálido y suponiendo que se sentía muy mal, suavizó su tono: —Volvamos a casa primero, ya no hablemos de esto.La tomó con delicadeza por la cintura y la dirigió hacia afuera. Lucía no se resistió; no quería discutir con Mateo en la entrada, donde sus padres podrían verlos y preocuparse. Su matrimonio en verdad no era feliz, pero no quería que sus padres se angustiaran demasiado.Al llegar al auto, Mateo miró fijamente el mal semblante de Lucía, suspiró nervioso y la abrazó: —Lucía, ¿qué voy a hacer contigo?Lucía se apoyó temblorosa en su hombro, con
—Qué bueno que estés aquí, también preparé algunos tónicos para ti—dijo Carolina a la empleada: —Rápido, trae los tónicos que preparé para Lucía.Lucía se sorprendió un poco al oírla, pensando que Carolina estaba tan concentrada en Camila, ¿cómo es que había preparado algo para ella?Pero la mirada de Carolina se fijó muy atenta en el vientre de Lucía: —Esta medicina la conseguí de un herbolario. Dice que bebiéndola con frecuencia se puede quedar embarazada. Si la tomas, tal vez puedas concebir.La empleada le llevo la medicina. Lucía la olió y de inmediato volvió a sentir sintió náuseas .Rechazándola por completo, le pidió a la empleada que la alejara: —Llévatela, no puedo beber esa cosa.Al ver que no la aceptaba, Carolina se enojó: —Lucía, ¿qué te pasa? Me esforcé mucho para conseguir esta medicina para ti y ahora no quieres tomarla. Si no puedes quedar embarazada, necesitas tomar medicinas para regularte. Bébela ahora mismo.La empleada volvió a acercar de nuevo la medicina a
Las palabras de Camila hicieron que Lucía se detuviera por un momento. ¿Utilizarla? ¿¿Por qué querría Mateo utilizarla a ella? Alguien tan inteligente como Mateo, si quisiera utilizar a alguien, seguro no la elegiría preciso a ella.Camila, al ver su vacilación, pensó por un momento que había despertado su curiosidad. Con aire de altivez, dijo: —¿No quieres saber para qué te está utilizando?La idea de ser utilizada parecía ser poco realista para Lucía. Pero estaba segura de que Camila intentaría cualquier cosa para lograr separarlos. Se dio la vuelta y vio que Camila aún sonreía, esperando que preguntara más. No queriendo darle esa satisfacción, decidió mejor en ese momento tomar otro enfoque.—Parece que tú tienes más ganas de que yo lo sepa—contraatacó Lucía.El rostro de Camila se tensó demasiado. Le irritaba que Lucía no reaccionara como ella esperaba.Lucía la miró directamente, con tono bastante sombrío: —¿No es tu objetivo que me divorcie de Mateo para que puedas casarte cómo
Los médicos y enfermeras llegaron rápidamente y se llevaron a Camila. Carolina, aunque furiosa con Lucía, tuvo que contener su enojo para centrarse en el estado de Camila. La acompañó todo el camino hasta la sala de urgencias, donde esperó con las manos juntas en señal de gran preocupación. El médico hablaba con Mateo sobre la condición de Camila, ignorando por completo a Lucía.Lucía se quedó a un lado, sintiéndose como una verdadera extraña mientras todos se desvivían por Camila.Cuando sacaron a Camila, la escoltaron de vuelta a su habitación. Mateo no entró, sino que se volteó hacia Lucía: —Camila no puede alterarse ahora. Es mejor que no estés a solas con ella.Lucía sintió un nudo en la garganta. ¿La estaba culpando? Acaso ¿Creía en serio que ella había provocado a Camila?Viendo que Lucía bajaba la cabeza en absoluto silencio, Mateo le acarició el cabello: —¿Qué pasa? ¿Estás molesta?—¡Mateo, ven rápido! —gritó apresurada Carolina desde la puerta, entre lágrimas. —¡Camila te