Parecía que estaba buscando alguna excusa para provocarla, aunque nada grave. Quizás solo estaba imaginando cosas. Se subió al auto tras él.Una vez en marcha, Mateo sostenía su tablet y el ambiente permanecía igual de silencioso que al principio. Lucía también lo había notado: desde que regresó de su pueblo natal, la relación entre ellos se había apagado. Parecía que Mateo deliberadamente estaba alejándose de ella. Tal vez lo hacía por Camila.Mateo miraba la tablet sin expresión alguna en su rostro. Sus dedos largos se deslizaban por la pantalla cuando comentó con indiferencia:—Ya es tarde, te llevaré a casa.Ya era de noche cuando regresaron del hospital.Lucía no quería incomodar a Mateo. Si después surgían problemas con Camila, ella cargaría con la culpa. Era mejor evitar malentendidos.—No es necesario. Mi auto sigue estacionado en la comisaría. Déjame allí y puedo conducir a casa por mi cuenta —rechazó directamente.Mateo apretó sus labios finos, con mirada fría, mientras sus d
—Señor Rodríguez, ¿ha olvidado que hoy es el día de su divorcio con la señorita Díaz? Deben ir al registro civil para completar los trámites —le recordó Javier nuevamente.Al escucharlo, ¡Mateo quedó en completo silencio!Su mirada se dirigió al calendario. Efectivamente, hoy se cumplían los tres años.También era el día que habían acordado para divorciarse.Qué rápido había pasado el tiempo. En un abrir y cerrar de ojos, ya llevaba tres años casado con Lucía.Sin embargo, Javier era quien mejor entendía la situación.Mateo se ajustó la corbata con irritación y miró a Javier con tono aún más frío:—¿Lucía te lo dijo?Javier notó algo extraño en su tono, pero solo pudo responder:—...Sí.—¿Acaso tú y Lucía son muy cercanos? Incluso te cuenta estas cosas primero a ti —volvió a preguntar Mateo.Javier sintió que su cuello se tensaba:—Solo somos compañeros de trabajo. Hemos charlado casualmente algunas veces, nada más.Sentía que Mateo lo miraba como si fuera un rival amoroso, así que aña
Lucía apretó los labios:—¿No sabías que ya había renunciado?—Renuncia... el señor Rodríguez aún no ha dado su aprobación. Sin nadie que tome su lugar, usted debe seguir viniendo a trabajar —explicó Javier amablemente—. Señorita Díaz, puede dejar el registro civil y venir a la oficina ahora mismo.Lucía se quedó completamente desconcertada.No había logrado divorciarse.Y todavía tenía que ir a trabajar.Aunque, pensándolo bien, no había considerado ese detalle.Necesitaba a alguien que la reemplazara para poder dejar la empresa sin que nadie pudiera objetar nada.—Si encuentran a alguien que me reemplace, ¿podré renunciar sin problemas? —preguntó Lucía.—En teoría, sí.—Bien, entonces haré que recursos humanos busque a alguien nuevo.Después de decir esto, Lucía colgó.Javier suspiró aliviado, como si hubiera completado una tarea ardua.Mateo, que había estado escuchando atentamente, se tranquilizó al saber que Lucía no insistiría con el divorcio ni abandonaría la empresa. Ahora solo
La mirada de Lucía se posó sobre los documentos mientras decía con indiferencia: —Aún estoy en mi puesto, y el señor Rodríguez también necesita una nueva secretaria, por supuesto debo cumplir con mi responsabilidad de seleccionarle una buena candidata.A pesar de sus palabras, Mateo sentía cierta molestia.Ella estaba buscando escapar de él.—¿Cuándo tendrá tiempo el señor Rodríguez? —preguntó Lucía nuevamente—. Necesitamos tramitar nuestro divorcio. Acordamos que al cumplirse los tres años, formalizaríamos los papeles. ¿O acaso el señor Rodríguez no tiene los cojones suficientes para cumplir con su palabra?Mateo apretó los labios sin responder.Lucía levantó la mirada hacia él: —Espero que el señor Rodríguez honre su promesa, sería lo mejor para ambos...—¡Javier, fuera! —ordenó Mateo repentinamente con voz severa.El grito sobresaltó a Lucía.Viendo a Javier salir, quedando solo ella y Mateo en aquel espacio reducido, sintió una repentina sensación de asfixia.Al observar la mirada
Ella sonrió mirando a Mateo con ojos gélidos.Se decía a sí misma que no importaba. Este matrimonio también le había beneficiado. Pero en realidad estaba herida, siendo solo una herramienta para Mateo. Había cosas que podían quedar implícitas, no necesitaba darles importancia, considerando que ella también había sacado provecho. Pero él insistía en exponer su humillación.Mateo frunció el ceño y preguntó con tono distante:— ¿Cuándo fue que te enteraste?— ¿Importa acaso? —respondió Lucía—. Solo debes saber que lo sé todo y que ya no quiero continuar con este matrimonio.Mateo la miro mientras sujetaba firmemente su mano, exclamando con severidad:— ¿Y si yo no deseo dejarte ir que me vas a hacer?— ¿Cómo así que no deseas? ¿Con qué derecho? —Lucía estaba exaltada—. Estas son tus reglas de juego, las he seguido, he cumplido mi parte, ahora debes dejarme salir. Mateo, no seguiré jugando contigo, ¡y tú tampoco juegues más conmigo!— Entonces deberías saber que yo decido —los ojos de Mate
Mateo le dio una nalgada.Un dolor de rabia la invadió.— Parece que aún no has aprendido la lección —dijo Mateo con voz gélida.Después de un rato, Lucía no pudo soportar más su tormento. Era demasiado inexperta y dejó escapar una voz suplicante:— No... ya no más... por favor, te lo suplico ya déjame ir...Mateo observó a Lucía tendida sobre la mesa, frágil como si careciera de huesos. Su cabello despeinado se extendía por la superficie, sus mejillas ruborizadas y su frente perlada de sudor. La camisa colgaba floja en su cintura, las medias habían sido arrancadas y la falda estaba subida hasta el nacimiento de los muslos. Las lágrimas no dejaban de caer, su nariz enrojecida, sollozando y encogida como una pequeña criatura maltratada.No tuvo corazón para seguir y la tomó en sus brazos, sentándola sobre él.Lucía ya no pensaba con claridad. Había llorado tanto que su voz se había vuelto ronca y su visión borrosa. Era como una muñeca rota en los brazos de Mateo, incapaz de resistirse.
Sentía curiosidad por ese tal Theo.¿Qué tipo de poder tenía para que ella lo hubiera recordado durante tantos años?Si resultaba que este hombre no era tan bueno, ¿no la haría desistir? ¿No abandonaría entonces la idea de divorciarse de él?*Lucía tuvo una pesadilla. Soñó que la habían encadenado de pies y manos, encerrada en una jaula, convertida literalmente en un pájaro cautivo.No había nadie a su alrededor.Nadie que la ayudara.Sumida en la oscuridad, por más que luchaba no podía liberarse de sus cadenas.Lucía despertó sobresaltada, respirando agitadamente, con el rostro cubierto de sudor frío.Se incorporó, se tocó la cara y después de calmarse un momento, observó su entorno, descubriendo que realmente estaba en un lugar desconocido.La habitación tenía calefacción. Estaba cubierta con un fino edredón de plumas y vestía un camisón de tirantes.Era idéntico al vestido de su sueño.Esto alarmó a Lucía. ¿En serio se había atrevido a encerrarla?Rápidamente saltó de la cama y cor
Ella no entendía qué pretendía Mateo.Pero tampoco quería quedarse allí esperando su destino.Canario dorado, ave enjaulada, trofeo... nada de eso le convenía.No lo deseaba.Mateo la observaba; ella estaba alterada, a la defensiva y recelosa con él.Frunciendo el ceño, dijo:— Lucía, entiéndelo bien: eres mi esposa legalmente. ¿Cómo puedes llamarte a ti misma mascota? Estar conmigo es algo completamente normal.Antes también estaban juntos así y nunca la había visto tan alterada.¿Qué había causado este cambio en ella?Tampoco lograba entenderlo.Lucía apretó la sábana entre sus manos y preguntó:— ¿Cuándo es que iremos al registro civil para divorciarnos?— ¿Tienes acaso tanta prisa?— Sí y mucha —respondió Lucía—. Cuando se acuerda una fecha, no se debe postponer una y otra vez, ¿entiendes?Los ojos profundos de Mateo la observaron fijamente. Sus palabras no mostraban ninguna consideración. ¿Dónde estaba la Lucía de antes?Ahora solo quería escapar de él, lo que inevitablemente lo l