Nicolás había sido un muchacho pasado de kilos en secundaria, lo que minaba su confianza para acercarse a ella. Solo podía contemplarla discretamente desde la distancia.—Ahora soy la mejor versión de mí mismo.Para Lucía fue un bombazo. Jamás había sospechado que él guardara esos sentimientos, ni siquiera lo había notado en aquella época.Nicolás la miró con dulzura:—Lucía, durante mi tiempo en el extranjero, regresé una vez. Fue cuando me enteré de tu accidente. Ya estabas en preparatoria, y solo me atreví a observarte desde lejos. Ver que estabas bien me llenó de alegría. En ese momento, me prometí que cuando volviera definitivamente, me dedicaría a hacerte feliz.Lucía se sintió sobrecogida por la revelación. Ahora podía entenderlo todo con claridad. Habían transcurrido más de diez años desde la secundaria hasta este momento. Y el mucho interés y quizás amor que Nicolás sentía por ella probablemente había perdurado más tiempo que el que ella había albergado por Mateo.—¿Pero en to
Fue como si un rayo la hubiera atravesado. Lucía se quedó paralizada, pálida, incapaz de moverse un solo centímetro. Deseaba huir de allí, pero sus pies parecían anclados al suelo y sus ojos no podían apartarse de la escena frente a ella.No podía procesar que en los breves minutos que había estado en el baño, la situación hubiera llegado a ese punto.Sin embargo, en un instante, Mateo apartó las manos de Milena. Por casualidad, su mirada se encontró con la de Lucía. Se quedó inmóvil por un momento, sus ojos encontrándose en el aire, transmitiendo una mezcla de confusión y dolor.—Señorita Benítez, por favor, compórtese usted—dijo Mateo con frialdad, sin tener tiempo de dar explicaciones, solo pudiendo mantener la distancia con Milena.Milena lo había seguido sigilosamente. Al encontrarlo solo, había intentado tener un momento de intimidad con él. En su experiencia, ningún hombre había podido resistirse a una mujer hermosa nadie la había rechazado antes. Pensaba que siendo un poco atre
Su relación no podía avanzar más allá.Después de ordenar sus emociones, Lucía levantó la cabeza con una sonrisa forzada y miró a Milena:—Señor Rodríguez, como su secretaria, sé bien que hay cosas que no debo ver ni oír. Todo lo que ha pasado aquí quedará en secreto, no diré nada.Milena pareció comprender algo y se acercó:—Señor Rodríguez, ¿acaso se contiene porque hay alguien presente? Si es por eso, ella es su secretaria, seguramente será discreta. Sé que en todos estos años no ha tenido escándalos ni parejas públicas. No necesito un título oficial, podemos vernos en secreto, ¿qué le parece?Ella se sentía atraída por Mateo.Solo quería acercarse a él, conquistarlo.Si él mostraba interés, ella podría ser entonces su amante secreta.Seguramente no podría rechazar eso.La distancia y frialdad de Lucía ya habían puesto de mal humor a Mateo, y ahora Milena susurrando estas tonterías en su oído lo irritaba aún más. Su mirada amenazante se desplazó de Lucía a Milena.Milena, que estaba
—Lo lamento, señor Rodríguez. Fue en realidad mi error no intervenir a tiempo y causar su molestia. No volverá a suceder —se disculpó Lucía apresuradamente, con el temor de que su enojo se incrementara.Mateo la observó, notando la rapidez de su disculpa y su falta de resistencia.—Veo que te das cuenta muy rápido de las cosas —dijo con un tono mordaz—. Dime, ¿hablas como mi secretaria profesional o hay algo más personal detrás de eso?Sus acciones anteriores habían surgido de un lugar más íntimo, más profundo. Y aunque el dolor la atravesaba por dentro, Lucía mantuvo su compostura.—Por supuesto que yo hablo profesionalmente —respondió con voz controlada—. Como su secretaria, debo hacerme responsable de mis acciones. Si lo desea, señor Rodríguez, usted puede descontarlo de mi salario. No presentaré ninguna queja.La respuesta dejó a Mateo sin palabras, con un disgusto que le carcomía por dentro. No encontró forma de rebatir aquella perfecta respuesta profesional, ni se molestó en inte
Ella levantó la mirada y vio a Javier abriendo la puerta del auto, sacudiéndola suavemente:—¿Qué sucede?—El señor Rodríguez bebió bastante hoy, y ahora no logro despertarlo —explicó Javier.Lucía miró rápidamente hacia Mateo, quien seguía en la misma posición contra el respaldo, respirando tranquilamente, sin señales de despertar.Quizás había bebido demasiado y estaba agotado.Pero esto era inusual en él.Que ella recordara, nunca se había quedado dormido por beber.Al ver que habían llegado a casa, dijo:—Llamaré a alguien para que lo ayude a entrar.—Javier, es muy tarde, ve a descansar —dijo Lucía, completamente despierta ahora.Javier asintió:—Bien, cuide bien del señor Rodríguez.Lucía bajó del auto y rápidamente fue a buscar ayuda del personal para llevar a Mateo adentro.Al llegar al dormitorio y dejarlo en la cama, Lucía ya se sentía agotada.Observando al hombre dormido, le quitó los zapatos y colgó su saco en el perchero.Percibió el fuerte olor a alcohol.Realmente había
Lucía se apresuró a secarse las lágrimas, intentando parecer normal antes de volverse hacia él:—Has bebido bastante hoy, deberías mejor acostarte a dormir.Mateo no se había equivocado y, frunciendo levemente el ceño, volvió a preguntar:—¿Estabas acaso llorando?Lucía bajó instintivamente la cabeza:—Me entró arena en los ojos.—¿Por qué lloras? —insistió Mateo.Era muy raro verla derramar lágrimas; si lloraba, definitivamente algo le causaba mucha tristeza.Lucía posó su mirada en él y, tras dudar un momento, respondió:—Cuando te estaba limpiando, vi que tienes muchas cicatrices en el cuerpo.—Nunca me había dado cuenta de que tenías tantas heridas.Mateo se quedó inmóvil. Así que sus lágrimas eran por él. —¿Te preocupas por mí? —preguntó.Sus palabras hicieron que el corazón de Lucía diera un vuelco y se acelerara, como si estuviera a punto de descubrirse su secreto:—Es la primera vez que veo a alguien con tantas cicatrices. Debió dolerte mucho cuando te las hicieron.Ella era d
El amanecer en aquel lujoso hotel traía consigo el caos de la noche anterior.Lucía Díaz despertó con cada músculo de su cuerpo protestando. Se masajeó un poco las sienes, intentando así reincorporarse, cuando su mirada se posó en la imponente figura que se encontraba justo a su lado. Un hermoso rostro, marcado con facciones muy finas y ojos que, aun cerrados, prometían una inmensa profundidad. Mateo Rodríguez seguía sumido por completo en un sueño profundo, ajeno al mundo.Al levantarse, las sábanas se deslizaron por su piel, revelando así uno de sus hombros salpicados de recuerdos de aquella noche. La visión de las manchas carmesí en la cama le revolvió al instante el estómago. El reloj marcaba la cuenta regresiva empezaba a correr para su jornada laboral. Con movimientos mecánicos, rescató su traje del suelo, descartando así las medias echas jirones y poniéndolas a un lado, antes de calzarse los tacones.De repente, alguien llamó a la puerta.Ya transformada en una talentosa e efici
Las palabras de Mateo tomaron por sorpresa a Lucía, haciéndola tambalearse un poco y casi caer sobre él. Con reflejos rápidos, Mateo la sujetó con fuerza por la cintura para evitar que perdiera en ese momento el equilibrio.El contacto de sus manos sobre su cuerpo despertó al instante en Lucía recuerdos vívidos de la noche anterior, cuando se entregaron el uno al otro con pasión desenfrenada y loca.Recuperando lentamente la compostura, Lucía alzó la mirada y se encontró con los ojos penetrantes de Mateo. La intensidad de su mirada, una mezcla de curiosidad y desconfianza, la hizo sentir como si pudiera leer sus pensamientos más íntimos.El corazón de Lucía comenzó a latir con gran fuerza, amenazando con salirse de su pecho. Incapaz de sostener siquiera esa mirada escrutadora por más tiempo, bajó la vista instintivamente.Un pensamiento la asaltó: si Mateo se había enfurecido al creer que era otra mujer, ¿cómo reaccionaría al saber que en realidad era ella? La idea la aterraba demasiad