Aidan retrocedió, impactado por la profundidad de la rabia en la voz de aquella chica, aunque la suya no era menor. Había esperado siglos por su mate, y ahora ella no quería aceptar que la reclamara, y eso era exactamente igual que…
—¿Me estás rechazando? —gruñó.
—Te estoy diciendo que no permitiré que me marques hasta que no haya conocido a tu lobo —contestó Rhiannon, después de todo, ella la última lycan de su linaje, por más que Aidan fuera su pareja destinada, no estaba dispuesta a unirse a un lobo que no conocía.
—¡Es que no hay nada más que ver! —rugió el Alfa—. ¡Este soy yo, este es mi lobo…!
La mirada de Rhiannon se suavizó, incapaz de creer por un momento lo que escuchaba. Por supuesto que había más, mucho más, de lo contrario &eac
Miedo, esa era la palabra exacta para lo que Rhiannon sentía: miedo. Quizás por primera vez en tantos años tenía miedo a algo que no podía controlar, a algo más que morir, y eso era a estar encerrada.No supo si había estado minutos, horas o días en aquella habitación, pero todos sus instintos parecieron despertarse cuando escuchó el clic casi imperceptible de la puerta. El suelo acolchado ayudó a que se arrastrara hasta ella en pleno silencio, y con la punta del índice la empujó.Sintió que el corazón se le saldría del pecho cuando se abrió una pequeña hendija y se dio cuenta de que estaba abierta.«¡Raksha!», llamó a su loba y la sintió revolverse en su atormentada conciencia.«¿Estás bien?», le preguntó.«Creo que tenemos un amigo aquí. Mira&raq
El rey Caerbhall no era un hombre particularmente creyente en las artimañas de las hechiceras comunes, pero no era tan estúpido como para negar que vivía en un mundo donde poderes reales podían cambiar la vida de los lycans; después de todo, su esposa era una prueba viviente de eso.Como sacerdotisa de la antigua religión, Erea había encontrado la forma de cambiar los lazos que unían al humano con su lobo, la forma de someter el espíritu animal y unirlo indisolublemente al hombre… pero ni aun Erea había logrado romper la maldición que pesaba sobre su hijo.—¿Qué quiere decir con que no será capaz de concebir? —preguntó la reina levantando la voz—. Finoa, si vine aquí fue porque los lycans más importantes de mi corte te recomendaron… ¡los avergüenzas a todos!—Me disculpo sinceram
—¿Están bien? —Brennan no quería sonar demasiado preocupado, porque el enojo con su Alfa no se le había pasado todavía, pero no podía evitarlo.Sí, Aidan era un imbécil de proporciones épicas, pero había más valor y lealtad en él de la que salía de su estúpida boca de vez en cuando.—Sí, se quedó dormida —susurró Aidan, levantándose con cuidado para no despertar a Rhiannon.Brennan le sostuvo la puerta de acceso a la escalera para que pasara con la chica en sus brazos. Llegaron al ático, pero en lugar de dirigirse hacia la celda, Aidan la llevó a su recámara y la depositó suavemente sobre la cama, cubriéndola con una manta.—¿Te acaba de poseer un alien? —preguntó Brennan, observando aquello.El Alfa salió de la habitación, cer
«Rhiannon… ¡Rhiannon!», la llamada de Raksha la hizo despertar de un tirón, sentándose en la cama y mirando alrededor, desorientada. «Rhiannon…»«¡No me hables!», replicó la muchacha con rabia mientras se levantaba.Recorrió la habitación en la que estaba. Podía ver el océano a través de las paredes de cristal de más de diez centímetros de ancho, pero el brillo platinado de los vidrios dejaba bastante claro con qué estaba mezclado el cristal. Lo golpeó varias veces, lo golpeó con furia, con desesperación, con amargura, pero un lobo no podría atravesarlo.«Pudimos escapar, ¡a esta hora seríamos libres…!», le gritó a Raksha, llena de frustración.«¡No podía dejar que lo lastimaran, Rhiannon, viste a su lobo&
—¿Qué crees que estás haciendo? —la voz enojada de Aidan sacó a Brennan de su abstracción mientras se secaba el sudor de la frente con una toalla. Había tenido que entrenar solo porque Rhiannon no había bajado a acompañarlo ese día.—Estoy tratando de mantenerme cuerdo, porque, por si no te has dado cuenta, tu mate no es la única que está prisionera. Al parecer nosotros también lo estamos —respondió su Beta encogiéndose de hombros. Aidan resopló con fastidio.—Estoy haciendo esto para protegerla…—Sigue pensando eso si te deja dormir por las noches —replicó Brennan—. Pero la realidad es que este circo que has armado tiene fecha de caducidad. No puedes usar la justificación de que quieres protegerla para siempre; no podemos estar encerrados para siempre y lo más important
Los ojos de Aidan destellaron mientras una sonrisa de satisfacción dejaba ver la blancura de sus colmillos. Se sentía bien, se sentía confiado y satisfecho porque aquella loba le había salvado la vida, aquella loba no podía evitar defenderlo, él era su pareja destinada, él era su mate, así que mucho menos podría atacarlo.Solo tenía que concentrarse en someter a Rhiannon.Se lanzó sobre ella con un movimiento preciso, pero su cuerpo colisionó con el de Raksha en el aire… O mejor dicho, no colisionó, las fauces de la loba se cerraron sobre uno de sus hombros y lo lanzó al suelo con un gruñido sordo.Apenas le dio tiempo liberarse de la loba para hacer frente a Rhiannon. Lo mas cerca que tenía era un pedazo de madera y ahí fueron a clavarse las dagas anilladas, con tanta fuerza que la atravesaron, y fueron a romper el pulido m&aacu
Brennan se lanzó a alcanzarla antes de que cayera completamente al suelo, y maldijo en voz baja, porque ahora tenía dos estúpidos inconscientes y heridos.Se llevó primero a Rhiannon hacia la habitación principal y luego cargó a Aidan escaleras arriba y lo acostó a su lado. No podía estar corriendo de una habitación a otra así que iban a tener que aguantarse. Si se despertaban y se mataban por estar durmiendo en la misma cama, ya él se desentendía.Les limpió y desinfectó los cortes, y los vendó lo mejor que pudo. Aunque las heridas no eran mortales, no dejaba de ser grave la situación. Grave y muy extraña.—Se te van a salir los ojos de tanto mirarlo. —Escuchó la voz suave de Rhiannon y se acercó a su lado de la cama—. Pero no va a sanar más rápido solo porque lo mires.—No parece que e
Los pasos se escuchaban suaves y constantes alrededor de la celda, como si el prisionero se hubiera hecho una rutina de ejercicio. Más fuertes y sonoros se escucharon las botas de tacón alto de la reina Erea, mientras pisaba el enlosado del oscuro edificio.—Felicidades –dijo abriendo la puerta de la celda y dando dos pasos atrás—. No pensé que lo conseguirías en el primer intento, pero es indudable que el vínculo entre dos mates ha sido bendecido por la Diosa. Solo espero que ese mismo vínculo no te lleve a cometer ninguna estupidez —le advirtió.El capitán Dugan salió de la celda con una sonrisa traviesa.—¿Entonces es oficial? ¿Mi trabajo está hecho? —preguntó.—Perfectamente hecho —replicó la reina—. A estas alturas estoy bastante segura de que ya sabes por qué te encerré aqu&iacut