Los pasos se escuchaban suaves y constantes alrededor de la celda, como si el prisionero se hubiera hecho una rutina de ejercicio. Más fuertes y sonoros se escucharon las botas de tacón alto de la reina Erea, mientras pisaba el enlosado del oscuro edificio.
—Felicidades –dijo abriendo la puerta de la celda y dando dos pasos atrás—. No pensé que lo conseguirías en el primer intento, pero es indudable que el vínculo entre dos mates ha sido bendecido por la Diosa. Solo espero que ese mismo vínculo no te lleve a cometer ninguna estupidez —le advirtió.
El capitán Dugan salió de la celda con una sonrisa traviesa.
—¿Entonces es oficial? ¿Mi trabajo está hecho? —preguntó.
—Perfectamente hecho —replicó la reina—. A estas alturas estoy bastante segura de que ya sabes por qué te encerré aqu&iacut
Aidan se incorporó despacio, intentando no lastimarse más de lo que ya estaba, y se giró para encarar a Rhiannon mientras Brennan le hacía un gesto silencioso y negativo con la cabeza a la muchacha.—Pregunté por qué llevas marcada la lanza que acabó con el linaje de Isrión —repitió el Alfa.—Porque yo era una de sus guardianas —dijo Rhiannon, atendiendo al velado consejo del Beta. No estaba segura de cuánto sabía Brennan sobre ella pero al parecer Aidan no debía saber sobre su identidad, al menos no todavía—. Toda mi familia, por generaciones fuimos los guardianes del linaje de Isrión.Eso tenía mucho sentido, quizás por eso era que había estado prisionera desde la Guerra Sagrada, en lugar de cumplir solo una condena de cincuenta años como el resto de los hijos de padres opositores.—&ique
De lo primero que Rhiannon fue consciente, fue de su mano derecha, estaba sobre algo duro y caliente. Luego su mejilla izquierda, y después su brazo se sentía dormido. Abrió los ojos con dificultad y esperó a que se adaptaran a la oscuridad de la habitación. No quería molestar a Raksha para algo tan simple como ubicarse, cuando el olor era más que suficiente para saber a quién tenía al lado.Estaba acurrucada contra el cuerpo de Aidan, con una pierna enredada entre las suyas y la cabeza sobre su pecho. Delineó la forma de sus pectorales y se detuvo cuando sintió su mano abrirse sobre su espalda baja y acariciarla allí.«Ten cuidado o lo despertarás», escuchó la voz de Raksha. «Él está descansando, pero su lobo está alerta».«¿Pudiste comunicarte con él?&raq
Aidan sintió el roce suave de sus labios y se atrevió por fin a tranquilizarse. Jamás en seis siglos se había sentido así, y por el momento lo único que sentía era miedo, un miedo profundo y visceral porque él, el lycan, jamás habría perdonado que lo hicieran sentirse así durante seis siglos, así que era muy probable que su lobo tampoco lo perdonara.—¿A quién tengo que conocer?Rhiannon salió del círculo de sus brazos, y lo vio fruncir el ceño con preocupación.—Tranquilo, no voy a ningún lado, solo estoy aquí. ¿Ves?Retrocedió un poco y se quedó de rodillas frente a él. Aidan pudo ver sobre su piel brillar el espíritu de la loba. El cuerpo de Rhiannon se echó hacia adelante, apoyando las manos en el suelo, sus ojos destellaron
Rhiannon acarició el rostro de Aidan y le quitó el cabello de la frente. Hacía dos días que no se levantaba de aquella cama.—Sé que estás despierto, puedo sentir perfectamente tu estado de vigilia. No puedes esconderte detrás de un par de ojos cerrados para siempre —lo regañó con suavidad.Aidan abrió los ojos, pero no dijo nada.—Tienes que comer algo. No puedes seguir así.—No tengo hambre.Rhiannon resopló con impaciencia. Había pasado de ser una prisionera a ser una niñera. ¡Bonito cambio!—No te estás lastimando solo a ti. ¡También estás lastimando a Akela! —exclamó para hacerlo reaccionar—. Si tu cuerpo se debilita, él se siente mal; así que deja de hacer berrinche como niño chiquito y p…—Ayúdame
El rey Caerbhall había hecho acopio de paciencia por años. Después de más de ocho siglos no podía decir que amaba todavía a su esposa, ni siquiera porque era su mate, pero no le quedaba más remedio que tolerarla, porque eran demasiados y demasiado peligrosos los secretos que compartían.Sin embargo hasta ese momento la reina madre había procurando siempre mantenerse fuera de sus asuntos, y el rey había tenido buen cuidado de mantenerla vigilada, pero esta vez las intrigas de Erea habían superado sus expectativas.—¡¿Mandaste a reunir a la corte en Nunavut?! —gritó entrando a su recámara y haciendo un gesto a su guardia para que saliera.La reina le dedicó una mirada inocente que ni ella se creía.—Por supuesto.—¿Con permiso de quién? ¡No me consultaste nada! &m
Aidan se dio la vuelta con pereza y sintió un empujón en la espalda que lo llevó a dar de bruces en el suelo, levantándose al instante.—¡Suficiente! ¡En esta cama no cabemos los dos! —declaró levantando el índice.«¿Y?», gruñó Akela con un brillo malvado en los ojos.—¡Y… me voy a dormir al sofá! —rezongó el lycan dirigiéndose a la puerta mientras escuchaba a su lobo hacer un sonido casi parecido a una risa.«Esa es una sabia decisión», escuchó decir a Raksha y la acarició levemente mientras la loba pasaba a su lado y de un salto trepaba a la cama, haciendo que su enorme cabeza descansara sobre Akela.Aidan se dejó caer en el sofá, mirando al techo con una sonrisa. Habían pasado dos días des
Akela y Raksha se miraron mientras Aidan ponía cara de pocos amigos.«¡Vamos, no pueden callarse esto! ¡Necesito saber por qué nos está pasando esto!», protestó Aidan. «¿Cómo es que Rhiannon sale herida si me hieren a mí…?»«Hay explicaciones que no son sencillas, mocoso», replicó Akela.«Pero al menos me puedes decir si es normal. Sé que entre los lycans que someten a sus lobos no lo es… ¿Pero sí lo es entre los lobos libres…? ¡Ayúdame a entender esto porque me va a explotar la cabeza!», pidió«No, no es normal», murmuró Raksha, levantándose y caminando lentamente hacia él. «En las antiguas leyes los lobos tampoco se vinculaban de esa forma. Pero Rhiannon y tú son especiales».«¿C&o
Raksha caminaba de un lado a otro con impaciencia, y Rhiannon habría jurado que estaba a punto de pegarle aunque fuera con el rabo. «¿Y si algo le pasa?», preguntó Rhiannon, ansiosa, retorciéndose los dedos, y las dos sabían que se refería a Aidan. «¿¡Pero es que cómo se te ocurrió!?», la reprendió la loba con inquietud. «¡Nada menos que beber plata…!» «Necesitaba comprobar si de verdad adquirí algo de inmunidad», se defendió Rhiannon. «¿Y si te hubieras muerto? ¡¿No pensaste en eso?!» «¡Sabía que no iba a matarme!» «¡Entonces si lo sabías no era necesario que te la tomaras!», le gritó su loba y Rhiannon se quedó en silencio porque su maldita lógica era irrebatible. «Lo siento», Rhiannon se cubrió el rostro con las manos. «Es que tengo esta sensación… Raksha, esa puerta está abierta, ¡pero yo sigo sintiéndome una prisionera y no sé por qué!» «Rhiannon…»