Se suponía que hoy debería haber ido a la fiesta que organizaba Amanda en mi «honor», pero tenía cosas más importantes que hacer, como es buscar un trabajo para poder vivir por mí misma. Y qué mejor que salir por las discotecas más emblemáticas de Chicago.
Google es un portal directo de información, así fue como me enteré de que esta ciudad es muy conocida por su vida nocturna. No me será difícil encontrar trabajo como camarera en algún antro de moda..., y donde me paguen bien.
Me enfundo en mis mejores pitillos negros, combinado con un crop top de encaje del mismo color y una chaqueta de cuero. Cojo el móvil para mirar la hora y recojo el bolso de mano negro. Bajo las escaleras con cuidado de no hacer mucho ruido; lo último que me faltaba es un interrogatorio.
Justo cuando llego a la puerta, Richard me intercepta y me mira mientras sujeta el café con ambas manos.
—¿Adónde vas tan arreglada? —me pregunta.
—¿A buscar trabajo? —le respondo con otra pregunta sarcástica.
Me mira inexpresivo y una leve sonrisa escapa de sus labios. Sé que no va a decirme nada bueno, pero tampoco hay nada que pueda impedirme, así que le devuelvo la sonrisa y abro la puerta.
Me balanceo sobre los talones y cojo el bolso con ambas manos.
—Aún no te he dado permiso para salir. Además, es viernes —contraataca.
—Ni lo necesito. Ocúpate de tus hijos que es lo que deberías hacer —le espeto.
Abre mucho sus ojos grises y aprieta la taza con fuerza. Él se lo ha buscado. No debería meterse entre mis salidas y yo. No tiene ningún derecho a opinar lo que puedo o no hacer. Eso debería tenerlo claro.
Sonrío con suficiencia y me despido con un gesto teatral.
—Por favor, no te metas en ningún lio —pide.
—Tranquilo, papi, seré una buena chica y mañana no estaré en la portada principal de todas las revistas de moda —contesto por encima del hombro con una sonrisa falsamente inocente.
Por suerte cuando salgo, el taxi que había pedido ya está esperándome en la entrada. Me deslizo en el asiento trasero y me acomodo.
—A la cincuenta y nueve oeste con Hurbbard Street —le comunico al taxista.
—Marchando —contesta, volviendo a incluirse en la carretera semi desierta.
Durante el viaje me dedico a mirar por la ventanilla, sin nada interesante que hacer mientras contesto con escasos «Estoy enferma» a Alyssa y «No me encuentro muy bien» a Amanda. Finalmente, llego a mi destino.
Studio Paris Nightclub.
Le pago al taxista y salgo del vehículo a toda prisa al ver a la multitud que hay frente a mí. Sólo con la cola que me espera ya comienzo a agobiarme..., y debo estar a treinta metros. Tomo una profunda bocanada de aire y con pasos decididos me pongo en la fila.
En el tiempo que debo estar esperando, verifico que he traído el carnet falso. Sí, tal vez no funcione, y aquí tengan más control que en las discotecas de Londres. No obstante, sigo rezando para que cuele. Me guste o no trabajar, sé que lo necesito y esto es uno de los mejores que he encontrado. Además, sólo sería por la noche, sábados y domingos.
Casi media hora después al fin estoy frente a uno de los porteros, que como era de esperar me pide mi identificación. Me muerdo los labios con nerviosismo cuando me mira de reojo y mira la imagen que hay en el carnet. Rezo en silencio para que cuele, así que para rematar la tarea le dedico mi sonrisa de los hoyuelos, la que siempre suelo usar para llevármelos al huerto.
—Pasa —dice finalmente, haciendo un movimiento de cabeza hacia la puerta. Me devuelve el carnet y me abre el cordón.
Sonrío para mis adentros mientras sujeto el carnet con las puntas de los dedos y paso. Esto sólo es una muestra más de que no únicamente a las mujeres nos vuelven locas los hoyuelos; muchas veces me han salvado el culo.
Trago saliva e intento buscar una salida rápida a esta aglomeración, pero no encuentro ningún hueco libre entre las personas que bailan poseídas por la música que reverbera en las paredes y parece capaz de reventarme los oídos.
Comienzo a deslizarme entre la gente con cuidado de no recibir ningún codazo o tirándome una copa encima. Me quito la chaqueta cuando el calor se vuelve insoportable y creo que va a darme una lipotimia. Por la cantidad de personas que hay en la sala puedo suponer que el DJ de esta noche debe ser alguien importante.
Entre codazos y caras de mala hostia consigo abrirme paso hasta la barra, que al igual que el resto del lugar está, literalmente, a reventar. Miro en una dirección y otra en busca de algún camarero libre que me sirva algo de valor líquido.
No es que lo necesite... la mayoría de las veces.
Me desplazo por la barra con desesperación, casi al punto que me estoy volviendo loca con tanta gente rozándome de manera inconsciente o deliberada, no tengo ni idea, pero me toca las narices hasta tal punto que profiero un gruñido de irritación.
Necesito a mi ángel de la guarda ya.
Y debe ser que alguien por ahí arriba todavía me tiene en estima. Lo sé en el mismo segundo en el que mi mirada encuentra a Aiden, apoyado en la barra y acompañado por un par de tías que parecen muy interesadas en toquetearlo por donde pueden mientras le sonríen de manera coqueta. Y él, como buen cliché que parece ser, está encantando con ellas.
Me muerdo el labio inferior, pensativa, preguntándome el por qué este pobre chico se me ha puesto en el punto de mira de manera inconsciente...
No puedo evitarlo: Disfruto fastidiándolo.
Con pasos seguros avanzo en su dirección, adoptando mi mejor cara de inocencia. Aprovecho el factor sorpresa cuando le rodeo los hombros con ambos brazos, para meterme mejor en el papel le planto un sonoro beso en la mejilla. Su cuerpo se respinga ante el susto y ahoga una exclamación de sorpresa.
Las pavas me miran con expectación mezclada de escepticismo.
—Hola, cariño, ¿me has echado de menos? —le susurro al oído mientras lo aprieto más fuerte.
Espero que se dé la vuelta y me asesine con la mirada, o me pregunte qué coño estoy haciendo, lo que me saca otra sonrisa de satisfacción. Así que me pilla totalmente por sorpresa cuando, con una sonrisa de oreja a oreja y una mirada de azul cielo malévola se da la vuelta y me coge de la cintura.
Se humedece los labios con lentitud y alza ambas cejas.
—Sí, cariño. Te he echado mucho de menos —salta de repente, subiendo el volumen de voz para que las tipas lo escuchen.
Estoy tan flipada y fuera de contexto que ni siquiera me resisto cuando me acerca más a su cuerpo y me besa... Espera... ¡Me está besando! Y vuelve a rebobinar, yo también lo estoy besando, no sólo eso, sino que es un beso profundo en el que nuestras lenguas se encuentran, convirtiéndose en una auténtica guerra por el control.
De manera instintiva mis manos terminan en su nuca y lo acerco más a mí. Tengo que admitir que besa estupendamente, consigue que ese agradable calor se extienda por mi vientre y siempre augura que quiera algo más que besos.
Nos separamos cuando el oxígeno abandona nuestros pulmones.
—Oye, gracias por joderme el trío de esta noche —suspira contra mi mejilla. Aún tiene los ojos cerrados y el sarcasmo es palpable en su voz.
—De nada, yo también me alegro de verte, Ian —contesto, diciendo su nombre mal a propósito.
No dice nada, sino que se ríe, sonriendo de medio lado de un modo adorable. Vale, ¿qué me pasa? Estoy perdiendo la chaveta.
Nos separamos y miro por encima de su hombro al comprobar que el par de Barbies se han esfumado. Él también lo hace para después, mirarme con fingida indignación.
—Oye, ¿qué te he hecho para que me odies tanto? —increpa antes de llevarse la copa a los labios y darle un largo sorbo.
—Perdona, que fuiste tú quien me besó a mí, y la que por tanto debería estar enfadada —repongo con una sonrisa maliciosa mientras levanto las manos a modo de rendición. Miro en dirección a la barra para después mirarlo a él, que me mira dubitativo ante mi respuesta —, pero si me consigues una copa, tal vez te perdone —señalo con el índice.
—¿Y me dejarás en paz el resto de la noche? —añade con los ojos entrecerrados.
Me río expulsando el aire por la nariz y niego levemente con la cabeza. Nunca había conocido a un chico que quisiera deshacerse de mí de manera tan rápida. De acuerdo, tiene razones para hacerlo, ya que lo único que he hecho desde que lo conocí esta mañana, ha sido fastidiarlo de manera gratuita.
Frunzo los labios con determinación y hago como si estuviera pensando.
—No creo que vayas a deshacerte de mí tan rápido. Para eso tendrías que conseguirme un trabajo —lanzo con una mueca desafiante.
Y pensando que me soltaría alguna fresca, sucede todo lo contrario, porque me sonríe con petulancia a la vez que asiente con la cabeza. Apoya el codo sobre la barra y me repasa con la mirada, deteniéndose más de lo debido en mi escote, lo que, en este caso, no me resulta desagradable.
La mueca de aburrimiento vuelve a su rostro y hace un mohín.
—De acuerdo, entonces quieres trabajar —repite mis palabras. Exhala un suspiro y se pasa la mano por el pelo, desordenándolo un poco más—. Yo te voy a conseguir trabajo, y tú a cambio me dejarás en paz y no volverás a molestarme —ofrece.
¡Joder! ¡Qué rápido!
Abro los labios ligeramente sorprendida por su crudeza antes de asentir con la cabeza. Honestamente, no me esperaba en absoluto que aceptara de manera tan rápida y que fuera tan directo con el hecho de que no quiere volver a verme.
Por mí perfecto, la verdad.
Tal vez debería sentirme un poco ofendida, pero francamente, me da igual. Sólo venía en busca de un trabajo y ya lo he conseguido.
Carraspeo para aclararme la garganta y sin permiso cojo su copa y me la bebo casi sin respirar. Disfruto del ardor en mi garganta al deslizarse por ella y me relamo los labios con placer, gesto que, para mi sorpresa, a Aiden no le pasa desapercibido.
Poso con fuerza la copa y suspiro con teatralidad.
—Ha sido un placer hacer negocios contigo..., Aiden —me despido con una sonrisa exagerada.
—Igualmente —me responde. Entrelaza los dedos de las manos y se recuesta sobre la superficie con una mirada inquisitiva.
No le presto atención, sino que me doy la vuelta con toda la dignidad que me queda y me mezclo entre la multitud con exagerados movimientos de cadera para mostrarle lo que se ha perdido por ser tan borde conmigo. Debo admitir que no me hubiera disgustado la idea de tirármelo esta noche. Pero qué le vamos a hacer.
Por lo visto no le he caído muy bien... Peor para él.
Con pasos lentos me deslizo entre los cuerpos frenéticos que bailan a mi alrededor y comienzo a moverme al ritmo de la canción de Selena Gomez con Zedd: I want you to know.
Me meneo con soltura, sacando mis mejores dotes como bailarina a la luz. Cierro los ojos y me dejo llevar por los acordes, moviendo las caderas de lado, las manos se deslizan por mi cuerpo, hasta que llegan a mi cabello y lo muevo de un lado a otro con sensualidad. Al principio es algo lento y sensual, pero a medida que pasa es más rápida y desenfrenada.
La música me retumba en los oídos y las luces consiguen que sean más estridentes.
«Quiero que sepas que es nuestro tiempo. Tú y yo, sangremos la misma luz.»
«Quiero que sepas que soy enteramente tuya. Tú y yo, corramos el mismo curso.»
Me tomo la libertad de darme la vuelta y entreabrir los ojos, para comprobar, gratamente, que Aiden no me ha quitado el ojo de encima. Sus ojos manan una intensidad casi palpable, a pesar de que su expresión es impenetrable y su postura indiferente.
No me deja muy claro lo que está rondando su mente, y eso me desquicia. Me gusta leer a las personas, pero él me lo hace imposible... Por ello sé que me atrapará como una mosca yendo hacia la luz.
Pero de momento soy dueña de mis pensamientos, y no quiero que se conviertan en un obstáculo.
«Estoy dejando deslizar una reacción en cadena. Y aquí voy, aquí voy, aquí voy...»
«Y una vez más, soy tuya en fracciones. Y me coge por sorpresa.»
«Cielo, está lloviendo esta noche, pero las tormentas siempre tienen un ojo, un ojo... Dime que estás cubierto esta noche, o dime mentiras, mentiras...»
«Estoy mejor bajo tu reflejo, pero ¿lo sabías? ¿lo sabías...?»
«Soy alguien diferente a quien conocías. Todo es lo mismo, todo es el mismo brillo.»
No tengo ni la más mínima idea qué hora será, pero ya hace un buen rato que estoy recostada sobre la barra, con mi tercer Jack Daniel's con cola, los pies doloridos y una borrachera que no me acuerdo ni de mi nombre. Mi ceño se frunce al mismo tiempo que me doy cuenta de que mi copa ya está casi vacía.
Creo que el alcohol se me está subiendo a la cabeza y comienzo a pensar tonterías, porque no me he podido sacarme de la cabeza la actitud de Aiden. En mi alcoholizada mente no puede entrar la idea del porqué me repele tanto, y a pesar de que intenta tomárselo todo con sarcasmo, no puede ocultar la frialdad en sus palabras.
Pero eso no es asunto mío.
Me paso la palma de la mano por mi frente sudorosa y meneo la cabeza para desechar mis ebrios pensamientos. Son tonterías. Lo único que necesito es volver a casa y dormir la mona.
Consigo llegar hasta la salida sin ningún problema, sólo que veo doble y parece que al suelo quiere que le vomite encima. Ah, y que no tengo ni idea de dónde he metido el bolso..., pero que más me dará.
Estoy demasiado ocupada buscando el número de taxis cuando estoy viendo tres iguales. Cierro los ojos con fuerza e intento respirar aire fresco para concentrarme, pero la multitud gritando a mi alrededor y moviéndose no ayuda en absoluto.
Que sea lo que Dios quiera.
Al instante me contesta una voz dulce que reconozco como la de Alyssa.
—¿Becca? ¿Eres tú?, ¿verdad? —inquiere, dubitativa.
—Sí... lo-lo siento, me he confundido de número —balbuceo.
—¿Te encuentras bien? —pregunta con preocupación.
—No, no estoy bien —murmuro casi sin fuerza.
Joder, cuanto cansa estar pedo.
—Sí necesitas ayuda, puedes pedírmela —lanza abruptamente con nerviosísimo.
No quiero comenzar a tener que deberle favores a la gente, pero ahora mismo no estoy en condiciones de llegar a casa por mi propia cuenta sin acabar a saber Dios donde.
Me paso la mano por la frente sudorosa y gimo con desesperación.
—Sí, necesito tu ayuda. Podrías venir a Studio Paris —murmuro con la voz enronquecida por el alcohol.
—Sí, claro, por supuesto. Espérame allí. Hasta ahora. —Cuelga rápidamente.
Que maja...
Alyssa llega quince minutos después.Me sonríe a la par que me pasa un brazo por los hombros mientras me guía hacia el coche como si fuera una niña desorientada. Con cuidado, me ayuda a meterme en el asiento trasero. Mis ojos consiguen enfocar al tío que está sentando en el puesto del copiloto, que me saluda con un gesto de cabeza, yo le devuelvo una sonrisa antes de tumbarme en plancha sobre los asientos.Apoyo la cabeza en la ventanilla e intento pensar dónde podría haber dejado el bolso. Sin embargo, no soy capaz de juntar ni siquiera dos pensamientos y que hagan, como lo diría, algo así comoclic.Me paso ambas manos por el pelo y bufo exasperada.—Era mi bolso favorito —digo en tono lastimero, sin mucho control sobre mis palabras.—Lo encontraremos, no te preocupes —me contesta Alyssa en tono conciliador.No creo que vaya a volver a verlo, pero al menos tengo lo importante: las llaves y el móvil.Cuando llegamos a mi casa
¿En serio me está diciendo que me vaya o son imaginaciones mías? Debe de estar de coña, no puede estar diciéndolo en serio. Además, adónde iba a irme a las putas seis de la madrugada.Comienza a entrarme el pánico, aunque estoy demasiado entrenada para no mostrar lo que realmente siento o pienso.Pongo cara de póquer y me quedo quieta, como si fuera una estatua.—¿Y dónde voy a irme a estas horas? —murmuro.—Quiero que te vayas —repite con resolución.Se tapa la boca con la mano para reprimir un sollozo mientras alterno la mirada entre uno y otro para saber si están hablando de verdad o me están vacilando, pero la forma en la que me miran me dice que van completamente en serio.Clavo la mirada en Richard, pidiéndole ayuda, pero él la aparta de la mía y se acerca a Elizabeth.«¡Traidor!» grita mi subconsciente. En este momento entiendo que Richard y yo nunca podremos llevarnos bien, aparte de porque está casado con la persona que más odio en
Abro la puerta con cautela y me quito los tacones para no hacer ruido al caminar por los pasillos. Me agarro a la barandilla para subir el tramo de escaleras que me esperan y camino de puntillas, pero sólo tengo tiempo de llegar al segundo piso.Oigo pasos y gimoteos ahogados.—Becca, ¿eres tú? —gimotea Dylan.—Sí, soy yo —murmuro—: vuelve a la cama —digo con el tono más dulce que encuentro.Camino hasta él y me agacho para ponerme a su altura. Sus mejillas están empapadas en lágrimas y aprieta su peluche con fuerza. Le limpio las mejillas con la manga de la sudadera y esbozo una pequeña sonrisa para animarlo.No me gustan los niños, pero Dylan me recuerda tanto a mí que me resulta imposible no quererlo, bueno, a lo que determino querer.—¿Has tenido una pesadilla? —susurro.Asiente con la cabeza y me cog
Debe ser cierto eso de que Dios o el Karma o todas esas mierdas existen, porque me la están jugando ahora de la peor forma posible. Mis malas acciones comienzan a dar sus frutos. Sé que he hecho cosas malas, puede que, hasta horribles, pero no creo que me merezca esto.Alyssa me da palmaditas en la espalda mientras sigue mi mirada y la clava en los tres chicos que entran por la puerta.Amanda nos mira como si nos acabaran de salir dos cabezas.—¿Ese no es Tyler y tu hermano? —le pregunta Alyssa, señalando a los chicos con la mirada.—Hermanastro —la corrige.—Qué más da. ¿No son ellos? —le contesta.Tiene que estar de coña y mi chico de ojos avellana no puede ser el hermanastro de Amanda y amigo de Tyler. El Karma me está vacilando una vez más y esto es toda una broma de mal gusto.Alyssa me pasa la taza de té para que le dé un trago y me calme la tos. Pero lo único que hace es revolverme el estómago y hacer que sienta náuseas. Ni siquiera s
Cuando me reúno de nuevo con el grupo, estoy más calmada y todos parecen listos para irse. Ninguno parece darse cuenta de mi estado de ánimo, excepto Amanda, que me mira inquisitiva, seguro, intuyendo lo que acaba de ocurrir.Niego con la cabeza y pongo los ojos en blanco a modo de respuesta. Ella frunce el ceño y lo deja correr.—¿Por qué has tardado tanto? —me pregunta Tyler.Ni siquiera hace falta que le conteste. Sam le pasa un brazo por los hombros a su amigo y me mira de refilón mientras le susurra algo que no llego a escuchar, ambos empiezan a reírse y paso a un segundo plano al instante.—¿Qué os parece si nos pasamos por Oak Street? —propone Amanda. Coge su bolso y nos pasa una ojeada a todos—. Venga, será divertido. Además, hoy me apetece gastar —se defiende. Por la expresión de los demás, deduzco que Amanda es un
Oak Street es una gran aglomeración de tiendas de marca ocupando casi tres manzanas, desde grandes almacenes hasta pequeñas boutiques, las calles están abarrotadas de gente que va de un lado a otro con bolsas y más bolsas de cosas que seguro ni siquiera necesitan.Detesto ir de compras, pero no me desagrada mirar los escaparates y reírme de los escandalosos precios por un vestido de Dior o Gucci, o unos tacones de seiscientos dólares por ser de Jimmy Choo.Me parece exagerado.Cojo a Sam de la mano y caminamos por las abarrotadas calles esquivando viandantes, hasta que me detengo delante de un escaparate de BCBG, al verlo más de cerca sé que tiene que ser mío. Un vestido rojo de tela sin mangas y escote en forma de corazón, con una altura hasta los muslos. Es como si me llamara y me dijera que tengo que comprarlo, y eso es justo lo que hago.Sam comienza a reírse cuando me ve abrir los ojos como platos y comerme el vestido con la mirada. Lo arrastro conmigo d
Sam no me ha seguido y empiezo a preocuparme que de verdad me haya dejado tirada, aunque tiene toda la pinta. Por suerte tuve la cabeza de coger el móvil, pero recuerdo que no tiene batería... Ahora sí que empiezo a preocuparme de verdad. Esto no se lo voy a perdonar jamás. Estoy completamente sola en una ciudad que no conozco.Avanzo hasta la barra y espero que alguien me atienda.—¿Qué quieres, cielo? —me pregunta una camarera.Pongo la mayor cara de inocencia que puedo y le muestro una sonrisa triste.—Podría ponerme el móvil a cargar, por favor —pido casi al borde de las lágrimas—. Es que me he perdido y no soy de por aquí —explico. Me pellizco la rodilla hasta que me saltan las lágrimas—, y mi novio me ha dejado tirada —sollozo.Es una mentira a medias.Debo tener tal cara de desesperación que se compadece de mí.Asiente y le entrego mi móvil.—Menudo capullo tu novio —comenta mientras se mete dentro de la cocina.—Ni te lo
Cuando logro entrar, subo a mi cuarto y cierro la puerta, y me dejo caer en la cama con pereza. No me puedo creer que Sam sea tan cabrón. Lo que le hizo a Alyssa fue horrible, hasta para una persona como yo. La utilizó a su antojo y luego se burló de ella cuanto quiso...Ahora comprendo porque no se hablan y cuando hablaba sobre él, lo hacía con resentimiento e irritación.Me meto en el cuarto de baño y me doy una larga ducha hasta que el agua se queda fría. Hace un calor horrible, así que me tomo mi tiempo. Cuando termino, miro el reloj para darme cuenta de que son las ocho y veinticinco y todavía no han llegado.Me aburro como una ostra.Entro en la cocina, abro el congelador y meto la cara dentro para refrescarme. Durante los próximos tres minutos ni me muevo, hasta que siento como se me entumecen las facciones, así que cierro el congelador y abro la nevera en busca de algo de beber. Por suerte, no tengo que rebuscar mucho cuando encuentro una lata de cerv