Bárbara SummersAbrí los párpados lentamente, la luz de la mañana se filtraba por los bordes de las cortinas y proyectaba un cálido resplandor por toda la habitación.Extendí la mano y acaricié la superficie fría y vacía de la cama donde debería haber estado Lawson. Fruncí el ceño y me incorporé, envolviéndome en la sábana con una sensación de creciente inquietud. No había rastro de él, ninguna nota; su ausencia resonaba con fuerza no solo en mi interior, sino también en el silencio de la habitación. Se me encogió el corazón; una familiar punzada de traición me carcomía las entrañas. ¿Me había utilizado? El pánico y el dolor se apoderaron de mi interior y, con una oleada de indignación, balanceé las piernas sobre el borde de la cama.—¿Cómo pudo? —murmuré para mí misma, con la voz apenas por encima de un susurro.Me vestí con rapidez, y comencé a caminar hacia la puerta, mi determinación se fortalecía. Me iría sin mirar atrás. Pero justo cuando estaba bajando las escaleras, un murmul
Lawson HallDos semanas después.Me había costado convencer a Bárbara para que se fuera a vivir conmigo, lo logré después de casi dos semanas de ruego, diciéndole que era lo mejor para la pequeña Kejsi y como nuestra pequeña era la debilidad de los dos, terminó accediendo.Así que allí estábamos en la habitación, la luz del día se filtraba por la ventana, proyectando un resplandor dorado en la habitación donde estaba de pie, esperando con los ojos clavados en Bárbara. Ella estaba inmóvil, sentada en la peinadora, con una clara expresión de indecisión.—Barbie —empecé a decir con una voz que combinaba afecto y preocupación—. ¿Por qué no terminas de arreglarte? Si no estás lista para ir, le aviso a mi madre que no estamos disponibles y nos quedamos en casa.Ella se volvió hacia él, sus ojos reflejaban tanto la puesta de sol como su tormenta interna. —No puedo huir siempre, Lawson. Debo enfrentar mis miedos, debo demostrar que soy otra mujer, una valiente.—Lo sé —respondí en voz baja,
Bárbara SummersDos semanas después.La brisa salina jugueteó con los mechones de mi pelo cuando salí del coche y mis ojos se iluminaron al ver la casa de la playa encalada con el mar turquesa como telón de fondo. Lawson, sonrió enigmático, como un niño y con un brillo en los ojos, se inclinó hacia mí y me susurró con voz ronca: —¿Estás lista para la aventura y sorpresas? —preguntó.—Siempre —respondí igualando su entusiasmo con mi propia energía vibrante.En ese momento, llegaron las otras mujeres Hall, y me llevaron a una habitación donde la alegría bullía con las risas y el parloteo de todas en esta supuesta excursión familiar. Todas me rodearon como un grupo de hadas estilistas, ansiosas por hacer su magia en mí. —Te vamos a dejar estupenda —dijo Sarah. Me arrullaban, con codazos juguetones y guiños intercambiados por encima de su cabeza.—Todas debemos estar lindas para nuestros esposos y novios—, añadió Georgina, provocando un coro de risitas. Las manos y los pinceles revol
Levi HallMe quedé observando el crepúsculo que se derramaba sobre la playa en un baño de oro y sombras, mientras caminaba junto a la orilla. Las olas lamían mis pies con una familiaridad fría y reconfortante.La boda de mi hermano había sido un espléndido torbellino de amor y promesas, pero también me había recordado lo que yo ansiaba y aún no poseía. Taylor... su nombre era una caricia y un tormento en mi mente. Esa mujer me había enloquecido desde la primera vez que la vi, la deseaba, la ansiaba, soñaba con ella, nunca abandonaba mi mente.—¿Por qué no puedo simplemente decírtelo? —me pregunté, dejando que los susurros del mar se llevaran parte de mi angustia.Le había dicho que quería una oportunidad, y que necesitaba que me dejara demostrarle quién era yo; sin embargo, me había dado cuenta de que aunque si habíamos compartido más, no la sentía cerca de mí, es que ni un beso me había dejado darle, y ya no aguantaba más. Y ahora sentía que la idea de poder pedirle que se casara
Levi HallYo miré profundamente a Taylor a los ojos, con el corazón, latiéndome a mil por hora y es que esa mujer tenía la capacidad de enloquecerme en fracciones de segundo, por eso sin perder más tiempo, hice la propuesta que me estaba carcomiendo porque no podía esperar más.Durante esos segundos de incertidumbre, sentí que mi corazón latía con fuerza, esperando su respuesta. Pero entonces, una sonrisa curvó sus labios y mis temores se desvanecieron.—Mi amor, casémonos dentro de dos semanas. No puedo esperar más para hacerte mi esposa —le propuse. La sonrisa de Taylor se desvaneció y se mordió el labio, apartando la mirada. A mí se me cayó el estómago. No quiere casarse conmigo, pensé, cabizbajo y confuso. Entonces Taylor se volvió, con una sonrisa juguetona en la cara. —¿Qué te parece si nos escapamos a Las Vegas? —preguntó Taylor con una mirada traviesa en sus ojos y continuó—. Porque si a ti te parece, entonces yo acepto.—¿Qué quieres decir? —interrogué un poco lento.—Que
Georgina Harper.Yo sentí cómo el calor se extendía por mi cuerpo, embelesada por sus caricias. Sentía sus manos por todas partes, provocándome suspiros de placer. —Zucker —gemí. Sus labios rozaron mi cuello y sus dedos recorrieron las curvas de mis caderas. Yo me acerqué a él, deseando que me tocara más. Me guio hacia atrás hasta que toqué el borde de la cama. Con un suave empujón, me tumbó y su mirada recorrió mi cuerpo con avidez. —Eres tan hermosa —ronroneó, quitándome lentamente la camisa. Me acerqué a él con avidez y mis dedos recorrieron los duros pectorales de su pecho. —Te necesito ahora —expresé en tono suplicante. Él se acomodó entre mis muslos, su erección rozándome la entrada. —Como quieras, sabes que solo tú me mandas, amor —me dijo Zucker con una mirada de evidente deseo.Me penetró con fuerza. Yo grité, abrumada por la deliciosa sensación de ser llenada por él. Empezó a moverse, despacio al principio, arrastrando cada golpe, una serie sucesiva de movimientos de
Levi HallLa pequeña capilla en Las Vegas estaba decorada de una manera peculiar, con luces de neón parpadeantes y un ambiente que parecía sacado de una película. Taylor y yo nos veíamos visiblemente emocionados, llenos de amor el uno por el otro.Nos paramos frente al altar, flanqueados por dos imitadores de Elvis Presley que fungían como nuestros testigos.La música de fondo comenzó a sonar, y tomé la mano de Taylor con una sonrisa radiante en el rostro. A pesar de la sencillez de la ceremonia, los ojos de mi mujer brillaban rebosantes de felicidad.—¿Estás lista para esto? —le pregunté, mirándola con adoración.Ella asintió con una sonrisa igualmente radiante.—Más que lista, Levi, estoy ansiosa porque al fin estaremos juntos —declaró Taylor visiblemente emocionado.Elvis, el falso oficiante, comenzó a pronunciar las palabras de la ceremonia, y sentí mi corazón golpear con fuerza en mi pecho, y cuando finalmente llegó el momento de los votos matrimoniales, miré profundamente a los
Nueve meses después.Taylor Harris.Me encontraba en mi consultorio con mi abultado vientre, a pesar de que ya estaba en los días que daría a luz, no había querido dejar de trabajar, porque estaba comprometida con lo que hacía.Sin embargo, no esperaba que a mis hijos se les diera por nacer justo en ese momento. Apreté los dientes cuando una intensa contracción se apoderó de mi cuerpo; sin embargo, decidí esperar, porque podía ser falsa alarma, así que traté de relajarme lo más que podía.Pero minutos después volví a ser atacada por otra contracción, respiré agitadamente por el dolor, me agarré con fuerza a los brazos de la silla. El señor Roward seguía parloteando distraídamente frente a mí, gesticulando salvajemente mientras yo sentía que me partían en dos. —Señor Roward —interrumpí el parloteo del hombre con los dientes apretados —. Me temo que tenemos que interrumpir esta consulta médica.El Sr. Roward parpadeó sorprendido. —¿Qué? ¿Por qué demonios haríamos eso? ¿Sabe cuánto ti