DILE ADIOS
¿Qué pensaría Alek de mí sí me viera ahora?

Esa fue la única pregunta que rondó mi cabeza durante toda la mañana, mientras permanecía boca arriba sobre la cama, semicubierta por las sábanas, con ojos vidriosos y un molesto dolor en la entrepierna. Con cada día que transcurría, yo traicionaba más al chico que amaba, le fallaba y me volvía tan poca cosa para él.

Sí volvía a Alemania, ¿qué le diría? ¿Vería a través de mí todas las veces que le había engañado con otro? El solo pensar en verlo me asustaba.

Cuando volviera, ¿llevaría a un bebé en mis brazos?

Al mediodía, al fin me sentí capaz de levantarme y darme una larga ducha. Mientras me ponía un vestido ligero, pude ver las marcas que Gerard siempre dejaba en mi piel, y no solo eso, tenía un dolor recurrente en el vientre bajo, producto de esa noche brutal.

Cuando me dirigí a la cocina por algo de beber, apenas podía caminar y mantenía una mano sobre mi abdomen bajo.

—Gerard es como una bestia en la cama, ¿verdad?

No la había
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