CARIÑO, MUERE POR MÍ
CARIÑO, MUERE POR MÍ
Por: Tatty G.H
PROLOGO: VIRUS

Había ansiado tanto ese momento. Lo había soñado por meses.

Durante ese tiempo había dudado, me había decido y había vuelto a dudar.

Llevé mis manos por todo su amplio pecho, grabandome la forma de sus pectorales en las yemas y aspirando el olor maderoso de su fragancia. Esa sería la ultima vez que tocaría a mi esposo. Recorrí con los labios la curva de su definida mandibula, sintiendo sus manos en mis caderas y el calor de su piel desnuda contra la mía. La habitación estaba en penumbras, pero aun así podía ver la expresión de intenso placer en su rostro, y tambien su mirada, ligeramente nublada por el alcohol que corría en su sangre. Esa noche habíamos bebido mucho, mejor dicho, yo le había llenado el vaso una y otra vez, para luego seducirlo y llevarlo a la cama.

Sonriendole con seducción, separé mis labios de su piel y apoyando las palmas en su fuerte pecho, lo empujé contra la cama y me senté sobre él. Nos miramos con alcoholizado deseo, y con una leve dosis de amor imposible. Yo adoraba a ese hombre, amaba sus varoniles facciones, su voz profunda y ese temperamento endiablado que rara vez se suavizaba. Amaba que fuesemos tan distintos, que yo fuese una delicada y pequeña bailarina que se perdia en las frías pistas de hielo, mientras él era un fuerte e imponente peleador que se volvía una tormenta impredecible en cada pelea... y lo más importante, adoraba que fuese mío, que yo llevasé su apellido y él un anillo que lo aclamaba como mío. Pero apesar de ser esposos, nada podía pasar entre nosotros, ningun sentimiento tenía cabida en nuestro matrimonio. Aunque, aun así, él había cavado un agradable tunel dentro de mí y yo se lo había permitido, como un virus indetectable, que no se nota hasta que ya te está matando. Él era un virus para mí y me torturaba saber que estaba enamorada de él, no quería eso. ¡No me había casado con él para amarlo!

Sin separar mi mirada de la suya, me quité la poca ropa que traía y bailé sobre él como una mujerzuela experta. Me moví eroticamente, disfrutando los cambios de su expresión, admirar cómo se llenaba de placer y ver cómo su pecho subia y bajaba mientras gruñía por lo bajo, echando la cabeza atrás. Disfruté el contacto entre nuestros cuerpos más que nunca, gozando profundamente cada movimientos y grabandome cada jadeo suyo. Me entregué completamente y cuando el momento terminó, agotada me recosté en su pecho y escuché los ultimos latidos acelerados de su corazón.

Y cuando estos se volvieron regulares, disminuyendo su intensidad, levanté la cabeza y lo miré durmiendo. Antes de darme la oportunidad de acobardarme de nuevo, salí de la cama y en el mayor silencio me dirigí al baño. Tomé su navaja de afeitar y comprobé el filo antes de volver a la habitación. Lo observé un instante, una ultima vez. Era un hombre asombrosamente atractivo, alto y fornido debido a su profesión, y en los ultimos meses, había sido mi querido esposo.

Pero antes de eso, él fue el asesino de mi unica hermana.

Expirando entre labios, volví a la cama y en el mayor sigilo posible, subí a su cuerpo y volví a sentarme sobre su pelvis. Apreté la navaja en la mano y con sumo cuidado la acerqué a su cuello. Debido al alcohol y al cansancio, sueño era tan profundo que no reaccionó a mi peso. Mi corazón comenzó a latir con mayor rapidez y mi respiración ganó velocidad mientras apoyaba la afilada hoja en su piel, justo sobre las marcas que yo acababa de dejarle.

Me mordí el labio inferior y fruncí el ceño con angustia mientras lo miraba dormir con tanta tranquilidad, ya podía sentir mi pecho contraerse de dolor. Comencé a temblar y mis ojos se empezarón a humedecer mientras pensaba en la historia que contaría más tarde, cuando narrará lo que hice y porqué.

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