Apunté mi rifle a la cabeza de mi marido y apoyé el pulgar en el gatillo. Sostuve el aliento, viéndolo reír y fruncir el ceño en señal de concentración, mientras él y Marcos apuntaban sus armas a la bandada de aves en el cielo, volando por encima de las copas de los pinos. Estábamos lejos de la fiesta, su equipo bebía y comía sin percatarse que nos habíamos ido, y Marcos estaba tan ebrio que no sabría ni qué ocurrió. Solo debía concentrarme y acabarlo allí mismo. Entrecerré un ojo, mirando por donde entraría la bala, mientras apretaba los dientes y se me venía a la cabeza todo lo que había hecho, el cómo había matado a su esposa, a mi hermana y cómo vivía sin el menor remordimiento. Estaba lista para dispararle y acabar con su egoísta existencia, sin embargo, terminé por bajar el arma y exhalar hasta calmarme. Esta vez se presentaba la oportunidad perfecta, no había nadie cerca, yo tenía un arma y él estaba distraído. El único inconveniente era que yo no sabía disparar y segurament
¿Qué pensaría Alek de mí sí me viera ahora? Esa fue la única pregunta que rondó mi cabeza durante toda la mañana, mientras permanecía boca arriba sobre la cama, semicubierta por las sábanas, con ojos vidriosos y un molesto dolor en la entrepierna. Con cada día que transcurría, yo traicionaba más al chico que amaba, le fallaba y me volvía tan poca cosa para él. Sí volvía a Alemania, ¿qué le diría? ¿Vería a través de mí todas las veces que le había engañado con otro? El solo pensar en verlo me asustaba. Cuando volviera, ¿llevaría a un bebé en mis brazos? Al mediodía, al fin me sentí capaz de levantarme y darme una larga ducha. Mientras me ponía un vestido ligero, pude ver las marcas que Gerard siempre dejaba en mi piel, y no solo eso, tenía un dolor recurrente en el vientre bajo, producto de esa noche brutal. Cuando me dirigí a la cocina por algo de beber, apenas podía caminar y mantenía una mano sobre mi abdomen bajo. —Gerard es como una bestia en la cama, ¿verdad? No la había
Haberle confesado a Alek mi infidelidad, me rompió el corazón y me dejo hueca. En el césped húmedo del jardín, sollocé amargamente por nuestra ruptura y por todos los planes que terminaban allí. Tenía un dolor que me aturdía totalmente, tanto que ni siquiera noté cuando Gerard y su equipo volvieron de la cacería con una buena presa. Mi marido fue a verme, pero no sacó nada de mí, solo indiferencia y desprecio, así que termino yéndose para dejarme en paz. Desde el sofá en la sala, los observé preparar una fiesta en la noche, cocinar y beber con camaradería, bailando con Grettell, la unica chica allí, conversando y riendo entre ellos. Miré en silencio como Grettel, ebria, bailaba con Gerard y le lanzaba miradas sugerentes al son de la música, restregándose contra él, hasta que lo vi apartarse de ella y mostrar una expresión molesta. Sonreí un poco. Las cosas serían difíciles para ella sí pensaba gustarle. Al día que siguió, todos subimos a los coches y nos pusimos en marcha para vol
Mientras me dividía entre aprovechar su guardia baja para acabarle y aprovechar esa oportunidad en mi matrimonio para dejar a tras a Alek, durante los siguientes días las cosas entre Gerard y yo fluyeron por un tranquilo y pasional cauce. Asistíamos a fiestas juntos y nos divertíamos mucho, era una especie de neblina que invadía mi cabeza y me cegaba, pero me agradaba, me ayudaba no pensar en cómo iba a matar a mi marido y tampoco en imaginarme cómo estaba Alek; lo que era tortuoso. Durante esos días, me sentí como una verdadera esposa y solo eso. Incluso comencé a sentirme feliz y cómoda como la esposa de ese peleador. —Me alegra que hayas encontrado tan excelente esposo —me dijo una noche un inesperado visitante en la fiesta de un amigo de Gerard. Al verlo ofrecerme la mano, sonreí sin creerlo. Resultaba ser el mejor amigo de mi padre, Xavier, un hombre de avanzada edad, banquero. —Señor... ¡hace tanto que no lo veía! —le dije, emocionada de ver a alguien tan cercano, tan familia
Había ansiado tanto ese momento. Lo había soñado por meses.Durante ese tiempo había dudado, me había decido y había vuelto a dudar.Llevé mis manos por todo su amplio pecho, grabandome la forma de sus pectorales en las yemas y aspirando el olor maderoso de su fragancia. Esa sería la ultima vez que tocaría a mi esposo. Recorrí con los labios la curva de su definida mandibula, sintiendo sus manos en mis caderas y el calor de su piel desnuda contra la mía. La habitación estaba en penumbras, pero aun así podía ver la expresión de intenso placer en su rostro, y tambien su mirada, ligeramente nublada por el alcohol que corría en su sangre. Esa noche habíamos bebido mucho, mejor dicho, yo le había llenado el vaso una y otra vez, para luego seducirlo y llevarlo a la cama.Sonriendole con seducción, separé mis labios de su piel y apoyando las palmas en su fuerte pecho, lo empujé contra la cama y me senté sobre él. Nos miramos con alcoholizado deseo, y con una leve dosis de amor imposible. Yo a
Había ganado mi primer oro como patinadora artística a los 15 años, en la categoría individual de los Grand Prix en Rusia; ganar había sido fantástico, emocionante y me había hecho tan feliz. Pero después de ese primer triunfo, no volvió a pasar, hasta ese día. 5 años después, sentía que podía volver a hacerlo de nuevo, ¡que podría volver a ganar! Y aunque por dentro estaba temblando y era un manojo helado de nervios, en el exterior era una completa patinadora profesional. Sonreí cómo nunca y abrí los brazos, preparándome para mi siguiente movimiento, mi último movimiento. La temperatura en la pista era tan fría que tenía la piel de gallina bajo el vestido rojo de brillante pedrería, y notaba las mejillas heladas, pero no podía parar. No quería parar. Porque estaba tan cerca, tan cerca de triunfar otra vez. Tomé un suave aliento entre labios y lo contuve. Después, exhalé y suavemente me deslicé por el hielo, hasta que sentí los brazos de mi novio y compañero de pista sujet
¿Muerta? Pensé mientras mi garganta se contraía, mirando las blancas flores en mis brazos. ¿Cómo puede decirme tal cosa?—N-no es cierto... —murmuré negando con la cabeza una y otra vez, abrazando fuertemente los 2 ramos—. ¡No es verdad! ¡Alina vino hasta Alemania para verme competir, ella está viva! De golpe levanté la cabeza y lo miré furiosa, llorando. Le grité. —¡Usted es un mentiroso, ella está con su prometido ahora! ¡M-me dijo que después de mi competencia me lo presentaría, cuando nos viéramos en el hotel...! Al ver lo alteraba que me estaba poniendo, él alzó una mano y pretendió tocarme, pero yo exhalé y retrocedí medio paso. No quería que ese mentiroso me tocará un solo cabello.—Alina está muerta, Cassandra, es la verdad —me repitió él con enfasis y poca paciencia. Sollozando, comencé a negar de nuevo. —¡No es cierto! ¡Esta noche ella y su prometido vendrán...! Entonces y sin detenerse, me sujetó de los brazos y bruscamente me acercó a él. Me obligó a verlo directamen
Conteniendo el aliento, apreté los dientes. Su colonia era de un aroma ligeramente maderoso, como un bosque lluvioso. El aroma favorito de Alina. A ella le encantaba esa fragancia, y yo al fin descubría la razón: ese imponente hombre. —Bien —accedí, queriendo saber a donde iba todo eso—. ¿Cuál es... la apuesta? Gerard contuvo una sonrisa y sin aviso previo me jaló del abrigo, acercándome a él. Jadeé cuando su pecho tocó el mío e inmediatamente sentí como deslizaba algo en el bolsillo interior de mi abrigo. —Tu tío no te ama, Cass, y lo verás —me aseguró sin soltarme, mirándome con una expresión de total seguridad—. Mi apuesta es que él te despeñara cual cordero en un acantilado. Intenté averiguar qué era lo que había metido en mi bolsillo, pero él negó suavemente con la cabeza y yo no me atreví a desobedecer. —Te convencerá de dejarlo todo, tu carrera, tu vida aquí, tus sueños... —bajó los ojos y miró mi boca un breve pero intenso segundo, antes de mirarme de nuevo a los ojo