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CAPÍTULO VII LA SEMILLA DE LA DESTRUCCIÓN (segunda parte)

Sistema Carixis

Ciudad afiliada de Astrópolis

Oficina de Rupert Corrado, Edificio de Gobernación

Día 13 del Mes 11 del Año 2102 D.A.

 —Estos conflictos internos se producen en el peor de los momentos —aseguró Rupert rodeado de sus asesores; el capitán Zílog, la Dra. Shikha, el señor Maktub y la agente especial Kriggs. —Desde que el Imperio Xirgón invadió Marte y tuvo un feroz enfrentamiento bélico con la Afiliación, las relaciones entre ambas potencias se han deteriorado. Todos los días se reportan escaramuzas entre naves en la Frontera. Estamos al borde de la guerra contra el Imperio.

 >>Marte es un planeta poblado por humanos. La invasión xirgona a un planeta humano indignó a gran parte de la población terrícola. Ha surgido un súbito nacionalismo humano, y sectores importantes están presionando al gobierno local de la Tierra y al Gobierno Central de la Afiliación para que tome medidas...

 —Pero eso es imposible —destacó Shikha. —Marte no es un planeta afiliado desde que se independizó de la Tierra.

 —Aún así, millones de humanos —continuó Rupert— ven al gobierno como débil y entreguista ante el Imperio. Motines muy violentos han brotado en algunas de las mayores ciudades terrícolas. Así como terribles enfrentamientos entre manifestantes y Seguridad. Las filas del Partido Ultra Droth y del Partido Radical Lish han engrosado notablemente gracias a esta crisis. Dos partidos extremistas y disidentes que se nutren de esta clase de tragedias para fomentar el odio hacia el Gobierno Central.

 —Los conflictos en la Tierra no son los únicos —dijo Zílog lóbregamente. —Las recientes elecciones locales en Brazzky terminaron muy mal. El candidato del Partido Ultra Droth, Zálag, fue proclamado ganador. Hubo fraude electoral, estoy seguro. Ese maldito fascista ultra no pudo haber ganado limpiamente. Partidarios ultras han chocado muy violentamente con detractores de Zálag.

 —Y en Cártagik —intervino Maktub— hace una semana se realizó una manifestación pacífica por parte de reformistas quienes pugnaban por la democracia y la igualdad de derechos para homosexuales, mujeres y ateos. Algo a lo que se oponen los obispos ortodoxos que dominan el teocrático gobierno local cártagik. Se dice que la manifestación fue reprimida brutalmente.

 —Inteligencia —aseguró Kriggs— tiene indicios de que un grupo de cártagiks fundamentalistas y separatistas, que lideran el Partido Nacionalista Cártagik, están planeando tomar el poder en el planeta. De hacerlo, sacarán a Cártagik de la Afiliación más rápido de lo que aúlla un krognikos.

 —La única forma de evitar que los fundamentalistas lleguen al poder —dijo Rupert— sería que los ortodoxos moderados y los reformistas se unan... tarea casi imposible.

 —Eso no es todo —prosiguió Kriggs. —Dárakon, una de las más importantes colonias soth, fue tomada por un grupo de separatistas liderados por Yarggs, el antiguo dictador que gobernaba la Nación Soth y que fue derrocado hace seis años durante la Segunda Guerra de Carixis. Como podrán comprender, estos conflictos internos acontecen justo cuando la Afiliación está más vulnerable. Acabamos de pasar por dos guerras; la Guerra Civil y la Guerra de la Zona Anárquica. Y el Imperio Xirgón está más poderoso que nunca. Creo que jamás, en la historia, la Afiliación ha estado tan cerca del colapso...

 —Es por esto que debemos hacer lo posible —explicó Rupert— por mediar estos conflictos. Viajaré hoy mismo a Cártagik a dialogar con los reformistas. Nam viajó allá hace dos días para dialogar con los ortodoxos como su padre, y así lograr un acuerdo entre los dos lados.

 —Yo por mi parte —dijo Kriggs— parto mañana para Soth. El presidente Barrington decretó que todos los funcionarios públicos soths podían ausentarse de sus cargos por tiempo indeterminado hasta que se resolviera el conflicto interno.

 —Si no tenemos éxito —recalcó Maktub— la Afiliación desaparecerá y nada se interpondrá en el ansia expansionista del Imperio Xirgón...

 

Sede de la Antigua Orden de Guardianes en Carixis

 —Has avanzado considerablemente en tu entrenamiento, querida Jadi —le decía Maktub a la psíquica marciana de origen árabe y cabellos rojos llamada Jadi Bashar quien entrenaba meditando con los ojos vendados. Su tarea consistía en hacer figuras telequinéticamente con arcilla. Tarea muy ardua que sólo los más experimentados psíquicos eran capaces de hacer. Se encontraban en un solemne recinto dentro de la sede de la Orden.

 —Veo que has hecho un buen trabajo —aseguró Shikha quien entró al lugar acompañada del comendador Lothar. Shikha era una mujer lobariana de piel celeste verdosa, largos cabellos como enredaderas y orejas puntiagudas, que vestía una toga floreada. Lothar era un valtárico muy alto como todos los de su especie, de piel azul, largos cabellos blancos, orejas alargadas y que vestía un elegante traje blanco con larga capa y mangas holgadas.

 —Hermanos guardianes —saludó Maktub. Jadi se distrajo momentáneamente y la arcilla dejó de formar dos cisnes entrelazados tomando forma de largos tentáculos. —No te distraigas —regañó Maktub. Jadi continuó su tarea. —¿Qué los trae por acá?

 —Hermano Maktub —anunció Lothar— ¿has pensado por qué hay tantos conflictos internos en la Afiliación y una inminente guerra entre las dos potencias de la Galaxia?

 —Lo sospecho.

 —El Concejo Supremo de la Orden —dijo Shikha— sospecha de que los adoradores del Planeta Oscuro están provocando deliberadamente esta guerra para debilitar al Concejo Galáctico. Una inteligente estrategia. ¿Qué harías si quisieras conquistar la Galaxia?

 —Comenzaría por erradicar a las principales potencias de ésta —respondió Maktub.

 —¡Exacto! —comentó Lothar. —¿Qué mejor forma que hacer luchar entre sí? A lo largo del tiempo las potencias de la Galaxia estarán desgastadas por las guerras, con economías quebradas, ejércitos diezmados y un rencor profundo entre sí que les impedirá forjar alianzas. Debemos detener al Planeta Oscuro.

 —¿No deberíamos encargarnos de detener la guerra entre la Afiliación y el Imperio Xirgón primero? —preguntó Maktub.

 —Confiamos en que Rupert y Ushuk lo harán —respondió Lothar. —Hay otra misión que nos ha sido encomendada por el Supremo Concejo. ¿Has escuchado hablar de la Corona?

 —Por supuesto —respondió Maktub. —La leyenda dice que las Siete Esferas Solares son parte de una Corona. Y que una vez que sean colocadas nuevamente en ésta se podrá derrotar para siempre al Planeta Oscuro.

 —Hay indicios de que la Corona está escondida en alguna parte del Planeta Sáuxer...

 —¿Qué? —expresó Maktub— pero Sáuxer fue destruido por el Planeta Oscuro hace dos mil años durante la Astromaquia. Por eso es que los sáuxer se dispersaron por toda la Galaxia.

 —Efectivamente —respondió Shikha. —Creemos que por eso el Planeta Oscuro destruyó Sáuxer. Para ocultar para siempre la Corona que no lograron encontrar. Súaxer fue bombardeado con un arma tremendamente destructiva que lo convirtió en un mundo desolado e inhabitable. Y tendremos que viajar allá.

 Jadi, quien evidentemente se había distraído escuchando la conversación (como demostraban los extraños gusanos de arcilla que había creado), se quitó la venda de los ojos y dijo:

 —¿Puedo ir?

 

Constelación Escorpio, Sistema Antares, Planeta Brazzky

Capital de la Afiliación Democrática de Planetas

Día 28 del Mes 12 del Año 2102 D.A.

  —¡Tiene que ayudarnos señor presidente! —suplicaba el capitán brazzky Ki—Zílog, comandante militar de las Fuerzas Armadas en Carixis dentro de la oficina del presidente de la Afiliación en la Casa Presidencial. Vociferaba respetuosamente de pie frente al escritorio de Rupert Barrington, el humano británico que ejercía la presidencia. —El gobierno local de Brazzky ha caído en manos de la extrema derecha. No es posible que Zálag haya ganado las elecciones siendo del Partido Ultra Droth. Hay evidencias de fraude electoral...

 —Lo siento, Capitán, mis manos están atadas. La Constitución de la Afiliación establece claramente que es un derecho constitucional la autonomía local. Todo planeta afiliado tiene derecho a elegir sus gobernantes locales de forma independiente sin intervención del Gobierno Central. Eso incluye el fraude electoral.

 —¡Pero es la extrema derecha! No sabemos que daño puede producirle a la Afiliación el tener un gobierno local...

 —Hasta donde a mí respecta, Zálag es el presidente local de Brazzky y ni el Parlamento, ni el Magisterio ni yo podemos cambiar eso. No hay más de que hablar, Capitán. Lo lamento.

 —Entonces los brazzky tendremos que tomar el asunto en nuestras manos...

 

Planeta Cártagik

Miembro de la Afiliación Democrática de Planetas

 —Usted no tiene idea de lo que se siente vivir bajo este régimen teocrático —le decía a Rupert una madura joven cártagik. Rupert se encontraba reunido en la sede central del Frente Neo—Lish en Cártagik, donde se habían congregado buena cantidad de dirigentes feministas, sociales, ateos y homosexuales. La mujer, como todos los cártagiks, tenía la piel muy verde, orejas puntiagudas terminadas en tres puntas filosas y ojos amarillos de pupilas felinas. Sin embargo, la dirigente tenía la piel verdosa de un tono muy oscuro. Y utilizaba sus largos cabellos negros en forma de una enorme trenza atrás en su cabello. Lejos de usar la típica túnica cártagik, usaba un holgado vestido que le descubría los hombros.

 —Puedo entender que para ustedes es muy frustrante —respondió Rupert.

 —No estoy segura de que entienda realmente —le espetó la dirigente. —En este gobierno local no hay democracia. Sólo nos permiten votar por los diputados. Pero en Cártagik siempre gana el Partido Droth. Todos los demás puestos, como alcaldes y concejales son electos por la Conferencia Episcopal. Sufrimos toda clase de persecuciones...

 —Bueno, sé que es duro para ustedes —respondió Rupert. —No soy ajeno a la cultura cártagik como deben saber. Mi ex esposa es cártagik y mi hijo es mestizo. Sé bien lo duro que es confrontar una sociedad tan cerrada. Sin embargo, a pesar de los defectos que pueden tener los ortodoxos del gobierno local, al menos ellos no pretenden asesinarlos a ustedes, como pretenden los fundamentalistas. ¿Qué prefieren entonces? Sólo unidos en un frente común contra los fundamentalistas podrán derrotarlos.

 Mientras, en la sede de la Conferencia Episcopal, un enorme edificio palaciego donde residía el gobierno local cártagik, situado en la ciudad santa de Abukus (lugar donde nació el Profeta Noth, fundador de la religión cártagik), la comandante Nam, ex esposa de Rupert, dialogaba con los obispos.

 —Su Excelencias —decía la hermosa mujer ante una mesa redonda llena de 20 ancianos hombres. —No cabe duda de que ustedes son devotos seguidores de la doctrina del Único y Su Profeta, Noth. Pero son también nacionalistas afiliados. Nuestro pueblo es uno de los fundadores de la Afiliación. Si los fundamentalistas llegan al poder, sacarán a Cártagik de la Afiliación y nos harán vulnerables a fuerzas hostiles como los brakioneses, los devoradores, los sarconianos o los xirgones...

 —Sin embargo, comandante Nam —respondió el más viejo y tosco de todos. —Lo que usted nos pide es demasiado. Los reformistas son herejes y son pecadores. Desean destruir los cimientos más básicos de nuestra sociedad...

 —Su Excelencia —respondió Nam respetuosa— como Arzobispo de la Iglesia Cártagik debe usted recordar que el Único nos bendijo con la Afiliación, protegiéndonos de fuerzas adversas... Además, los reformistas quieren compartir el poder con ustedes. Los fundamentalistas quieren obtener poder absoluto. Tienen la oportunidad de compartir el poder, o de perderlo totalmente.

Sistema Soth

Miembro de la Afiliación Democrática de Planetas

 Un cruento enfrentamiento bélico se libraba en el espacio cercano al Planeta Soth, entre las naves del gobierno local y las separatistas. Las naves soth, durante muchos siglos, habían sido similares a las naves sáuxer (sus primos), pero ahora habían comenzado a adaptarse para asemejarse más al estándar afiliado. De tal forma, que una buena cantidad de naves plateadas con alerones a ambos lados del fuselaje, se despedazaban mutuamente en medio de un caótico marasmo.

 Finalmente, el enfrentamiento cesó cuando ambos bandos tuvieron demasiadas bajas para proseguir. Las naves separatistas se alejaron entrando al hiperespacio, y las naves afiliacionistas penetraron en el Planeta Soth, un mundo con cinco lunas y anillo amarillo rodeando el planeta. En el espacio quedaron flotando vestigios de la batalla; cadáveres de naves humeantes y trozos desperdigados.

 Eran apenas un puñado de naves maltrechas, dañadas y expulsando humaredas. Los médicos corrieron a atender una buena cantidad de heridos.

 Kriggs descendió de la nave y tocó el suelo metálico del hangar. Las naves habían aterrizado en un puerto militar situado en la ciudad capital de Soth. Soth era un mundo oscurecido por gruesos nubarrones, pero que, al despejarse algo la atmósfera, mostraba su anillo amarillo en el cielo. Una urbe de edificios metálicos se extendía hasta donde la mirada podía llegar, sempiternamente transitada por diversos vehículos.

 Kriggs mostraba una severa quemada en el lado derecho del cuello, pero pareció ignorarla y caminó entre decenas de soldados soths (todos ataviados con el uniforme verde de la Afiliación, al igual que ella), hasta interceptar a un hombre maduro, pero de aspecto joven, con barba de candado, cuyos cabellos lacios eran una mezcla de mechones negros con rojos. Como todos los soths era un cyborg, y esto se demostraba en su ojo derecho, totalmente reemplazado por una gafa roja y redonda conectada a un circuito en su mejilla. Kriggs por su parte soltó sus largos y rizados cabellos, mezcla de negro con blanco, y fijó su mirada de felino en el rostro del sujeto.

 —¿Me recuerda, Señor Mariscal? —le preguntó.

 —¿Cómo olvidarme de usted, agente Kriggs? —le respondió sonriente. —Si fue una de las cabecillas que me ayudó a derrocar a Yarggs cuando ese maldito dictador era el Mariscal Soth.

 —Y ahora Yarggs está liderando a los separatistas para crear su propio Estado... como puede observar, Señor Mariscal...

 —Llámeme Zirggs, por favor...

 —Bien, Zirggs, ¿puedo preguntarle algo?

 —Por supuesto.

 —¿Por qué no mató a Yarggs cuendo tuvo la oportunidad?

 —Porque queríamos afiliarnos, ¿recuerda? Tenía que mostrar a la Afiliación que íbamos a ser... compasivos...

 —Bueno, pues no cometa el mismo error esta vez, por favor...

 —La Constitución de la Afiliación prohibe la pena de muerte, y yo como gobernante local debo respetar...

 —¿Quién habló de una ejecución? Me refiero a una... casualidad de guerra.

 —Bueno... como agente de Inteligencia debe ser usted experta en... casualidad de guerra que no son tan... casuales... pero que lo parecen. Le encomiendo la tarea, si está de acuerdo.

 —Perfecto. Le aseguro que no volverá a ver a Yarggs.

Planeta Brazzky

Residencia del capitán Zílog

—Capitán Zílog, ¿me escucha? —preguntó la imagen de una brazzky madura cuya piel no era de un rojo tan intenso como la mayoría de los brazzky. La mujer hablaba desde un lujoso despacho en el Parlamento.

 —Sí, la escucho. Ya pasó la interferencia —respondió Zílog quien estaba desnudo en una agradable casa a orillas del mar.

 —Esa interferencia es provocada a propósito por un dispositivo especial para que esta transmisión no sea rastreada. —Le respondió. —¿Sabe quien soy?

 —Por supuesto, diputada Shílag, la actual presidenta del Parlamento.

 —Me acompaña la ex presidenta Kíshag —dijo y rápidamente, una anciana de unos 200 años pero de rostro firme se presentó ante Zílog. Sus gruesos rizos estaban grises, pero descansaban sueltos sobre sus hombros. Las dos mujeres vestían túnicas púrpura.

 —Es un placer conocerla, señora Kíshag —le aseguró Zílog. —No siempre se conoce a una parte de la historia afiliada.

 —Gracias, Capitán. Iré al grano. Cómo sabe, fui la primer presidenta de la Afiliación desde que derrocamos al maldito fascista de Torm. No permitiré que mi mundo caiga en manos de un ultra. No mientras yo, una de las líderes rebeldes que combatió la dictadura en la Afiliación, esté viva.

 —¿Qué significa eso? —preguntó Zílog.

 —Significa, Capitán, —respondió Shílag— que planeamos un golpe de Estado contra Zálag. Me refiero a que queremos expulsar a los ultras del poder en Brazzky. Y necesitamos alguien como usted.

 —Cuenten conmigo.

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