Aquella mañana fría. Edmond Lemaire canceló todas y cada una de sus citas programadas para el turno matutino. Desapareció de la oficina sin otorgar un motivo creíble, resguardándose las razones. Prefería mantener un bajo perfil, sobre todo ante su familia. Si Miranda llegaba a enterarse de los planes, no dudaría en anunciarlo a todos y cada uno de sus conocidos. Anunciaría la noticia del compromiso cuando fuera prudente, por el momento, su cabeza yacía inmersa en encontrar el anillo adecuado para colocarlo en el dedo anular de su amada.Se adentró en la joyería de costumbre. Uno de los vendedores lo saludó con habitual familiaridad, indicándole pasar de largo por la fila de clientes. Agendar una cita el día anterior conllevaba ciertos privilegios que pocos conocían. El hombre, conocía los refinados gustos del arquitecto, por lo tanto, imaginaba que se encontraba ahí para adquirir otra preciosa joya, como algún collar o brazalete para una dama.¿Y bien, Lemaire-? ¿Qué es lo que nuestra
A medida que sus ojos se habituaron nuevamente a la oscuridad, los sentidos de Violette se vieron embriagados por el olor de la fragancia masculina. Podía reconocerla sin titubear, el aroma de vez en cuando permanecía impregnado en su cabello o cuerpo; paralizada, palideció al avizorar al hombre frente a ella, cuestionándose internamente que hacia Edmond ahí. Esperaba que nada malo hubiese sucedido con Katherine. Pocas veces tenía el privilegio de presenciar un acto tan rebelde por parte del pelinegro, tomando en cuenta su manía por mantener todo el orden, las acciones precipitadas no eran habituales en él. Los estudiantes permanecieron en silencio, contemplando desde sus lugares la intrigante escena frente a ellos. Intentaban no romper con la atmosfera, además, deseaban escuchar lo que aquel hombre tenía que decirle a la doctora. Algunas jovencitas no demoraron en lanzar comentarios respecto al físico excepcional del pelinegro, comparando su belleza con la de aquel adonis griego tal
Intentó sosegar la montaña rusa de emociones que recorría todo su cuerpo. No podía presentarse ante su padre luciendo tan trastocada después de lo acontecido con Edmond. Deseaba resguardarse ese mal momento y charlar atentamente con el hombre, darle tiempo al tiempo. Mientras tanto, actuaria normal, se mantendría estoica y aparentaría que nada malo sucedía.Exhaló con fuerza, rehuyendo las lágrimas y evitando el enorme hueco formado en su pecho. Se acercó con el hostess, anunciándole que alguien esperaba por ella; luego de revisar la lista de clientes, el chico le indicó que podía pasar, llevándola hasta la mesa donde Isasi Dubois aguardaba por ella. Agradeció con una sonrisa sincera, tomando asiento frente a su padre, quien parecía demasiado absorto en las noticias del periódico.—Hm. — Carraspeó, atrayendo la mirada apacible de Antoine. Él sonrió ampliamente, doblo el periódico torpemente, apartándolo para saludar como era debido a su única hija. — Veo que iniciaste sin mí. — Dijo V
Desconocía cómo actuar ante una coyuntura poco común. Aquel, era su reencuentro después de la ceremonia fallida. Durante ese lapso, cada uno continúo con su camino: Eugene opto por permanecer con Teresa, acompañándola durante el embarazo. No estaba del todo claro si los dos mantenían una relación, pero cuando Violette contemplo aquellos irises claros percibió el cariño que su exprometido sentía por ella.—Vayamos a la cafetería, esto puede demorar un poco. — Buscaría la manera de suavizar el ambiente, Eugene necesitaba mantenerse fuerte para Teresa, quedarse en el pasillo aguardando por noticias no ayudaría demasiado a cumplir ese propósito.Dicho esto, los dos se dirigieron a la sala. Algunas mesas estaban ocupadas por familiares o personal médico. Todos se reunían ahí para comer algo, beber un café y recuperar fuerzas para retornar a sus respectivas labores. Cuidar de un enfermo era una tarea atenuante, tanto para la familia como para los doctores y enfermeras.Tomaron asiento en un
Llegó a casa agotada. Durante el trayecto meditó respecto a todo lo que conforma su vida, rebusco la manera de plantar una solución, pero su mente solo daba abasto para recordar las amargas palabras, obligándola a contener las lágrimas.Lanzó el bolso y las llaves al suelo, dejó el abrigo en el pasillo, dirigiéndose a paso lento hacia su cama. Permitió que su cuerpo cayera en la comodidad del colchón, estaba tan cansada que no podría dormir y tal como lo esperaba, todo en ella colapso.¿Mamá?— Katherine apareció, avizorando a su madre en ese deplorable estado. Se mantuvo estoica en el umbral de la puerta, aguardando por una respuesta. — ¿Qué sucede?— Repitió consternada. Subió a la cama sin depuro, sintiendo somos su madre rodeaba su cuerpo con ambos brazos, llorando como una niña sin consuelo.Anonadada, desconocía como actuar. Su madre siempre se mostraba ante ella como una mujer inquebrantable. Sabía muy bien que odiaba que la vieran en tal aspecto, aguardaba el momento adecuado pa
Sin nada más que decir, aguardó pacientemente por ella, escuchando el grácil andar a unos cuantos metros de la oficina. Lentamente, el hermoso ojo-verde abrió la puerta, haciendo acto de presencia en la habitación. Sonrió con timidez, acercándose dubitativa al hombre, plantando un beso en sus labios de forma fugaz, sustituyendo el común “hola” por un tierno gesto. —No esperaba tu visita. — Confesó el Lemaire, con coz grave, tratando de hablar con suavidad. —Bueno, quería darte una sorpresa.— Murmuro, encogiéndose de hombros.— Pensaba que podías dejar esta oficina durante una hora o dos e ir a comer conmigo y Katherine.— Explicó, jugueteando con las puntas del cabello suelto, mordiendo su labio inferior en espera de una respuesta. —No puedo.— Replicó tajante, relajando la expresión en su faz, acompañando la respuesta con un largo suspiro, sabia lo sensible que era Violette a ciertos tonos de voz, y tomando en cuenta la delicada cuerda floja por la que caminaban, prefería mantenerse
—No te preocupes, lo entiendo. — Respondió entre dientes, cruzando ambos brazos a la altura de su pecho, odiaba ser testigo de la peor parte de ellos. —No, por supuesto que no lo comprendes. Entiendo cuanta ilusión te generaba el que tu padre y yo estuviéramos juntos. — Nada le dolía más que romper una promesa. Durante muchos años, Katherine mantuvo el sueño de pertenecer a una familia “normal”, ni siquiera la forma de procrearla fue un evento monótono, existía una larga historia de trasfondo, donde las malas decisiones y los temores eran los personajes principales. Violette comprendió que no servía de nada forzar el orden natural de las cosas, prefería aguardar por el momento adecuado para contarle la verdad, con madurez y seriedad, su hija podría comprender los motivos que la orillaron a actuar de esa manera. — Pero esto no está en mis manos…— Murmuro. Todo se había salido de control, de vivir en un cuento de hadas la historia se tornó en una pesadilla. — De verdad, hago todo lo po
¿Qué sucede?— Indagó inmiscuida, llevando ambas manos a su pecho, deteniéndose unos minutos a contemplar su rostro contraído. Percibió el reconocido perfume entre su ropa, embriagando sus sentidos cuando el aroma entro en contacto con sus fosas nasales. Extrañaba con todas sus fueras percibir el calor de su cuerpo, degustar el sabor de sus labios, haría todo lo posible por retornar a esos días. — ¿Acaso Lemaire Edmond está nervioso?— Le divertía verlo en esa peculiar situación, pocas veces el estoico pelinegro mostraba miedo o aversión a ciertas coyunturas. —Tus padres, yo… ¿algún consejo?— Violette sonrió de oreja a oreja, plantando un beso cerca de la comisura de sus labios. —No te preocupes, un hombre como tu puede manejarlo todo, incluso mis padres. — La peli-negra acaricio sus hombros, ajustando el nudo de la corbata. Al percibir que la faz de Edmond no cambiaba suspiró. — Son bastante sencillos, Edmond, no van a someterte a un interrogatorio policiaco o algo por el estilo. —V