Un satélite acogedor (parte2)

Me iba adentrando en la neblina espesa hasta que, en poco tiempo, la misma se convertía en una tenue bruma. Empezaba a distinguir unas raras siluetas a lo lejos, como relieves irregulares del horizonte. Esa era la idea más obvia, pero estaba equivocado. Cuando había cruzado por completo la neblina, quedé pasmado ante lo que vi. La bitácora quedó más o menos así: "...luego de los repetitivos registros anteriores, una nueva bitácora. Bajé por una inclinación rocosa situada cerca de una maravillosa catarata, después de unos cuantos traspiés y unas insignificantes contusiones, me encuentro con algo realmente inusitado; lo que hace rato creí reconocer como montañas a través de neblina resultó ser una arboleda. Hermosos árboles colosales de tallo negro y hojas color azul, sus copas están tan altas que tengo la impresión de que son un camino al cielo, ok, tal vez no. En el suelo se extiende una alfombra violeta de algo que podría llamarse 'césped'.... Continúo caminando y veo algunos arbustos de hojas redondas y de color escarlata. Conforme sigo avanzando, la luz se hace cada vez más tenue..."

Cuando llegué a un punto en que no pude ver nada de lo que tenía en frente, supe que tenía que regresar de inmediato, puesto que se había presentado el menester de una linterna.

Di media vuelta pero todo estaba en total oscuridad. Pero no estaba tan desorientado como para perder el camino, o eso creí. Cuando alcancé la penumbra y minutos después la claridad, el ambiente era distinto: en lugar de ver a lo lejos la neblina que había atravesado anteriormente, se extendía a mis pies una amplia alfombra azulada, unas cuantas rocas se asomaban por la explanada, y la bruma que esperaba ver en frente se hallaba mucho más lejos de lo que esperaba, a mi derecha. 

Hacia allá me dirigí, era mi punto de referencia para encontrar el camino de regreso. Pero, en lugar de ir hasta allá, le pedí a Zaxo que llegara hasta mi localización.

-¿Por qué, jefe, no solicitó mi ayuda cuando se perdió y sí lo hizo ahora por no querer caminar? -Me preguntó Zaxo al llegar, como si estuviera molesta o algo así.

-Porque… no sé, creí que podía salir de ahí guiado por mi intuición, al fracasar… ya sabes.

-Entiendo.

Con prisa busqué en todas la habitaciones, sin excepción alguna, cualquier objeto que según mi opinión me sea necesario. Hallé largas cuerdas, una daga con una brújula incrustada, un prolongado cuchillo con una vaina extravagante de cuero, linternas de casco y de mano, una ballesta... sinceramente me preocupó ver tales armas blancas. Cómo saber si mis compañeros planeaban rebelarse en algún momento.

Zaxo me sugirió que me quedara un tiempo recargando energía antes de volver a salir. Naturalmente, nunca pienso en pasar por alto las sugerencias de Zaxo, supongo que me cuida.

Apenas desperté salí sin precedentes, equipado con lo que consideraba necesario.

Había llegado nuevamente hasta aquel lugar sumido en total oscuridad debido a la densidad del bosque. Tenía la linterna en la mano, caminaba con cautela. Los árboles aparecían más juntos conforme avanzaba, se oía un crujir a lo lejos, como el de los troncos cuando son empujados por fuertes vientos. 

Cada cierto rato miraba hacia los lados y hacia atrás, y consultaba a la brújula para no perder el camino (aunque sabía que Zaxo me diría a dónde ir si se lo pidiera, pero me aseguraba de no recurrir a su ayuda muy seguido). Entornaba los ojos para ver mejor, arriba la gran cantidad de hojas rodeando colosales ramas seguían impidiendo la penetración de la luz, a los costados y al frente arbustos, rocas, y hojas y ramas ya inertes...

Continuaba avanzando despacio, pero sin detenerme. Sólo lo hice cuando vi una eminencia que dejaba obstaculizado mi camino. Me quedé ahí vacilando por un instante, pero de inmediato comencé a rodearla para seguir. Luego de otro rato caminando, ante mis ojos se situaba una cueva con el tamaño ideal para albergar un oso en ella.

Me detuve ahí, tenía mi innegable curiosidad peleando con mi tendencia a ser prudente. ¿Y si había algún animal peligroso dentro? Entrar era la única opción, puesto que el camino se me cerraba por gruesos troncos horizontales y elevaciones rocosas.

Por un instante me quedé observando uno de esos troncos, que estaba constelado por una infinidad de manchas plateadas y brillante de tamaños variables, por un momento me pareció que se movían.

No podía quedarme para siempre ahí, además quería seguir explorando. Me metí en la cueva pasando entre un par de estalagnatos que daban la apariencia de un portal, hacía frío. Del piso se levantaban brillantes estalagmitas de hielo y tuve que caminar encorvado para evadir las puntas punzantes del techo. 

De momento escuché una débil repercusión melódica, como de un arroyo. Me había adentrado más y en efecto: a mi derecha, por una pendiente, descendía un líquido transparente, similar al agua. Este repicaba conforme fluía y chocaba con las piedras del lecho, que se asomaban en su superficie. Pude suponer de inmediato que había una salida cerca, así que seguí la corriente como era obvio.

Al cabo de un rato me hallaba cruzando por una trocha, siguiendo un débil rastro de luz natural. Minutos después salí por fin a la claridad, a mis pies caía en una alta cascada el "agua" y su desembocadura estaba más allá; era un lago turquesa como el cielo, en su rededor había redondas rocas plateadas. A mi lado había un camino estrecho que bordeaba el precipicio y descendía en un plano inclinado.

Cuando me situaba ya cerca del lago, lo que vi fue fantástico: en el suelo había una alfombra de césped naranja, algunas de esas mismas plantas alcanzaban una altura de tres metros, había también árboles que no eran más que gruesos troncos rodeados con hojas rojas y redondas que ascendían formando anillos, el poroso suelo despedía un vaho púrpura acompañado de un agradable perfume.

Cuando me acerqué al lago y advertí bien las rocas que lo rodeaban, noté que no eran rocas sino plantas con hojas similares al trébol; el tallo que tenían era redondo y por eso la confusión.

En fin, ese deleite visual y ese sosiego resultante, no podían ser apreciados de mejor manera que sentado sobre la hierba, con la mochila en mi regazo. Lo único que interrumpía ese regodeo eran las ideas descabelladas y los repentinos pensamientos que atacaban mi mente de manera continua.

El hecho es que ni en mis mejores sueños habría podido imaginar algo así, era tan maravilloso que aún tengo imágenes detalladas en mi memoria, recuerdos que me causan nostalgia de vez en cuando.

Me hubiera quedado más tiempo ahí, sentado, incluso hubiera leído un libro completo de no haber sido por un imprevisto.

 Mientras divagaba escuché un débil crujido a lo lejos, lentamente acercándose, giré la cabeza y, anonadado, reparé en una bola dorada que rodaba por el césped, formada por lo que parecían escamas. Se detuvo junto al lago, a pocos metros de donde yo estaba, y se desplegó manifestando así una figura oval, con muchas patas de las cuales unas estaban sobre el suelo y otras sobre esas plantas redondas que había confundido con rocas. Me pareció que se estaba comiendo las hojas.

Qué vaina la de ese ser que no terminó de comer bien, creo. Pues de un momento a otro un bulto se formó en la superficie del lago, y con un vaivén se acercó raudo a la orilla.

Qué otra cosa esperaría yo más que lo peor. Repentinamente se asomó a la superficie un tentáculo que atrapó al ser que comía y lo sumergió en el "agua" de manera tan fugaz que apenas supe qué pasó. Con rapidez me puse la mochila. Ya estaba de pie y listo para correr por si fuera necesario.

No tuve que esperar mucho para huir precipitadamente de ahí; el tentáculo apareció otra vez, con unos movimientos que eran repetidos por tres tentáculos más. La cabeza de esa extraña criatura era esférica y un solo ojo se situaba en su centro, además su cuerpo era celeste con franjas blancas. Yo reculaba despacio sin apartar la atención de él, era lento pero me engañaba ya que de repente aceleró...

-¡Oh carajo! -exclamé antes de romper a correr, concentrado en no perder el trayecto. 

Yo no me enteré de nada más aparte de un repetido sonido asqueroso que me perseguía, y que de pronto me encontraba con la linterna encendida, entrando en aquella trocha por la que había llegado. Cuando salía de la cueva sentí una rara sensación en la cabeza, en la mente, pero la pasé por alto.

¿Qué demonios quería ese ser que me perseguía? ¿Cuánto tiempo más duraría? Ya estaba otra vez en el bosque cuando oí un alarido estremecedor al mismo tiempo en que ese sonido asqueroso cesó. No obstante seguí corriendo hasta llegar a Zaxo.

-Tienes el nivel de energía bajo. -me dijo Zaxo.

-Estoy bien, gracias por no preguntar.

Pasé varias horas pensando, en silencio, recargando energía, (había llegado con 20%). Luego pude conversar con la nave al fin sobre aquella forma de vida que me atacó. En la bitácora registré el nuevo paisaje descubierto.

No recuerdo bien cuánto tiempo pasé confinado en el recinto, o bien leyendo o bien hablando con la nave. Había terminado de leer todos los libros, e iba por la mitad de la segunda vuelta. Admito que aquel pulpo extraterrestre logró amedrentarme, sin embargo salía a menudo para visitar el bosque, sin llegar a adentrarme demasiado. 

Cuando empezó el cuarto periodo de cincuenta días (luego de aceptar la idea de Zaxo de que el hostil alienígena no me esperaría por tanto tiempo) alcancé a llegar hasta la cueva que daba paso a aquel hermoso paisaje, en cuyo lago apareció mi atacante. Habíamos dado unas cuantas vueltas para explorar más, pero no perdía de vista esa zona, puesto que era el primer lugar en el que una forma de vida me había atacado. 

En aquella ocasión no encontré las manchas plateadas que, en una infinita cantidad, decoraban el tronco inerte junto a la cueva. Sin prestar mucha atención a eso me metí en la misma. Todo ahí dentro seguía igual que la última vez, así fui directo al arroyo subterráneo sin distraerme con los detalles. En varias ocasiones me pareció escuchar un muy débil sonido que me seguía, pero no le hacía caso, a pesar de tener firme la determinación de ser más cauteloso que la última vez.

Al salir por el angosto pasadizo decidí tomar otra ruta: envés de bajar por la pendiente, tomé la dirección contraria que me permitía subir a la eminencia que anteriormente fue un obstáculo. Ahí pude apreciar tanto el bosque como el lago de manera alternativa.

El suelo era de una tierra oscura, casi negra, en los bordes del lugar se situaban varios brotes de los enormes árboles del bosque, con hojas celestes y tallo pardo. Di unos pasos hasta encontrar el hoyo por el que descendía el arroyo proveniente de una lejana elevación; a unos centímetros de este había unas piedras puntiagudas color verde azulado que le daban algo de viveza al lugar, junto con un par de flores altas, de brillante tonalidad y con forma de campanas, que se elevaban entre ellas, y además soltaban una agradable fragancia.

En ese sitio tan pacífico sólo se me ocurrió una cosa: leer. Saqué un libro de entre varios objetos de la mochila, la puse en el suelo, me senté y me dediqué a leer.

Fueron tres horas de lectura continua, solo interrumpida por un sismo; no era la primera vez, y como en otras ocasiones no le di mucha importancia. Pero he aquí la única experiencia a la que le di la mayor importancia en toda mi vida extraterrestre:

Ya me disponía a regresar a la nave. Saboreando aún el dejo de relajación caminé en rededor por unos momentos. Tuve un impulso de oler de cerca el dulce aroma de esas flores que me impregnaron su perfume. Así, me dejé llevar y tomé de la manera más delicada posible una de ellas entre mis dedos... en mi mente se vio como un elegante apogeo, pero, cuando apenas toqué la flor, las supuestas piedras puntiagudas se desprendieron del suelo... resultó ser un ser vivo más, uno que no toleraba que tocaran sus antenas.

Las antenas aromáticas se elevaban desde un punto en su lomo, armado de un exoesqueleto peligroso, de cuyos costados se extendían ocho extremidades, además emitía un gruñido amenazador mientras fijaba en mí una fila de orificios diminutos, situados en una achatada cabeza. Era lo más fantástico que había visto en mi vida. 

Se me acercaba lentamente, yo reculaba. Tenía el ánimo suficiente para salir corriendo como la última vez, pero esa criatura era tan admirable que no supe si iba a esperar a que se me acercara más para acariciarla. En fin, abrió una boca ancha y soltó un rugido estridente y saltó hacia mi cara, y (he aquí lo impresionante) de un momento a otro se materializó ante mis ojos una pared plateada que me protegió, se oyó un golpe sordo y un alarido. Después esta brillante masa plateada redujo su tamaño hasta adquirir un cuerpo  parecido al de ese pequeño monstruo, en todo era similar exceptuando el color.

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