-¿Adónde vamos? ¿Acaso me vas a ofrecer en sacrifico? -pregunté para romper el largo lapso de silencio.
-¡Jaja! ¡No! No seas tonto. Es allá arriba, ese humo sale directamente del lago -se alegró.
-Ah, genial. Ahora otra pregunta, ¿no habrá más sorpresas ahí?
-Eh... creo que no, espero que no.
-Espero lo mismo -me inquieté yo.
Llegamos a la cima, hasta la orilla de un inmenso cráter que expulsaba el humo en gran cantidad. El hedor me obligó a usar una camisa de recambio c
IVUn amanecer fantásticoDesperté varias horas después, en mi catre, mi habitación, con mi energía satisfecha y un fuerte dolor en la cabeza. Junto a mi cabeza se hallaba el último libro que estaba leyendo mientras esperaba a Xem.Al ponerme de pie pisé algo duro, irregular, era el gorro negro que Xem utilizaba, el que perteneció al anterior ocupante de su habitación. Pero este tenía algo adentro, algo rígido, así que lo tomé.Del interior del gorro de algodón cayó un corindón zafiro del tamaño de dos puños, cosa que no hizo más que dejarme estupefacto, y con más interrogantes si era posible.
Pasaba el tiempo, me empezaba a impacientar, los libros ya me causaban hastío y la vista del espacio exterior ya no era tan maravillosa.Recordé entonces los juegos predeterminados que dejaron en la computadora para entretenimiento de los tripulantes.En algún pasado, cuando todo comenzó y me dijeron de los juegos, no me incitaron más que desdén. Me habían dicho que el juego principal de todos era el ajedrez, y sólo eso bastó para no querer jugarlo. La obvia razón era el deseo de olvidar la última vez que jugué, la vez en que muy satisfactoriamente perdí contra mi hija.Pero entonces hubieron un par de razones por las cuales podría olvidarme de la p
Mantendría la lealtad a los deseos de Xem hasta el final, por dos razones: la primera era que su modo de pensar, juicio o filosofía era sensata, y la segunda razón era que si no accedía no tenía más que hacer, además ella me salvó la vida en al menos tres ocasiones y básicamente se lo debía.Aún no quería salir de ahí, todavía quería saborear la plenitud de ese sosiego; la tranquilidad y la relajación que me proporcionaba el paisaje eran tan exquisitos. Pero ya después de un largo rato comprendí que no podía prolongar ese instante para siempre, y si así lo hiciera, después de cierto rato la calma no sería igual, además, en algún momento, cuando esté viajando nuevamente, todo quedaría en el pasado y ese instante en el que todo era maravilloso ya no significaría nada.
Las eminencias coloniales y la arboleda tenían como frontera un extenso valle pedregal. Fui descendiendo poco a poco, atento a cualquier señal o indicio acerca de la presencia de los habitantes del sitio. Lo peor que me podía suceder era que me tocara adentrarme en el bosque para hallar el fragmento por mi cuenta debido a que Zaxo no podría aterrizar entre los árboles... y lamentablemente así sucedió.-Empiezo a captar la radiación del fragmento -manifestó Zaxo-, es tenue y viene del bosque. Siento tener que decirte que…-Te quedarás aquí mientras yo me adentro ahí para buscarlo.-Eso suena bien, ¿no crees?, pero debes saber de antemano que, si ante
-JA, ¿puedo decirte algo? -habló Zaxo inesperadamente, después de que pasó un largo lapso sin comunicarse.-¿Qué? ¿Por qué me hablas recién ahora? Aún vivo, si eso te interesa.-Son inofensivos ¿te diste cuenta? -dijo con descaro.-¿Lo sabías? Con el terror que sentí... eres despreciable, no entiendo qué demonios te ha pasado -le reproché.-Cálmate, te diré algo para que me desprecies más, tengo que irme, pero seguramente volveremos a vernos ¿verdad?-Debes esforzarte má
El aire estaba ligeramente caliente, había en él un humo tenue y flotante. Tras este se veían los gruesos troncos, algunos carentes de ramas, y todos (los que observé frente a mí) carentes de hojas. Unos incluso habían sido consumidos hasta la parte más baja. El suelo estaba cubierto por una capa de ceniza constituida obviamente por toda la materia orgánica que desgraciadamente se hallaba cerca de la explosión.De repente el sonido del agua fluyendo con violencia rompió el silencio, y fue lo único en el lugar capaz de hacerlo. Aquellos alborotos que presencié ya nunca volverían a suceder. Y aquellos sujetos, los escoltas, nunca escucharán un intento mío de decirles 'gracias'.Xem se levantó, miró en derredor, me ayudó a ponerme de pie y m
Resultaba fácil discernir las varias manzanas de las calles. Ver esas 'calles' hizo que me preguntara por la clase de vehículos transitaban por ahí. La respuesta era irrelevante, supongo, pero aún así me causaba curiosidad.Saqué la daga porque la brújula incrustada en ella me serviría más que antes (en la esquina del mapa figuraba una rosa de los vientos), también saqué los cristales para ponerlos en mi bolsillo, y guardé los demás objetos, incluso el libro. Con la mochila a hombros ya estaba dispuesto para afrontar la nueva aventura, aunque en esta vengan implicados nuevos riesgos.Si elegía la ruta azul debía avanzar por el este de mi posición, si elegía la roja en cambio debía seguir por el noroeste. Era necesario deliberar, aunque lo
Transcurrieron las horas, el panorama apocalíptico continuaba al igual que la lluvia. La noche estaba finalizando conforme aparecía el alba. Cuando la aurora se dejó ver escampó, y poco tuve que esperar por una mejor visibilidad.Pronto descubrí un edificio negro, rectangular, enorme, mucho más grande que cualquiera que haya visto. Era totalmente negro, sin adornos. Supe por el mapa que desde lo alto se vería hexagonal, y que tras ese estaba el cuadrado que era mi objetivo; la equis indicante.Todo el lugar circundante era prácticamente destrucción, sin embargo el edificio estaba extraordinariamente intacto, un hecho intimidante.Podría suponer que