La siguiente narración no es propia de mi imaginación. Si es imaginario o no, no lo sé. El hecho es que existe.
¿Cómo llegó a mí? -sería una buena pregunta que ahora me dispongo a contestar.
Aquel día (viernes 16 de agosto de 2019) estaba sentado en el rompeolas de la bah ía, todavía absorto en una caso bastante difuso. Este era el caso de la muerte de una de mis mejores amigas. Su cuerpo fue encontrado días después de que murió y, desde entonces, surgieron muchas hipótesis de las cuales descarto, personalmente, el suicidio.
El hecho es que en ese momento, tal vez a las diez de la noche, vi que un objeto centelleante caía velozmente hasta la playa que tenía frente a mí. No lo creía, aunque lo estuviera viendo. Por un momento parecía que venía hacia mí, pero no me moví.
El meteorito impactó contra la arena y su estela permaneció en el aire durante unos segundos. Seguía sin creerlo, ¿qué tan probable era?
Para despejar las dudas decidí acercarme a esa cosa, sin darle importancia a lo que fuera. Cuando tenía suficiente proximidad noté que desde el suelo ascendía un humo sutil. Había un cráter y lo que lo causó en su centro: era una bola visiblemente blanca que tenía un diámetro de casi quince centímetros.
No iba a pensarlo mucho así que la tomé y la guardé en mi mochila.
Llegué a casa, casi todos estaban dormidos, un olor particular que salía del cuarto de mi hermano me indicó que él seguía despierto. Me metí en mi cuarto y me puse a observar la esfera con curiosidad.
Entonces no me pareció interesante ni atractiva. Lo llamativo comenzó al día siguiente, cuando me desperté gracias a los gritos de mi hermana mayor avisando que el desayuno ya estaba listo.
Lo del desayuno no me hizo despertar tan pronto como lo hizo una voz que salió de mi mochila, que dijo: "lengua existente reconocida, contenido traducido". Saqué la bola de la mochila de inmediato, estaba brillando y en ella habían unas palabras que decían: "¿deseas explorar los archivos?"
Yo estaba desconcertado, inmóvil. Aunque este fenómeno era sencillamente anómalo, resultaba algo irrisorio.
-Sí -dije irónicamente-, definitivamente quiero explorar archivos en una bola extraterrestre que…
-Accediendo... -dijo la voz, que parecía robótica o algo así.
Enseguida la luminosidad de la esfera se expandió, me causó un sobresalto y la solté. Noté, al verla en el suelo, que esa expansión de dicha luminosidad era un holograma. Los archivos que tenía eran cientos de rectángulos, videos, dispersos en el espacio comprendido por el holograma. "¿Cuál es el orden secuencial de esto?" -susurré, casi sin pronunciar las palabras.
Un video se movió hasta la parte de arriba del holograma, aumentó su tamaño, y su reproducción comenzó al instante.
Mi hermana, insistiendo en que vaya a desayunar, golpeó fuertemente la puerta de mi habitación. Salí a regañadientes, tomé el desayuno a regañadientes y volví a la habitación. Cuando regresé noté que el video estaba pausado, algo curioso porque no lo pedí.
Pasé el día entero viendo esos videos. El escenario era el interior de una nave (lo sé por lo que decían en los videos). Había en él personas ajetreadas, dando órdenes, moviéndose de un lado a otro. Otro escenario era como el interior de una cúpula de cristal desde donde se veían las estrellas, a veces la Luna y otras veces la tierra.
La fecha de unos pocos indicaba que fueron registrados unos setecientos años después del ahora.
Algunos archivos, de audio, eran bitácoras que describían paisajes excepcionales. En un video había una chica que parecía hecha de plata. Sin importar la cantidad de videos que viera, nada tenía sentido para mí.
Luego de un largo etcétera y muchos días en lo que me abstuve de hacer deberes y otras actividades gracias a este particular entretenimiento, encontré un archivo, mucho más duradero que los otros, y más explicativo.
En él había un hombre lampiño, mulato, con la cara maltratada, también tenía otros detalles poco comunes. Contaba una historia, una que le daba coherencia a los demás archivos.
Cuando terminó este video entendí que debía compartirlo, pero no diciendo que vino del espacio, del futuro, sería considerado loco.
Por eso hice este libro, tardé mucho pero eso no importa. No espero que me crean, lo único que quiero es que valoren la dedicación que le di a la historia de un hombre que tenía mucho que contar, y que a pesar de haber tenido muchas experiencias las pudo resumir en una breve historia estelar.
-Achote
I
La huida
Hola, mi nombre es J57A. Obviamente tenía otro nombre, uno original, pero desde que perdí la única vida que, de haber podido elegir, hubiera elegido sin dudar, he sido llamado así como un experimento de laboratorio. "Zaxo" es el nombre de mi nave, no tiene ningún significado en especial pues fue dado al azar en un momento crucial.
Si aún no me explico pues vivo en una nave interestelar, solo, en el espacio, viajando por inercia ya que no tengo combustible. Cuento los días con un reloj incluido en mi brazo electrónico que es además un dispositivo con el me comunico con mi nave.
Desde que me despierto cada día observando el espacio constelado, por un ojo de buey, he contado cerca de mil de estos días. Así, paso casi todo el tiempo frente a la consola, observando a través de ese grueso cristal que me separa del amplio vacío; no tengo nada más que hacer hasta culminar la jornada y hablar al micrófono para guardar la ya innecesaria bitácora y luego me tiendo sobre un catre, (también hay otra actividades que hacer, pero de eso hablaré pronto).
Ciertas modificaciones en mi fisiología permiten que me alimente de energía pura, misma de la que me surte mi nave, que recoge por medio de paneles solares. Eso hace que la inanición no sea causa posible de mi muerte.
Hace poco estaba revisando las bitácoras y me di cuenta de algo: no sirven para nada. Moriré algún día; no por vejez o cansancio, lo sé, pero en este universo hay miles de cosas que me podrían eliminar de la existencia: agujeros negros, asteroides, supernovas, y eso sólo por dar ejemplos.
El punto es que todo lo que pasé desde que me vi forzado a abandonar la posición que solía ocupar mi planeta será olvidado, dejará de existir. El saber esto no me agradó mucho, ya que he visto varias cosas que me gustaría relatar a cada ser viviente en este universo, pero bueno, no hay nada que pueda hacer ¿o si?
Cada vez que me recuesto para meditar un poco luego de jugar con la computadora principal (pues tiene ciertos juegos para el entretenimiento de los astronautas: solitario, sudokus, ajedrez y otros varios), empiezo a recordar ciertas cosas:
Poco es lo que recuerdo de ese año, transcurrió con normalidad, como cualquiera diría, salvo por ciertos hechos que, a pesar de que se den en variables fechas, son difíciles de aceptar o de atribuirse a la naturaleza humana: el terremoto de 9.0 grados en la escala de Richter del año anterior perjudicó un poco la economía; la bélica actitud innata de las grandes potencias hizo que estallara una nueva guerra... se me dificulta enumerar otros hecho como incendios, tsunamis, erupciones volcánicas y otros varios fenómenos naturales que en este caso fueron efectos colaterales de la cruenta guerra.
No obstante, hubo algo más que atrapó la atención del mundo entero, un dato muy perturbador que no tardó en estar en boca de todos: un objeto esférico fue avistado por los telescopios de las agencias espaciales, este rodeó el planeta hasta posicionarse en aquel lado de la Luna que nunca nos muestra. En su recorrido se manifestó ante los ojos de varios curiosos como una fugaz estrella.
Fue la oportunidad perfecta para m****r a un equipo a investigar cuando la humanidad entera se precipitó hacia la incertidumbre, al borde de la locura. Los grandes gobernantes ya no hallaban medios para calmar a la agitada sociedad.
En esos momentos yo apenas estaba listo para salir del laboratorio. Ya había ido a la Luna antes, así que mi nombre se dio primero en la mente de los que se encargarían de la emergencia.
¿Qué me llevó a ese laboratorio? Bueno, luego de mi primera misión tuve que reanudar mi vida con normalidad. Llegué a casa de mi mamá luego de unas semanas en revisión, ella estaba al cuidado de mi hija ya que su madre había muerto apenas cumplió diez.
Un cálido abrazo de bienvenida y unos meses junto con las personas que más aprecio pasarían antes de lo peor.
-Papá, hoy debemos terminar la casa para el perrito -me dijo Dina en una mañana durante el desayuno-, tú no lo dejas dormir en la casa y anoche chilló varias horas.
-Esa es mi palabra -respondí-. Sabes que no la cambiaría.
El susodicho perro, Flino, se lo regalé debido a una apuesta que perdí. "Gana una partida contra mí, y te regalaré un perro". El ajedrez era su juego favorito, y ya a sus trece era tan buena jugando que habiéndome vencido tuve que cumplir.
A media tarde estábamos los tres: mamá, Dina y yo, en el supermercado haciendo las habituales compras vespertinas del viernes. Noté que mi hija estaba ansiosa por llegar ya a casa para poder vencerme nuevamente. Repentinamente, una sacudida del piso silenció a todas las personas que nos rodeaban. Sin vacilar la idea de huir de inmediato fue aceptada por todos, que rompieron a correr hacia las puertas automáticas. Mi posición en el lugar, al igual que la de decenas de personas, fue la más inoportuna: corrí asiendo las manos de mi mamá e hija pero un intenso terremoto se manifestó derrumbando paredes y techo, mismo que cayó sobre nosotros cuando apenas íbamos a medio camino.
El insondable dolor físico que sentí en ese momento me importó poco cuando vi aquello que me quitaría la alegría inminentemente: ahí, a escasos centímetros de mi brazo desplegado, iluminados parcialmente por la escasa luz que entraba entre los escombros, vi horrorizado los cuerpos aplastados de mi madre e hija. Una escena que quisiera que nadie nunca presenciara, pero lastimosamente estas situaciones solían darse con mucha frecuencia...
Supongo que fue tal impacto emocional el que me empujó a perder el conocimiento, porque desde ese punto al hospital no recuerdo la transición. Sólo tengo la remembranza de que me desperté de repente en una cama de hospital,débil. A un lado mío había un hombre a quien conocí en mis días de astronauta. Era de alto rango por lo que recuerdo. Me miraba esperanzado aunque yo ni me movía, no tenía sensibilidad total de mi cuerpo, las únicas percepciones que tuve fueron auditiva y visual.
-Llama a los especialistas. Aquí morirá sin la atención adecuada -dijo a alguien allí presente a quien yo no veía-. Debe ir al laboratorio con nosotros.
De un momento a otro oía el golpe del viento contra las aspas del helicóptero. Después, con parcial consciencia de la realidad, volvían a hablar cerca de mí, o tal vez hablaban conmigo. En tal caso yo no tenía ni el ánimo ni la disposición para responder.
-...Pérdida total de la extremidad superior izquierda, cuello lesionado, columna vertebral lastimada gravemente, y caja torácica comprimida.
-Tiene solución, ¿cierto?
-De seguro que la tiene, pero pasará mucho tiempo aquí.
-En realidad no le importará el tiempo que pasará con nosotros; él hubiera elegido morir en vez de aceptar nuestra ayuda, ¿sabes lo que pasó con su hija y su madre?
-No.
-Murieron aplastadas...
Esas palabras me hacían darle razón a las palabras de aquel general; hubiera preferido morir en ese instante a aceptar el desgraciado hecho. El hecho que sí terminé por aceptar fue el de que no podía alterar la realidad de ningún modo.
La tecnología de la época estaba en la cumbre. Los resultados de dos meses y medio encerrado en un complejo gubernamental fueron la supresión parcial de mi humanismo: 60% de mi cuerpo fue reemplazado por biónica (empezando por mi brazo); gran parte de mi organismo fue eliminado. Pasé a ser una especie de ser humano sin ciertas necesidades básicas tales como comer y defecar. Sólo me quedaban mis sentidos, consciencia, volición.... así que no estaba perdido del todo.
Todos esos esfuerzos invertidos en reparar mi ser tenían una causa que yo conocía muy bien, y es que yo era la persona idónea para batallar en la guerra inminente.Toda la información acerca de la muy cercana guerra me fue provista cuando comencé a realizar rutinas de ejercicios para probar mi cuerpo; me esforzaba a más no poder. Al final quedaba jadeando, exhausto. Era ese instante, luego del aseo, en el que me adentraba en las instalaciones para dirigirme a mi habitación.La flexible pantalla incluida en mi muy funcional brazo mecánico me advertía la escasa energía que tenía. Ahí era cuando mi pieza entraba en juego, pues estaba equipada para recargar mi sistema mediante campos electromagnéticos. Así, lo único que debía hacer
De qué serviría plañir ahí si nadie me brindaría consuelo. Estaba en la absoluta soledad, contemplando las miles de millones de vidas que para entonces ya habrían dejado de ser.Tan absorto estaba en el funesto panorama que ignoraba que las luces del tablero titilaban de manera intermitente. En la pantalla había un aviso que decía "conexión imposible".-¿Qué hago ahora? -pregunté a Zaxo.-Sugiero que no salgas de la nave -respondió una voz chillona y aguda.-No me digas… Me iba adentrando en la neblina espesa hasta que, en poco tiempo, la misma se convertía en una tenue bruma. Empezaba a distinguir unas raras siluetas a lo lejos, como relieves irregulares del horizonte. Esa era la idea más obvia, pero estaba equivocado. Cuando había cruzado por completo la neblina, quedé pasmado ante lo que vi. La bitácora quedó más o menos así: "...luego de los repetitivos registros anteriores, una nueva bitácora. Bajé por una inclinación rocosa situada cerca de una maravillosa catarata, después de unos cuantos traspiés y unas insignificantes contusiones, me encuentro con algo realmente inusitado; lo que hace rato creí reconocer como montañas a través de neblina resultó ser una arboleda. Hermosos árboles colosales de tallo negro y hojas color azul, sus copas están tan altas que tengo la impresión de que son un camino al cielo, ok, tal vez no. En el suelo se extiende una alfombra violeta de algo que Un satélite acogedor (parte2)
Lo magnífico era que al parecer me estaba protegiendo. Luego de un rato el monstruo desistió y regresó a su posición original; aparentando ser nada más que rocas decorativas. Mientras tanto la rara criatura defensora empezó a deformarse, como si fuera plastilina, sin moverse de su sitio, adoptó una figura plasta y de reluciente plateado.Yo no sabía ni qué pensar. Me quedé ahí, sin decir palabra, mirando ese ser, esperando a que pasara algo alucinante o sorpresivo. ¿Qué otra impresión podría esperar, que empezara a hablar? Bueno, no pronunció palabras pero…-¿Cuántas veces más crees poder escapar de esas criaturas?... -fueron las palabras que creí escuchar después de un rato.
Era como si de repente la Xem jovial e infantil se hubiera perdido, desaparecido, siendo reemplazada por una diferente, una Xem cruel y vengativa.-Piensas vengarte, te entiendo pero ¿por qué no lo hiciste antes? -le pregunté mientras ella retornaba a su forma de chica.-No sé, no había tenido oportunidad de volver, cuando salí huyendo sólo pensaba en ir lo más lejos posible. De hecho no había pensado en ello desde hace mucho y recién ahora siento ese deseo de... de…La conversación estaba atemorizadora, no quería seguir hablando sobre el mismo tema.-¿Estás segura? No e
-¿Adónde vamos? ¿Acaso me vas a ofrecer en sacrifico? -pregunté para romper el largo lapso de silencio.-¡Jaja! ¡No! No seas tonto. Es allá arriba, ese humo sale directamente del lago -se alegró.-Ah, genial. Ahora otra pregunta, ¿no habrá más sorpresas ahí?-Eh... creo que no, espero que no.-Espero lo mismo -me inquieté yo.Llegamos a la cima, hasta la orilla de un inmenso cráter que expulsaba el humo en gran cantidad. El hedor me obligó a usar una camisa de recambio c
IVUn amanecer fantásticoDesperté varias horas después, en mi catre, mi habitación, con mi energía satisfecha y un fuerte dolor en la cabeza. Junto a mi cabeza se hallaba el último libro que estaba leyendo mientras esperaba a Xem.Al ponerme de pie pisé algo duro, irregular, era el gorro negro que Xem utilizaba, el que perteneció al anterior ocupante de su habitación. Pero este tenía algo adentro, algo rígido, así que lo tomé.Del interior del gorro de algodón cayó un corindón zafiro del tamaño de dos puños, cosa que no hizo más que dejarme estupefacto, y con más interrogantes si era posible.
Pasaba el tiempo, me empezaba a impacientar, los libros ya me causaban hastío y la vista del espacio exterior ya no era tan maravillosa.Recordé entonces los juegos predeterminados que dejaron en la computadora para entretenimiento de los tripulantes.En algún pasado, cuando todo comenzó y me dijeron de los juegos, no me incitaron más que desdén. Me habían dicho que el juego principal de todos era el ajedrez, y sólo eso bastó para no querer jugarlo. La obvia razón era el deseo de olvidar la última vez que jugué, la vez en que muy satisfactoriamente perdí contra mi hija.Pero entonces hubieron un par de razones por las cuales podría olvidarme de la p