La primera imagen con la que Maximiliano se encontró al abrir sus ojos aquella mañana, fue una ciertamente, inesperada.Amelia con sus ojos cerrados y sus labios apenas moviéndose entre casi inaudibles ronquidos, mientras que su rostro, permanecía a solo unos centímetros del suyo, tanto que pudo ver una pequeña marca de nacimiento que la mujer tenía debajo de su ceja, intentó descifrar la forma de aquella marca, pero no dio resultado, no tenía alguna forma, pero era preciosa.Maximiliano pasó saliva cuando se percató de lo cerca que se encontraban sus rostros, sus labios, luego bajó su mirada, percatándose de que la abrazaba con fuerza, de que tenía su pierna izquierda sobre el cuerpo de la mujer a la que sofocaba en un abrazo.¿Cómo demonios había ocurrido aquello?, se cuestionó, deshaciendo de manera lenta su agarre. No recordaba haber hecho nada de aquello. No recordaba haberla abrazado, mucho menos recordaba haberse acurrucado en el que cuello de la mujer, ¿qué diablos había ocurr
El pequeño no había dejado de hablar durante todo el camino.Amelia se encontraba en la parte trasera del carro, sentada a su lado, respondiendo a sus particulares dudas mientras que Maximiliano conducía, escuchándolos en silencio. Ni siquiera con él hablaba tanto, ni así, con la suficiente confianza como de alguien a quien conocía de toda la vida.De vez en cuando, las miradas de ambos adultos se rozaban. No decían nada, pero sus ojos gritaban un montón de cosas que de cierta forma, ninguno quería descifrar.Lucían como cualquier familia feliz, pero ellos no eran ni siquiera una familia.—Papá me enseñó a leer —habló Dylan, sacando de manera desordenada uno de los cuadernos que su padre le había entrado en aquella mochila repleta.Amelia mordió sus labios, ¿por qué había comprado tantos cuadernos para un pequeño de solo cuatro años? Rió para sí misma, algo le decía que el hecho de que él tuviera un hijo, no significaba que supiera demasiado sobre niños.—¿Sí? —preguntó Amelia, admiti
Había transcurrido un mes desde la visita de la madre de Amelia a la casa de Maximiliano, el abuelo se había comportado con "normalidad", aunque las preguntas ocasionales que querían tenderle una trampa a la mujer, no se detenían, algo le decía a Amelia que no se detendría hasta que toda aquella farsa continuara. La noche había caído, los días cada vez eran más particulares, su insomnio no había frenado, mucho menos lo haría mientras siguiera durmiendo con él. Como cada una de las noches, luego de prometerle a Amelia que controlaría sus movimientos mientras dormía, Maximiliano se encontraba abrazando a la mujer mientras dormía, con su rostro adherido al de ella. Amelia suspiró, con la esperanza de que no ocurriera lo mismo del día anterior en el que él la había besado mientras dormía. Había sido un beso en los labios corto, torpe. «Aunque no lo detuviste», le susurró su mente, sacándole una sonrisa a la mujer, que sintió como el hombre apretaba su estómago. Se preguntaba que demoni
Amelia no había concebido el sueño en absoluto, se estaba convirtiendo en algo usual.La duda de si todas las veces en las que él la había abrazado de aquella manera mientras dormía habían sido intencionales, seguía dando vueltas en su cabeza, en una especie de rueda de hámster que no frenaría pronto.La luz del sol se coló por la ventana a medio abrir, él se había levantado hace rato, curiosamente, aquella noche, luego de disculparse por "la costumbre", Maximiliano no había vuelto a abrazarla mientras "dormía", lo más que había hecho, era acercarse por la espalda de la mujer, respirando casi en su oído, quería acercarse a ella, pero se encontraba descubierto.Había pasado con él cuarenta y cinco noches, y en todas ellas, había tenido que sentir como unos brazos fuertes se aferraban a ella, como el cabello más suave del mundo se acariciaba contra su nuca, mientras que al bajar sus ojos se encontraba con un precioso rostro, ¿todo aquello había sido intencional? Amelia tenía demasiadas
La única motivación que Amelia se vio en lugar de usar para correr más rápido que aquellas mujeres que parecían una bala, fue recordar la vez en la que Maximiliano la había perseguido; solo aquello, solo imaginarse a sí misma corriendo de un desconocido del cual sintió miedo en su momento, ocasionó que ella tuviera la suficiente potencia para correr, adelantándose de unas cuantas, sin embargo, todavía habían algunas más delante de ella; aquello le impulsó a correr más rápido, ser una mujer alta por fin le había servido para algo.Escuchaba la voz de Dylan decir algo, pero el ruido del aire franqueando por sus oídos, le impedía comprender qué cosa.La mujer apuró el paso, sintiendo como sus rodillas iban al máximo.Desde la distancia pudo observar como Maximiliano se había posicionado con Dylan en la meta, quizás para recibirla.Amelia aumentó la potencia de su carrera, perdiendo casi el control sobre sus extremidades, una sonrisa se trazó en su rostro al percatarse de que había corrid
Habían transcurrido dos semanas más, los días se volvían pesados, aunque no de una manera tan negativa, lo único "malo" que ocurría, era que ambos se comportaban de manera particular el uno con el otro, no querían estrechar en absoluto sus relaciones, pero de alguna forma, sentían que era algo imposible, las mismas circunstancias los orillaban a hacerlo. A Maximiliano no le gustaba admitir que le había empezado a gustar la sensación del cuerpo de la mujer frotándose con el suyo, no se lo admitía a sí mismo, y mucho menos lo haría con nadie más, pero cuando sentía aquel cuerpo femenino a su lado, no se sentía tan solo a como estaba acostumbrado, aunque no podía evitar decirse a sí mismo que era un estúpido, aquello era temporal, ¿por qué se hacía eso?El hombre enfocó su mirada en el cúmulo de documentos que tenía al frente; había retomado sus actividades en su empresa, aunque no se sentía con el ánimo suficiente para ejercerlas, pero como ya su abuelo había aprobado a Amelia y la fort
Amelia tenía los días contados; faltaban veinticinco exactamente, el paso del tiempo se aceleraba cuando ella no quería que lo hiciera, porque aunque le costara admitirlo, no le gustaba que el tiempo pasara tan rápido, eso significaba que se iría mucho más rápido de allí, que no sentiría como aquel pequeño se le abalanzaba encima casi rompiéndola en dos, que no sentiría los brazos de él rodeándola mientras fingía estar dormido.Aquellos pensamientos no la habían abandonado, suponía que la abandonarían hasta que llegara el día de irse, que veía muy próximo.«No puedo creer que te encariñaste como una estúpida», su cabeza se lo reprochaba cada vez que podía, pero eso no ayudaba demasiado a sacar la sensación de allí, la sensación de que no quería irse tan pronto, tal vez debió de haber aceptado quedarse por más días, como él le había propuesto cuando Dylan habían empezado a llamarla "mamá".De la mitad de su pago le quedaban unos doscientos mil solamente, los otros los había gastado con
Maximiliano esperó que ella le frenara, fue luego de unos segundos que se percató de que aquello no ocurriría, de que ella no le frenaría. Amelia le cedió paso completo para que la besara.La lengua del hombre jugó con la suya con una rapidez inesperada para ambos.El cuerpo de la mujer terminó siendo por completo orillado a una esquina de la pared.Sus labios se acariciaron con poca delicadeza, las manos de Amelia se estiraron sobre los hombros de Maximiliano, que la sorprendió al levantarla por la cintura y colocarla sobre la mesa de noche, acercándola más a él.Ambas respiraciones se transformaron en una sola, ella jadeó cuando él mordió su labio inferior con fuerza, jadeó de igual forma cuando las manos de Maximiliano empezaron a bajar por su cuerpo, recorriéndolo. El beso aumentó su pasión, él abrió más las piernas de la mujer, que permitió que aquello ocurriera.Fue ahí cuando la puerta fue abierta con brusquedad.Ambos miraron hacia aquella dirección, encontrándose con el peque