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Cinco años atrás

Ayla, conoció a Bleddyn, una noche de invierno, bueno, conoció su parte animal, su versión natural.

Eran cerca de la medianoche, Ayla, regresaba de una fiesta, aquella noche tuvo un cumpleaños con algunos compañeros de su oficina, no quiso regresar en taxi, asi que regresó caminando. Había tomado unas copas de más, y necesitaba un poco de aire fresco.

Iba muy desprocupada, se detuvo en una esquina, sacó su billetera del bolso marrón, y conto cuánto dinero llevaba, solamente iba a detenerse en la panadería de la próxima cuadra a comprar una porción de su pastel favorito.

La noche estaba tranquila, no se veía mucha gente, y jamás imaginó que alguien quisiera asaltarla. Ese camino era rutinario para ella, lo conocía como la palma de su mano.

En un momento, a pocos metros de la panadería, Ayla sintió un fuerte golpe en la espalda, fue tan repentino que cayó al suelo, por aquel empujón que le propinaron, ella se golpeó de manera muy fuerte en unos cestos de basura, cuando intentó ponerse de pie, asustada, dos hombres la interceptaron de camino y quisieron asaltarla. Ambos hombres forcejearon con ella, sin dudarlo, les entregó la cartera y les suplicó que no le hagan daño. Ayla les entrego todo lo que traía, no los miro a la cara, pero sintió que aquel instante era su último momento.

Uno de los sujetos le apuntaba con su arma, ella les pidió que la dejaran ir, que iba a olvidar aquel mal momento.

Uno de los hombres le gritaba que no lo mire o iba a matarla, ella estaba aterrada, jamás había vivido una situación de esa manera.

Bleddyn, olfateó a los hombres a una larga distancia, se acercó a toda prisa en aquel callejón oscuro, se paró erguido sobre sus patas traseras, y atacó a uno de ellos. El otro le disparó y se dio a la fuga. Asustada, Ayla, permaneció inmóvil en su lugar, miró aquel gran perro, de cabello blanco y ojos verdes esmeraldas. Logró ver a través de sus ojos a un alma pura y hermosa, entendió que no iba a lastimarla, solo protegerla.

Ayla, se pone de pie, miro hacia su derecha y alli estaba su bolso tirado, muy cuidadosamente, sin perder la mirada del lobo, levanta su cartera del piso, limpio un poco su jeans color rosa y buscó su teléfono móvil. Temblorosa, llamó un taxí, mientras estaba allí, aquel lobo la miraba desde lejos. Muy lentamente, de acercó al enorme animal e intentó acariciarlo y este gran perro retrocedió unos pasos y se marchó.

El auto de alquiler no tardo mucho. Ella le comentó al chofer lo sucedido, y el hombre se ofreció a llevarla para hacer la denuncia, pero Ayla no acepto.

Cuando esa noche, Ayla, llego a su casa, al mirar por la ventana vio a ese gran perro. Notó que la bestia peluda la siguió desde que ella subió al taxi.

Se quedó mirándolo y a lo lejos ella le sonrió, sentía que él podía ver aquella hermosa sonrisa.

Se dió una ducha, y entendió lo que había pasado, aquellos dos hombres estaban dispuesta a matarla por 100 dólares. Como un milagro o un ángel protector, sin ninguna razón, aquel animal le salvó la vida, no entendía los motivos porque tranquilamente pudo haberla atacado también a ella.

DOS SEMANAS DESPUÉS

Habían pasado unos dos semanas de aquel suceso y Ayla, desde aquel entonces, no dejaba de soñar con la mirada de aquel animal. Lo soñaba cada noche, y muchas veces en aquellos sueños, se le manifestaba una persona con la misma mirada, la misma escencia. Sin dudas, necesitaba contarle a alguien lo sucedido aquella noche porque interiormente creía que estaba enloqueciendo.

Ayla, una mañana le preguntó a su amiga si creía en los hombres lobos.

Le preguntó porque confiaba en Keyla, la conocía desde el primer día que había ingresado a la empresa y fue la única que la apoyo y ayudó en cada paso.

Mientras su compañera sacaba fotocopias para el área contable le dice. —¡¿Hombres lobos?! En verdad, no creo que existan, al igual que los vampiros. Son solamente leyendas y cuentos para niños.

Ayla, quedó en silencio y no le retruco a su compañera. Solamente ella sabía lo que había visto aquella noche.

—Ayla ¿Pasa algo? —le pregunto Keyla y agregó Hace días que te veo algo dispersa.

—Estoy bien, no pasa nada —respondió de marena apresurada ella.

—¡Te conozco! Vamos, cuéntame —insistió Keyla.

Keyla, era una mujer de unos 55 años de edad. Para Ayla, era como una madre. Ella, era la contadora de la empresa. Su hablar era pausado, usaba el pelo recogido con un rodete. En su cabello se comenzaban a notar las primeras canas, fue ella quien la aceptó desde el primer día, en pocas palabras fue su mentora. Keyla, era muy elegante. Miraba a Ayla con sus grandes ojos verdes, esperando una respuesta.

Ayla no pudo contenerse, y la siguió por el corredor, hasta llegar a su oficina, cerro la puerta detrás de ella y le narró a Keyla lo sucedido aquella noche.

Asombrada, Keyla le dice. —Quedaste traumada con lo que sucedió y es entendible. Pero los hombres lobo no existen, querida mía.

—No sé si existen o no. Pero sé lo que vi. Su mirada era tan humana —dijo Ayla, mientras miraba por el gran ventanal de la oficina, desde allí se podía ver gran parte del centro de la ciudad.

Ayla había quedado perdida en sus pensamientos, se acariciaba su largo cabello negro y oía a Keyla, pero no le presto mucha atención a lo que ella decía.

Luego de un rato, Keyla se sumergió en su trabajo, mientras que Ayla seguía pensando en aquel animal, pero quel silencio fue interrumpido por el imbécil de su jefe.

—¡Despiértate Ayla! Deja de divagar —le gritó él— Quiero que vayamos a ver y poder hablar con esos neandertales para comprar sus tierras.

Ayla lo miró con cara de pocos amigos, tomó las carpetas y se marchó con él.

Keyal, levantó la mirada, movió su cabeza de un lado a otro, y se despidió de Ayla.

Mientras Nikita, iba explicándole lo que iban hacer, caminaba detrás de ella, como apurándole el paso, en la puerta de la empresa el chofer ya los estaba esperando.

El día era espléndido, comenzaban los primeros días de verano, Nikita se colocó sus gafas oscuras y observaba a Ayla en silencio. Corrigió el nudo de su corbata gris, y sin dudarlo le pregunta a Ayla. —¿Estás bien?

—Sí, porque habría de estar mal —respondió algo indiferente ella.

Nikita hace un gesto con su boca y dice. —Sos una persona que no para de hablar,yestas últimas semanas has estado muy callada.

Nikita sabía que a ella no le simpatizaba, por su modo de maltratarla muchas veces, pero aquel trato comenzó unos años atrás, cuando él le confesó estar enamorado de ella y lo rechazó.

No era que Nikita no le gustaba, porque ante los ojos de cualquier mujer era un hombre muy atractivo, lo que le molestaba a Ayla, era su forma de ser, era presumido, como todo hombre rico pensaba que podía comprar todo en esta vida, incluyendo el amor.

Su jefe era un hombre muy apuesto, de unos 43 años de edad, era una especie de imitador de Chris Ángel, ya que era igual por donde lo miraran. Eran como hermanos gemelos separados al nacer. Y como Nikita sabía que era igual, imitaba hasta su forma de vestir.

—Dejá de preocuparte por mí, estoy bien —le dijo Ayla a su jefe.

Cuando iban de camino, Ayla iba callada, sumergida en sus pensamientos, recordando la mirada de aquel lobo. No podía dejar de pensar en ese animal, desde aquel encuentro, lo soñaba cada noche. Realmente deseaba volver a verlo, intentar acercarse.

Cuando llegaron al lugar, había muchas casas, ocupadas por unas treinta familias. La idea de Nikita era ofrecerles una gran suma de dinero para realizar hoteles.

Ayla, era su secretaria y se ocupaba de la parte de relaciones públicas, por tanto pasaba la mayor parte del tiempo a su lado. Cada viaje de negocio era ella quien lo acompañaba, igual no le molestaba porque gracias a su trabajo logró conocer muchos paíces.

En el sitio se encontraron con un grupo de personas, quienes estaban esperando a Nikita. Algunos estaban de acuerdo y otros se negaban a vender aquellas tierras.

Entre las personas que se encontraban en el sitio, vio que un joven de aproximadamente de su edad que no le quitaba la mirada de encima.

Ella lo miraba disimuladamente muy de vez en cuando, y algo le atraía de aquel hombre.

Nikita y Ayla recorrieron las hectáreas y fue cuando logro acercarse aquel muchacho.

—Me llamo Ayla —se presentó— ¿Hace cuanto que viven aquí?

El joven, iba caminando a su lado, e iba con la mirada hacia abajo, pero le respondió muy amablemente. —Me llamo Bleddyn, y hace unos 7 años llegamos aquí con mi novia.

Ayla, lo observo de reojo, Bleddyn era alto, sus hombros eran anchos, tenía una figura muy marcada y musculosa, llevabas cabello largo hasta arriba de sus hombros.

—¡¿Así que tienes novia?! —preguntó ella.

Bledd, levantó la mirada y sus ojos se clavaron profundamente en los de ella y dijo. —Somos una tribu, como una manada. Vivíamos en Alaska. Mis suegros están aquí. El padre de mi prometida está muy enfermo. Como toda tribu o religión tenemos que cumplir órdenes.

—¡Ah! Si te entiendo, se escucha algo complicado —dijo Ayla.

De repente una mujer muy bonita, se les acercó y los interrumpió. Miro a Ayla con desprecio. Le susurró algo al oído a Bledd y este se despidió de ella.

Cuando le da mano, ella logró ver aquella mirada. Le recordó a la mirada de aquel animal. Sintió un escalofríos al tocar la mano de Bledd, y la soltó rápidamente. Su cuerpo se estremeció por un momento.

Se fueron de aquel lugar y Nikita le dijo a Ayla que volverían. Que iba a presentarse ante la corte porque aquellos terrenos eran fiscales y esa gente las había usurpado.

—Nikita, déjalos en paz, hay muchos lugares y mejores ubicaciones para tan gran emprendimiento —le dijo ella

Él, enojado le retruco. —No quiero otros terrenos, quiero esos terrenos. Te vi charlando con ese indígena ¿Te gusto?

Ella enfadada le dijo. —Cruzamos un par de palabras ¿Y qué tiene que ver que sea de descendientes? ¿Estás celoso? O es porque es mucho más apuesto y llamativo que tú.

Nikita la ignoró y no le respondió. De una manera u otra ella había tocado su ego, y no podía negar que su alma moría de celos.

Su jefe había ideado un plan. Y era denunciarlos que en aquellas tierras había tesoros nacionales secuestrados por esa gente. Era el único modo de despojarlos de aquel lugar y ya tenía todo planificado.

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