Despedidas

Los rayos del sol se colaron por la ventana de la habitación de Mia, provocando que con molestia Mia abriera sus ojos, pero ya era hora de levantarse pues había dormido más de lo normal, la noche anterior había sido complicada por el sin fin de emociones que había vivido a raíz de la llegada de Tain, el compañero de su madre. Las noticias que traía consigo el dragón habían provocado que la chica diera mil vueltas en su cama, tenía mucha información que procesar y grandes decisiones que tomar. Por otro lado, las palabras de su madre en la carta no salían de su mente, ya no se sentía como un bicho raro, no tendría que explicar nunca más que era una mestiza pues existía alguien exactamente como ella en algún rincón del mundo. Divinus, ese era el nombre de su raza, se emocionaba con tan solo pensarlo, le encantaba lo que significaba.

Las frases de apoyo que recibió por parte de sus padres la motivaban e impulsaban a hacer lo que consideraba correcto. Sonrió por lo que se aproximaba pues uno de sus más grandes deseos estaba por cumplirse. Aquel no era un día cualquiera, sería el primero de su nueva vida, un mundo nuevo la esperaba para que finalmente conociera el reino del que todos hablaban. Siempre deseó conocer en persona las raíces de su madre, lo que no se imaginó es que lo haría tan pronto y a diferencia de los sueños que había tenido,no iría sola.

Con torpeza finalmente se levantó de la cama, mientras dejaba ir un bostezo. A pesar de haber descansado, se sentía más agotada de lo normal, al menos mentalmente lo estaba.

Fue directo al baño de su habitación para tomar una ducha que sin duda la ayudaría a espabilarse, al acabar se enrolló en su toalla y regresó a su cuarto para elegir su vestimenta. Optó por un vestido verde de mangas largas, ajustado hasta debajo de los senos y le llegaba a mitad de muslo. Se puso sus botas negras y trenzó su cabello, revisó su reflejo en el espejo y cuando quedó satisfecha salió al pasillo para ir en busca de comida, el estómago le rugía.

En el comedor ya se encontraban sus amigos de siempre, varias mesas estaban vacías por la hora, lo más probable es que todos estuvieran trabajando. Como cada mañana se sentó entre su padre y Neahm, le dio un beso en la mejilla a cada uno y luego saludó al resto.

—¿Descansaste? —le preguntó su padre.

—Un poco ¿y tú?

—Igual —Ella asintió, su padre tomó su plato y comenzó a llenarlo con varios alimentos.

—Papá, no hace falta, puedo hacerlo —dijo en un tono dulce, no quería parecer una malagradecida.

—Hoy no, es mi última mañana a tu lado, permíteme consentirte, aunque sea un poco —Ella entendió y aceptó.

Jamás se habían separado por tanto tiempo, sin duda lo extrañaría, el futuro era incierto y no tenían idea de cuando lo volvería a ver. Mia temía que su padre no fuera capaz de soportar el dolor de la ausencia de su madre y el de ella juntos. Los ángeles solo se enamoraban una vez y esto provocaba que muchos tomaran la decisión de quitarse la vida ya que no podían vivir eternamente con aquel dolor en sus corazones. Sacudió la cabeza y alejó esos pensamientos, no, Raziel jamás le haría eso, él era lo más importante para ella y él lo sabía, se sintió más aliviada al recordar el trato que había hecho con su madre, se reunirían en su próxima vida, de esa forma vivirían finalmente juntos su historia de amor. 

—¿Ocurre algo? —le preguntó Raziel al verla tan callada.

—No, nada solo estaba pensando en que harás cuando me vaya.

—Tengo mucho trabajo que retomar, vuelvo a ser el líder de los principados, durante diecinueve años estuve ausente, tengo que ponerme al día con muchas cosas —ella sonrió al escucharlo, le gustaba saber que no se sumergiría en la depresión y la tristeza, podía partir tranquila porque su padre era un hombre fuerte que podía con todo.

—Me alegra saber que retomarás tu lugar —dijo e inició a comer.

—¿Tienes todo listo Mia? —preguntó Neahm.

—Eso creo, no se muy bien que debería llevarme.

—Todo lo que te ayude a mantenerte con vida —respondió Aidan, quien recibió una mala mirada de Raziel.

—Todo saldrá bien, ya verás, nos tendrás contigo todo el tiempo.

—Eso espero, si a Mia le sucede algo tendrán serios problemas —dijo Selafiel —. Y no lo digo solo por Raziel, me incluyo en la amenaza —agregó.

—Gracias por tu sutileza Selafiel, pero si no le ocurre nada malo no será por tu amenaza, créeme a otros también nos importa la seguridad de Mia —contestó Aidan.

—¿Podríamos cambiar el tema por favor? No quiero que mis últimos recuerdos aquí sean tan tensos —Todos se miraron y accedieron, fue Aidan quién propuso un nuevo tema para relajar el ambiente. 

Finalmente, el desayuno terminó siendo agradable, todos reían por las ocurrencias del ángel más joven, Raziel por su parte no paraba de narrar historias vergonzosas de su hija, Neahm quién había apreciado algunas de ellas a lo largo de los diferentes personajes que interpretó aportaba algunos comentarios. Selafiel se mantenía tan serio como siempre, pero en ocasiones participabaen la conversación. Por un momento todos se olvidaron de lo que se aproximaba, solo eran ellos siendo felices juntos una última vez. 

✿⊰

Mia y Raziel permanecieron juntos, luego de desayunar, dieron un último paseo por el palacio y finalmente se sentaron en uno de los sitios más importantes del castillo. El jardín trasero había sido testigo de grandes conversaciones, importantes momentos e inesperadas revelaciones. La chica amaba aquel lugar, pues le transmitía paz.

—¿Recuerdas la primera vez que vinimos aquí? —ella asintió —Jamás imaginé que llegaríamos a este puntotan pronto. En un inicio no te traje para que entrenaras.

—¿Mentiste? ¿Por qué?

—Solo fue una excusa que utilicé, la realidad es que llegamos a este sitio por la magia que posee Skycastle. Este sitio está rodeado de magia sumamente antigua, fue construido hace milenios de años por los ángeles principales.

—Para que criaturas como yo se ocultaran del submundo.

—Exacto, me siento tan orgulloso de ti, de la mujer en la que te has convertido.

—Gracias papá, soy lo que soy, por ti.

—Hace dos años creí que si te mantenía en este lugar te podría mantener lejos de los enredos de Ganondofort, pero me equivoqué, al final tu destino te encontró.

Mia lo abrazó y él la imitó, para Raziel separarse de su hija era más difícil incluso que ir a la guerra, pero era consiente que era por una buena razón. Temía por la seguridad de su pequeña, pero ya era hora de que confiara en ella y la dejara escribir su propia historia, así como él había hecho.

—Luego de dos años finalmente te marchas, no tengo palabras para expresar lo orgulloso que estoy por la decisión que has tomado, ella también lo estaría —No dijo nombre, pero ambos sabían de quién hablaba.

—Significa mucho para mí que me lo digas —Una vez más se abrazaron.

—Vamos, Selafiel también quiere despedirse, tiene algo para ti —Ella lo siguió hasta la habitación del susodicho, quien los esperaba sentado en su escritorio, sobre el cuál había un huracán de papeles.

—Vengo a decir adiós —dijo Mia apenas entró.

—Te esperaba, hay algo que quiero darte —observó curiosa al ángel —. El día que llegaste pude ver en tus ojos esa curiosidad por nuestro mundo, pensé que con el tiempo te adaptarías, pero no, al final noté que es un rasgo que te caracteriza, y aunque es bueno porque te amplía horizontes, en ocasiones no lo es tanto.

—No olvidemos que también es preguntona —añadió Raziel.

—Cierto —confirmó Selafiel.

—¿Y a dónde vamos a llegar con todo esto? —preguntó confundida.

—Una de tus tantas incógnitas en tus primeros días era sobre esto —Selafiel se volteó y caminó hacia un armario donde se encontraba guardada una reliquia de la historia de los ángeles. La tomó con sumo cuidado y se colocó frente a Mia, quién estaba boquiabierta.

—Esta reliquia, es solo para la familia —dijo y desenvainó la espada —. No imagino mejor sitio que con la hija de su antiguo dueño.

—Fragarach —susurró Mia.

—Muchos la dieron por pérdida, pero todo este tiempo estuvo aquí —confesó Raziel.

—Es… tan bella —comentó la chica mientras la tomaba, observó cada detalle, pudo sentir su poder con tan solo tocarla —Gracias, esto es inesperado, pero me encanta —dijo sonriente.

Tanto Raziel, como Selafiel estaban listos para decirle a adiós a su hija y sobrina. Mia poseía todos los conocimientos que necesitaba para enfrentar una guerra, ellos sabían que aquel día llegaría por eso le habían dado clases: combate cuerpo a cuerpo y con armas, control de emociones y poderes, estrategia, historia, incluso aprendió a hablar latín, ya que era el idioma de los regium y los ángeles. Ahora debía aplicar todos esos conocimientos que albergaban en ella, la rudeza que le faltaba la tomaría en el camino y ahí también aprendería como ser una buena líder, aquel era el momento de crear su propia historia para obtener la experiencia de la vida.

Se dirigieron a las afueras del palacio y tanto Aidan como Neahm estaban listos para partir, cada uno llevaba una mochila con las cosas necesarias para el viaje, se volteó hacia su padre una última vez, sonrió al verlo y le dio un último abrazo.

—Te amo —le susurró a su hija al oído —cuídate mucho por favor, no te separes de Neahm y si en algún momento ocurre algo solo tienes que usar tu magia en esto —se alejó y del bolsillo de su pantalón sacó un colgante dorado muy sencillo, tenía como único detalle unas alas blancas muy pequeñas.

—¿Y esto? —le preguntó cuándo lo tomó.

—Así me tendrás contigo siempre, no te lo quites jamás, te protegerá del mal.

—Gracias papá, me encanta.

—Vamos, vete ahora o se les hará tarde —Mia le dio un último abrazo, tomó el bolso que Aidan le entregó, dio un último vistazo a su padre y se marchó en busca de una nueva aventura en Ganondorf.

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