Después de cenar, Dante pidió unos mojitos.
—Creo que te gustan las bebidas dulces.
—Sí, bueno la verdad se me suben muy rápido a la cabeza.
—Promesas, promesas, bueno quizás recordemos otros tiempos cuando me conociste y estabas loca por mí.
—Eres un vanidoso insufrible, fíjate que en ese entonces, me daba rabia recordarte.
—Es malo mentir Belinda, te enamoraste de mí el día que nos conocimos.
—Pues fíjate que me daba rabia recordarte —Belinda se puso roja como un tomate—, mejor me callo.
—Suéltalo tiburoncito desahógate, ¿estabas molesta conmigo, pero qué te había hecho? ¡Oh! Ya lo entiendo, estabas molesta por lo que no había hecho, lo que aún no te hago.
—Eres un idiota en verdad —dijo Belinda molesta.
Dante se reía sin parar.
—Belinda es tu graduación, solo quiero ver t
Belinda buscó en la pequeña cartera de fiesta sacó las llaves de la cabaña, abrió y se paró en el umbral de la puerta, ambos se miraron y sonrieron. —Quiero que me escuches muy bien para que no se preste a confusión, quiero que entres, pero eso no quiere decir que perderemos la confianza que nos tenemos por culpas y embustes que nos trajeron a este momento. —Esa es mi tiburoncito, siempre alerta, —le acarició la mejilla se acercó a su boca, pero en vez de besarla la miró a los ojos y dijo— quiero entrar. Belinda se apartó del umbral, Dante retiró la llave y cerró con seguro, tiró las llaves en una mesita cercana, Belinda se abrazaba a sí misma y se veía como si estuviera a punto de salir corriendo, Dante se acercó a ella. — ¿Tienes miedo? —Belinda movió la cabeza negando. —No te tengo miedo, Dante estoy segura de lo que hago, sí quiero estar contigo, pero estoy nerviosa.
Dante movió sus dedos más rápido dentro y fuera y Belinda comenzó a sentir ardor, ya iba a decirle que le dolía cuando sintió la boca de Dante lamiendo encima de sus dedos que entraban y salían, Belinda mortificada quiso quitarse y Dante sonrió. —Dijiste que podía hacer lo que quisiera —dijo con su boca contra su vagina—, como resistirme a esta cosita deliciosa. —Pero… —Chss… ya hablaste demasiado, déjame a mí mostrarte. Dante consiguió ese punto donde las descargas eléctricas explotaban y lo envolvió con su lengua en sincronía con el ritmo de sus dedos, ahora Belinda sabía que había algo más allá, como la subida de toda esas sensaciones. Su cuerpo comenzó a sudar
Belinda despertó con frio, en algún momento Dante dejó de abrazarla y ahora dormía boca abajo con el rostro de lado a ella, con los labios un poco abiertos, no era ni la mitad de intimidante sin su mirada de oro, “en que lio me metí”, pensó Belinda, mas no se arrepentía; el placer sexual siempre representó para ella, algo asqueroso, vulgar. Nunca le pareció que renunciar a eso fuera importante, sin embargo, desde que conoció a Dante se abrió la puerta del deseo, la noche anterior fue como el estallido de todas esa pequeñas sensaciones que Dante le despertaba; estaba feliz de sentirse mujer y haber superado el pánico, con él fue más fácil, ya que nunca le tuvo miedo. Era objetiva, sabía en lo que se metía, que estaba mal desde todo punto de vista, pero no quiso frenar, quiso que pasara, que fuera con él, no podía ser con otro y Dante merecía llevarse su virginidad, después de que ella sin querer le torciera la vida. Pero era hora de despertar del sueño
—Belinda, si llamas a Elena al menos, ella está loca por hablar contigo y Brenda sé que costara un poco más, pero sé que está muy mal por ti, tu silencio solo da a pensar que estas en otro bando y bueno Dante será tu esposo, no se trata de lados, todos son tu familia, Dante y ellos; debes ser tú quien encuentre una balanza. —Pronto abuela, llegará el momento en que hable con todos, por ahora no quiero hablar con Brenda y no puedo hablar con Elena, Dante viajará a Francia la semana que viene, en esos días aprovecharé de ir con ellas. —Irá a Francia a visitar a su madre y a su hermana, supongo, ¿Por qué no vas con él? —Ellas vendrán con Dante, él debe ir a vender la empresa que tiene allá, invertirá parte del dinero en la hacienda
— ¿De qué hablaban mi abuela y tú? —Me dijo que no vendiera mi empresa en Francia, que ella me conseguiría contratos allá. —Es genial Dante, entonces no tendrás que viajar. —Así es, quizás en algún momento tendré que ir si la abuela consigue un contrato grande, pudieras ir conmigo, ¿conoces París? —Sí, fui con mi abuela y Brenda, Francia es hermosa. —Quisiera llevarte, tú y yo por los campos Elicios, la verdad a mí siempre me ha encantado, tenemos un tour pendiente por Francia. Belinda sonrió. —Jamás pensé que sería posible, la vida da muchas vueltas. —Yo no me arrepiento de nada, soy muy feliz. Belinda sonrió y bajó la cara. —Perdóname angelito, yo no puedo evitar ser un egoísta, sufres por estar lejos de tus hermanas y yo solo alegrándome por mi suerte. —No te preocupes, llegará el día en que todo sea diferente, tú mereces que te vaya bien, trabajas muy duro y Dios recompensa el esfuerzo, extrañas ser arquitecto después de todo. —Sabes
La lluvia se había intensificado, Belinda conversaba con su abuela, estaba muy contenta de que Brenda quisiera hablar con ella, se permitió tener esperanza en que su familia pudiera olvidar su odio por Dante, finalmente perdonar lo que ellos creían había hecho Dante, aunque quizás con Pablo fuera más difícil y no permitiera que Elena fuera a visitarla, pero confiaría en que todo con el tiempo mejoraría, igual, en algún momento ella debía irse de La Madonna y liberar a Dante, él no era de los que se casaban, seguía siendo un muérgano adorable, ella no lo obligaría a cambiar eso, su misión siempre fue ayudarlo, no guindarle el peso del matrimonio al pescuezo. Salió de la oficina unos minutos después de su abuela, luego de archivar unas facturas para la contabilidad, encontró a Dante explicándoles a su abuel
—Tu percepción ha cambiado, esta hacienda se ha ido transformando en algo tuyo, antes solo veías a tu padre. —Aquí ahora te veo a ti, sigo sin verme yo sentado en esa silla. —Qué tontería, tú eres el jefe de este lugar, esta hacienda es tuya, este es el asiento del patrón, no de tu padre. —La patroncita se ve bien allí, prefiero estar afuera llevando sol con la escardilla. —La escardilla le ha hecho bien a tu vida, sobre todo a tu físico. Dante se echó a reír, y Belinda se sintió mejor, no quería verlo triste. —Gracias, creo que es la primera vez que haces un cumplido a mi apostura. —Eres un vanidoso, no necesitas flores. Ven —Belinda se levantó y lo haló para que él fuera a la silla detrás del escritorio—, siéntate aquí, ahora tú eres quien manda, si aquí se concentra el poder, ahora es tuyo. Angelito que cosas
Después de un rato estaban en la sala grande, varios empleados habían salido de sus habitaciones, tenían algunas lámparas de emergencia y velas encendidas. —Me preocupan los animales —murmuró Johana acariciando una gata que ahora no se despegaba de ella. —Esperemos que escampe un poco y vamos a ver —le dijo Dante—, en el depósito están los impermeables. La lluvia se intensificó y Johana se tronaba los dedos ansiosa. —Vamos de una vez… Dante se levantó, le daba pesar la angustia de Johana por los animales, ella en realidad se preocupaba como una madre por todos los animales, Johana lo siguió muy rápido soltando la gata en el piso. —Tengan cuidado —les dijo Belinda.&nbs