Al final de la tarde el doctor Rafael pidió hablar con Dante.
—Señor Dante, por favor avíseme como pasa la noche Jacinto, debo atender otros pacientes graves y no puedo quedarme, creo que le llegó la hora.
—Debe haber algo que se pueda hacer, no debí permitir que se quedara, en un hospital pudo mejorar.
—No se atormente señor, la cardiopatía de Jacinto no era nueva, el dengue la exacerbo, igual en un hospital le habría llegado este momento, él me dijo que quería verlo.
—Gracias por todo, espero se equivoque y Jacinto se mejore.
—No pierda la fe, pero hable con él, dele la paz de escuchar lo que él cree es su última voluntad, buenas noches, debo irme.
***
—Dante, muchacho, hágale una promesa a este viejo, quiero que sea feliz, si no es en esta hacienda, busque otro lugar, la vida
Belinda no podía dormir, compartía una habitación grande con Johana, cada una dormía en una pequeña cama y no tenían aire acondicionado, ella creció durmiendo sin aparato de aire acondicionado y un tiempo de vida con lujos en el hotel Larsson y luego con su abuela la habían hecho sensible, no soportaba el calor y no podía dormir, miró a Johana dormida sin problema, salió sin hacer ruido a buscar el cargador de su teléfono móvil que quedó en la oficina, ya estaba despierta por completo, vería sus redes sociales, pero al salir se encontró con Dante, sin camisa, solo con un jean, ella se paró brincando de la impresión al encontrarlo, su corazón bombeaba tan rápido que sentía le saldría por la boca, Dante la miró de arriba abajo, ella también miró como su pecho subía y bajaba, como el camino de vello se perdía debajo de su ombligo, Belinda cerró los ojos y trató de hablar, Dante se lo impidió. Dante no pensó en nada más, Belinda era su sirena y él estaba hechizado, ella quiso hablar, él n
Belinda se acercó y su abuela le dio un beso y Leticia la miró de arriba abajo con una perfecta mueca de desaprobación. —Que Dios te bendiga y te ayude Belinda García, sorpresa, sí me parece una sorpresa que me entere por una furiosa Brenda, una muy afligida Elena y una llorosa hermana Teresa que te vas a casar, según ellas con un bribón de la peor calaña y que además en menos de un año te hayas gastado una suma astronómica de dinero y no en una casa, un coche, ni siquiera en ropa, por el contrario vengo y te encuentro como cenicienta. —Abuela, estoy trabajando, por eso me encuentras así, y en cuanto al dinero que he gastado, no son gastos, son inversiones y pronto rendirán fruto, lo que pasa es que se ha retrasado un poco el trabajo por el virus del Dengue que enfermó a muchos.&nb
A partir de ese dia Leticia García se quedó en la hacienda, se hizo amiga de Socorro, aunque el refinamiento de una contrastaba con la sencillez de la otra, eran parecidas en cuanto al liderazgo, a menudo Leticia le hacía preguntas a Belinda con respecto a Dante, de manera sutil indagaba con respecto a la inesperada relación de su nieta con el que era en la mejor de las descripciones era un granuja, Belinda y Dante tenían una interacción sincronizada, Socorro le contó que se levantaban muy temprano y que siempre comían juntos y que cada uno se sumergía en sus propias obligaciones, Belinda siempre estaba pendiente de su abuela y la involucraba en las cosas de la hacienda, también estaba pendiente de cuando Leticia conversaba por teléfono con Brenda, esta se preocupaba por Belinda, pero no quería hablar con ella, Elena se quedó más tranquila y le dijo a Leticia que esperaría a que Belinda quisiera conversar, que
—Tú estás muy loco si crees que yo me voy a montar en eso contigo. —Tiburoncito, ¿dónde está tu espíritu aventurero?, estás perfectamente a salvo conmigo, sé lo que hago, estoy certificado. Dante saludó a los chicos instructores, uno de ellos, el mayor fue su instructor, hablaron un rato y este le preguntó por Pablo, Dante le respondió que estaba muy bien que se había casado y tenía dos pequeños, el instructor le mandó saludos, Belinda lo miró con la pregunta en sus ojos. —Sí, Pablo también sabe volar parapente, de hecho lo hizo más veces que yo, tiene su propio equipo. —Seguro tú eras el mal estudiante. —Sí, pero igual aprendí, ¿lista para esto? —Supongo que estoy lista —dijo Belinda nerviosa, pero con una gran sonrisa. —Entonces hoy volaremos —dijo Dante elevando las cejas. Les ayudaron a colocarse los diferentes acces
Después de cenar, Dante pidió unos mojitos. —Creo que te gustan las bebidas dulces. —Sí, bueno la verdad se me suben muy rápido a la cabeza. —Promesas, promesas, bueno quizás recordemos otros tiempos cuando me conociste y estabas loca por mí. —Eres un vanidoso insufrible, fíjate que en ese entonces, me daba rabia recordarte. —Es malo mentir Belinda, te enamoraste de mí el día que nos conocimos. —Pues fíjate que me daba rabia recordarte —Belinda se puso roja como un tomate—, mejor me callo. —Suéltalo tiburoncito desahógate, ¿estabas molesta conmigo, pero qué te había hecho? ¡Oh! Ya lo entiendo, estabas molesta por lo que no había hecho, lo que aún no te hago. —Eres un idiota en verdad —dijo Belinda molesta. Dante se reía sin parar. —Belinda es tu graduación, solo quiero ver t
Belinda buscó en la pequeña cartera de fiesta sacó las llaves de la cabaña, abrió y se paró en el umbral de la puerta, ambos se miraron y sonrieron. —Quiero que me escuches muy bien para que no se preste a confusión, quiero que entres, pero eso no quiere decir que perderemos la confianza que nos tenemos por culpas y embustes que nos trajeron a este momento. —Esa es mi tiburoncito, siempre alerta, —le acarició la mejilla se acercó a su boca, pero en vez de besarla la miró a los ojos y dijo— quiero entrar. Belinda se apartó del umbral, Dante retiró la llave y cerró con seguro, tiró las llaves en una mesita cercana, Belinda se abrazaba a sí misma y se veía como si estuviera a punto de salir corriendo, Dante se acercó a ella. — ¿Tienes miedo? —Belinda movió la cabeza negando. —No te tengo miedo, Dante estoy segura de lo que hago, sí quiero estar contigo, pero estoy nerviosa.
Dante movió sus dedos más rápido dentro y fuera y Belinda comenzó a sentir ardor, ya iba a decirle que le dolía cuando sintió la boca de Dante lamiendo encima de sus dedos que entraban y salían, Belinda mortificada quiso quitarse y Dante sonrió. —Dijiste que podía hacer lo que quisiera —dijo con su boca contra su vagina—, como resistirme a esta cosita deliciosa. —Pero… —Chss… ya hablaste demasiado, déjame a mí mostrarte. Dante consiguió ese punto donde las descargas eléctricas explotaban y lo envolvió con su lengua en sincronía con el ritmo de sus dedos, ahora Belinda sabía que había algo más allá, como la subida de toda esas sensaciones. Su cuerpo comenzó a sudar
Belinda despertó con frio, en algún momento Dante dejó de abrazarla y ahora dormía boca abajo con el rostro de lado a ella, con los labios un poco abiertos, no era ni la mitad de intimidante sin su mirada de oro, “en que lio me metí”, pensó Belinda, mas no se arrepentía; el placer sexual siempre representó para ella, algo asqueroso, vulgar. Nunca le pareció que renunciar a eso fuera importante, sin embargo, desde que conoció a Dante se abrió la puerta del deseo, la noche anterior fue como el estallido de todas esa pequeñas sensaciones que Dante le despertaba; estaba feliz de sentirse mujer y haber superado el pánico, con él fue más fácil, ya que nunca le tuvo miedo. Era objetiva, sabía en lo que se metía, que estaba mal desde todo punto de vista, pero no quiso frenar, quiso que pasara, que fuera con él, no podía ser con otro y Dante merecía llevarse su virginidad, después de que ella sin querer le torciera la vida. Pero era hora de despertar del sueño