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Cap. 2: Evitando al galán

Lucía contempla el cristalino lago Nahuel Huapi, siempre le ha resultado uno de los lugares más bellos del mundo, ni siquiera el inmenso mar le parece comprable a ese bello ojo de agua rodeado de árboles que han sido cubiertos por la nieve. Con una sonrisa en el rostro se sienta en la orilla dispuesta a pasar un momento más en ese lugar, a Leonardo le encantaba tanto como a ella ese lugar, él solía decir que con una cabaña junto a ese lago en compañía de su esposa era todo lo que necesitaba para ser el hombre más feliz del mundo.

—Cuanto te echo de menos —susurra la mujer soltando un largo suspiro de melancolía al recordarlo, hay muchas personas que le han dicho una y otra vez que debe seguir adelante, rehacer su vida, pero tal cosa le parece simplemente imposible. No es capaz de imaginarse junto a otra persona, ella le entregó todo a Leonardo, cada sueño, cada pizca de amor, cada parte de su ser, y todo eso parece haber muerto junto a él.

La nieve que comienza a caer sobre su cabello rubio le indica que ya es hora de volver al hotel, ya que han anunciado una fuerte tormenta para esa tarde, y si no se apresura la podría llegar a encontrar aún en el exterior. Por lo que echándose la mochila al hombro emprende el camino de regreso hacia el calor y comodidad que solo un techo puede dar, luego de un paseo no hay nada mejor que un chocolate caliente al lado de un buen fuego en la chimenea.

—¡Que delicia! —exclama la empresaria al tomar un sorbo de su humeante taza de chocolate  sentada frente a la chimenea en donde el fuego crepita con energía. Quería ir directo a su habitación por una ducha caliente, pero cuando en la recepción la recibieron con esa taza y un libro al lado de la chimenea fue incapaz de resistirse, sobre todo al leer el título de la obra: “Infierno Desatado", ha oído hablar bastante de esa novela, pero hasta ahora no se había tomado el tiempo para leerla, bueno en realidad no había tenido un momento libre, tiempo es algo que nunca parece alcanzarle para todo lo que debe hacer.

—¡Es una magnífica novela, cargada de muchas críticas a nuestra nefasta sociedad, verdades que sólo unos pocos se atreven a decir en voz alta! —anuncia un apuesto hombre de cabello negro corto sentándose en el sillón frente a la empresaria.

—Quienes dicen la verdad deberían de ser los hombres más valorados, después de todo solo la verdad puede hacernos libres —murmura Lucía mirando al hombre por encima de las hojas del libro.

—Un deseo hermoso, pero que no es capaz de cumplirse en nuestra época. El mundo se vuelve cada vez más superficial e indiferente, prefieren una mentira que no inquiete sus triviales vidas a una verdad que inquiete sus conciencias —replica el hombre con brillo en sus ojos café ante la interesante charla.

—Una triste realidad, pero yo si soy de las personas que van con la verdad, así que no me pesará decirle que no deseo compañía. Solo quiero disfrutar de este chocolate y de esta novela, a solas por supuesto, o al menos en silencio —espeta la empresaria con impaciencia, habiendo hablando más de lo que normalmente estaría dispuesta.

 —Una persona sincera y directa, si bien coincido en que un buen libro debe ser disfrutado en la soledad y el silencio, debo apelar a que el fuego de una chimenea es mucho más reconfortante con compañía —reclama el hombre con una sonrisa de galán en los labios.

—Pues yo prefiero la soledad, sea al lado de una chimenea o en mi habitación, pero no se inquiete lo dejaré ante la reconfortante chimenea, estoy segura que no tardará mucho en conseguir una compañía más agradable —anuncia Lucía cerrando el libro dispuesta a irse de ese lugar hacia su cuarto.

—Oh, no lo haga, por favor. En todo caso quien debería marcharse debería ser yo ya que llegué último, es solo que la vista de una bella mujer leyendo al lado de la chimenea me resultó simplemente irresistible —confiesa el hombre con sus ojos clavados en la mujer.

—¿Sabes qué? Voy a ahorrarte todo ese palabrería barata que debes de usar para ligar, no estoy interesada en ti ni en ningún otro hombre en esta ciudad. Así que no pierdas tiempo y saliva en intentar conseguir algo conmigo porque no tienes la más mínima chance —advierte la empresaria con disgusto en el rostro por tener que aguantar a ese Don Juan de cuarta.

—No era esa mi intención, señorita. Si estuviese buscando lo que cree no lo haría en la recepción un hotel, sobre todo habiendo tantos boliches buenos y concurridos al alcance, es solo que el verla fue algo cautivante, y el oírla hablar lo es aún más. Es sin duda una mujer muy interesante —dice el hombre sin ser capaz de quitar la mirada de esa mujer que le ha resultado tan peculiar, tan diferente a las que está acostumbrado a tener en frente de él.

—Pues espero que mi ausencia le parezca interesante también, señor. Si me disculpa iré a disfrutar de esta novela a un lugar más tranquilo, adiós —se despide la mujer con frialdad con cierta molestia por haber sido interrumpida.

—¡Por cierto, soy Alexander Carrizo! ¡Ha sido un gusto conocerla, señorita! —anuncia el hombre viendo a la mujer alejarse sin siquiera voltear para responder o dar señal de que lo ha oído—. Una mujer en verdad interesante.

Alexander esboza una gran sonrisa en sus labios, si bien dijo la verdad en que no había intentado ligarla, no se acercó a ella en un intento de conseguir una amistad. Y el hecho de que no sólo sea una mujer bella, sino también con un intelecto más que cautivador, le resulta sumamente superior a las modelos sin cerebro de las que suele estar acompañado usualmente. Mirando el fuego en la chimenea piensa en la pasión que esa mujer debe de guardar en su interior, tan ardiente como esa llama que arde frente a sus ojos, sin duda el tiempo que le lleve conquistarla valdría la pena, después de todo no ha conocido aun mujer alguna capaz de resistirse a sus encantos. 

Lucía lanza el libro sobre la mesa de algarrobo de su habitación al solo entrar, pensar que hace sólo un momento se encontraba de un excelente humor, pero parece que es ley que un idiota debe aparecer para echar a perder todo tu día. Aunque debe confesar que fue su error, debería haber venido directo a su habitación en donde nadie puede molestarla, en la que en lo posible nadie siquiera sabe que existe. Tal y como desea desde que su marido no está, desde ese momento lo único que le interesa es aferrarse a cada lugar que pueda brindarle un recuerdo de él, esos sitios en los que la presencia de él aún parece estar impregnada. Hay quienes creen que esa no es una buena vida, que no es sano que se aferre a alguien que ya se ha marchado, pero ellos no saben nada, no tienen idea de lo que ellos vivieron juntos, del amor que se tuvieron. Eso es algo que no se puede olvidar, que no se puede reemplazar, y micho menos por un idiota que se cree alguna especie de galán de Hollywood.

—No permitas que te arruine el fin de semana, solo lo esquivaremos si lo volvemos a ver, y si insiste demasiado una denuncia por acoso lo hará desistir —murmura la empresaria sacándose la ropa para darse la ducha caliente que se debe.

Sentado en la barra del bar con un vaso entre las manos, Alexander aún permanece reviviendo cada momento de su anterior encuentro, como si quisiera impregnarse de la esencia de esa mujer que parece haberse apoderado por completo de su mente, a tal punto de que ni siquiera se siente interesado en la sexy morocha que no ha dejado de mirarlo desde la otra punta de la barra desde que ha llegado.

—Es raro no verlo acompañado, señor Carrizo. ¿La cacería no ha ido bien esta vez? —pregunta el joven barman dejando un nuevo vaso de whisky sobre las rocas frente a su habitual cliente.

—Yo no diría eso, me he topado con una presa de las grandes, una mujer de la que no he visto hace años. Y eso necesita un trabajo especial, no es simplemente atacar —responde el hombre con una sonrisa de galán bebiendo un sorbo de su bebida.

—¿En serio? ¿Una mujer tan maravillosa que incluso lo ha hecho decidir pasar la noche solo? Eso tengo que verlo con mis propios ojos —afirma el joven con una sonrisa divertida en el rostro.

—Oh, puedo asegurarte que valdrá la pena todo el trabajo que cueste, una presa fácil no tiene emoción ni diversión, pero una mujer así hace que uno disfrute el proceso de conquista, que te motive a conseguirla, incluso provoca que todas las zorras que hay a tu alrededor ni siquiera te importen —declara Alexander dispuesto a buscar por la mañana a esa mujer por todo Bariloche si es necesario.

—Pues no puedo más que desearle suerte, señor. De la manera en que describe a esa mujer incluso a mí me dan ganas de conocerla —comenta el Barman con cierta excitación recorriéndole el cuerpo.

—Por tu bien te recomendaría no hacerlo, no hay mayor peligro que interponerse entre un cazador y su presa, sobre todo cuando ese cazador tiene el poder para borrarte del mapa —advierte el hombre con seriedad en los ojos, decidido a que nada va a interponerse entre él y esa mujer.

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