Parada al lado del ataúd de su marido, Lucía cierra las manos en puños para obligarse a mantener la compostura delante de los invitados. Pues si bien probablemente entenderían que rompiera en llanto presa del dolor, aún sigue siendo la Ceo de Research Tecnology, la mujer fuerte e implacable a la que nunca han visto quebrarse ni tambalear, y no piensa cambiar eso ahora.
—¿Acaso crees que a esta gente le molestará verte llorar? —pregunta una voz masculina parándose al lado de la mujer que se mantiene parada casi estática.—Creo que no hay ninguna razón para montar un escándalo, puedo asegurarte que nunca en mi vida he sentido un dolor capaz de retorcer cada fibra de mi cuerpo como este, pero la imagen que tengo debo seguir cuidándola, incluso en estas circunstancias —plantea la mujer que sabe que en cuanto una puerta la separe de toda persona viva romperá en llanto hasta morir o caer presa del cansancio.—¿Así que siquiera la muerte de tu marido es suficiente para que te comportes como una mujer normal? —reclama el hombre con marcada molestia en la voz mirando el ataúd que comienza a descender en el nicho.—Yo no soy una mujer normal, Sebastián, soy una importante empresaria que de lo único que ha estado segura toda la vida es que te tratarán como te ve, si permito que me vean frágil, los demás intentarán quebrarme cada vez que estén frente a mí —afirma Lucía que no está haciendo eso por gusto o insensibilidad hacia el hombre que amaba, sino porque el mundo de negocios al que pertenece es despiadado, y si no demuestra estar a la altura sufrirá las consecuencias.—¡Es el funeral de tu marido, m*****a sea, la única que piensa en esa idiotez eres tú! —protesta entre dientes Sebastián creyendo que no hay siquiera una justificación para que no deba sentirse libre de lamentar su pérdida.—¡Es suficiente! El hecho de que tu hermano ya no esté, no quiere decir que tengas que cuidarme o preocuparte por mí, soy muy capaz de valerme por mí misma —plantea Lucía mirando a su cuñado con severidad.—He estado a tu lado desde mucho antes de que comenzarás una relación con Leo, siempre te he cuidado, y pienso seguir haciéndolo, estés de acuerdo o no —afirma el hombre sosteniéndole la mirada para dejarle en claro que habla en serio.—Nunca podrás reemplazarlo si es lo que intentas hacer —asegura la mujer sabiendo que está sonando hiriente, pero diciéndolo porque quiere librarse de él al menos durante ese día.—Lo sé, pero al menos tomaré su lugar para asegurarme que estés bien, es lo menos que puedo hacer por mi hermano —replica Sebastián tomando una gran bocanada de aire para soportar el veneno de esas palabras.—¡Señora Lemos... señora Lemos! ¿Se encuentra bien? —llama una insistente voz femenina obligando a Lucía volver a la realidad.
—¿Qué sucede, Bárbara? ¿Por qué me estás gritando? —reclama la empresaria arqueando una ceja mientras se despeja la bruma del pasado.—Disculpe, es que le estaba dando el informe de los accionistas cuando de repente al mirar por la ventanilla del auto quedó como ida —se excusa la asistente con vergüenza por haberse dejado llevar.—Estoy bien, no tienes que preocuparte —afirma Lucía con frialdad contemplando con melancolía un restaurante.—Oh, ese lugar, no ha vuelto a ir ¿Verdad? —pregunta Bárbara al reconocer ese sitio en el que en el pasado tenía que hacer una reservación a diario.—Solía venir todos los días a almorzar aquí con Leonardo, era nuestro sitio favorito para hacer una pausa de nuestras responsabilidades y lograr estar juntos siquiera un momento —responde la empresaria soltando un suspiro de tristeza.—Lo recuerdo, cada vez que los veía me decía a mí misma que no debía de existir una pareja más enamorada que ustedes —murmura la asistente recordando ese tiempo en el que no solía faltar una sonrisa en los labios de su Jefa.—En ese entonces solía pensar que ser feliz no era tan difícil, tenía salud, una empresa que iba viento en popa, un marido maravilloso, no había nada más que pudiera pedir, no tenía nada que reclamarle a la vida… al menos hasta que el cáncer llegó —suspira Lucía conteniendo el nudo que se le forma en la garganta.—Fue algo muy duro para todos, él era muy querido en la empresa, en todo lugar al que llegaba en realidad —comenta Bárbara recostándose en el asiento del auto dejando el informe a un lado.—Él era así, tenía esa forma de ser que podía ganarse a todo el mundo, ni siquiera tenía que esforzarse, le salía de forma natural. Era una de las cosas que más nos diferenciaba, pero a pesar de las diferencias que teníamos, nos complementábamos —relata la mujer recordando que esa particular manera de ser fue lo que la había cautivado al conocerlo.—Sí, alguien muy especial. Aunque ya han pasado cinco años desde… su partida —indica la asistente considerando de que ha pasado tiempo suficiente para seguir adelante.—Quizás no puedas entenderlo aún, pero cuando llegas a amar a alguien como yo lo he hecho y te lo arrebatan, el tiempo que pase no es suficiente para hacerte olvidar, te queda una herida que jamás se cierra, un espacio vacío en tu corazón que nada es capaz de llenarlo —afirma la empresaria que está convencida de que jamás podrá volver a amar a nadie.—¿Pero cómo puede estar segura de eso si no se brinda la oportunidad de hacerlo? En verdad aun no he experimentado un amor como el que tuvo, pero estoy segura de que Leonardo no habría querido eso para usted —se atreve a decir Bárbara sabiendo que quizás se está sobrepasando.—Es posible, pero no depende de que quiera o no, simplemente estoy convencida de que no hallaré a nadie que siquiera se asemeje a él. Y no pienso perder el tiempo con alguien inferior a lo que merezco —determina Lucía habiendo tomado hace tiempo la decisión de permanecer sola—. ¡Y ya es suficiente del asunto, hay cosas más importantes de las que preocuparse, dijiste algo de que algunos accionistas están poniendo su atención en otra compañía!—Sí, señora. Según parece Kenia Motors, su gran contrincante, está ofreciendo cierto futuro prometedor con el lanzamiento de su próximo producto —responde la asistente tratando de sonar con voz firme, pero no pudiendo evitar sentir una presión en el pecho al ver a su Jefa tan encerrada en su soledad, tan decidida a quedar atrapada en la nostalgia del pasado.—Siempre hace lo mismo, y los terminamos superando. ¿Por qué eso debería preocuparnos esta vez? —consulta la empresaria mirando la pantalla de su celular para hojear los pendientes del resto del día.—Porque la compañía ha cambiado de dueño —anuncia Bárbara que ha oído bastante sobre las expectativass que ha generado ese cambio en inversionistas y empresarios por igual.—¿Me estás diciendo que la vieja Samantha vendió su compañía? ¿Acaso es algún tipo de broma? —interroga Lucía clavando sus ojos color miel en la muchacha.—Ha salido esta mañana en casi todas las publicaciones de finanzas tanto en papel como digital, aunque aun no se ha revelado la identidad del comprador, fuentes confiables aseguran que se trata de alguien muy experimentado en el negocio, y quien será capaz de volver a Kenia Motors a su gloria primera —informa la asistente que procuró leer cada una de las notas para ser capaz de brindar toda la información posible a su Jefa.—Me sorprende que Samantha lo haya hecho, ella era la tercera generación de esa compañía, prácticamente vivía solo para Kenia Motors, esa dedicación es lo que la ha convertido en una digna competencia para mi empresa. Yo misma intenté comprarle siquiera la mitad, y solo recibí un rotundo no como todo aquel que trató de hacer lo mismo, así que el nuevo dueño ha de ser un gran negociante o tener un abrumador poder de convencimiento —murmura la empresaria apretando los labios al intentar formular mentalmente una lista de los posibles compradores que podrían haber pagado la fortuna que esa compañía vale.—Lo cual no sería una buena noticia para nosotros, ya de por sí Samantha siempre fue un hueso duro de roer, no quisiera imaginarme tener que competir con alguien que fue capaz de doblegarse a ella —susurra Bárbara que ha presenciado más de una junta de negocios en las que su Jefa y su rival se enfrentaron, uno hasta podía estar seguro que de esos feroces debates se desataría la tercera guerra mundial.—Tener una mejor competencia significa una oportunidad para superarnos, si no tuviésemos alguien con quien medirnos y que nos obligue a ser mejores solo nos estacaríamos —afirma la empresaria quien siempre ha considerado una necesidad tener la motivación que solo una competencia puede brindar.—Me alegra que se lo tome de esa manera, temía que decírselo pudiera llegar a arruinarle sus vacaciones. Me aseguraré de averiguar la identidad del comprador, para que al volver pueda contar con lo necesario para frenar el impacto de esta noticia —dice la asistente que no quiere que su Jefa se pase su descanso pensando solo en trabajo.—De hecho espero que lo hagas cuanto antes, y esto no son vacaciones, son solo unos días para despejar mi mente y poder pensar con claridad, un simple cambio de aires —aclara Lucia que como siempre estará al pendiente de todo lo que sucede con su compañía.—Solo intente relajarse, es una oportunidad para dejar el trabajo de lado, e incluso hasta para poder hallar algo más que solo descanso —incita Bárbara con una sonrisa pícara en los labios deseando que alguien especial sea capaz de aparecer en la vida de su Jefa, y tocar ese corazón que parece estar tan frío como la nieve de Bariloche a donde viajará a pasar ese fin de semana.Lucía contempla el cristalino lago Nahuel Huapi, siempre le ha resultado uno de los lugares más bellos del mundo, ni siquiera el inmenso mar le parece comprable a ese bello ojo de agua rodeado de árboles que han sido cubiertos por la nieve. Con una sonrisa en el rostro se sienta en la orilla dispuesta a pasar un momento más en ese lugar, a Leonardo le encantaba tanto como a ella ese lugar, él solía decir que con una cabaña junto a ese lago en compañía de su esposa era todo lo que necesitaba para ser el hombre más feliz del mundo. —Cuanto te echo de menos —susurra la mujer soltando un largo suspiro de melancolía al recordarlo, hay muchas personas que le han dicho una y otra vez que debe seguir adelante, rehacer su vida, pero tal cosa le parece simplemente imposible. No es capaz de imaginarse junto a otra persona, ella le entregó todo a Leonardo, cada sueño, cada pizca de amor, cada parte de su ser, y todo eso parece haber muerto junto a él. La nieve que comien
Deslizándose a toda velocidad por una de las pistas de esquí, Lucía siente el tan anhelado sentimiento de paz, si como en ese momento en el que su cuerpo parece cortar el aire y todo a su alrededor pasa tan rápido se sintiera casi flotando en las nubes. Por un momento incluso hasta siente el impulso de cerrar los ojos y disfrutar de esa sensación, pero considerando que con eso solo lograría llevarse puesto un pino renuncia a la idea. —¡Impresionante como siempre, dentro de poco podrías estar dando clases en lugar mío! —exclama un canoso instructor al ver llegar a la mujer frente a él. —Gracias, pero puedes quedarte con tu puesto, el enseñar y la paciencia nunca han sido mis fuertes —asegura Lucía con una sonrisa divertida en los labios mirando la pendiente una vez más. —Quizás ya deberías volver al hotel, se viene una fuerte tormenta y puedo asegurarte que no querrás que te halle en el exterior —aconseja el anciano que ha visto tantas veces a Lucí
Alexander suelta un quejido al despertarse por el canto de alguna ave que ha decidido darle un concierto matutino parado en la ventana, al extender su brazo hacia un lado y notar que no hay nadie se sienta en el piso sobre la manta que ha dormido estirando el cuello con una mueca de dolor. —¿Lucía? ¿Dónde estás, cariño? —pregunta poniéndose de pie mientras busca en dónde ha quedado su boxer después de la apasionada noche que ha tenido. Al no recibir respuesta se acerca a la mesa en donde una hoja de papel le llama la atención, en ella lee “Te espero para desayunar en la confitería giratoria del Cerro Otto, si es que logras ponerte de pie”. Alexander esboza una sonrisa divertida, esa mujer era fuego puro, no puede recordar una noche igual a esa, y sin duda no puede esperar a volver a vivirlo, por lo que tomando su ropa que ya se ha secado comienza a vestirse para acudir a su cita. —Puedo asegurarte que no te dejaré ir, mujer, aunque tuviese q
Lucia lee con curiosidad una noticia en línea sobre el cambio de dueños de Kenia Motors pensando en que la compañía aun insiste en mantener en secreto la identidad del nuevo propietario, al levantar la vista y ver a Sebastián mirando por la ventana con las manos cruzadas detrás de la espalda perdido en sus pensamientos.—¿Sí? ¿Qué sucede? —atiende la empresaria el teléfono de la oficina al sonar repentinamente—. ¿Qué? Sí, háganlo subir.—¿Pasa algo? —pregunta Sebastián con curiosidad al ver la expresión de desconcierto de su compañera.—El nuevo dueño de Kenia Motors ha venido a presentarse —anuncia Lucia frunciendo el entrecejo.—¡Que gusto verlos queridos colegas…. Quise…—entra el empresario hablando fanfarronamen
—¡Y es así como Kenia Motors comienza una nueva era, una era de desarrollo y progreso en el que nuestro único límite será nuestra imaginación! —exclama Alexander provocando un estallido de aplausos por parte de los presentes que lo vitorean.—¡Estoy seguro de que nos hará ganar mucho dinero, eso seguro! —afirma un hombre rechoncho estrechando la mano del empresario enérgicamente.—¡Ya verá que no soy solo un rostro bonito y alguien que habla bien, o al menos su cuenta bancaria se lo dirá! —bromea el empresario poniendo su mejor sonrisa de relaciones públicas dejando aun más encantado al hombre.—¡Te los has echado al bolsillo, podrías llegar a convencerlos de poner todo su dinero en la compañía y lo harían hasta con una sonrisa en el rostro ! —asegura una bella mujer de cabellos rubios recogidos en un modesto rodete acercándose al empresario.—No exageres, Samantha. Es más que esperable que tengan esa reacción, sobre todo si les estoy prom
—¿Marcando territorio como los perros? Creí que estabas por encima de eso, querido —comenta Samantha abordando a Sebastián que esperaba poder evitarla.—¿Y tú con la conciencia remordiéndote porque vendiste el patrimonio de tu familia? —replica el hombre viéndose obligado a detenerse en la entrada del vestíbulo.—Me sorprende que pienses que esa es mi razón de estar aquí, sobre todo al haberme acusado hace tiempo de ser una mujer sin corazón —cuestiona la mujer con un tono acido en la voz.—Y no he cambiado de opinión, pero supongo que incluso alguien como tú debe de sentir algo después de haber tomado una decisión como esa —murmura Sebastián manteniendo el rostro inmutable.—Oh, vamos, siempre has sido un caballero, no te vuelvas un odioso ahora, creo que nuestro encu
—¿Entonces no está dispuesta a bajar el precio de tus productos a pesar de que tu competencia nos ha ofrecido una mejor oferta? —cuestiona uno de los hombres asiáticos sentado en la mesa de la sala de reuniones.—En esta compañía se valora sobre todas las cosas la calidad de nuestros productos, si bajamos nuestros precios significa que deberemos sacrificar esa calidad para que los números no queden en rojo. Puedo hacerlo si gustan, los empresarios los hicieron con el Titanic, pero ya sabemos cómo terminó —plantea Lucia sin inmutarse por el intento de intimidación del empresario.—¿Quiere decir que Kenia Motors nos va a ofrecer un producto inferior? —acusa una de las empresarias arqueando una fina ceja negra.—Yo no hablo de Kenia Motors pues no soy su dueña como para saber qué ofrecen, pero si hablo de la manera de
Sentando en su nueva oficina Alexander estudia los informes de finanzas de los últimos meses, debe confesar que los números son muy buenos, la compañía ha mantenido una racha de alza que solo promete seguir en ascenso. Puede estar seguro de que su inversión ha sido mas que acertada, si bien hace tiempo que se había alejado de estar en la dirección de una empresa y se había dedicado a solo invertir, para poder tener el tiempo que necesitaba para sus viajes y amoríos, Samantha fue capaz de convencerlo de la veta de oro que Kenia Motors era, una que ella ya no quería seguir trabajando, cansada de haber pasado yoda la vida entre esas paredes.—Esa mujer tiene casi el mismo poder de convencimiento que yo, creo que es una ventaja ya no tenerla aquí, nunca sabes qué esperar de alguien así —murmura el hombre con una sonrisa divertida al considerar que lo mismo podrían d