Deslizándose a toda velocidad por una de las pistas de esquí, Lucía siente el tan anhelado sentimiento de paz, si como en ese momento en el que su cuerpo parece cortar el aire y todo a su alrededor pasa tan rápido se sintiera casi flotando en las nubes. Por un momento incluso hasta siente el impulso de cerrar los ojos y disfrutar de esa sensación, pero considerando que con eso solo lograría llevarse puesto un pino renuncia a la idea.
—¡Impresionante como siempre, dentro de poco podrías estar dando clases en lugar mío! —exclama un canoso instructor al ver llegar a la mujer frente a él.—Gracias, pero puedes quedarte con tu puesto, el enseñar y la paciencia nunca han sido mis fuertes —asegura Lucía con una sonrisa divertida en los labios mirando la pendiente una vez más.—Quizás ya deberías volver al hotel, se viene una fuerte tormenta y puedo asegurarte que no querrás que te halle en el exterior —aconseja el anciano que ha visto tantas veces a Lucía en ese complejo que es casi una amiga.—La verdad es que quiero deslizarme una vez más, no me llevará más que treinta minutos, necesito sentir esa sensación una vez más —replica la empresaria sintiendo aún el efecto de la adrenalina corriendo por su torrente sanguíneo. —No creo que eso sea una buena idea, pero como sé que irás de todas maneras llévate las llaves de la cabaña por si acaso —se resigna el instructor sabiendo cuan cabeza dura puede llegar a ser esa mujer.—Sabes que no voy a la cabaña, tiene más recuerdos de los que puedo soportar —reclama Lucía que desde que la compartió por última vez con su esposo no ha vuelto a ella.—Será un buen refugio si te alcanza la tormenta, dentro hay leña para la chimenea, y unas buenas bebidas para entrar en calor, siempre la preparo cuando vienes, por si acaso decides ir —informa el anciano insistiendo con preocupación en la mirada.—Está bien, me llevaré las llaves, pero solo para que no me sigas mirando con esos ojos de cachorrito mojado. Aunque te aseguro que estaré aquí antes de que esa dichosa tormenta decida mostrar la cara —asegura la empresaria robándole una sonrisa al anciano que la contempla ir hacia el teleférico para ascender a la cima.Al llegar a la cima Lucía toma un alarga bocanada de aire antes de comenzar el descenso, pero al oír unos pasos detrás de ella gira el rostro con cierta curiosidad al haber creído que ya todos se habían marchado hacia el hotel o las cabañas por el aviso de la tormenta.—¿Quién diría que subir la pendiente una vez más me daría la gran recompensa de poder reencontrarme con la mujer más bella? —sostiene Alexander que juraba que era ella en cuanto la vio.—¿Acaso ha decidido seguirme? —protesta la empresaria sin disimular la molestia que siente de encontrárselo de nuevo.—Seguirte, no, o al menos no por elección propia, sin embargo parece que al destino le ha parecido bien volvernos a juntar, ante lo cual yo no puedo sentirme más que agradecido —responde el hombre con sus sonrisa de galán ya que había intentado hallarla durante todo el día sin éxito.—Me temo que solo ha sido una desafortunada coincidencia, aunque lo único que debería preocuparle es descender la pendiente rápido ya que se acerca una tormenta —advierte Lucía queriendo librarse rápidamente de ese tipo para poder disfrutar de su descenso.—En ese caso no solo yo debería apresurarme a descender, no creo que quieras que te alcance esa tormenta, y mucho menos estando sola —señala Alexander sin estar dispuesto a dejarla ahora que por fin la ha hallado.—¡Déjame dejarte algo en claro Don Juan de cuarta —espeta Lucía enfadada acercándose hacia él para golpearle el pecho con su dedo índice —, no necesito de ningún idiota que ande detrás de mí, no me interesa tener a nadie acosándome, no me importa si es tu gran estrategia con la que conquistas a alguna pobre desesperada, solo esfúmate de mi vista! Con cada palabra la mujer descarga con más fuerza su dedo en Alexander que sintiendo una excitación apoderándose de su cuerpo va retrocediendo hasta que su esquí se traba en la raíz de un árbol cayéndose hacia atrás, instintivamente al notar eso Lucía intenta sostenerlo del brazo, pero la diferencia de peso es considerable y es arrastrada cayendo encima del hombre sintiendo un par de crujidos, lo cual espera que no hayan sido huesos, y mucho menos suyos.—Usualmente ese tipo de violencia suele disfrutarla entre las sábanas de una cama, no en medio de la nieve —murmura el hombre soltando una risa divertida tumbado en el piso.—Y justo cuando pensaba que no podías parecerme más idiota —refunfuña la empresaria poniéndose de pie y buscando con la mirada qué causó el ruido—, ¡No puedo creerlo, acabas de romper nuestros esquíes! ¿Cómo rayos vamos a bajar? —reclama al ver los esquíes de ambos partidos a la mitad.—¿En serio vas a culparme? Fuiste tú quien estuvo apuñalándome con su dedo —se excusa Alexander con una sonrisa divertida en los labios por la acusación.—¡Pues si hubieses seguido tu camino ya ambos estaríamos abajo yendo hacia el hotel como todo el mundo! —acusa la mujer sintiendo el viento frío que comienza a sacudir las copas de los árboles.—Sí, eso es mi culpa y también soy culpable del calentamiento global, de la hambruna infantil, y de cuantos males se te ocurran. Pero ahora tenemos que empezar a movernos antes de que terminemos tapados de nieve —protesta el hombre al ver como todo comienza a oscurecerse.—No tenemos tiempo suficiente para bajar, hay una cabaña a mitad de camino, es la mejor opción que tendremos para pasar la tormenta —anuncia Lucía quitándose los esquíes y tirándolos a un lado ya que han quedado inservibles.—No solo conquistadora de mi corazón, sino también salvadora de mi vida —clama Alexander con una sonrisa haciendo lo mismo que su compañera.—Mejor guarda silencio antes de que me arrepienta —espeta la mujer comenzando a caminar en dirección a la cabaña al comenzar a sentir la nieve aferrándose a su ropa. Durante más de media hora la pareja camina entre la nieve azotada por el helado viento que no les permite ver nada a cinco pasos de ellos, sintiendo la ropa mojada y el frío colándose en sus hueso, Lucía siente el impulso de darse por vencida y dejarse caer allí, morir en ese lecho blanco esperando reunirse finalmente con Leonardo.—¡Vamos, cariño, no me hagas cargarte como un saco de papas! —anima el hombre pasando su brazo por debajo del hombro de la mujer impulsándola a seguir adelante.—Yo… ni siquiera estoy segura de si estamos yendo en la dirección correcta, ya no veo nada… yo… ahí… ya casi llegamos —anuncia la mujer sintiendo una oleada de alivio recorrerle el cuerpo al divisar el destello azul de la veleta de la cabaña girando como las astas de un helicóptero por la ráfaga de viento.—No quiero apresurarte, cariño, pero apresúrate con esa llave antes de que quedemos como dos muñecos de nieve aquí afuera —apresura Alexander temblando de pies a cabeza deseando mas que a nada en el mundo ver esa puerta abrirse ante ellos.—Yo… yo… ya está… entra… i-iré por unas mantas —anuncia la mujer al lograr ingresar a la cabaña y cerrar la puerta detrás de ella.—¡Gracias a Dios hay leña, prenderé fuego, a-aunque no sé si será suficiente para que no muramos congelados! —responde el hombre quitándose el empapado mono de esquí y comenzando su tarea de prender la chimenea.—A-aquí encontré unas mantas y… y también hay caña de durazno —informa la mujer trayendo las cobijas y la botella de la bebida que por lo que ha oído es buena para elevar la temperatura del cuerpo.—Tenemos que sacarnos toda esta ropa mojada y darnos calor humano —anuncia Alexander comenzando a desnudarse hasta quedar en boxer.—¡Es-estás loco! ¡N-no pienso estar semidesnuda acurrucándome contigo, pervertido! —reclama la mujer aún sin poder contener el temblor de su cuerpo mientras admira disimuladamente el buen físico de su inesperado compañero.—Estuvimos casi una hora bajo una tormenta de nieve con la ropa mojada, sacrificas tu orgullo y vienes junto a mí, o nos condenas a ambos a morir de hipotermia, incluso el fuego que he encendido va a tardar un buen rato en calentar esta cabaña —plantea el hombre resistiendo la sonrisa que se le quiere formar en la boca al ver que su compañera comienza a desvestirse sabiendo que tiene razón.—Más te vale que no intentes nada —anuncia Lucía de mala gana abrazándose al hombre que los cubre a ambos con un par de mantas—. ¿Esa es la colonia Lord Chesseline? —Sí, es mi favorita, ¿Te gusta? —pregunta Alexander esta vez permitiéndose sonreír, sobre todo al sentir la suave piel de esa mujer pegada a la suya.—Solía usarla mi marido —es todo lo que dice la mujer sirviendo la bebida en dos vasos de vidrio tomando uno y ofreciéndole el otro a su compañero.—¡Por Dios, esto parece fuego líquido! —exclama el hombre al terminar de beber todo el contenido del vaso de un solo trago.—Es más fuerte de lo que esperaba, pero logra hacer entrar en calor —reconoce Lucía dejando el vaso en el piso y al tomar uno de los bordes de la manta para volver a cubrirse tocando sin querer la entrepierna de su compañero, notando la erección que hay allí, a pesar de sentir que debe sacar la mano, se da cuenta de que simplemente no puede sino que incluso llega a cerrar su mano alrededor del miembro robándole un gemido de placer a su compañero.Alexander que no se esperaba tal cosa pasa sus manos por la cintura de ella y la hace girar hasta que ella lo rodea con sus piernas sentándose sobre su erección, poco a poco sus labios se funden aumentando en pasión y también sus movimientos, ardiendo en ellos el fuego de la pasión que parece querer envolverlos al igual que las llamas de la chimenea envuelve a los leños.Alexander suelta un quejido al despertarse por el canto de alguna ave que ha decidido darle un concierto matutino parado en la ventana, al extender su brazo hacia un lado y notar que no hay nadie se sienta en el piso sobre la manta que ha dormido estirando el cuello con una mueca de dolor. —¿Lucía? ¿Dónde estás, cariño? —pregunta poniéndose de pie mientras busca en dónde ha quedado su boxer después de la apasionada noche que ha tenido. Al no recibir respuesta se acerca a la mesa en donde una hoja de papel le llama la atención, en ella lee “Te espero para desayunar en la confitería giratoria del Cerro Otto, si es que logras ponerte de pie”. Alexander esboza una sonrisa divertida, esa mujer era fuego puro, no puede recordar una noche igual a esa, y sin duda no puede esperar a volver a vivirlo, por lo que tomando su ropa que ya se ha secado comienza a vestirse para acudir a su cita. —Puedo asegurarte que no te dejaré ir, mujer, aunque tuviese q
Lucia lee con curiosidad una noticia en línea sobre el cambio de dueños de Kenia Motors pensando en que la compañía aun insiste en mantener en secreto la identidad del nuevo propietario, al levantar la vista y ver a Sebastián mirando por la ventana con las manos cruzadas detrás de la espalda perdido en sus pensamientos.—¿Sí? ¿Qué sucede? —atiende la empresaria el teléfono de la oficina al sonar repentinamente—. ¿Qué? Sí, háganlo subir.—¿Pasa algo? —pregunta Sebastián con curiosidad al ver la expresión de desconcierto de su compañera.—El nuevo dueño de Kenia Motors ha venido a presentarse —anuncia Lucia frunciendo el entrecejo.—¡Que gusto verlos queridos colegas…. Quise…—entra el empresario hablando fanfarronamen
—¡Y es así como Kenia Motors comienza una nueva era, una era de desarrollo y progreso en el que nuestro único límite será nuestra imaginación! —exclama Alexander provocando un estallido de aplausos por parte de los presentes que lo vitorean.—¡Estoy seguro de que nos hará ganar mucho dinero, eso seguro! —afirma un hombre rechoncho estrechando la mano del empresario enérgicamente.—¡Ya verá que no soy solo un rostro bonito y alguien que habla bien, o al menos su cuenta bancaria se lo dirá! —bromea el empresario poniendo su mejor sonrisa de relaciones públicas dejando aun más encantado al hombre.—¡Te los has echado al bolsillo, podrías llegar a convencerlos de poner todo su dinero en la compañía y lo harían hasta con una sonrisa en el rostro ! —asegura una bella mujer de cabellos rubios recogidos en un modesto rodete acercándose al empresario.—No exageres, Samantha. Es más que esperable que tengan esa reacción, sobre todo si les estoy prom
—¿Marcando territorio como los perros? Creí que estabas por encima de eso, querido —comenta Samantha abordando a Sebastián que esperaba poder evitarla.—¿Y tú con la conciencia remordiéndote porque vendiste el patrimonio de tu familia? —replica el hombre viéndose obligado a detenerse en la entrada del vestíbulo.—Me sorprende que pienses que esa es mi razón de estar aquí, sobre todo al haberme acusado hace tiempo de ser una mujer sin corazón —cuestiona la mujer con un tono acido en la voz.—Y no he cambiado de opinión, pero supongo que incluso alguien como tú debe de sentir algo después de haber tomado una decisión como esa —murmura Sebastián manteniendo el rostro inmutable.—Oh, vamos, siempre has sido un caballero, no te vuelvas un odioso ahora, creo que nuestro encu
—¿Entonces no está dispuesta a bajar el precio de tus productos a pesar de que tu competencia nos ha ofrecido una mejor oferta? —cuestiona uno de los hombres asiáticos sentado en la mesa de la sala de reuniones.—En esta compañía se valora sobre todas las cosas la calidad de nuestros productos, si bajamos nuestros precios significa que deberemos sacrificar esa calidad para que los números no queden en rojo. Puedo hacerlo si gustan, los empresarios los hicieron con el Titanic, pero ya sabemos cómo terminó —plantea Lucia sin inmutarse por el intento de intimidación del empresario.—¿Quiere decir que Kenia Motors nos va a ofrecer un producto inferior? —acusa una de las empresarias arqueando una fina ceja negra.—Yo no hablo de Kenia Motors pues no soy su dueña como para saber qué ofrecen, pero si hablo de la manera de
Sentando en su nueva oficina Alexander estudia los informes de finanzas de los últimos meses, debe confesar que los números son muy buenos, la compañía ha mantenido una racha de alza que solo promete seguir en ascenso. Puede estar seguro de que su inversión ha sido mas que acertada, si bien hace tiempo que se había alejado de estar en la dirección de una empresa y se había dedicado a solo invertir, para poder tener el tiempo que necesitaba para sus viajes y amoríos, Samantha fue capaz de convencerlo de la veta de oro que Kenia Motors era, una que ella ya no quería seguir trabajando, cansada de haber pasado yoda la vida entre esas paredes.—Esa mujer tiene casi el mismo poder de convencimiento que yo, creo que es una ventaja ya no tenerla aquí, nunca sabes qué esperar de alguien así —murmura el hombre con una sonrisa divertida al considerar que lo mismo podrían d
Lucia saltea unos vegetales en la sartén mientras piensa en los últimos sucesos con los que ha tenido que lidiar, sobre todo el conocer que el hombre con el que había empezado a abrirse ha resultado ser su competencia. Que si bien en ese momento fue capaz de disimular su sorpresa, lo cierto es que fue algo que la alteró más de lo que esperaba sobre todo porque significaba que le había compartido cosas intimas a su enemigo, si bien él también lo ha hecho, o quiere creer que era verdad lo que le compartió. Aunque ahora incluso el comentario de Sebastián sobre que solo podría haber sido un engaño suena fuerte en su mente, no puede descartar la posibilidad de que en realidad Alexander sabía muy bien quién era ella, y que todo fue una estrategia para acercarse y tomarla desprevenida.—No suelo equivocarme al juzgar a una persona, aunque claro que él demostró
Samantha se sirve un trago de whisky mirando en la televisión la repetición del discurso de Alexander, debe admitir que ese tipo tiene talento, tal y como esperaba de él resultará exactamente lo que Kenia Motors necesitaba para hacerle frente a su competencia. Aunque claro qué él era muy orgulloso como para aceptar ser un empleado de la compañía, cuando comenzó con tratativas para que formase parte de su empresa, él dejó muy en claro que solo aceptaría incorporarse como dueño.—Es astuto, pero no lo suficiente, voy a disfrutar mucho ver su cara cuando se entere que estoy muy por encima de él. Ha invertido gran parte de su fortuna, y se ha comprometido personalmente delante de todo el mundo con sacar a Kenia Motors adelante, así que darse media vuelta e irse no le será una opción —murmura la mujer con una gran sonrisa de satisfacci&oacu