Laura al ver llorar a Ámbar desconsoladamente, sintió la necesidad de acercarse a ella; en el fondo sentía remordimientos por todo lo que estaba pasando, a pesar de que no se habían esclarecido aún cuales fueron las verdaderas causas que le habían provocado el infarto a Gustavo. — Lo siento mucho Ambar, la verdad es que ha sido muy doloroso que haya sucedido esto en un día tan importante. — Sí, siempre tuve miedo a que llegara este momento, porque sé que Gustavo está enfermo, pero tenía la esperanza de que pudiera aguantar su enfermedad por más tiempo. — Bueno… creo que es mejor que nos marchemos a casa, no podemos hacer nada por ahora. Valentina y Alejandro enseguida se acercaron a donde estaban ambas— Madre creo que la señora Laura tiene razón, es mejor que vayamos a casa a descansar y mañana regresemos a primera hora para saber si nos dejan ver a papá. — Pero es que yo no quiero moverme de aquí, no quiero dejar a tu padre solo y que de pronto despierte
Laura se había levantado muy temprano para irse antes de que Alejandro y Valentina salieran de la habitación. Había pasado una noche realmente perturbadora en donde no había podido conciliar el sueño. La sirvienta que se había dado cuenta de la presencia de Laura a punto de salir de la casa, enseguida se acercó a ella mientras le decía con mucha amabilidad:— Buenos días señora Laura, ¿Se va a ir sin tomar el desayuno? — Sí, la verdad es que quiero llegar a casa para poder descansar en mi cama porque no he podido dormir nada en toda la noche. — ¿Pero quiere un café o un té antes de irse? — No gracias, prefiero tomarlo cuando esté en casa. Cuando estaba a punto de salir por la puerta enseguida escuchó la voz de su hija la cual venía bajando las escaleras con una sonrisa en el rostro:— ¿Madre a dónde vas? — Voy a casa. — Pensé que ibas a desayunar con nosotros y después acompañarnos al hospital para ver a mi suegro. — La verdad es que no he desc
Años atrás.... — No me puedes obligar a seguir viviendo a tu lado, ya no te quiero y el divorcio es un hecho. Me marcho de aquí, no soporto un día más contigo. — Laura, no puedes dejarme. Soy el padre de tu hija y no voy a permitir que Valentina crezca sin mí. Si es necesario, te obligaré a quedarte conmigo. — ¡Suéltame! ¡Me estás haciendo daño! —gritaba Laura desesperada intentando soltarse, temía por lo que pudiera hacerle Javier, era un hombre muy violento. Laura forcejeaba con Javier mientras trataba de soltarse. Él la mantenía agarrada fuertemente por los brazos, ambos estaban en el segundo piso de la casa, muy cerca de la enorme escalera. Desde abajo, la pequeña Valentina, de apenas trece años, observaba con horror, sin comprender lo que sucedía entre sus padres. Solo sentía miedo por los gritos desgarradores de su madre tratando de escapar de la furia de su padre. Desesperada, Laura empujó a Javier sin querer, haciendo que cayera directo al piso de abajo. Valentina, atóni
La joven Valentina había crecido viendo a su padre maltratar a su madre innumerables veces. Sin embargo, ver a su madre empujar por las escaleras a su padre fue un momento crucial en su vida que la dejó marcada para siempre. Valentina, cada vez que veía a su padre postrado en la silla de ruedas, sentía mucho odio hacia su madre; por esa razón, se mantenía alejada de ella a pesar de vivir bajo el mismo techo. Como ya era mayor de edad, estaba dispuesta a casarse para poder alejarse definitivamente de ella. Laura no estaba al tanto de lo que pasaba realmente con la vida de su hija, por más intentos que hacía para acercarse a ella.Valentina no terminaba de entender que Laura había recibido muchos maltratos por parte de Javier, y que gracias a eso, ella tuvo que defenderse para así evitar que él acabara con ella primero. Javier, completamente lisiado, ya no podía hacerle más daño a Laura; en todos estos años, él había pagado con creces todo el daño que le había hecho. Pero a pesar de es
Laura, al ver frente a ella a Alejandro, comenzó a temblar. La copa de vino que tenía en la mano se le escapó, rompiéndose en mil pedazos. Valentina, sorprendida por la reacción de su madre, se acercó a ella, tratando de recoger los vidrios esparcidos por el suelo, mientras le decía con angustia:— ¿Pero qué te ha pasado, mamá? Te has puesto pálida, parece que has visto un fantasma.Laura, con la mirada clavada en Alejandro, intentó controlarse para mantenerse en pie y respondió:— No me pasa nada, deja todo como está; la servidumbre se encargará de recoger los vidrios.Valentina, apenada por la actitud de su madre, se acercó a Alejandro para apaciguar el incómodo momento.— Bueno, no ha pasado nada, así que comencemos de nuevo. Madre, te presento a Alejandro Altamiranda, mi futuro esposo.“Dios mío, no puede ser que la madre de Valentina sea la mujer que amo”, pensó Alejandro, completamente incrédulo.Los nervios lo traicionaron; era más de lo que podía soportar. No sabía qué decir y
Valentina se quedó frustrada y llena de impotencia al ver que su madre, con su actitud egoísta, le había dañado lo que debió ser el momento más feliz de su vida.Subió a toda prisa hasta la habitación de Laura, entró sin tocar, realmente furiosa:— Ya puedes estar feliz; Alejandro se acaba de ir sin pedir mi mano. ¿Por qué todo lo tienes que dañar? No tenías por qué tratarlo de esa forma. ¡Eres una egoísta!— Por favor, Valentina, trata de calmarte. Las cosas no son como te lo imaginas. Yo conozco muy bien a Alejandro y sé perfectamente que no es el hombre que te conviene.— ¿Y se puede saber por qué, según tú, no me conviene? ¿Acaso por el hecho de ser tu alumno? Porque eso no sería una razón suficiente para impedir que me case con él.— Precisamente porque es mi alumno; lo conozco mucho más que tú y sé que no es el hombre para ti.— Pues no me interesa lo que tú pienses; no voy a permitir que me destruyas la vida igual como destruiste la de mi padre.Laura no soportó la presión y le
Laura no podía creer lo que estaba escuchando; enseguida apartó a Alejandro de ella mientras le decía entre sollozos:— ¡Eres un degenerado! No quiero volver a verte nunca más. Es obvio que te estás burlando de mí.Salió del bar a toda prisa. Sin embargo, Alejandro no se quedó de brazos cruzados; él tenía que hablar con ella, explicarle lo que realmente estaba sucediendo.— ¡Laura! Por favor, ¡espera! No te vayas así.Ella caminaba rápidamente, deseando llegar lo más pronto posible a su auto, pero Alejandro logró alcanzarla y la tomó nuevamente por el brazo, deteniéndola.— No puedes irte así. Al menos déjame explicarte por qué no puedo romper el compromiso con Valentina.— No hay nada que explicar. Lo único que me ha quedado claro es que te has burlado de las dos. Que lo hayas hecho conmigo no me importa, pero con mi hija, eso sí que no te lo voy a perdonar jamás.— No puedes dejarme así sin darme el beneficio de la duda. A quien amo es a ti.Laura, sintiendo que él se seguía burland
Al día siguiente, Laura bajó de su habitación, lista para dar clases en la universidad. Antes de salir, decidió pasar por el comedor para desayunar, donde encontró a su hija Valentina tomando un café.—Buenos días, Valentina. ¿No piensas desayunar? —preguntó Laura.—No tengo apetito, solo tomaré café —respondió Valentina con un tono de molestia.—Hija, creo que tenemos una conversación pendiente con respecto a tu compromiso. —No creo que haya mucho de qué hablar. Mi decisión está tomada: me voy a casar con Alejandro, te guste o no.Valentina se marchó, dejando a Laura con la palabra en la boca. Laura conocía bien a su hija y sabía que no había nada que pudiera hacer para cambiar su opinión. Terminó su desayuno rápidamente, consciente de que debía estar en la universidad en poco tiempo; era otra prueba de fuego que debía enfrentar si Alejandro decidía seguir asistiendo a sus clases.Al llegar al campus, estacionó su auto y se dirigió hacia la entrada, deseando llegar unos minutos ante