María.Trabajar con Darío Espier era un verdadero suplicio, no porque fuese un mal trabajador, sino porque sus continuas miradas me hacían sentir demasiado y terminaba pensando en nosotros, en aquel maldito trío en el que yo solita me había metido, dejando de prestar atención al trabajo.Necesitaba dar lo mejor de mí, pues yo misma le aseguré a Micaela que mi pasado con Darío no iba a ser un problema.Santiago no me puso impedimentos y se alegró demasiado cuando le hablé sobre aquella oportunidad laboral, aunque… lo cierto es que ni siquiera mencioné que estaba trabajando con Darío. En aquel momento… me daba demasiado miedo su reacción, tener que explicar demasiado o que él no entendiese la situación.El pequeño coctel de celebración de aquella colaboración estaba
Darío.Las cosas se me estaban saliendo de las manos.¿Cómo pude ser tan irresponsable cómo para decirle que no iba a esperarla?Quizás tan sólo quería ver su reacción cuando dijese algo así. Aunque… lo cierto es que la conocía lo suficiente como para saber que eso iba a tener justo el efecto que yo quería obtener. Ella iba a hacer lo contrario a lo que yo le pedía. No iba a elegir a ese capullo, iba a estar tan molesta con mi actitud que no podría dejar de pensar en mí.¡Joder!¿Por qué cojones volvía a las andadas?¿Por qué tenía que hacerle daño para hacerme notar ante ella?Tenía que detenerme de una vez, pero … ¿por qué no podía?Tampoco quería pensar en lo que sucedi&
María.No quería pensar en mis dramas en ese momento, más cuando las cosas iban tan bien en el trabajo. El problema de todo seguía siendo el mismo estúpido de siempre que seguía sacándome de quicio.¿Qué? ¿Qué no iba a esperarme e iba a buscarse a otra? ¡Por mí cómo si se tiraba de un puente con ella!Aquel día estaba de un humor de perros y la culpa de todo era del idiota de Darío que no dejaba de darme largas. Realmente … ¿iba a tirar la toalla sin luchar?¿Qué demonios podía esperar de ese idiota?Era más que obvio cuál debía ser mi decisión final. Porque frente al niñato de Darío, Santiago le daba mil vueltas. Pero … ¿por qué no lo tenía tan claro? ¿por qué seguía pensando en ese idiota?–¿Cómo va todo por allí? – quiso saber Santiago en aquella video llamada que hacía tiempo que no hacíamos - ¿Por qué tienes ojeras? ¿No estás durmiendo bien? Deberías descansar, María. Entiendo que ahora estés muy ocupada con el trabajo, pero también tienes que cuidar tu salud.–Yo estoy bien – me
Darío.Reconozco que estaba impaciente por volver a verla, a pesar de todo. Quizás me había vuelto masoquista y tan sólo quería que ella me destrozase una vez más. ¿Qué era? ¿un maldito enfermo?Aún quedaban algunas semanas para nuestra próxima reunión, por lo que no me pareció mala idea quedar con uno de mis clientes y su prometida, pero la cena no le sentó nada bien, y se llevó la noche en el baño. Finalmente, allí estaba, en la barra, tratando de hablarle a Cintia de mil remedios que su novio podría usar para aliviar su estómago.–Muchas gracias por todo, Darío, de verdad – aseguró ella después de que la camarera pusiese a su alcance la infusión que le había recomendado. Besó mi mejilla y se marchó al baño.–¿Qué es tu nueva víctima? – dijo una voz a mis espaldas. Sonreí y me di la vuelta, descubriendo allí a María. Estaba tan molesta como aquella vez en la que pensó que iba a acostarme con la periodista – Pobrecilla, ni siquiera sabe lo que le espera.–Te veo demasiado molesta par
María. No podía dejar de pensar en lo que Darío y yo terminamos haciendo en su auto la noche anterior, incluso en su casa, en su cama, en su alfombra. En lo mucho que había añorado sentir todo eso por él, lo mucho que ansiaba volver a estar con él, ser novios como antes. Pero el miedo seguía acechándome, el miedo a que volviese a dejarme en la estacada cuando estuviese terriblemente enamorada de él. –Tienes un aspecto horrible, nena – se quejó mamá al llegar al salón y verme toda resacosa – La salida con las chicas fue bien ¿no? –Acabé pasando la noche en casa de Darío – confesé. Mamá se sorprendió al respecto – Estoy echa un lío, mamá – se sentó junto a mí y se olvidó de preparar el desayuno. –Quédate con el hombre que te haga feliz - ¡Qué fácil era decir eso! –Santiago me hace feliz, pero luego llega Darío y agita mi corazón de esa forma que sólo él sabe y pone patas arriba mi mundo. –Creo que ya lo tienes claro. Sigues enamorada de Darío. ¿Hasta cuándo vas a seguir negándotelo
Tenía miles de compromisos en aquellos días a causa del gran éxito que mis diseños tuvieron por culpa de la colaboración. Todo el mundo quería uno de mis vestidos, tocados u otros complementos.Las cosas estaban yéndome muy bien en el estudio, tenía ofertas de trabajo en el extranjero, pero yo tenía muy claras mis prioridades. A pesar de eso, viajaba a menudo fuera de la ciudad para dar charlas, conferencias incluso para colaborar con marcas de moda.Ya ni siquiera tenía tiempo para dar clases, aunque de vez en cuando me gustaba impartir algún curso intensivo sobre la moda sostenible.Tenía un montón de bolsas en las manos, además de la maleta, después de mi regreso de mi viaje a Milán. Sabía que había alguien que iba a saltar de alegría en cuanto se enterase de mi regreso. Pero quería darle una sorpresa.Entré en la casa con mi llave y saludé a uno de esos tantos perros que Darío solía adoptar de mientras que les encontraban un hogar. Dejé las bolsas y la maleta en la puerta antes de
(Narrado por Darío)El sonido de aquella botella al vaciarse, mientras mi garganta tragaba ese embriagador mejunje que me hacía desconectar de la realidad, con las lágrimas inundando mi rostro, sin cese, escuchando de fondo esa canción, en bucle, era Numbs de Tom Odell, la única que me recordaba a ella.¿A quién quiero engañar?Todo. Absolutamente todo me recordaba a ella.Dejé caer la botella al suelo, moviendo la cabeza al ritmo de la música, dejando escapar mi cálido aliento, en aquella fría noche, mirando hacia la chimenea apagada de mi mansión en Ibiza. Aún podía recordar la última vez que estuve allí, con ella, en como hicimos el amor en aquella misma alfombra en la que ese momento estaba sentado. Los gemidos de ambos estaban atrapados en las paredes de aquella casa, aún podía escucharlo a lo lejos.Sonreí, sin ganas, volviendo a dar un largo sorbo de mi compañera en esos últimos dos años, una botella de ginebra.Toda mi vida se detuvo cuando ella se fue, pero no podía reprochar
(Narrado por María)Trabajar en el estudio hasta bien entrada la noche era mi forma de huir de mis pensamientos aquellos días.Habían pasado dos años y se suponía que ya tenía que haberle olvidado. Al menos era lo que me gustaba admitir cuando hablaba con mamá y las chicas. Pero ... lo cierto es que aún tenía sentimientos por el hombre que más daño me hizo, incluso más que Antonio. Tenía el corazón lleno de cicatrices, remordimientos y pesadez. Y no podía lidiar con ello, así que ... simplemente huía todo el tiempo.La vida en Mónaco era todo lo que podía desear en aquellos días: trabajar dando clases en una academia de moda y colaborar con distintas tiendas de la ciudad proporcionándoles mis propios diseños a un precio muy por debajo. Al menos me daba para pagar las facturas.Unos leves golpes en la puerta me hicieron salir de mis pensamientos, giré la cabeza para mirar hacia Amélie y sonreí tenuemente.- Sabía que aún estarías aquí – volví la vista hacia el diseño que dibujaba – Tie