Capítulo 47

—Majestad, buenos días— Bosteza con pereza mientras se estira. —Me alegro que haya venido.

—¿Qué haces aquí? Puedo notar que no has regresado a tu cuarto en toda la noche.

—En efecto, majestad— Estira su espalda con mucha flojera, parece que se ha dormido encorvado. —He estado aquí cuidando de la señorita Ginebra.

Escuchar esto me llena de alivio, me señala con su dedo la dirección en donde se encuentra mi amada Ginebra, sin perder tiempo, me encamino en su dirección, pero él se interpone en mi camino, diciéndome que tiene algo importante que decirme.

—¿Qué es? Tengo que ver a mi Ginebra.

—Majestad, entiendo su apuro por cerciorarse de que ella se encuentre bien, pero, debe escuchar lo que tengo que decir, por favor.

Darius me dice lo que ocurrió anoche y de lo mal que se veía Ginebra, que incluso se tiró al barranco y que no dejó de llorar toda la noche, ahora entiendo mejor porque me sentía tan mal hasta altas horas de la noche. Hacia siglos que no derramaba ni una lágrima de triste
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